La visión mítica

Íbamos camino a la playa, en el Roll Royce de Maratón Díaz, cuando vimos que desde la garita de vigilancia nos hacían señas para que detengamos la marcha. Maratón, obediente, desaceleró y estacionó unos metros pasando la garita. El oficial que hacía las veces de vigilante se acercó al vehículo y asomó sus barbas a la ventanilla donde Maratón ejercía la conducción. Lo observé detenidamente, con atención en su rasa barba.
-A este tipo lo conozco. -le dije a Maratón.
-Sí, creo que es el de la tele.-me dijo en voz baja.
-¡Claro! Es Vigilio. ¿Te acordás que nos regateó un voto vez pasada?
Nuestra conversación con Maratón fue interrumpida por una tos seca de Vigilio.
-Disculpen… ¿van para allá? -dijo Vigilio señalando el puerto.
-Sí. ¿A qué viene la pregunta?-dijimos casi en una voz.
-Este trabajo me tiene podrido. Quiero ir a recorrer un poco las costas. ¿Me llevan?
Maratón me echó una mirada escrutando. Asentí con la cabeza.
-¡Suba! -señaló Maratón.
El ex vigilante y ex oficial subió al coche agradecido. Enseguida se pusieron a debatir en torno a la política, cómplices en sus obras para la sociedad, que nadie le encomendó. Mientras, observaba por la ventanilla lo que me parecía la caída de un meteorito, paralelo a la ruta por la que viajábamos. Maratón, de vista perfecta, me cortó la inspiración:
-Es un ovni. -sentenció. Y en el primer cruce, ante el silencio de los tres, se metió por un camino rural.
Ninguno observaba ya el camino. Nadie recordaba la playa ni sabíamos distinguir si la radio emitía un reggaeton o un tango, abismados por la aparición que se había suspendido delante nuestro, contrastando con lo que quedaba de ocaso.
-No puede ser.-repetía una y otra vez Vigilio
Maratón había detenido el coche y el motor se apagó sin interacción de la llave. El platillo, que se mantenía suspendido, había comenzado a descender delante de nuestras narices muy lentamente, hasta que aterrizó. El impacto en nuestros corazones era tal que sólo oíamos nuestras respiraciones intermitentes.
De pronto, paralizándonos por completo, salvo nuestro sentido de la vista, una escotilla de la nave, que octuplicaba el ancho del Roll Royce, se abrió, elevándose.
Una silueta se asomó e inmediatamente una especie de escalera se desplegó delante. Nuestro asombro no nos daba tregua. Estábamos solos ante el fenómeno. ¡Miento! Detrás del vehículo había un turista en bicicleta. A quien suponíamos sería el primer alienígena en tener contacto con seres humanos se le había dado por poner mayor suspenso a la situación. No alcanzábamos a distinguir, tras la sombra de la aeronave, correctamente su figura. Pero lo imaginábamos extraño. Todo era suposición en nuestros pensamientos pues la oscuridad, a esa altura, nublaba cualquier atisbo de visión.
A todo esto, que el alienígena no descendía, el turista, a nuestra derecha, se nos había adelantado y avanzaba rápidamente, habiendo dejado la bicicleta detrás del Roll Royce. En su andar, nos distrajo y no alcanzamos a ver el reingreso de la escalera pero sí el cerrar de la puerta de la aeronave. La misma, elevándose en espiral, desapareció de nuestra vista.
Quedamos pasmados, en una especie mezcla de éxtasis con desilusión. El turista se dio vuelta, y Vigilio lo reconoció:
-¡Es Reviro! ¿Qué hace Reviro acá?.-inquirió.
Reviro Monfrinotti era un aclamado e ilustre filmador de eventos paranormales y había dado varias conferencias por todo el globo y en diversos medios.
Se acercó, con una sonrisa amplia, y exclamó:
-¡Lo tengo todo! ¡Todo!-señalando su celular.
Los cuatro quedamos impávidos. Habíamos estado a un instante del momento que cambiaría nuestras vidas, y probablemente el de la humanidad. Pronto en redes sociales un video de la penumbra, grabado en vga, se haría viral.

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Terapia de grupo

Les cuento que una vez por semana estoy haciendo terapia de grupo. Además de quien habla van mi álter ego, mi otro yo y mi sombra. A medida que avanzan las sesiones nos entendemos mejor. Es bastante entretenido, con situaciones tragicómicas porque muchas veces no se sabe quién dijo qué. En esos casos, generalmente el licenciado cambia el tema de conversación abruptamente o da por concluida la sesión y cada uno se va por su lado. Los cuatro presentan marcadas diferencias; por ejemplo, uno cree que sabe todo, otro piensa que no sabe nada, otro cree y el otro duda. La semana pasada se produjo una situación cuanto menos curiosa: resulta que por un problema de horarios no pude asistir a la sesión; debido a esto, el licenciado me quiso cobrar la sesión ( cosa que está estipulada por una cuestión profesional ), pero por cuadruplicado. Para mí era inaceptable, si los otros faltaban no tenía por qué hacerme cargo. El licenciado me dio una explicación que no me cerró: él dice que estoy haciendo la terapia solo y que los otros participantes de la terapia de grupo son desvaríos míos. Pero yo no le creo nada. Mi sombra dice que el licenciado nos está estafando y que no nos conduce por buen camino; mi álter ego dice que busquemos otro profesional con más experiencia y sabiduría; y por su parte, mi otro yo dice que estamos gastando mucha pólvora en chimangos. Les digo seriamente, ya no sé qué pensar. Por lo pronto, mañana en la sesión vamos a pedir explicaciones, y donde el licenciado se pase de vivo, entre los cuatro le llenamos el culo a patadas.

El crack

Pinceladas sobre «Pasta de campeón ( la verdadera historia)», un relato de Martín Díaz.

En verano, el sol parte la tierra en dos. Sobre la parte en la que pisan los gentíos, queda una pendiente que hace que los autos desciendan a los balnearios y sus ocupantes caigan con ánimo festivo sobre las aguas que otra vez los devuelven a la orilla, pero éstos en una insistencia pueril intentan doblegar la fuerza de la inmensidad que los refresca y le hace olvidar todo lo demás, y la escena se repite hasta el cansancio de aquellos o hasta que son tragados por la otra. De un modo u otro, indefectiblemente vence el mar. Del otro lado de la tierra, los días en el barrio son largos, y el fútbol se juega de la mañana a la noche. Dependiendo la cantidad de los partícipes, si son dos, el juego es un arco a arco. Si de repente aparecen un par más, se juega un veinticinco o se corta la calle con dos ladrillos en una punta y dos camisetas en la otra armándose un picado. En éstos casos la jugada se invalida cada tanto al grito de ¡Bici! o cuando algún conductor en su auto considera que su lugar en el mundo fue un error del destino y se dispone a cruzar el abismo que lo acerque al océano y lo aleje del estupor. Pero a las tres de la tarde, siempre ( pero siempre ) estaba ahí en el parque. Un muchacho alto, con no muy buena forma física, de zapatillas negras, las medias blancas hasta las rodillas, un pantalón largo cortado sobre las rodillas, de chomba de vestir un poco gastada por los años y un gorro de lana bicolor que le tapaba los rulos. Cada tanto pasaba algún transeúnte que no sabía de qué lado de la tierra le tocaba vivir, y al atravesar la cancha su desconcierto crecía, pues la misma cruzaba todos los juegos –como hamacas, toboganes, calesitas e incluso algún monumento- que eran un obstáculo más dentro del mismo partido. Los arcos, desde ya, no tenían travesaño, lo que disparaba peleas interminables para determinar los goles; a veces algunos se iban a las manos, pero enseguida la redonda volvía a rodar y todo se olvidaba rápidamente. Como árbitro no había, cada quien cobraba lo que cobraba y todos estaban de acuerdo con esta reglamentación natural del juego, la cual le daba más respetabilidad y dinamismo a cada encuentro. Éste muchacho era descendiente de tano y, como tal, un tanto fanfarrón, pero de corazón criollo, que cualquiera con un poco de sensibilidad la vislumbraba en el brillo de sus ojos claros o en la rispidez de su sonrisa. A veces, cansado, se sentaba a mirar el partido que raramente se detenía y lo veías tomando un poco de agua desde atrás del arquero. La diferencia entre los pibes de los clubes y acá en el parque es el estado físico. Pero acá, vienen de todas partes y se comen goleadas y apenas si la ven pasar. El otro día vinieron tres de Carasucias y no la vieron ni cuadrada. ¿Sabés qué pasa? El fútbol  es un juego de vivos, acá no hay categorías, puede jugar tanto un nene como un veterano, y el instinto con la pelota se desarrolla como un embrión sin que nadie le enseñe cómo tiene que crecer y los que juegan acá escuchan hablar de escuelas futbolísticas y si no les dan el cargo de director o alguno superior no quieren saber nada. Acá el partido termina cuando ya no queda luz, si es que no se cansaron todos antes y ya no quieren jugar. Y si bien, el encuentro de cada día hace olvidar el resultado del día anterior, ganar lo es todo. El gordo, que en el parque juega de local, tira paredes con el tobogán, usa los árboles como cortina y busca la devolución con un mástil, es crack. Pisa la pelota y mete un caño de taco para pasarlo por arriba cuando el defensor queda desparramado por el piso y define con un toque suave que ni el mejor arquero adivina. Cada tanto pasa entre dos al feroz grito de ¡Ole! y esos se quedan masticando bronca mirando cómo se la cucharea al arquero. O amaga para un lado y sale para el otro, y el defensor parece un molinete de metegol que no sabe dónde está la pelota. Si nadie sabe lo que es la felicidad lo puede ver jugar al gordo y dar cuenta de que no sólo existe, sino que es posible encontrarla en vida. Algunos dicen que si no estuviera gordo jugaría en otro lado. Pero si está gordo es porque respira fútbol al levantarse, come fútbol todos los días, e incluso se le va la mano con el postre, que también es fútbol. Cuando el partido termina él no se entera de los elogios que le propinan los demás porque al caer el sol empiezan a fabricar y hay que aprovechar la temporada estival. ¿Sabés cuántos jugadores salieron del parque que después llegaron a jugar en primera? ¡Un montón! Y ni te imaginás las de veces que me quisieron llevar a mí. Pero no. Los clubes son una mentira. ¡Se la pasan corriendo! pensando horas qué van a hacer cuando llegue el partido y si le tirás una pelota no saben ni para qué sirve. ¡No se divierten nunca! Para colmo, si no tenés algún arreglo, con suerte, comés banco todos los sábados y a la redonda recién la mirás por la tele, con nostalgia. Lo mío es acá. Todos saben que tengo pasta de campeón, a mí nadie me la va a contar. El fútbol es esto papá, es picardía, viveza, no es para cualquiera, y si querés jugar vení al parque a las tres que ahí siempre te voy a esperar.

Retiro espiritual

Me gusta romper esquemas, sacar diálogos del contexto al que se someten, diseccionar el libreto en el que vivimos, responder por ejemplo:

-¡Leo! ¿Cómo andás??
-Anoche, a las dos cuarenta y cinco.

-¿Cómo ves la situación económica del país?
-Siete a uno, codificado.

Romper los cánones:
-¿Qué decís? ¿Qué contás?
-La epístola papal dio resultados negativos, mientras el euro cotiza estable a la espera de un posible quórum en Pisa.

Destruir algoritmos de pensamiento arraigado:
-¿Qué hacés Leo?¡Tanto tiempo!
-Tu actitud escatológica me provoca glamorosos espasmos, tu tormento será flores en días donde la fauna sea exiliada por los terratenientes, ávidos de minería de alta rentabilidad.

Tocar puntos ocultos:
-Sr., ¿me dice la hora?
-La tarde no tiene parangón, en todo caso, si el calor cede, abrácese.

Purgar condenas socioculturales:
-¡Buen día!
-Será vuestro siempre y cuando calle el alba previo al ocaso de gallos ciegos y gallinas cojas.

En definitiva, me gusta el yodo, el ácido fólico, la taragüí y tu desconcierto.

Palabrerío

No podía decirse que había un tenue silencio, ya que se oía, claramente contrastante el ruido de motores y de lavarropas, de ventiladores y de secarropas, de automóviles a toda marcha y de camiones que se detenían a cargar y descargar mercadería, motocicletas que pasaban dejando estelas de humo y de aviones que surcaban el cielo a gran velocidad, de taladros agujereando alguna pared y percutores haciendo lo propio, desmalezadoras cortando el césped y sierras eléctricas serruchando ramas que se escuchaban caer pesadamente sobre el suelo, helicópteros que volaban a baja altura y camionetas destartaladas que hacían ruido de chapas flojas, y por si resultara escaso, el viento sin identidad que mecía las ramas de los árboles con furia. Había entonces ruido, sí, como el que propiciaba las implosiones de miles de universos a cada instante, y la música, con su magia, nos hacía proseguir, olvidando el dolor, la enfermedad y la muerte que atemorizaban con aterrizar como planeadores pidiendo pista sobre nosotros, que esquivábamos con elegancia. La intelectualidad era un drama que observábamos desde la primera fila, que a veces nos hacía reír, otras preocupar y en otras ocasiones no entendíamos qué era lo que expresaba. En estos casos, lo mejor que podíamos hacer era desentendernos, mirar con lejanía y oír el ruido de las palabras lo menos posible para no sentirnos afectados por la virulencia del palabrerío, tal como tantos millones de años de los cuales dataran los científicos para que la vida sea siempre y solamente ahora. El silencio, entonces, era sólo el trasfondo de la escena, entre palabra y palabra, el espacio sonoro entre cada acción que nos permitía intuir la paz, esa serenidad inexpresable, inexpugnable cuando estás en ella. “La música sería imposible sin el silencio”, me dijiste. Asentí, no quería discutir.
-No, no es eso. No querés pensar. O no ves que lo inútil hace posible la utilidad de las cosas. –me reprochaste sin mirarme a los ojos, atravesándome y yéndote con la visión hasta perderte en el horizonte. Quisiste retratar el momento, pero me negué diciéndote que la magia no sale en fotos.
-Eso ni siquiera es tuyo, lo sacaste de una canción.-insististe. Te expliqué que lo que entra se transforma y se devuelve, pero estabas muy preocupada posando, para que la sonrisa parezca natural, no tenías atención para otras cosas, como la palabra, tan devaluada en los tiempos corrientes. Podríamos subvertir el silencio con miles de palabras sin decir nada, o al menos nada de peso, como el peso de cualquier imagen o video en un disco rígido.
-Incluso en la música, que pasó de escucharse a verse, perdió peso la palabra.
-Sos vos quien no tiene palabra. –seguiste con reproches.
-Para muestra, basta un botón.
-No entiendo tu desazón. Ahora podés decir lo que quieras con cientos de emojis.

Me caí de sólo pensarlo. Ni siquiera atinaste a tenderme la mano.
-Estás cansado… –dijiste algo más pero una procesión de camiones me impidió escucharte- …las acciones se sirven de la palabra para la comunicación, las expresiones no necesariamente comunican, son sólo eso: expresión.
-Sí, eso lo puedo entender.
-¿Entonces?
Fue entonces que me tomaste de la mano y nos quedamos sin palabras. La ciudad seguía obsequiando ruido, pero nosotros nos íbamos por la melodía que oíamos mediando miradas. Siempre quedaba algo por decir, esas charlas nunca se agotaban, le dábamos vueltas como rodeando una piscina a la que temíamos lanzarnos, sin saber si estaría demasiado fría el agua como para nadar en ella. No era cuestión de decir mucho más, a veces para avanzar bastaba un paso en falso, teníamos calor y el verano se anunciaba con coloridas imágenes de playas lejanas, tragos decorados y recitales tropicales. Nuestro viaje había comenzado hacía tiempo, era puro movimiento y parecía no tener destino físico. Podíamos olvidar el silencio cada vez que quisiéramos decir algo, levantando el tono para expresarlo por encima de la sonoridad de tantos motores, de tantas palabras en la cabeza erguida que nos oye.
-El tacto es comunicación. –me susurraste al oído.

Perros de la calle

El verano nos agobia de calor
ningún hueso nos quita este sopor,
andaremos esquivando algún motor
y en un pozo de la tierra algo mejor
encontrar, que entre tanto pavimento
escasean el agua y el alimento,
mas al anochecer hay salvación
si una estrella nos obsequia una canción,
en un charco hallaremos redención
un gran árbol nos dará la protección.

Figuras

Nadie se detiene en la lectura
lo efímero invade la cultura,
se acostumbra sentirse la amargura
sólo nos quedan restos de estructuras
que amalgaman imagen y letra dura
o tan suaves que se tornan alma pura,
y si el poeta nos regala una figura
a ese verso le daremos sepultura.

El arte no es información

El arte no es ninguna información
él es más bien sutil comunicación,
la poesía es la rama de un frondoso
y sublime árbol que te llenará de gozo
con su sombra, tan gentil, benevolente
que apacigua enervaciones de tu mente
y te lanza una soga si caes a un pozo
para que escales con todo alborozo,
pues se dice que también es redención
y es del alma la más regia expedición.

La poesía, que no tiene explicación,
da motivos para recobrar el amor
que en trayectos de odios de rencor
de temores, de dolores y de sopor
ha perdido la tenacidad y el vigor
se ha rendido ante la vulgar tentación
y en apariencias de vistosa ostentación
se ha quedado recluido en su interior
y el vacío ya no le ofrece un sabor,
pero un verso le otorga satisfacción.

Cuando llega la palabra tan preciada
podrá entonces la poesía ser venerada
y cortar el mal que te tiene aprisionada
como espada, si está muy bien afilada,
liberar al transmitir y tanto al comunicar
que te puede trastocar, llegar, obsesionar
como algo curioso, como toda obra de arte
como el cosmos del cual todos somos parte
que busca cuidarte, intrigarte, conquistarte
y como la luz del día, la poesía, recrearte.

Recuerdo

Si el presente es un recuerdo del futuro
y el futuro es proyección de algún pasado,
si el momento siempre es tan inoportuno
que como este, el de ahora, no hay ninguno,
no recuerdo, no lo sé, no estoy seguro
cómo fue que a este punto hemos llegado.

Raíces

Asciende por un árbol genealógico
desciende a las raíces de la humanidad,
entre tanto follaje, atisbos de claridad
todo artificio cultural suena lógico
y entre ensueños y deseos infantiles
quiere ser como un perro, como gato
por lo libre, por lo simple, por lo grato
de vivir en dimensiones poco hostiles
o que un pequeño diccionario ilustrado
le revele entre lo real, lo paradójico
o por qué mierda pueda ser escatológico
como un bosque con bananas decorado
y así tanto lo emparientan con el mono
que del árbol gigantesco va colgado;
con Natura ya se siente muy a tono
es la parca quien lo espera sin cuidado.

Sin fortuna

Álvaro caminó hasta la parada de colectivos. Allí esperaban, impacientes, próximos pasajeros. Esperó su colectivo, el que lo llevaría de regreso a su departamento. Mientras lo hacía, vio pasar caminando cerca de sí a Galíndez, a quien notó con un gesto de preocupación en el rostro.
– Adiós, Galíndez, le dijo Álvaro alzando su mano.
– Hola Alvarito, ¿cómo anda usted?, preguntó Galíndez deteniendo su marcha, ¿espera el colectivo por aquí?
– Sí, señor, parece que viene con alguna demora. ¿A dónde va usted?
– Estoy yendo a ver a mi anciana madre. Está mal, sabe usted, problemas de salud y propios de la edad. Es mañosa la vieja. Bueno, Alvarito, prosigo, que siga usted bien, dijo Galíndez despidiéndose.
– Adiós, esperemos que mejore su madre, saludó Álvaro.
– Gracias, pero lo dudo. Hasta luego.
Al rato llegó el colectivo. Álvaro se subió y vio que el mismo venía sobrecargado de gente. Buscó un asiento libre, pero no encontró uno, por lo que se acomodó como pudo en el pasillo, apoyándose en una butaca ocupada por una señora mayor. Se oía el resoplar de más de un pasajero, en clara queja por el malestar de un viaje incómodo. Una pareja hablaba entre susurros, como queriendo crear para sí mismos una atmósfera circunscripta sólo a ellos. Otro hombre observaba por la ventanilla las casas y los edificios. Álvaro siguió observando el interior del colectivo y divisó, sentada en el fondo, en un rincón, a Nancy, una novia que había tenido en sus años de juventud. Quiso acercarse, pero fue imposible por estar atestado de gente. La notó aún más bella que cuando salían juntos, que tenía la desgracia de por ser tan linda atraer las miradas, hasta de gente no deseada. Le hizo un gesto con la mano, saludando, pero no fue percibido por ella. Observó sus facciones bien marcadas, seguramente estaría haciendo algún tipo de gimnasia, determinó. Observó sus cabellos bien cuidados, pensando que lo bueno mejoraba con el tiempo. Un tramo del recorrido más adelante, Nancy se bajó del colectivo y Álvaro sintió el deseo de intercambiar unas palabras ahogándose dentro de él mismo. La buscaré y la llamaré, pensó, seguramente se alegrará después del tiempo que habían pasado juntos.
Esa misma tarde, ya en la comodidad de su hogar, Álvaro entró en su cuenta de Facebook y buscó a Nancy. La encontró rápidamente, y leyó, en su último estado público, lo siguiente: “Hoy lo ví. Está pelado, panzón y encima ciego, lo saludé tres veces en el colectivo y ni me vio. O se hizo el distraído, que puede ser porque ya lo era bastante en su momento. Gracias a la vida por haberme llevado por otro camino”. Mierda, pensó Álvaro. Desistió tristemente de su idea de contactarse con Nancy, no sin antes dejarle un mensaje privado: No te creas que sos Michelle Pfeifer, estás bastante venida a menos, últimamente. Además, te saludé y la que no vio fuiste vos, quizá se te atrofiaron los nervios ópticos después de tantos años, le escribió.
Luego de un rato, sonó el teléfono. Era Nancy. Fue breve: “Escuchame bien, trozo de adoquín, el estado que publiqué era para mi padre, a quien no veía hace catorce años y me cayó mal volver a cruzarme con él después de su separación. El cariño que te guardaba acaba de irse por el inodoro. Agradezco por no haberme cruzado con vos, que estás tremendamente idiota. No te vuelvas a dirigir a mi, sin antes hacer treinta y cinco años de terapia, salame napolitano”. Y cortó. Álvaro tiró el celular de la bronca que le dio su propia estupidez, nacida de un malentendido, con tanta mala fortuna que el mismo dio contra la canilla de la cocina y ésta se salió de lugar. El agua salió instantáneamente como un chorro hacia arriba, inundando todo el comedor. Álvaro quiso colocarla nuevamente en su sitio, pero su torpeza se lo impidió, por lo que se le ocurrió taparla con un trapo lo mejor que supo y llamar al plomero. A su teléfono celular le había entrado agua, por lo que había dejado de funcionar. Se fue a buscarlo a su casa. Ya casi de noche, cuando llegó, lo atendió la mujer del mismo:
– Buenas noches, saludó Álvaro, disculpe la hora y la molestia, ¿se encuentra Galíndez? Tengo una urgencia, dijo.
– En estos momentos está velando a su madre, sepa disculpar, dijo la señora de Galíndez.
– Mierda, qué mala suerte, dijo Álvaro teniendo en mente su inconveniente y no el propio de Galíndez suscitado por el deceso de su madre.
– Ya tenía sus buenos años, era cuestión que se la lleve el tiempo.
– Bueno, gracias de todas formas. Adiós, se despidió Álvaro.
– Adiós, saludó la señora, y cerró la puerta.
Álvaro tras perder un colectivo a escasos metros de la parada, se tomó el siguiente de regreso a su casa. Cuando se bajó, miró hacia arriba y en el mismo iba Nancy, otra vez, quien esta vez lo miraba fijamente desde atrás de una ventanilla y, al instante de ser percibida por Álvaro, le levantó el dedo mayor de su mano izquierda y el colectivo prosiguió su rumbo. Álvaro, indignado, pasó por una agencia de lotería y se compró una raspadita, para ver si cambiaba su racha de mala suerte. Pero no, le salieron una campana, un trébol y un arlequín.

Al natural

En la naturaleza suelo escuchar
de las ranas, dulce croar,
de los gatos, tierno maullar,
del canario, bello cantar,
del ratón, dale cliquear
y de ti, vida mía, roncar.

Cada mañana suelo pensar
cómo me pude olvidar
de esa manera de actuar
tan frágil, sublime, de estar
en este escenario vital
que vida has osado llamar.

Si tu mirada puede ocultar
tu amor por mí sin piedad,
a ello he de considerar
quizá una falta a la verdad,
que tú has olvidado buscar
por temer a la libertad.

El libre sentir de expresar
con gozo, alegría y pensar
que lindo es vivir a la par
en dúplex, cantar y brillar
bien alto, reír y volar,
al amor un poco jugar.

El juego tan dulce de amar
nos puede algún día tocar,
quizá tú has de participar
y amando a la vida llegar
muy hondo, profundo calar,
tu alma mi cielo alcanzar.

De noche me gusta cantar,
un día te puedo encantar
y tu vida así trastocar,
tal vez te has de maravillar
con lo que puedas escuchar.
Por eso ahora debo callar.

Quisiera sólo acariciar…
termino y te dejo soñar.

A prender velas

Los santos que quedan en el almanaque pagano para este mes:

21.Santo patrono de la vanidad
22.Santo patrono de la frivolidad
23.Santa patrona de la delgadez
24.Santo patrono de la liviandad
25.Santa patrona del desinterés
26.Santo patrono de la tozudez
27.Santa patrona de la dejadez
28.Santo patrono de la indiferencia
29.Santa patrona de la usura
30.Santo patrono de la rivalidad
31.Santa patrona de la irrelevancia

Palabras cruzadas

Para los amantes de los juegos de mente y el entretenimiento intelectual, aquí presentamos unas definiciones ( diagrama a contra reembolso )

VERTICALES

1-Compuesto químico no nomenclado como tal.
2-Declaración de amor de un país a otro.
3-Sinfonía de motores a explosión.
4-Compositor de pizzas y empanadas.
5-Célebre escritor malo que escribe bien.
6-Desencanto, fascinación.
7-Dios del pedo.
8-Antigua civilización que sobrevivió al estrago cultural de las redes sociales.
9- Número de clics que detenta en su historial el índice promedio.
10-Horda de imbéciles.

HORIZONTALES

1-Adquirió y acumuló conocimientos estériles durante décadas.
2-Inteligencia nata.
3-Trío dual de quince vientos, siete cuerdas y cuatro pares de vírgenes.
4-Reconocido escritor bueno que no publica sus textos.
5-Cantaré en código binario.
6-Ave omnípoda.
7-Sistema operativo chino empleado en mates uruguayos.
8-Se irán por las nubes.
9-Contemplo, ignoro.
10-Bella mujer con conciencia de fealdad.

DIAGONALES

1-Mujer fea con conciencia de belleza.
2-Culto pagano al temor a la gordura.
3-Discutirás todo en pos de razón.
4-Es poeta en sus ratos libres y dictador full time.
5-Te daré un domingo por semana y un 29 en febrero cada cuatro años.
6-Tiene voluntad pero carece de motivación.
7-Desaliño de planetas.
8-Quinto inciso de la Ley del rechazo.
9-Leo fotos e imagino lo que dicen.
10-Plenitud existencial.

Te destapa

Ahora que la felicidad
se embotella cada día
y donde la libertad
es comprar hasta el Suquía,
ya se puede celebrar
( aunque esté vacío el vaso )
ocultá bien tu pesar
( aunque ese no sea el caso )
que se te puede tildar
cuando se acerque el ocaso
de evitar acaparar
y de haber perdido el paso
a ese ritmo mercantil
de la urbe que te acoge
y de ya no ser servil
al esquema de tributo,
relajá la billetera
y comprate lo que quieras
si querés felicidad
o un muñequito de Pluto.

CÓMO CONVERTIR UN TEXTO MALO EN UNO BUENO EN MINUTOS

Lo primero a tener en cuenta es que un texto malo se puede obtener tanto de producción propia como ajena ( salvo que usted tenga una opinión de sí mismo demasiado alta y se crea incapaz de escribir textos malos ). En este último caso se debe tener en cuenta que la obra puede ser denunciada como plagio por lo que se debe tener preparado algún tipo de defensa de la misma, si se desea conservar los derechos de la obra.

Lo siguiente es llevar el texto escogido previamente a un estado en que se visualice claramente como incompleto. Para ello, se puede suprimir uno o varios párrafos, oraciones o simplemente algunos sustantivos. Una vez realizado esto procedemos a la lectura del texto en voz alta, para percibir cómo suena al oído. Si es posible, se lo leemos a alguien que nos pueda llegar a dar una opinión valiosa del mismo, si sabemos que nos valorará positivamente mucho mejor.

Posteriormente, añadimos párrafos u oraciones ( no importa si son malas o buenas ya que el veredicto lo obtendremos al final por la obra en su totalidad ) en el sentido que más nos plazca. No escatimemos deleite. Hacer lo que más nos gusta es importante porque eso es lo que después leerá el destinatario de nuestra agraciada obra. Utilice oraciones en imperativo con moderación. Interactúe con la comprensión del lector, pero no lo adule en demasía pues puede ser muy perspicaz y quizá abandone la lectura antes del éxtasis final al que se lo que quiere llevar.

Luego, para darle mayor importancia a lo que usted ha escrito y/o robado por ahí, reemplace varios verbos por otros que no necesariamente compartan el mismo significado. No se preocupe aquí por el sentido del texto y cuestiones fútiles de esa índole. Recuerde que usted tenía entre manos un texto malo, por lo que aquello que decía allí era pura vanidad, nada de mayor relevancia. Emplee verbos desconocidos para el lector común, quien sin dudas tendrá por usted la mayor estima cuando tenga que recurrir a un diccionario para entender qué ha estado expresando usted.

Utilice libremente su sexto sentido: el humor. Hacer reír y dar qué pensar es siempre valorado por la inteligencia del ser humano. A veces la combinación de dos o tres palabras puede justificar una lectura de poco genio. Si tiene pocas ocurrencias manifiéstelo con lo mejor de su capacidad: yo no sé.

Cada vez que incorpore un párrafo, piense si realmente hay necesidad de él. Si la respuesta es negativa, añádalo sin culpas pues para todo lo innecesario hay un mercado gigantesco que comercializa un sinnúmero de productos y, finalmente, su obra no escapa a esta ley.

Si puede establecer dentro del texto alguna polémica, como por ejemplo declarar que a pesar de tanto entretenimiento que se vende aquí y allí el hombre sigue sufriendo como hace dos mil quinientos años, o peor aún, más informado, hágalo abiertamente. Recuerde que el lector agradecerá la verdad, aún cuando tenga temor a ella de manera infantil, pues es benigna y abierta. Sin embargo, si usted la desconoce no se exprese como si supiera lo que está declarando pues los reproches no tardarán en llegar y con ellos la desazón del lector.

Finalmente, quite toda ambigüedad que el texto pueda dar. Borre sin límites todo aquello que invite a la duda y a la desconfianza. Usted debe brindar certezas. Un texto endeble seguirá siendo malo, mientras que aquél que le dé cierta saciedad al lector será considerado por éste como aquél que le salvó el día, y no digo que lo tenga como uno de los mejores que leyó, pero sí como uno al que considerará sinceramente bueno.

Y… ¡voilá! Lo ha logrado.

Sosiego

Estaba cansado por el trajín de la semana, los conflictos sociales, la parálisis creativa y la turbulencia política. No obstante, salí a caminar. Estaba anocheciendo y el andar casi a tientas en la penumbra de la ciudad me despejó las ideas, templó mi ánimo y apaciguó mi espíritu exaltado. Al emprender el regreso, recorrí un camino hasta hoy desconocido por el que vislumbré nuevas arquitecturas y luminarias modernas. Unas cuadras antes de llegar a casa escuché una voz que me saludaba.
-¡Leo! ¡Leo!
Miré en todas direcciones y, aunque creía reconocer la voz, mi cansancio y la miopía me impedían encontrar al portavoz ya entrada la noche. Inmóvil, como estatua recién tallada, lo escuché nuevamente aún sin divisarlo:
-¿¡No me vé´ o so´ ciego?!

Una canción en mi pensamiento

Estaba pensando y, no mentira, estaba cantando, no no no mentira, estaba tarareando, no tampoco, estaba silbando una canción o en mi imaginación creía que ese sonido que salía de mis labios se asimilaba a cierta canción, cuando, de repente, para mi sorpresa, la pasaron por la radio y me dí cuenta que no sólo no se parecían en nada el silbido y la canción, entonces me puse a cantarla pero como era en inglés, las vocalizaciones no coincidían tampoco y además sonaba desacompasada, por lo que quise sacarla con la guitarra y ahí sí, por fin, la saqué y me saqué esa espina de encima, esa molestia porque a mí no hay música que se me resista. La saqué sin remordimiento, sintonicé otra emisora que hablaban de actualidad.

Inconclusas

«Ocurría en aquella tierra que la gente escuchaba consejos desde los cuatro vientos, pero no lo hacía con afán de aplicar a su vida cotidiana sino como un modo de acumular algo para tener qué difundir o qué decir en situaciones que implicaban su presencia, la escucha a su interlocutor que algún problema lo aquejaba y que lo ameritaba; y resultaba que aquellos que efectivamente estaban buscando alguna guía o consejo, escuchaban las frases remalladas de estos que se contradecían en la misma persona como formuladas por una máquina o autómata y que divergían hacia los cuatro puntos cardinales.»

Extracto de Inconclusas de Albert de Bom Passar.

Fiesta con invitados

Había un tipo útil y un escritor.
Uno alegre, sabio y un escritor.
Uno discreto, elegante y un escritor.
Un hombre sin importancia y un escritor.
Había un servidor y un escritor.
Un empresario y un escritor.
Un brontosaurio y un escritor.
Un comandante y un escritor.
Un vigilante, recto y un escritor.
Un poeta, simple y un escritor.
Un músico, sofisticado y un escritor.
Había un vaquero y un escritor.
Un vampiro, un payaso y un escritor.
Había un teniente y un escritor.
Un subalterno y un escritor.
Un zapatero y un escritor.
Un astronauta y un escritor.
Un enfermero y un escritor.
Un comerciante y un escritor.
También había un charlatán.
Y había además un escritor.

Aprendiz

Estudió letras
Aprendió palabras
Escribió libros
Habitó corazones
Silencios
Situaciones
Ilustró momentos
Pensamientos
Emociones
Enhebró deseos
Sentimientos
Ilusiones
Despejó temores
Inquietudes
Y rencores
Despertó visiones
Ensueños
Creaciones
Recreó existencias
Vivencias
Sensaciones.

Parte médico

Parte médico de los pacientes que se atienden en esta institución:

Dulce tiene diabetes.
Concha, ladillas.
Amapola, alergia al polen.
Ventura, mala suerte.
Tristán padece tristeza.
Mar, escorbuto.
Aurora tiene insomnio.
Luna, vacío existencial.
Sol, fiebre.
Margarita, desamor.
Nieves, frío.
Lidia, ira.
Y por último, Angulo tiene un dolor intenso al final del nombre.

Tanta letra muerta

Letra muerta ya marchita
tinta gruesa que no palpita,
en tus trazos no hubo vida
no es como lava fundida
que no toca, que no hiere
que no llega, que no quiere
trasmitir algo al ser leída
comunión con tierra querida,
aunque un alma se derrita
con tu muerte no se excita.

Letra muerta está en la vía
que en un antro se recita,
no hay en tu sino alegría
pues nunca más resucitas.
Ni tu palabra regurgita
ni tu emoción se vomita.
Letra muerta y conocida
que te citan con porfía
cadáver de una estampida
no vive en ti la poesía.

Héctor

Se encuentran dos locos.

-¡Héctor!¿Sos vos o sos un clon?
-¿Cómo puedo saberlo?
-Fácil. Si podés apoyar el codo en la nuca sos original.
-A ver che…mmmm…está difícil….mmmm No, no puedo.
-Entonces sos clon de algún otro.
-Una lástima Juan Ramón. ¿Y ahora qué hago?
-En tu lugar, iría buscando refugio en Turquía porque te deben estar buscando.
-Uyy ¿quién?
-Quién no: interpol, el mossad, la kgb, la federal, … a ellos no le gustan las copias. La vas a tener que remar.
-Qué macana.
-Bueno viejo, te dejo porque tengo que seguir avivando giles.
-Chau che. Gracias. Saludos a tu gente.

Héctor sigue intentando apoyar el codo en la nuca mientras Juan Ramón camina, alejándose, con una rodilla apoyada en el mentón.

Otros tiempos

En el canto de la puerta había una moneda antigua, del año 1845. Cuando Cecil la vio reconoció que era una de las que le faltaba para completar su colección. La recogió y la guardó en un bolsillo del saco. Se quitó la corbata y la guardó en el mismo bolsillo. Tras ingresar, observó que había mucha gente sentada esperando ser atendida. Retiró un número, que el destino señaló como un número primo. Cecil tomó nota del suceso y se alegró. Por alguna razón, los números pares les resultaban aburridos para sostener su espera. Extravagancias de gente inquieta. Tenía por delante una cantidad considerable de gente que había acudido a realizar su trámite en un tiempo previo al que él se había acercado al establecimiento. Resolvió ir por un café. Cuando entró en el bar, una camarera le tendió la carta. Cecil, al verla, se sintió confundido. Era el tres de bastos. “Truco”, le dijo la camarera. Ignoró la propuesta y pidió un café, pero inmediatamente se arrepintió pues tenía veintiocho para el envido. Qué boludo, pensó, y buscó consuelo en el horóscopo del diario que tenía sobre la mesa. El mismo arrojó que ese día recibiría una importante suma de dinero proveniente de alguien ajeno a su realidad cotidiana. Alzó la vista y vio que un hombre portando un maletín se acercó hacia la mesa que de momento consideraba suya. El hombre se sentó frente a él, abrió el maletín y le dijo: tengo algo para usted. Cecil, sin asombro, le respondió que estaba al tanto, pero no sabía a cuánto ascendía el monto.
-¿Qué monto? –Inquirió el hombre- Tenga, es una invitación al empíreo.

Tras varios minutos de charla sectaria, el predicador se retiró y prosiguió con empeño su tarea en otra mesa, donde otra víctima de su perorata absorbería sus palabras con entusiasmo. Cecil recogió el folleto que le había sido entregado y lo observó con desdén. Sobre la mesa estaba también el café y dos medialunas que no pidió. Endulzó a gusto y bebió sin apuro y sin demoras. Se fumó un puro y devoró moras. Estaban agrias. Leyó el periódico, de atrás para adelante como solía hacerlo por costumbre, y de derecha a izquierda para agilizar su intelecto. Pidió la cuenta y la camarera se la trajo. Cecil la resolvió con la ayuda de unos fósforos que le sirvieron de apoyo. Al salir, extrajo la corbata del bolsillo y se la colocó sobre el cuello. Un aerobus pasó sobre su calva testa atiborrado de gente. Introdujo la mano nuevamente en idéntico bolsillo y tomó la moneda. La observó detenidamente y pudo apreciar que databa del año 1954. Qué bárbaro, pensó Cecil, cómo pasa el tiempo.

En común

Fotografía de Jorge Guardia

El espejo en que nos miramos y las telenovelas románticas,
El baile menos soñado y las ideologías neuróticas,
Las horas matutinas y la existencia digital,
Los recuerdos post mortem y el talento prenatal,
La sonoridad mecánica y la amplitud mental,
La noche apacible y el perfume pluvial,
El dolor de muelas y la epístola papal,
El sexo en el zaguán y la frivolidad trivial,
Las notificaciones sobre el cristal y los anuncios con megáfonos,
Lo que sobre la almohada escuchamos y un coro de reidores autóctonos.

Mariposas y donaire

Estimados lectores de pacotilla:
Que leéis cada tanto alguna frase,
¿No creéis que la luna en una fase
Os sonríe y guiña un ojo, la muy pilla?

¿No pensáis que el cometa en su viraje
Os saluda con su cola y su coraje?

¿No observáis la mariposa que se posa
Sobre la rosa en vuestras narices,
Tan jocosa que se jactan las perdices
De su vuelo rozagante que rebosa?

¿No creéis que esa frase de algún sabio
La haya dicho en verdad uno en escabio?

A ver tú que te creéis tan importante
Con tus aires y tus humos de triunfante
¿No observáis que te conoce hormiga alguna
Y siquiera la abeja reina a ti te juna?

Seguime, la corriente

A vos que me vas a seguir
te tengo nomás que decir
que no me vas a alcanzar
pues sé viajar por el mar.

No quiero seguidores
de blog, ni consumidores
de tiempo libre, señores,
ni quiero mil aduladores.

No me vengan a decir
que todos serán lectores,
curiosos observadores
de a ratos han de venir.

Qué estás buscando, pregunto,
que das vueltas por la red.
¿Es que acaso quiere usted
matar el tiempo en conjunto?

Si acaso buscás poesía
yo te entrego el alma mía.
Si el tiempo querés ceder
te invito a retroceder.

Si buscás una distracción
te ofrezco alguna canción,
si entonces querés volar
la mano dame al despegar.

Tal vez ya no quieras nada
de emociones estás cansada,
capaz no escribas una carta.
Del amor, tal vez, estás harta.

¿Hay algo llamado destino?
¿O es tan sólo desatino
de nuestra parte pensar
que todo se da al empezar?

Importante es que el camino
le sirva sólo al peregrino
para saber que al pasar
nada él se podrá llevar.

Esa es la ley de esta vida.
Por eso te quiero decir
que no olvides que venir
es sólo un viaje de ida.

Como una droga perdida
vos la quisiste buscar
pero te vas a encontrar
con una vida consumida.

Entonces, ¿me vas a seguir?
Hoy que ni vengo ni voy
lo que recuerdo lo doy
es mi modo de servir.

La corriente nos lleva al mar
de regreso, a nuestro hogar,
allí no hay ni ir ni venir
ni existe eso de seguir.

Seguime igual, si querés,
algo podés encontrar:
cuentos, poesía y el mar,
que me ha llevado, ya ves.

La inmoralidad de los inmortales

¿Qué perdura en este mundo? Una estatua ecuestre puede durar cientos de años, pero finalmente se funde y da nueva forma a otro jinete. Mi fotografía caduca a la velocidad de las noticias irrelevantes que salen con frecuencia cardíaca al tiempo que el rostro que la animó se avejenta con lentitud animal. La arquitectura garantiza un confort por un período más extenso que lo que duran apenas las penas, las glorias y el fatuo éxtasis de los triunfos. De parabienes, las cosas que compro y no se pudren ni corroen son viejas para el mercado en un santiamén y pronto darán vida a los cerros residuales de la civilización. Todo conjunto que se crea como construcción social es una metáfora del individuo, dando sensación de continuidad, un retazo de la existencia como síndrome del imperio, el mundo o la sociedad. La pilcha se desgasta, los pelos se caen, la sangre se dona. El berretín de que la vida es una sola fue apropiado para envilecer el consumo como mística del capitalismo. Las obras pictóricas se admiran durante siglos pero el vaivén del entramado artístico las relega al olvido. Los inmortales trascienden con su obra, o mejor dicho su obra trasciende la muerte, he aquí la inmoralidad sublime con que desentraña la cultura aquella pieza viva que descubre el hombre, como el Sol que ha estado allí, al unísono de su haz de luz, nosotros, las estrellas y el arte genuino. Esto lo revelan los beduinos al afirmar: nada será eternizado, lo eterno es siempre, de hecho polvo.

Tormento de escritor

Se sienta frente a la hoja en blanco
recuerda las batallas de Lepanto
que no sólo lo dejarían manco
llenaran de pasmo y del espanto.

Y surca como el mar el pensamiento
divaga en su pesar, en su tormento,
se deja atravesar por todo el viento
por lluvias y granizo, el firmamento.

En un rapto de súbita impresión
surge un vendaval de inspiración,
¿son musas o guía de constelación?
Lo cierto es como una revelación.

Escribe, va luchando con molinos
que le cierran el paso a sus caminos,
escribe a pesar de los torbellinos
de ráfagas intensas, de remolinos.

Y encuentra que el escrito es bueno
es pulcro, el manuscrito es ameno,
quizá en su tormento hay truenos
relámpagos que lo iluminan menos.

No es que sienta un bloqueo creativo
a pesar de la muerte se siente vivo,
pues la resurrección es paliativo
y está en la eternidad ser recreativo.

Le dice a su compadre nos marchamos
y el otro le pregunta a dónde vamos,
a buscar señal de que cabalgamos
si no encontramos perros les ladramos.

La cita



Ella camina, vestida de agua, donde reviste el maquillaje,
anda, camina, sigue de viaje y todos miran su blanca enagua.
Cosas y gente le abren paso, y caminando redime el ocaso
ellos que visten trajes de piel, ella tan dulce como la miel.
A la mirada de los señores no se le escapa su cabellera,
no la distraen ni los motores, ni las baldosas, ni billeteras
cuando el semáforo la habilita cruza tranquila la callecita,
en la vereda, mientras transita, piensa una frase para la cita.
Limpia su mesa la camarera, saca el teléfono de la cartera
pide un café, como cualquiera, manda mensajes mientras espera.
Se hace de noche, sale la luna, ante las faltas tiene vacuna.
Pero otra vez hoy le fallaron y hasta los loros tristes callaron,
pagó la cuenta sin dar propina y se marchó hacia la esquina.
Brota de un ojo una amapola, mientras se aleja, camina sola.

El momento presente

Hay cosas que tocan el momento
Lecciones que sirven de escarmiento,
Vistas que encubren el paisaje
Hay aves que nutren el follaje.

Hay algo en el momento presente
Destaca lo actual noble y vigente,
Hay ciertos vestigios de tu ausencia
El amor de ser está en la esencia.

Hay ciertos sabores en el goce
Dolores que ceden ante el roce
De nuestra limitada condición
Y hay además destino e ilusión.

Se amigan tu alma, la naturaleza
Y sin nada te sientes la realeza,
Hay también intuición y libertad
Y hay dicha, sublime majestad.

El ruido

¿Es la imagen adicción?
Suscita imaginación,
Un mosquito es picazón
Despertando comezón,
El ruido, similarmente,
Transita verbal en mente
La palabra, contradicción,
También suple la función
Como una triste canción,
Un verso es comunicación.

Palabras que comunican

Vivimos en mundos de ideas
Ideas que a su vez son palabras,
Palabras útiles para estar bien,
Palabras innecesarias
Palabras que a veces nos ayudan
Nos ayudan a evitar el mal,
Palabras huecas, palabras secas
Las que calientan y las que alientan
Palabras vivas, palabras ciertas
Palabras torpes, palabras muertas
palabras aparentemente importantes
Y las que se lleva el viento,
Palabras ágiles, palabras hábiles
Palabras que no son cuento,
Palabra era la de antes.
Palabras que comunican, transmiten
Las que suplican, las que remiten
Palabras que vuelven con furia
Palabras amorosas y bondadosas
Y las que quedan en las baldosas,
Palabras húmedas, palabras tiernas
Las que agradecen, ¿y las eternas?
Palabras sencillas, palabras varias
Palabras que nos cuentan historias.
De palabras se teje nuestro mundo
Sin palabras es el sentir profundo
Donde las vidas se estremecen
Donde palabras y amores florecen.

Necesitamos un post

Necesitamos un post que no nos haga pensar
Necesitamos un post que no nos dé qué opinar
Necesitamos un post que no nos impulse a juzgar
Necesitamos un post que no nos haga emocionar
Necesitamos un post que no nos dé de postear
Necesitamos un post…re.

Palabra perdida

Estaba escribiendo un cuento y cuando promediaba el nudo de la cuestión, se me escapó una palabra. La busqué infructuosamente en el diccionario, sin suerte. Pero no me apichoné y la busqué también en gugle, aunque no estaba ahí. Consulté con expertos que me dijeron que si no estaba ahí era porque no existía, pero ¿qué eran las palabras antes de llegar a la existencia? Era la oportunidad de darle vida, aunque eso sería parte de la discusión de si las palabras estaban vivas, o se les infundía vida al mencionarlas o era letra muerta, meros símbolos que facilitaban la comunicación. Mientras tanto, trenzados en debate, la palabra seguía sin aparecer aunque mantenía en la mente su presencia, como la de un fantasma sin nombre que merodea las habitaciones de la casa en los momentos en que el resto duerme. Releí el cuento, hasta donde había perdido la palabra y no pude deducir si se trataba de un monosílabo, una onomatopeya, un vigoroso verbo o un insustancial sustantivo. Lo único que tenía claro era que se trataba de una palabra que estaba pronta, no digo ya de inmediato, a hacer su aparición en el mismo. ¿Y qué papel jugaría ella en el cuento? ¿Qué rol cumpliría? ¿Qué funciones? Bueno, eso indudablemente lo dirían las líneas subsiguientes y, hasta quizás, las precedentes. Había algo, como una espina clavada en un dedo, que le impedía al cuento proseguir en su desarrollo tendiente a un desenlace específico, y la palabra perdida era sino importante, crucial; sin ella, cualquier camino emprendido sería otro diferente a aquél que hubiese recorrido naturalmente como fluye el río hacia el mar, sorteando las vicisitudes del terreno. Aunque valía la pena preguntarse si el artificio narrativo de un cuento se trataba de algo natural, por muchas aristas naturales que contenga y/o describa. Pero no me quería escapar del tema e irme por las ramas por temor -quizá justificado- a perderme como cierta palabra que cuando estaba pronta a aparecer en el cuento, escapó. Y con esto no quiero decir que no se la haya capturado, que alguien la haya retenido o pronunciado o que tal vez reposa en una poesía de Rubén Darío, sino que escapó de mi alcance y el cuento quedará trunco o sepultado hasta tanto regrese, se presente, la reconozca y le dé su lugar en el mismo, ocupando el espacio para el cual fue pensada, como cada gota de lluvia en otoño que moja la tierra, cumple su cometido y, luego entonces sí, desaparece.

Cuentos

Me encontré escribiendo
Me perdí leyendo,
Naufragué sintiendo
En dramática seriedad
En cuentos de libertad
En cautiva actualidad
Divagué creyendo,
Si me sigo yendo
Volveré viviendo.

Sepanlo

En la época presente, entre los avances conocidos en ciencia y tecnología, con todos los conocimientos disponibles y accesibles que hay es relativamente sencillo adquirirlos y acumularlos, por lo cual decir ‘yo sé’ no es enteramente erróneo pero no es toda la verdad, ya que el hecho de que uno sepa no concluye en lo que sabe; de ahí que resulta indispensable resaltar y destacar que no solamente yo sé, sino que simultánea o paralelamente yo sabo.

Cascarón

Va picando el pollito el cascarón
desde adentro es a puro corazón,
se disfraza de alegría tu intuición
en un año que renueva la ilusión,
la felicidad no es baja condición
es deseo y sueño, es premonición.