Pedro: Mi mayor amigo es el Señor. Si tengo Su presencia, nada me falta.
-Señor, ¿una monedita para la birra?
-Me quedé sin cambio, disculpá.
-Señor, ¿una moneda para mis hijos?
-Disculpe, pero ya di.
-Señor, ¿una moneda que estoy sin trabajo?
-No tengo, pibe.
-Señor, ¿una monedita para los puchos?
-Mirá que te voy a pagar los vicios…
Pedro: Señor, a Ti te encomiendo mi pesar. Acuérdate de mi en la hora de nuestra muerte.
Coro: ¡Con mucho gusto!