En el principio no había Dios que pudiera crear nada; ni tampoco un big bang del cual surgiera todo el resto. Por lo tanto, no hubo principio, eso es claro. Mucho después de ese no-principio pero no en el tiempo tal cual lo concibe el reloj y el calendario sino en el parelelismo de la danza del tiempo a ese substrato atemporal, surgen el agua y la vegetación y de ellas las formas que se reproducen, entre ellas el hombre. Puesto que al hombre sólo le interesa lo que considera propio, causa de toda disputa, no lo expondremos aquí. Que se ocupe de sí. Aquí lo que cuenta es cómo, a pesar de que no hubo principio, todo marcha manso hacia un no-final.