A los hechos me remito

Esperanza es un pueblo muy tranquilo en el que nunca sucedía nada. Nada, es un decir. No sucedía nada que llamase la atención, nada que sobresaliera de la monotonía de la vida del pueblo, nada fuera de la usual rutina de los habitantes del mismo, nada que merezca ser recordado, ni mucho menos narrado.

Sin embargo, el 19 de enero de 1998, sucedió lo menos pensado. Suárez estranguló con el cable del mouse a su mujer. Dicen que venían discutiendo todas las noches, generalmente porque ninguno quería lavar los platos tras la cena, y, cansado, Suárez colocó el mouse en la cavidad bucal de su mujer y, mientras ella forcejeaba con él para quitárselo, éste la estranguló.

El camarógrafo del canal 6 de la televisión del pueblo fue a cubrir la noticia. No llegó a destino pues atropelló en el camino un elefante que se había escapado del circo. El elefante cayó pesadamente sobre el auto del camarógrafo de canal 6 y éste pereció en el acto.

Enterado de la noticia, al dueño del circo le dio un paro cardíaco, pues el elefante no tenía seguro contra terceros, y falleció.

Acudió al lugar gente de una asociación que se encargaba de la protección de los derechos de los animales. Uno de ellos, mientras intentaba asistir al elefante, fue mordido por un perro y, tras esto, sacó un arma y lo baleó. El perro se las ingenió para salir huyendo sin ser alcanzado por la balacera, pero, tristemente, una señora recibió un impacto en una de sus piernas, aunque fue asistida y llevada rápidamente al hospital y quedó fuera de peligro.

El doctor que la revisó al ver la sangre, se desmayó. Después recordó que no había tomado su medicación para la presión arterial.

La enfermera que le tomó la presión al doctor fue hasta el quiosco de revistas y pidió el último ejemplar de la “Tan sólo vivir”, pero el quiosquero la engrupió y le cobró el doble. La enfermera se dio cuenta, pero no tuvo el coraje de hacer el reclamo, por lo que calló.

El quiosquero tenía un callo que le venía molestando y fue al pedicura para hacerse ver el pie. El pedicura le dijo que se calle o con ese callo no llegaría a la calle. El quiosquero dio un grito de dolor cuando el pedicura le quitó el callo, pero el pedicura no creyó en su actuación, pues decía, nada dolía, por lo que le recomendó asistir a las clases de teatro que daba doña Guadalupe.

La señora Guadalupe vivía en Esperanza desde los 7 años. Había llegado con su madre, a casa de sus abuelos, abandonadas por su padre que se había entregado a los vicios y el poder que le daba la gobernación. La señora Guadalupe siempre recordaba con dolor a su padre, pero ese día lo olvidó, distraída quizá por alguna melodía que sonaba en su antigua radio.

El locutor de la radio, mientras presentaba un grupo musical, se mordió la lengua y lanzó un insulto que todos escucharon claramente. Era la primera vez que por radio se oía un insulto de aquél tipo y fue el primer apagón masivo espontáneo.

Cuando Toribio Costa quiso apagar su radio se electrocutó.

La hija de Toribio tuvo quintillizas, y las llamó Ana, Juana, Ivana, Rosana y Mañana.

Carla festejaba su cumpleaños número veintiuno.

Estela Albornoz se cayó de una escalera cuando intentaba cambiar un foco de luz. Cuando su vecina la encontró en el piso, temió que se haya quebrado, pero revisó y la escalera estaba intacta.

A Celso lo despidieron de la panadería porque se le quemaron las marineras. Afligido por lo acaecido, se internó en el mar, pero lo rescató un pescador. El pescador, ese día, había sacado el pez más grande que alguien pueda imaginar, pero no logró fotografiarlo antes de que se le escape de sus redes.

Restos de lo que sería un asteroide golpeó el campanario de la iglesia y lo averió. El sacerdote suspendió la misa del día. Luego se constató que lo que golpeó el campanario eran piedras arrojadas por unos chiquillos que querían dar caza a unas palomas.

Un feligrés, al enterarse, se convirtió al judaísmo.

Doña Cata se quedó dormida y no abrió la verdulería. Cuando despertó, encontró el frente de la misma con pintadas intimidatorias de un grupo de veganos.

Hasta allí es lo que recuerdo de aquél 19 de enero de 1998. Varios dicen que pasó mucho más. Luego, todo volvió a la normalidad retornando a la habitual tranquilidad. Todos continuaron con sus vidas como si nada hubiese pasado realmente. Aunque, he dicho, nada es un decir.

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Mariposas y donaire

Estimados lectores de pacotilla:
Que leéis cada tanto alguna frase,
¿No creéis que la luna en una fase
Os sonríe y guiña un ojo, la muy pilla?

¿No pensáis que el cometa en su viraje
Os saluda con su cola y su coraje?

¿No observáis la mariposa que se posa
Sobre la rosa en vuestras narices,
Tan jocosa que se jactan las perdices
De su vuelo rozagante que rebosa?

¿No creéis que esa frase de algún sabio
La haya dicho en verdad uno en escabio?

A ver tú que te creéis tan importante
Con tus aires y tus humos de triunfante
¿No observáis que te conoce hormiga alguna
Y siquiera la abeja reina a ti te juna?

Dilemas

El problema de pensar sobre la marcha
Es el mismo del mirar en vamos viendo
Si se trata de un problema es ir creciendo
Se te enfría la napia con escarcha.

El dilema de leer en la lectura
Lo que ha dicho el artista en su escritura
Es el mismo de interpelar en las batallas
Si el que ha dado la orden tiene agallas.

Se me escapa lo que estaba por decirte
No quisiera ya volver a repetirte
Si han pensado alguna vez en el dilema
Los que dicen resolver nuestros problemas.

Ya no sé dónde quedó todo lo dicho
Quizás sirva de alimento p’algún bicho
Las palabras te metieron en apuros
Tal vez ellas te liberen de tus muros.

Y si queda un rinconcito pa’ pensarla
Quizá nadie te enseñó que la existencia
Es un arte milenario al contemplarla
Se desliza entre versos con displicencia
Te sugiere con sus roces y al besarla
Que sentirla al vivirla está en su esencia
Que en el llanto y en la risa hay opulencia
Que hasta el último aliento te hace amarla
aunque caigais rendidos en vuestras camas
Que los versos se me fueron por las ramas.

Ausencia

Cuento probablemente infantil.

Pato estaba sentada sobre el verde césped. Con sus manos tanteaba. Levantó una piedra, miró debajo y, luego, la tiró. Tomó un caracol, le quitó un poco de barro que tenía encima y lo dejó nuevamente. Así estuvo algunos momentos hasta que llegó Quique, quien al verla allí le preguntó:
– Hola Pato, ¿qué estás haciendo ahí?
– Estoy buscando la eternidad.
– ¿La eternidad?
– Sí.

Quique se quedó pensando. En principio creyó que su amiga se había vuelto loca. Después razonó un poco sobre el asunto y concluyó en que lo más sensato sería ayudarla, por lo que se sentó sobre el césped y comenzó a buscar. Se acercó  a una flor y olió su perfume. Pato le preguntó qué hacía y Quique le respondió que la estaba ayudando a buscar. En ese momento pasó caminando Chelo, quien al verlos allí les preguntó:
– Oigan, ¿qué hacen?
– Buscamos la eternidad. –respondió Quique.
– ¿La eternidad?
– Sí. –dijo Pato.
– Suerte, ojalá la encuentren. –dijo Chelo- A mí con vivir un rato me  alcanza.

Pato se levantó, sacudió sus ropas y se retiró. Volvió un instante después con una palita de mano.
– ¿Qué vas a hacer? –le preguntó Quique.
– Voy a cavar un pozo, tal vez se haya enterrado.
– ¿Por qué pensás que esté bajo tierra?
– No la veo por ningún lado acá. –dijo Pato.
– Sigamos buscando. Tal vez no miramos bien.

Ambos continuaron buscando sobre la superficie de la tierra, entre el césped y las flores. Allí vieron un sapo que dio unos pequeños saltos que hicieron que Pato se sobresaltara. Quique encontró una moneda. Era una moneda muy antigua, de más de cuatrocientos años. Se la mostró a Pato, quien le dio poca importancia, y luego la guardó en un bolsillo. Mientras tanto, pasó por el lugar un hombre mayor que, al verlos, les preguntó qué habían perdido.
– Buscamos la eternidad. –dijo Pato.
– ¿La eternidad?
– Sí. –dijo Quique.
– Aquí no la hallarán, pues ella se encuentra atrás. –dijo el hombre.

Quique se dio vuelta y empezó a buscar allí, mientras el hombre al verlo se retiraba riéndose. Pato encontró una semilla y la observó detenidamente. Le quitó el barro que tenía y se la entregó a Quique.
– ¿Qué es esto? –dijo Pato.
– Parece una semilla.
– ¿Y qué contiene?
– Vida, al parecer. –dijo Quique
– ¡Tan chiquita…!

Pato lloró emocionada y Quique, entonces, la abrazó.
– La vamos a encontrar. No llores.

Continuaron buscando y por allí pasó un hombre religioso, que al verlos sobre el césped les preguntó qué hacían.
– Buscamos la eternidad. –dijo Quique.
– ¿La eternidad?
– Sí. –dijo Pato.
– La eternidad se alcanza por una vida de sacrificio y sumisión. –dijo el hombre.

Los jóvenes se miraron entre sí y luego Pato preguntó:
– ¿Una vida?
– Una vida por la eternidad. Parece un trato justo.
– No, gracias. Seguiremos buscando aquí. –dijo Pato.

El hombre les dejó un folleto y se marchó. Quique hizo un avión con el folleto y se puso a jugar con él. Pato continuaba buscando sobre el césped. El avioncito de papel cayó sobre la cabeza de Pato y ella se enojó con su amigo.
– La próxima te lo rompo. –le dijo.
– Por la amistad que nos une no lo harías.
– Tal vez. Pero te lo saco para que me dejes buscar en paz.
– ¿Cómo se te perdió? –preguntó Quique.
– Sabés que no sé…
– Capaz que la guardaste en algún otro lado y después te olvidaste.

Pato se quedó pensativa. Quique continuaba tirando el avioncito hacia el cielo y luego lo tomaba al caer. Pato buscó entre sus ropas. Un perro se acercó hacia ella y le lamió el rostro. Luego, Quique tomó una rama y se puso a jugar con el can. Por el lugar pasó una mujer, quien al ver a Pato sobre el césped le preguntó qué hacía. Pato estaba tan concentrada en la actividad que no escuchó a la mujer, por lo que Quique le respondió:
– Busca la eternidad.
– ¿La eternidad?
– Sí. –dijo Quique.
– ¡Ah! Me parece que se encuentra en la biblioteca. Pero no sé bien en qué libros está. Le podrían preguntar al bibliotecario, él debe saber. –dijo la señora continuando su camino.
– ¿La palabra viva en letras muertas? –preguntó Quique gritando para ser oído.
– Claro, es una forma de que sólo la encuentren aquellos que son dignos de ella. –respondió la mujer que ya se encontraba bastante alejada de ellos.
– Me parece que mejor la buscamos acá. Gracias.

La mujer continuó su camino mientras Pato seguía buscando. Quique dejó el avioncito y se puso a buscar con su amiga. Levantó una piedra y debajo había una lombriz. Quique se quedó observándola.
– ¿Qué es? –preguntó Pato mirando la lombriz.
– Una lombriz. –dijo Quique.
– ¡Ah! ¿Y qué hace?
– Vive.

Quique continuó buscando a su alrededor. Pato hacía lo propio. En aquél momento pasó una señora de avanzada edad, afirmándose en un bastón, a paso lento. Cuando estuvo próxima a los jóvenes, les preguntó qué hacían.
– Buscamos la eternidad. –dijeron a dúo.
– ¿La eternidad?
– Sí. –dijo Quique.
-¿Pero quién les ha dicho que la han perdido? La vida siempre es vida.
– La tenía junto a mí y en un descuido la perdí. –dijo Pato.

La señora se alejó caminando lentamente. Quique y Pato continuaron buscando sin éxito. En un momento, Pato le propuso a su amigo descansar y éste aceptó. Compartieron una gaseosa mientras observaban el atardecer. La luz del día se escondía. Quique se despidió de su amiga y se retiró del lugar. Pronto la noche cubriría todo con su oscuridad. Pato se había quedado sola. A su alrededor no habían construcciones. No se veían árboles tampoco, ni plantas. Esa noche no  había luna. No se escuchaban animales ni sonido alguno. Todo era muy oscuro y Pato lo único que sentía era el frío a través de todo su cuerpo.

Mi voz al viento

En vez de tatuarme tu nombre,
o una frase, de algún hombre,
sólo gusto en recitarte,
a vos, vida, bello arte.

Así es, que brindo mi voz
al viento y su paso veloz.
Suave brisa te atraviesa,
te colma de aire y pureza.

Es tu inteligencia innata,
inmemorial, verdadera.
No como de tu heladera,
yo vivo en una batata.

Pantriste comer maní,
indio vestirse de yin.
Tu hermana gusta de mí,
le pinto un lindo jardín.
Anoche, durmiendo, dormí.
Tu alma, no tiene fin.

Dime, amor, vida, preciosa
¿Por qué adoras cualquier cosa,
y no esta vida, qué hermosa,
el agua, dulce, una rosa?

No olvides cómo llegaste
hasta mí, si me buscaste.
Así, expreso con gozo:
¡Libertad! Chau calabozo.
Era tu imaginar una pena.
¿La mar? Estaba serena.

Rotación

Hay palabras como anzuelos
que te atrapan en consuelos
pero hay otras convincentes
que declaran lo evidente.

Todo cambio predomina
incluso el nombre de la esquina,
que otrora llamaran fiambrería
y ahora venden tecnología.

Así, ni el rostro permanece
en vejez desaparece
pese a que sólo es un niño
crece anhelando cariño.

Ha cambiado la moneda
la tradición es lo que queda
firmemente convencida
de que aferrarse es la vida.

Sin embargo en este río
todo corre incluso el frío,
quien resiste se endurece
poco a poco, así fenece.

Pasar, pasan los cometas
llegar, llegan las boletas,
brillar, brillan las estrellas
y algunas almas como ellas.

De lo dicho se desprende
que si una luz se enciende
todo a su lado se mece
cambia su mundo, florece.

Y lo que no cambia el tiempo
rota o se lo lleva el viento
como esta poesía que acaba
toca y se pierde en la nada.

La sirena

Caminaba rancio por el malecón
respiraba tosco entrando al callejón
observaba díscolo el multicolor
perfumaba lánguido con su coliflor.

Llegó tardío a la vieja reunión
se sentó sombrío sólo de un tirón
le sirvieron vino, timo milanés
lo sorbió besando, sonrió en portugués.

En el gran salón vestía una sirena
era ella tan bella con su cola de pez
escondía su magia bajo su melena.

Sus largos cabellos cubrían sus senos
lo encantó al mirarlo tan sólo una vez
se durmió en la copa, la besaría en sueños.

Mientras espero

-¿Qué pasa, compañero? ¿Se ha quedado sin inspiración? -Me dijo el hombre, vestido con su uniforme militar, que me había estado observando cabizbajo con un lápiz en la mano golpeando repetidamente sobre el papel.
-Puede ser, camarada –dije-. ¿Acaso sabe usted cómo combatirlo?
-Claro que sí. Hay que llamarla implorándole su aparición. Algunos dicen que es cuestión de sentarse y que ella vendrá. Otros hablan de dejarse llevar por ella ni bien se hace presente. Yo tengo una fórmula que nunca falla.
-Pues debería facilitármela, camarada. –dije, mientras observaba las insignias en su uniforme.
-Con mucho gusto, pero me temo que no será gratis.
-¿Así que la inspiración ahora tiene un precio?
-Como todo. Ni siquiera hablar es gratis hoy en día. El llamado a la inspiración también tiene su costo.
-Ya me parecía que tanta amabilidad no podía ser sin ningún interés.
-¡Vamos, compañero! ¿Quiere saber de qué se trata o prefiere quedarse con la espina?
-Tengo curiosidad por saber, pero no tengo demasiado dinero. ¿Cuánto me va a costar?
-Para los resultados que brinda, su costo es ínfimo. Su nombre es ideina. Vea, compañero. –me dijo el hombre dándome una de las píldoras.
-¿Ideina?
-Sí. Tiene los componentes activos que propician la aparición de las ideas. Viene en dosis de 200 y 500 miligramos, para cuando no surge nada.
-¿Se toma así nomás esta… droga?
-Oiga, no tiene por qué hablar con ese desprecio. Ideina ha salvado la carrera artística de unos cuantos. Si le nombrara, se quedaría pasmado.
– Entiendo, ¿me podría dar algún ejemplo? –dije por curiosidad.
– Roberto Fontanarrosa hubo un tiempo en que no podía crear sin ideina.
-¡Qué bárbaro! El negro, no lo puedo creer. Tan ocurrente…
-¿Vio?
-¿Cómo es que no supe de esta píldora antes?
-Compañero… ¿qué esperaba? ¿Un anuncio publicitario en la televisión?
-No, claro que no. Qué cómico sería. Y… ¿tiene alguna contraindicación tomar esta píldora?
-Quien la tome puede sufrir mareos, vértigos, diarrea y/o alucinaciones en alguna que otra medida.
-¡Qué problema si viene la inspiración junto con algo de eso! ¿No? Habrá que ir al baño con una libreta y lápiz. ¿Cuánto dura el efecto de la píldora?
– Son cuatro horas de inspiración ininterrumpida. Bueno, compañero, ¿va a comprarla o no?
-Estoy indeciso… bueno, deme dos.

Le pagué al general por las píldoras y debo decir que no me resultaron para nada baratas. Tomar una de esas píldoras iba a hacer que lo piense dos veces al menos. A decir verdad, no tenía miedo tanto por el costo sino más por la adicción a la que podía caer. La inspiración… ¿cómo decirlo? A veces no viene. Entonces uno se sienta y escribe cosas que bien podrían haberse no escrito. Que no valían la pena, como muchas de las cosas que todos en mayor o menor medida hemos leído hasta acá. Y bueno, tenía la esperanza, siempre la esperanza en nosotros, de que con esta pildorita podamos sortear el problema de la inspiración. Pero no. Me tomé una y me senté a esperar. Se me ocurrieron varias cosas, pero era más de lo mismo: alienígenas de visita a la Tierra que le enseñan el sentido de la vida al ser humano, el hombre solo ante la inmensidad del universo descubriendo todos los secretos del ser, la mujer que deja al hombre en nombre del amor a otro hombre se da cuenta de que el amor es un juego vanidoso, historias de amor en parejas adolescentes capaces de conmover a un hombre mayor, viajes interplanetarios del hombre en el futuro gracias a los avances tecnológicos descubriendo nuevos mundos en los cuales desarrollar la vida humana, la historia de un hombre que descubre el amor a través de sus hijos y amistades prescindiendo del amor por una sola mujer, gente que fabrica pastillas que producen efectos insólitos en sus consumidores, en fin, más de lo mismo. Así estuve cerca de cinco horas sin que se me ocurran cosas nuevas diferentes a las de la inspiración habitual y pensé que nuevamente había caído en una estafa. No sería la primera vez. Esperemos que sea la última. Todavía me queda la otra píldora. No creo que la tome, estoy decepcionado sinceramente. Además me asusté un poco cuando se me apareció Sor Juana Inés de la Cruz montando un caballo blanco y me dijo: subí que te llevo a dar el mejor paseo de tu vida. Me parece que voy a seguir esperando que la inspiración llegue de manera natural. Si bien, sé que hay cosas que no se compran, a veces, caemos en la tentación de probar para ver qué pasa… y nada, les narro la experiencia para que no caigan en la trampa como me tocó caer a mí.

Quietud

Intenta escuchar el silencio
sumergirte en su reino de paz.
Asiste a esa calma serena
que puede extinguir toda pena
borrando inquietudes, capaz,
purgando un pasado muy rancio.

Vivir la quietud del presente,
placidez de la calma que llega
al momento, al instante, que es
tan fugaz que se irá finalmente
a perderse en el aire otra vez
a ese cielo que nunca nos pega.

En reposo se encuentra la dicha
de vivir y pensar, claridad.
En la paz se halla la libertad
que no puede otorgarte una ficha.

Hallará un final el tormento
cuando libere su pensamiento.

Será inmensa esa serenidad
imposible no ser realidad.