Y ese libro era la prueba viviente de la vacuidad. Sí, considerábamos que estaba muy bien escrito pero no decía nada; por eso admitíamos que el vacío cobraba vida tanto en la observación como en la lectura. Era una vulgar forma de decir que lo habíamos leído, incluso con entusiasmo exagerado, premonitorio de la alegría que nos otorgaría el hecho de terminarlo de una buena vez y sacárnoslo de encima. Pero basta de hablar de lecturas que a nadie le interesan, ellos estaban interesados en sagas, rezagados a la hora de la serie donde los muertos sobreviven, y pierden la cabeza como unos cuantos ciudadanos a la hora de emitir opinión. No, no era eso lo que esperaban los lectores sino dramatismo, sensación, espectacularidad. Eso, espectáculo, un espacio donde aplaudir, gimotear, gritar y morirse de espanto, perdidos en la soledad de la lectura, en la admonitoria vivencia del batir de palmas, de la euforia, del ronroneo del gato sobre la falda o al lado del sofá. Nos preguntábamos por el énfasis que hacían grupos de lectura por convertir tal actividad en un supremo atractivo de masas, en un elegante motivo de reunión pública anunciada como un evento de magnitudes desproporcionadas, de imaginaria psicodelia popular que sólo encaramaban unos pocos y obcecados contendientes cuya transversalidad a la hegemonía tecnológica era capaz de irrumpir contra todas las tendencias que vigorizaban el poder de la imagen sobre la palabra. En resumidas cuentas, el autor no creaba otra cosa que imágenes a través de la palabra escrita y competía, desde ese ángulo, por la atención de aquellos seres perplejos, complejos y horizontales que se disponían a pasar un buen momento, lo cual no siempre lo conseguía, según sus estimaciones, la apreciación de su labor, y la consecuente bipolaridad que acechaba sus estados anímicos. No obstante, ellos se divertían en tanto que nosotros arremetíamos con suspicaz crítica cobrando suculentas sumas por el entramado verbal que no hacía otra cosa que despertar la voracidad lectora entre los que nos seguían por morbo, raptos de inteligencia o somera curiosidad.
