En el verde que se mece Ante el sol al que florece Va cantando la canción Con un dejo de emoción, «Te quiero nena» I love you baby, Carga la pena Y en un resabio de redención Purga su alma de maldición, El sueño se desvanece Y sin tristezas desaparece.
«Vendrá la muerte y me encontrará en chancletas» es uno de esos discos que calan profundo por su simpleza y armonía, que tocan en el momento y luego dejan una sensación de tranquilidad, lo cual lo convierte en adictivo. A su vez, «La pandemia nos está volviendo más idiotas» es una película típica donde la acción desmesurada suple la escasa lucidez a la hora de escribir un guión, por lo cual cumple una función de entretenimiento y no mucho más que eso. Con buenas actuaciones de -más que actores- atletas profesionales, nos podemos olvidar la carencia de diálogos que nos alimenten y o de una trama que nos dé qué pensar. Por su parte, «El libro de la Nada» es una lectura amena y, principalmente, aburrida que nos dará la posibilidad de escapar al vacío comunicacional superpoblado de imágenes actual, para caer en otra red,que en este caso es telaraña, nada más ni nada menos que de palabras, por lo cual deducimos que el título es cuanto menos engañoso.
Tengo un pacto de convivencia con los mosquitos: no los mato a cambio de que no me piquen. Ellos, dada la desigualdad de envergadura, por norma, aceptan a gusto. No obstante, hay algunos que ignoran dicho pacto y se atreven a alimentarse a costa de mi sangre. Por las dudas de cometer el atropello de matar a uno de ellos que efectivamente sí respete el pacto no tomo medidas drásticas, sino que simplemente mantengo mi palabra porque comprendo que siempre puede haber algún rebelde. Eso sí, al que anoche me picó el culo cuando dormía se la tengo jurada.
No tengo mucho para contar, narrar, decir o como quieras llamarle y además no hay mucho tiempo, ganas, interés o como quieras llamarle, máxime si no querés escuchar, mirar, leer o como quieras llamarle, teniendo en cuenta que hay muchos entretenimientos, distracciones, boludeces o como quieras llamarle que nos consumen el día, la atención, el cerebro o como quieras llamarle y que se nos pasa la vida, el paseo, la diversión o como quieras llamarle sin que lleguemos a una comunicación profunda, interesante, fluida o como quieras llamarle y pareciera que es lo mismo decir tal o cual cosa, gilada, ocurrencia o como quieras llamarle y era preferible optar por comunicarse con emojis, dibujitos, fotos o como quieras llamarle por lo que seríamos frente a la pantalla sólo dos perejiles, papanatas, nabos o como quieras llamarle y la palabra, don profundamente humano, serviría para limpiarse el tujes, culo, instinto o como quieras llamarle menos para pensar, reflexionar, comunicar o como quieras llamarle y pasaríamos a formar parte de la existencia de las especies más bajas como gusanos, bichos, insectos o como quieras llamarle por lo que lo que digamos no tendría mucho valor, importancia, substancia o como quieras llamarle para lo cual no habría tanto por saber, entender, comprender o como quieras llamarle y quedaría trunca nuestra locución teniendo en cuenta las posibilidades de todo lo que hay para contar, narrar, decir o como quieras llamarle.
Nadie le había dicho que aquí nada es permanente, y lo supo de repente cuando aquello terminó; la relación se disolvió como pintura en solvente, a la lápida del nicho epitafio le pusieron y con ello terminaron cada cual a su ruta a proseguir su camino pues así quiso el destino que a veces la calle puta se bifurca, se entrecruza se abre, visión de lechuza, separando voluntades ( o países y ciudades que buscan autonomía que la buscan con porfía ) y dejando las esquirlas del amor y la explosión.
Desconsuelo y confusión vuelos de aves de rapiña restos de una transfusión se encontraron con la niña que pensaba que era eterno un romance sempiterno y ahora debe hacer el duelo de enterrarlo bajo el suelo, porque a ella nadie le dijo que aquí nada es permanente y lo supo tristemente mientras buscaba consuelo mientras sentía a su hijo pateándole la pancita con instinto goleador y ella canta y le recita al pequeño emperador una canción armoniosa descarnada y portentosa que le hace olvidar la pena encarando el porvenir con una actitud serena pues el corazón al latir le da la calma fecunda que de alegría la inunda y así al pesar despedir.
En una sentencia profunda nada es válido para todos sabe de cualquier modo en una felicidad rotunda que un estado duradero y por cierto placentero no sólo le hace olvidar sino que le hace amar así en la vida amando así en la vida jugando su alma vuelve a confiar se vuelve a sentir plena, y si dos no son de fiar y uno enturbia su melena con la vista en el futuro que se asoma puro y seguro tendrá también por presente que al saberlo de repente que aunque nadie se lo dijo de esperanza, muy prolijo, tiene en el amor certero un presente verdadero.
En el remanso de las relaciones Se diluyen todas las complicaciones, En el ocaso de la impermanencia Caen recuerdos de nuestras vivencias Como sueños que pierden sentido Como ensueño todo lo vivido Se descubre la significancia Lo olvidado con mucha elegancia Y un cúmulo de constelaciones Con el día se tornan ilusiones.
Como les venía diciendo, todo es en extremo interesante, razonable y hasta les diría hipnótico, pero la escasez de tiempo para considerarlo como parte, teniendo en cuenta que la sucesión de imágenes como un caudal continuo que nos propician los dispositivos dotados de pantallas e iluminación, no nos da la facultad de comprender el quid de la cuestión que a través de los años permanece idéntica por encima del hombro de las novedades, bajo el manto de la alquimia ancestral. Y ahora los tengo que dejar porque llegaron las empanadas.
¿Fruta abrillantada? ¡Ahhh misterios insondables del universo! En la naturaleza, la fruta abrillantada crece en árboles lumínicos que polinizan las luciérnagas y cosechan los iluminados para deleite del paladar de los ilustres degustadores del pan dulce, manjar luminoso, a la sombra de una vela.
*** -Señor, usted siendo mago, ¿Qué pueden aportarle sus trucos, su conocimiento a la política?¿Qué piensa hacer en funciones de gobierno? -Naturalmente, parte de lo que han hecho gala muchos de mis predecesores: Nada por aquí, nada por allá.
*** ¿Vos te pensás que los que festejan un gol señalando el cielo creen en algún dios? No, chabón, se lo dedican al gnomo que está en el techo que , como el apuntador en el teatro, les dice lo que tienen que hacer.
*** Si bien en casa no solemos tirar manteca al techo ( más que nada para que los gatos no estén lengüeteándolo ), para cerrar el año nos dimos un gusto, que con la misiadura circundante es casi casi un verdadero lujo, y fue así que después de nueve meses renovamos los barbijos.
*** Su felicidad constaba de un nivel de abstracción de la materia circundante pasmoso, y a decir verdad, no había nada más concreto que ello.
La gente piensa en términos de antagonismos, mejor dicho: la mente trabaja con antagonismos, con dicotomías, con polaridades. Si no es blanco, es negro; o está con nosotros o está en contra; o tiene lo mismo o no tiene nada. Y así indefinidamente, tratando con pares opuestos, no baraja la posibilidad infinita que está en el seno de su ser. Por eso es común la confrontación y el conflicto, quedando el entendimiento relegado a lo más profundo de la comunicación. Bien, hasta aquí, esto es más o menos entendible y pudiera ser acaso también atendible, pero no tenemos esa inspiración, por lo que tendremos que esperar algo que mas no sea un abrazo, quiero decir, un problema típico que venga a colación de grado superior en administración pública. ¿Esto qué relación tiene con nosotros?, se preguntará el advenedizo lector con justificadas razones. Mas no tenemos respuestas para ofrecer, aquí sólo preguntamos. Por ejemplo, ¿Cuántas preguntas caben en un garbanzo? ¿Por qué el otoño silba a la luna? ¿Cuándo se da por vencido el lector? ¿A qué hora pasa el 57? Sintetizando, nada sabemos más que todo lo que a ciencia cierta oímos, como ser: qué es el arte, qué es una composición gramatical, qué es un fonema ocluido y cómo incide en nosotros la música y los motores. Para ello es bueno recordar que no todo lo que sabemos se lo debemos a Newton ni a Descartes, pero gran parte de nuestro potencial creativo se desarrolla a partir de actividades como espantar una mosca con el puntero del mouse. Resumiendo, para zafar de la mecánica dual cosmopolita tenemos de aliada a la condición humana la naturaleza de las cosas, más allá de que haya cosas naturales y artificiales, eso no nos afecta, o nos afecta por igual, lo cual equivaldría a lo mismo. Y las diferencias son sólo semánticas, por lo que no habría -en principio- de qué preocuparse si hay papel higiénico en el baño.
Era tarde, demasiado tarde para volver a pesar de que le refregaban el dicho por la nariz, aquello de que nunca es tarde. Según para qué, claro está. Para volver, por ejemplo, era demasiado tarde no sólo por el horario, habiendo caído el sol de manera dramática, sino porque las persianas estaban por el piso, como su ánimo. Por ello Alfonso resolvió seguir adelante, caminar hasta el hartazgo o hasta el fin del mundo, si es que ello era plausible. Caminó como quien no quiere la cosa, como quien no resiste el advenimiento de los acontecimientos, la sucesión de situaciones cambiantes, como quien se desentiende de las actividades mecánicas de la existencia para dar paso a meditaciones acerca de ella o de cuestiones contenidas en ella, como ser pensar en cómo preparar un huevo duro ideal.
Y en ello iba Alfonso, pensando en los placeres cotidianos, como asado y vino, y en los dolores esporádicos, como la parte baja de la columna vertebral que le hacía ver las Tres Marías y la Osa Mayor desde un único punto de vista del observador que atravesara dos hemisferios con la mirada. Cada vez que el dolor lo aquejaba veía, también en el cielo de la mente, estrellarse vehículos, estrellas de Hollywood de los años 60, supernovas de la NBA y futbolistas de alto rendimiento a bajo costo. Claro que la visión que percibía no era de continuo, lo cual sería insufrible, sino que entre pausa y pausa se tragaba lo que enseñaban y profesaban cientos de publicidades con ingenio para vender basura, envasada de manera brillante. Pero él no quería detergentes y pastas dentales, sino el cese del dolor, por lo que acudía a alguna ayuda, algún placer, algún alivio, que lo haga olvidar aquello, lo cual convertía al proceso en un evento cíclico de lo que entendía por vida, no muy alejado de la de cualquier otro, tal vez y sólo tal vez diferente en los detalles aunque equivalente en esencia y substancia.
Alfonso debió recorrer unos tres kilómetros a pie por la espigada avenida, deteniéndose solamente cuando algún semáforo así se lo indicara a los peatones que cruzaran las diagonales. Y el tránsito vehicular era profuso, radical, verborrágico, como la sangre corría por sus venas y arterias a buen ritmo sin que él tuviera que seguir el curso de la misma y pudiera dedicarle ese tiempo precioso a hacer un repaso de lo que tenía que decir, o de lo que hubiera dicho en caso de tener oportunidad, o de lo que diría en caso de oportunismo o rapto de ingenio. En fin, era libre de pensar y eso lo tenía atado, porque muchas veces no sabía o no se le ocurría en qué pensar, y ese ´en qué´ le acaparaba toda su atención sin llegar a darle cauce a un tema específico o abierto que le permitiera discurrir en algo de su agrado.
Siguió caminando, unos tres kilómetros más, siempre por la prolongada avenida que se había convertido en ruta, hasta que un dolor, un fuerte pinchazo en la rodilla derecha, lo empezó a descomponer. Sintió náuseas y ganas de vomitar que pronto le acarrearon un dolor en la nuca. Su tranco se tornó más lento, comenzó a renguear, a arrastrar el pie como un andrajoso que no ingiere bocado en una semana, a encorvarse, a mirar el pavimento y olvidarse las estrellas que seguían flameando a todas luces. El camino se le hizo empinado a pesar del llano y siguió como sigue su curso el río con las lágrimas del pueblo encima.
En un momento cayó, se desbarató y lloró, pero sin gemir ni emitir vocablo que acompañara su sentir. A nadie le importó, ningún automovilista se detuvo a auxiliarlo, no había ambulancia alguna que lo levantara del camino, por lo que no tuvo más opciones que la de Lázaro. Se levantó y anduvo con el malestar a cuestas, con los sueños en la mochila, esquivando pozos del tamaño de un lechón, pateando piedras con la zurda como quien se saca los problemas de encima, al menos por un tiempo prudencial que le dé espacio para pensar en cómo enfrentarlos. Tuvo ganas de gritar, de insultar, de blasfemar, pero no creía, no conocía malas palabras y no iba a la cancha. Siguió arrastrando el pie derecho dejando un camino trazado para los que venían atrás, con o sin náuseas, siguiendo el consejo del viejo que le decía que en la vida se trataba de dejar algo a los demás, y como no tenía más que dolores, con ellos dejaba señales.
Finalmente, sin saber cómo, tal vez como fue en un comienzo, llegó. Sin embargo, Alfonso no lo celebró ni se lo tomó como un alivio porque su premisa siempre fue que lo importante no era llegar sino el viaje a realizar.
Habían transcurrido sin decoro las mil y una noches navegando con aplomo veinte mil leguas de viaje submarino y Nelson estaba, digamos, cansado. El colchón era demasiado rígido y la almohada demasiado blanda, y la combinación de ambos le había producido el mismo efecto que correr tres maratones en una semana. Salió por la escotilla y no se sorprendió al no ver siquiera una comitiva de recibimiento, como mera formalidad. La tripulación comenzó a descargar los equipajes y fueron saliendo uno a uno a la olvidada tierra firme. -Deberíamos contar la historia -sugirió Aquiles, llevando una enorme valija sin rueditas-, tal vez un día podrías escribir un libro, es una buena aventura. Nelson lo miró desentendido, quería llegar a su casa cuanto antes. En lo último que pensaba era en narrar el viaje, siquiera en contar las anécdotas que pudieran ser de interés para alguien, aunque siempre había público para este tipo de comunicación, ya fuera verbal o escrita. Pero Nelson no publicaba hacía varios lustros y cuando le preguntaban el por qué desistía de hacerlo cuando mucha gente, tiempo atrás, halagaba sus narraciones, respondía con aires de haber cumplido lo que algún destino le hubiese impuesto si no fuera porque él se le anticipó: -Porque todo fue dicho ya, y mejor que nadie, por Leo Maslíah. Él consideró en algún momento y solía decir que sentarse a escribir para darle vueltas a los asuntos que lo movilizaban ya no le producían la satisfacción de sus comienzos. No obstante, había cierto grado de mentira en su respuesta, ya que a escondidas de todos de vez en cuando escribía algún cuento que le zumbaba y lo guardaba en un pendrive, sin darlo ( o darlos, porque se habían acumulado un buen número ) a conocer. Se tomó un taxi que lo dejó en la puerta de su casa. Al ingresar, percibió un fuerte olor a humedad y a encierro, si es que el encierro tiene un olor particular, o a la falta de ventilación. Abrió las ventanas y el sol iluminó las dos habitaciones. Pensó en la cama que lo había estado esperando y en las ventajas de tener un televisor. Lo encendió. Transmitían las noticias. -¡Ah! -exclamó con sorna- La vieja novedad. El presentador cambiaba el semblante desde la presentación del último ganador del Quini 6 a la noticia del último femicidio como quien se toma vacaciones de la vida en sociedad y se interna en un bosque a la intemperie a deducir el código Da Vinci. Se puso a acomodar las cosas que llevaba, en los cajones, y vio de imprevisto las luces de un patrullero por la ventana de la habitación. Escuchaba funcionar el handy, y que alguien hablaba pero no alcanzaba a interpretar lo que decían. Golpearon la puerta. Nelson fue a abrir y un policía le preguntó por Fulan Omar. -Ni idea, no lo conozco, oficial. -esgrimió- Recién llego de un largo viaje. -Seré curioso, ¿De dónde viene? -preguntó el agente. -De las profundidades. -justificó. -Pero mire qué suerte, a mí me toca siempre cotejar las superficies, no tuve tiempo para más. -Ahora voy a incurrir en la curiosidad yo, ¿Por qué lo buscan a ese hombre? -No se lo puedo decir, pero, entre usted y yo, el mundo está lleno de vivos que hacen parecer la muerte sin prestigio. -Como los ensambladores de pistacho. -Bueno, ha ido usted demasiado profundo. -dijo el oficial con una risita entrecortada. Luego se marchó. Nelson podía oír el handy pero ya no le prestaba atención. Enchufó la heladera y se puso a limpiar la cocina que estaba cubierta de polvillo. Cuando terminó se fue a aprovisionar de algunos víveres, productos de limpieza e higiene, cervezas y un lápiz, entre otras cosas. Guardó cada una de ellas donde consideró conveniente y se fue a dar una ducha caliente. Más tardé preparó la cena, pollo al horno y papas a la espinaca, que comió en silencio con el sonido de una telenovela colombiana de fondo. Al caer la noche, cuando se fue a dormir, se preguntó si sueñan los androides con ovejas eléctricas, y esa duda aunque no le impidió apagar todas las luces de la casa sí le dificultó un descanso profundo, ya que cada tanto se despertaba sobresaltado por alguna trama perturbadora que estuviese soñando, o porque algún crujido de la cama le hacía recordar que el mar era la mitad de su pasado.
Podrán cerrarnos la noche Prohibirnos la fiesta Pero siempre nos quedará La libertad de opinión Que nadie quiere escuchar Y la libertad de expresión Que nadie quiere ejercer, Nos queda la sensación De que no me va tocar La coraza individual Es difícil traspasar, Nos queda la imaginación Recostada en un rincón Nos queda la virtualidad En la que hemos caído Y el mejor emoticón Que exprese la desazón Los recuerdos que se esfuman De la antigua normalidad Nos queda la vitalidad Y las ganas de yirar Como este loco mundo Que se ha llegado a infectar, Nos queda la aburrida espera Y un mate de madera Que no hemos de compartir Nos quedan ansias de seguir De vivir y de reír Y el llanto atragantado Por quienes han de sufrir Nos queda la indiferencia Y ánimos de resurrección Nos queda un sueño mejor Y los sueños al dormir, Nos quedan los testimonios Y las secuelas en la psiquis Nos queda el alma maltrecha Y el bolsillo acongojado ¿Nos quedaremos sin artistas? Nos quedan cuarenta grados Sin aire acondicionado Y la noche, vacía de almas, Con un celular en la palma Nos queda el entretenimiento De la mente singular Nos queda el olvido plural Y un cielo pa’ recordar Un hermano a quien llamar Cuando nos toque la hora Y veremos entonces la aurora Que nos viene a interpelar Con la locura a cuestas Que nos viene a intimidar El verano que abre grietas Los que lo odian A quienes le encanta Y no queda quien le canta Una oda a la sinceridad, Nos queda la verbigracia Ante tanta desgracia Nos queda también ilusión Y el toque de realidad Que da la televisión, Nos quedan los atropellos De la estúpida arrogancia Nos quedan también destellos De lúcida inteligencia Y el sol a contramano Saliendo por el oeste Esperando que la peste Se vaya junto al verano.
La cabeza se partió en dos, como una nuez. Pero en este caso, no había un cerebro dentro, ni dos, sino un bulto que latía, se agrandaba y se encogía, palpitante, sofocante, trémulo, gruñón. Eso era el dolor, algo que late, un corazón que bombea y el sentir que lo padece. De un lado de la cabeza, ideas; al otro, imaginación; al derecho, reflexiones, al revés, improvisaciones. Pero con el ronroneo del latido todo se entremezclaba y se confundía, lejana toda posibilidad de claridad se dificultaba pensar en nada: las actividades de mañana, la terapia, el trabajo, los problemas de la sociedad. Todo quedaba atrapado en las telarañas del dolor, en el abismal latido del dolor. La radio emitía canciones que acompañaban la situación: un piano frenético por aquí, una batería estentórea por allá, una garganta desquiciada más allá. La tela que protegía el bulto latiente se resquebrajó con el sonido de los parlantes. Todo latía más, latía la música, latía el ruido de los automóviles, latían las moscas que revoloteaban, latían las paredes que se estrechaban, latía el cielorraso. Cuando no se ve el fin del dolor en su latido infernal, nos duele hasta la mansedumbre de la eternidad.
Un problema que nos acucia la falta de profundidad al tratarlo mediocre, medio creído, medio crédulo el abismo que separa al corazón de lo que tiene en porfía tu pensar, sin sosiego por las impresiones con el tamiz de la imaginación sin el remanso de la reflexión se retuerce con las emociones y en el sostén de los sentimientos la reacción ante las situaciones queda al margen, casi al fondo la armonía que costó un perú y se derrama el vaso colmado por la gota que no se secó, si vacío la copa nocturna el vacío es posibilidad la distancia una oportunidad el reposo de la mente calma se deleita en la posteridad.
Leyendo la borra del café Como a un libro intrigante, Descubro un sinfín de sensaciones De imágenes ideadas De ideas imaginadas, Me distraigo en la contemplación Al encontrarme con tu sonrisa Sin apuro, sin ninguna prisa Leo también tu rostro La felicidad rebosante La ternura trepidante La serenidad, los divagues Que leo al salir de tu boca Y la excitación que me provoca Al leer tu sensual mirada Esquiva, precisa, recargada Que me busca y se compromete Sobre la almohada de plumas. Leo tus pechos y tus cabellos Que me cuentan cosas Son espinas las rosas Que se me clavan en el iris Cuando leo tus tatuajes, También leo tus ropajes Cuando ruedan por el suelo Leo crónicas marcianas Y las nubes en el cielo Cuando subo las persianas, Leo además los mensajes Que me obsequian un consuelo Los titulares de los diarios Los feriados del calendario La poesía revolucionaria Las metáforas más estrafalarias Los proverbios, el pronóstico Leo tus besos en Braile, La novela interminable Subtítulos, boletas, contratos Leo intermitente y de a ratos De corrido, continuamente Con suspenso o curiosidad Como al saborear tu piel, Lo que dicen las cosas que leo Que a veces capta la atención Y en otras, con la mejor intención, Aunque lo vea no lo creo Me alegran, me conmueven Me distraen, me despejan, Me aleccionan, me interpelan Y después ya no hay después Es un tiempo en presente Un vaivén de movimientos Vuela con los pensamientos Cual gaviota ante el ocaso Sobre la playa serena Caminando por la arena O surcando la brisa, Y si lees propiamente Tal como leo activamente Encontraremos el sentido De lo que no es conocido De lo que está por descubrirse Antes de que empiece a abrirse Como flor ante el rocío Como vino en el estío, Como vino así se irá Y al leer florecerá.
Y mediante el corte solemne de la cinta, damos por oficialmente inaugurada la temporada de calores ilimitados, vientos sofocantes y escasez de brisas, que uds. mediante sofisticados adelantos tecnológicos y cosméticos sabrán sortear e ignorar, festejando así al son del brindis de fin de año calendario que ha llegado «el verano», con la consecuente euforia que les depara el estado de ebullición al que sucumben las formas en elevadas temperaturas nocturnas con la embriaguez de la algarabía que representa el hecho matemático de que un año más se ha ido a la putísima madre que lo parió. ¡Salud!
Para evitar confusiones en lo que se tiende a festejar, no hay que nacer un primero de enero, ni tampoco, desde ya, un 31 de diciembre. Mucho menos un 24 de diciembre ni un 25. Es claro que tampoco conviene nacer un primero de mayo, o en días de semana santa, ni el día de los inocentes. No conviene nacer en vacaciones de invierno, ni en carnaval, ni con la llegada de la primavera o el otoño, ni en fechas patrias ( de cualquier patria, por si acaso ) ni en días que se festejen profesiones que no sean las nuestras, ni tampoco el día que se celebra nuestra profesión u oficio ( aunque no la hayamos elegido ), ni hay que nacer el mismo día que personajes célebres o personas famosas. En síntesis, para evitar toda sobrecarga en las celebraciones sociales y muchos otros males, no hay que nacer.
El poder de la televisión para transmitir valores y una guía moral al público cuando lo que nos rodea parece una parafernalia de egotismo, vanidad, insensibilidad y una constante tensión, está dado no por la calidad de locución de quienes ponen la cara ante las cámaras ni por lo que le dicta la editorial de lo que debe emitir con su voz y su mejor interpretación, sino por nuestra capacidad de descifrar los mensajes en lo que nos pueda comunicar el aparato si lo observamos con atención y especial cuidado en la escucha durante al menos una hora apagado.
Antes de que llegaran los envases de tetra-brik a estas tierras, ya veíamos en las películas norteamericanas a alguna mujer o un muchacho bebiendo directamente desde el pico leche condensada que sacaban de la heladera, en una caja. Con el tiempo, llegaron los envases de tetra-brik, pero no nos daba el cuero para pagar la leche condensada, que era costumbre de carolos, por lo que pronto veríamos volar por los aires cual mansas palomas blancas que aterrizan sobre el césped, los cartones de vinos baratos envasados en tetra-brik.
Y sin embargo… llegamos al veintiuno, año, siglo, ya ni sé. Muchos quedaron en el camino, otros vuelven con otras caras: caruchas, caras largas, cara de torta, cara de feliz cumpleaños. Pese a todo, lo que cuenta es poder contarla, y aquí estamos, contando años, canas, dolores, penas, monedas, sueños, esperanzas, alegrías. Que sigan las buenas nuevas. ¡Feliz año!