-¿De qué estas disfrazado?
-De nada.
-Ah pero no parece, pareciera más bien que sos algo.
-¿Algo como qué?
-No sé, lo contrario a la nada.
-No, nada que ver. Me disfracé de nada, ¿no ves?
-No, no veo nada.
-Y bueno, ese era el objetivo.
-O sea que la nada, en realidad, se ve como algo.
-Sí, porque no era nada entonces. ¿Y vos, de qué te disfrazaste?
-Me disfracé de algo misterioso.
-Yo no veo nada fuera de lo común.
-¿Cómo qué no? Me disfracé de gente, que es tanto o más misterioso que el cosmos.
-Podrá ser un misterio, pero es muy habitual cruzarse con gente.
-Podrá ser habitual, pero no deja de ser inquisitivo. La pregunta ¿de donde vengo? se la hacen todos, aunque una respuesta torpe puede quitarle el misterio y uno se olvida de la pregunta.
-Tiene tanto de misterio como la nada misma.
-Sí, en cierto sentido, nos parecemos.
-Che, no le veo mucho sentido a todo esto.
-Yo tampoco. ¿Qué hacemos entre enfermeras, futbolistas, diablos, princesas, hadas y guerreros medievales?
-Nada. Eso hacemos.
-Tenés razón, es un misterio.
-¿Querés un trago?
-Sí, pero vamos a otro lado donde no llamemos la atención.
-¿Qué te parece un bar, nada fuera de lo habitual?
-Nada mal, viejo, nada mal.
-Andando.
