«Todo es dual; todo tiene polos; todo su par de opuestos»
Hermes Trimegisto
Fui temprano a ver al doctor Bloom pero no lo encontré. En su lugar, entre los pasillos, apareció otro doctor, mucho más joven, que me dijo que llegaría cerca de una hora más tarde de la que había asistido al encuentro. Pegué la vuelta y se veía que el trajín había comenzado mucho más temprano para todo el mundo que el día anterior o, al menos, era la impresión que me daba. Al regresar preparé el mate. No voy a hablar del frío que hace, salvo para decir que los pastos, bien temprano, estaban blancos como el marfil y duros como el granito. Digamos que “hice tiempo” hasta el encuentro con el doctor Bloom, es decir, lo malgasté en naderías, ya que ni siquiera escuché música ese rato ( ¿habrá gente que escuche música como actividad exclusiva y excluyente hoy día?). Comenzó la sucesión de mensajes que no pude atender porque tenía el encuentro que me había tenido pensando en decirle todo lo que le quería decir y cómo hacerlo. Es notorio que es más valioso a mi juicio lo que le tengo para decir que lo que él me diga. No obstante, siempre saco cosas en limpio de lo que me dice o insinúa. Me fui nuevamente a verlo y no había nadie. Caminé por los pasillos y pregunté en el laboratorio. Una joven bioquímica me dijo que había un cartel con los horarios de atención del doctor. Mintió, no había ningún cartel. Me quedé esperando afuera con la intención de verlo aparecer con su andar divertido. Pero nunca llegó. Al rato salió una mujer flaca mal nutrida a la que apenas se le veían los ojos que no sé qué función cumpliría allí diciendo que el doctor hoy no iba a ir, o no podía aseverarlo, que lo más seguro era volver mañana, por lo que me fui sin verlo mordiendo lo que tenía para hablar. Después hablé con il capocannoniere por teléfono y lo encontré de maravillas. Al oírlo, ya en la voz se le notaba un repunte anímico increíble, con el vigor que lo caracteriza, contándome de las mejorías en la salud, por lo que me dejó muy contento.
Al rato empezó la cerbatana de mensajes vía whatsapp. Y entre ellas, lo más rescatable, fue un cuento que me envío el Ingeniero Luiggi a través de un audio. Con su voz grave, interpretando un diálogo -del que no voy a dar detalles- que me gustó. Lo llamativo del asunto, no era la interpretación, que fue impecable como la de un excelente lector, sino que la autoría del cuento era propia, y eso me conmovió porque era inesperado, además era un buen cuento. Ahora tengo un competidor impensado en la literatura. Debo apurarme a escribir todo lo que imagino, pienso, veo y percibo antes de que otro lo haga por mí y se lleve los laureles de la gloria o los tomates de la detracción de los lectores.
Habría que hablar de solidaridad, como hacen las campañas, para aquellos que esperan afuera en el almacén con temperaturas tan bajas. La gente se queda hablando adentro minutos que pueden ser letales para los que están afuera. Se me hacía larguísima la espera y ya imaginaba que estarían hablando del frío que hace desde que llegaron las lluvias, sin darse cuenta que más frío hace para los que están afuera del almacén. Finalmente, pude entrar cuando una persona salió y no tuve más ingenio que preguntar cómo andaban a los allí presentes, cuestión que derivó en charlas en torno a qué otra cosa que: el frío. Todos nos damos consejos sin que se nos pidan de cómo afrontarlo y nos preguntamos cómo se hace para llevar esta situación. Le preguntaría a mi abogado qué fórmula tiene para ello pero se contagió de covid y está incomunicado. Compré lo que fui a buscar y volví. Vi una publicación que me llamó la atención, que me terminó llevando a encontrar dos editoriales candidatas a publicar mis poesías, por lo que rápidamente me puse en contacto y quedé a la espera de alguna respuesta, aunque el asunto me tiene sin muchas ilusiones por el contexto que parece no ser favorable, según los más criteriosos, para que la gente lea, y nunca lo es. Los momentos de lectura son raptos que el lector, ocasional o asiduo, tiene para “robarle” a otras cosas que le consumen el tiempo del que dispone, según las particularidades de cada uno.
Luego de un tiempo de atenciones, cuidados y ejercicios, vi que todos parecían contentos de emprender el día, y con él la vida, por lo que me desentendí de gente y cosas para atender otras gentes y otras cosas. Uno tiene que desentenderse cotidianamente, es una acción que trae aparejada muchos beneficios. Los hindúes hablan de desapego, pero no sé si a nosotros esa palabra nos dice algo; en cambio, desentender, lo cual no significa descuidar sino todo lo contrario, cuidar y entender que todo puede cuidar de sí mismo dadas las condiciones, me parece que nos dice algo más que lo que oímos de un brahmín. La cuestión es que tuvimos una comunicación visual con El Satélite, como siempre muy jugosa, sin llegar a nada en concreto y siempre yéndonos por las ramas, pasando por la primera película Matrix y el Kybalion que nos dice que la mente es todo, hasta diversas teorías especulativas que llegan a nuestros oídos. El Satélite sabe mucho, de varios temas, pero más que embeberme de su sapiencia me gusta cuando empezamos a divagar en las charlas y se desvían de su cauce natural para entrar en lo especulativo, los delirios con tintes científicos y el viaje imaginario con soluciones chamánicas para los problemas del mundo.
Cuando me estaba yendo por sexta o séptima vez en el día, me llegó la lista de los nuevos ingresos de libros en un reciente descubrimiento de proveedor de libros en la ciudad ( ciudad donde sólo hay una librería con local comercial, dedicada a la venta de libros escolares, principalmente ) y encargué un par, uno de poesía y una novela, que me van a estar llegando en los próximos días. A veces me pregunto por qué entretenerse con letras cuando es más fácil hacerlo con una pelota e incluso tener algún tipo de protagonismo, pero sin buscar respuestas ni justificativos; sencillamente, son cosas que no van por los mismos carriles aunque no opuestos y cada una tiene su cuota de gratificación, de placer, que es lo que nos seduce y nos atrae, y en ellos nos desenvolvemos. Quizás incluso habrá tiempo para escribir las memorias de un goleador o para patear un penal en una cancha de fútbol 5 entre jubilados del rock and roll.