-La gente no lee, Vinicius. Es un hecho.
-Disiento contigo, Artemius. La gente lee, pero lee basura. Lee etiquetas de botellas, lee diálogos de series, lee doctrinas de autoayuda, lee frases y lee canciones. Lee también nombres y lee gestos. Lee siluetas y lee formas. Lee todo lo que se le presenta, como emoticones y grabaciones, Artemius.
-Si bien es cierto tu pensar, querido Vinicius, me refiero a que la gente ha dejado de leer literatura, para dar paso a otro tipo de lectura, un sesgo de lo que fue -Artemius torció la nariz, moviendo incluso el negro bigote, lo que llamó la atención de Vinicius- antaño. La celeridad de la vida posmoderna le ha quitado motus a la lectura, y no es sólo por el bombardeo masivo de mensajes que carecen de mensaje, sino porque se la ha vejado al orden de la inoperancia. Hasta se ha dicho que es un entretenimiento vetusto.
-Coincido, Artemius. ¿Qué puede decirnos Poe a esta altura de la civilización en que programamos teléfonos y filmamos el espacio? -Vinicius alzó los brazos en modo triunfal.
-Nada. Es un pobre imbécil.
-Pobres los imbéciles que le destinan su insania a la literatura, que creen que vender un millar de ejemplares es sinónimo de éxito, que tener su cuenta bancaria en movimiento les da vértigo, que…
-Que escriben como si estuvieran hablando con su pareja, ¡que escriben!, ¿qué escriben? -Artemius arqueó las cejas confundido, al tiempo que se refugiaba en el vaso de licor.
-Eso mismo quisiéramos ya saber. Éstos muchachitos que escriben imitando modelos consagrados, pongamos por caso Borges… ¿qué pensaría Verlaine de sus poesías filosóficas? “Piensa que de algún modo, ya estás muerto”, nos dice en su epitafio. ¿Piensa? ¡Eso ha pasado de moda, Artemius! -Vinicius se levantó de la silla invitando a un brindis, pero Artemius se contuvo agachando la cabeza.
-Desde ya, Vinicius, desde ya. Si no da rédito, si no ofrece ventaja alguna, no es motivo para pensarlo.
-¿Pensarlo, Artemius? “No hay tiempo para pensar/No hay tiempo para entender/No hay tiempo para vivir/Ni un tiempo para morir./La Biblia quedó obsoleta/Vigentes siguen tus tetas”, nos dice el poeta descarriado. Y cuánta razón ha de tener…
-Cierto es que todo lo cierto encierra desazón.
-¡Oh, Artemius! Lo has expresado bellamente. Es la desilusión, regla vital, a la que descendemos del maremágnum de la confusión existencial. Y la literatura no escapa a ella.
-Bien dicho, Vinicius. ¿Crees que acaso la misma reencontrará los canales por los cuales fluir entre aquellos dignos de mis letras?
-Tus letras no tienen dignidad alguna, querido Artemius. Lamento decírtelo por el aprecio mutuo que nos tenemos y la confianza que nos liga, es preferible que lo sepas de mis labios y no de un detractor de tu obra.
-Igualmente, duele… -Artemius bebió. Vinicius lo siguió.
-Ánimo. Hoy día lo que cunde es literatura clase Z a precio de bacanes. También la hay gratis, pero es aún más dolorosa. Tus letras pasarán desapercibidas por la crítica.
-¡Oh Vinicius! Si supieras cuánto ha costado delinear el argumento de mis poesías, la tesis de mis cuentos, la fuerza centrípeta de mis relatos y el motín de mis novelas. ¿Y a cambio? La desilusión, regla vital, a la que descendemos del maremágnum de la confusión existencial. Y mi literatura, al parecer, no escapa a ella.
-La gente no lee, Artemius, es un hecho.
-Mis letras no tienen dignidad alguna, querido Vinicius. Me duele reconocerlo por el aprecio mutuo que nos tenemos y la confianza que nos liga, pero es preferible que lo sepas de mis labios y no de un adulador de mi obra, antes que la leas. -Vinicius bebió. Artemius lo siguió.
-Escribes como si estuvieras hablando con tu mujer, que escribes…¿qué escribes?
-¿Escribir, Vinicius? “No hay tiempo para escribir/Ni tiempo para leer/No hay tiempo para saber/Ni tiempo para entender/La Biblia ya caducó/En un rato lo harás tú”, nos dice el profeta encrucijado. Pero no ha de tener razón…
-Si bien es cierto tu pensar, querido Artemius, pienso que la gente ha dejado de leer literatura, para dar paso a otro tipo de lectura, un sesgo de lo que fue -Vinicius torció la nariz, moviendo incluso el blanco bigote, lo que llamó la atención de Artemius- antaño. La celeridad de la vida posmoderna le ha quitado motus a la escritura, y no es sólo por el bombardeo masivo de mensajes que carecen de mensaje, sino porque se la ha vejado al orden de la inapetencia. Hasta se ha pensado que es un esparcimiento vetusto.
-Disiento contigo, Vinicius. La gente escribe, pero escribe basura. Escribe etiquetas de snacks, escribe diálogos de telenovelas, escribe poesías de autoayuda, escribe fraseos y escribe alguna especie de canciones sin armonía. Escribe también consejos que nunca emplearía y escribe sus logros. Escribe lo que debe ser y lo que hay que hacer. Escribe todo lo que se le presenta entre sus juicios, escribe todo como si se tratara de emoticones y de grabaciones, querido Vinicius.
-Desde ya, Artemius, desde ya. Si no da rédito, si no ofrece ventaja alguna, no es motivo para desearlo.
-¡Oh, Vinicius! Lo has expresado bellamente. -Artemius se levantó de la silla invitando a un brindis, pero Vinicius se contuvo agachando la cabeza.
-Igualmente, duele… -Vinicius bebió. Artemius lo siguió.
Y tal vez los emoticones son los jeroglíficos del antiguo Egipto.
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😛 🙂 😛
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