Hedor

La convivencia siempre fue difícil. Conflictiva. Disputas de grandes, travesuras de chicos. Los grandes que por la noche se hastiaban de los chicos y se enfrascaban delante del televisor. Y antes de mandar a los chicos a la escuela al otro día, para restarles vivacidad, había que sentarlos delante de la tele. Era un método que funcionaba a costa de vida. En la escuela, cuando el docente se veía superado por la vívida inteligencia del niño comenzaba un severo dictado ( en el mejor de los casos ) o les hacía sacar una hoja a todos ( en el peor ) pagando hasta los pobres tontos. Hay algo en la imagen, que encandila, que enceguece, que es el poder de detener el devenir, poder de quienes somos víctimas, rehenes. Ese poder es nada más ni nada menos que la muerte, bah! Porque si hay algo que impacta de toda belleza es su carácter vivaz. Blancanieves muerta espanta a cualquier príncipe.
Así las cosas, y visto que funcionaba, la hegemonía de la pantalla no se quedaría sólo ahí. Videojuegos y redes para los chicos, redes y porno para los grandes, se destacaban. Y fútbol para todos. Y ese mundo tosco, para nada sublime, se propagaría cual enfermedad virósica entre la gente cegada, sin distinción, donde la sensibilidad duerme o yace moribunda en el seno de un cigarrillo pestilente.

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