A paso firme

Creo creando vivo
y si no creo lo escribo,
al crear se hace camino
cre-haremos el destino
al crear respiro empero
si no creo me muero.

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Pareciera

A veces, globalizados, la vida es un scroll de pantalla, con mucho para mirar, poco para conservar o retener. Las imágenes se convierten en un río caudaloso, en un torrente vertiginoso sin mucho por decir, más que detractar nuestra atención. ¿Y quién es el beneficiario? Lindo título para una película. Antaño, la vida se comparaba a una película, hoy es un scroll cuasi infinito donde la muerte se nos presenta como un pantallazo azul, tieso, inexpresable, en el que esperamos que aparezca el técnico que venga a solucionar el desperfecto o nos restaure a valores de fábrica para reemprender nuestro camino en las viñas del Scroll.

Profesionales

Había faltado el arquero, en cancha de 11, y nos turnábamos para atajar un rato algunos jugadores. En un momento, le tiraron el palo a Mauro para que vaya al arco, pero éste se negó, aduciendo que él era peluquero y que usaba las manos para trabajar. Entonces, entrado en temperatura, el Roper le retrucó: ¿! Y nosotros con qué trabajamos, con el culo!?
Aún teniendo razones en su justificación, no hay que calentarse, y hay que atajar las que vengan.
En mi caso, por ejemplo, mi herramienta de trabajo es la cabeza, por eso cuando tiran un centro yo nunca cabeceo ni para despejar.

Leer es una avenida de poco tránsito

Con la lectura el día tiene un paso lento. El trajín de los peatones son frases u oraciones que parecieran pasar como la señora va con los años y el gorro a cuestas hacia el almacén, o como el hombre camina con la barba por la mañana atravesando el aguanieve en busca de un atado de cigarrillos que le permitan pensar en otra cosa, y no en los males de la vida, que se disuelve como humo en el ambiente. Las palabras caminan, lento pero firme. Nunca en fila india, sino dispersas, noctámbulas, quizás con un hilo conductor que las lleva como buen pastor a las ovejas a un prado verde y a un afluente. Con la lectura, la vida se torna calma, como cuando la hamaca de las frustraciones se detiene y dejamos de prestarle atención, la atención de niños, al movimiento y nos centramos, nos enfocamos, en el paisaje que nos rodea como esa madre al niño que busca el refugio, el calor, y empieza a conocer el amor. Los puntos suspensivos propician la pausa justa para atarse los cordones y proseguir el camino sin tropiezos. Los puntos seguidos son como el parpadeo de los ojos, como el suspiro que nos permite llenar los pulmones, y continuar apalabrando el aire. Detenerse en una palabra, en una oración, puede transformar nuestra vida. Pero no hay tiempo para detenerse, porque el texto prosigue, porque el trajín continúa, porque esta lluvia no cesa, porque la música nos hace bailar para no perder la silla cuando se detenga. Y vaya si hemos bailado… Por eso continúa este periplo, por este sendero. Porque el camino que recorro aún no está trazado, y caminar es ir viendo cómo se abren las puertas de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que seremos.

¿Cómo no se me ocurrió antes?

APROVECHAR EL VIAJE

Ya que vas para allá, traeme un postigo.
Ya que vas para allá, descargame las cebollas.
Ya que vas para allá, aplaname el Uritorco.
Ya que vas para allá, levantate un paredón.
Ya que vas para allá, calculá la distancia a Venus.
Ya que vas para allá, pedí autógrafos.
Ya que vas para allá, ventilá el estadio.

Pasen y vean, señores

RÉPLICA EN MINIATURA DE CÓMO SE CONFORMA EL MUNDO DEL QUEHACER

Hay uno que hace algo, bueno o malo, útil o inútil, eso lo determina un consorcio de 70 personas. Hay uno que limpia y ordena lo que el otro hace o deshace. Hay dos o tres que aplauden lo que el otro hizo. Hay 10 que apenas si comen y se enteran de lo que hizo y hay 15 que se dan la gran vida a costa de lo que el otro hizo. El resto son unas 900 personas que miran toda la escena sentados en un sofá o acostados en una cama, reprueban, juzgan lo hecho y el estado de cosas, alzan la voz diciendo cosas como: ¿¡Pero por qué nadie hace nada?! Qué injusticia. Y luego se van o se quedan a dormir.

Claro, es un mundo pequeño, visto desde las anteojeras de un alazán, una réplica en miniatura de unas pocas personas en el ámbito del quehacer, digamos unas mil personas, y nadie lo extrapolaría a escala global porque hay muchísima gente, infinidad, que ha hecho cosas por los demás, por el mundo o por la vida misma y lo hace a diario pero eso no tiene incidencia en la práctica del quehacer cotidiano, que tanto nos da que hablar a los charlatanes de turno.

Arena de mar

Ufff…hay tantas cosas que nos pueden salvar del sufrimiento como la medicina adecuada: un amor, la sonrisa de una hija, terapias clásicas o alternativas, la palabra justa, un arte, la artesanía, un momento a solas, un coito, el primer mate de la mañana, una película espantosa, una frase en sentido figurado, la cebolla y el morrón, respirar profundo hasta perder el aliento, mirar la luna, el vino, la noche de paz, Jesús, una melodía armónica, la voz de un cantante, la letra de una canción, un libro o un pasaje de él, decir lo que pensamos, callar, afrontar el dolor, resolver un problema, resolver otro, recordar y olvidar, olvidar o recordar, besar, amar, sentir, gozar, escribir desde el alma, desde las venas, desde las tripas, razonar, entrar en razón, amar ( sí, una y otra vez ), cantar en la calle, recitar poesías, Darío, caminar mientras, caminar durante, caminar a pesar de, contar los años, perder la cuenta, soñar, dormir, despertar, inventar, crear, transformar, hablar sin decir tanto, decir sin hablar mucho, salvar, dar más, pedir, trabajar, escuchar a alguien, la amistad, oír, vivir. Pero hay algo que no podemos salvar, y es el instante que pasa y, sin aviso, se va.

Reivindica

Muchos recuerdan el monólogo de Segismundo de Calderón de la Barca o parte de él, pero no lo recuerdan como poesía sino como máxima; otros, en cambio, lo interpretan como disparate o metáfora desaforada; muchos lo hicieron parte de su vida ( o de su sueño, según convenga ). Lo cierto es que ha dado que hablar durante siglos, que hablar y que escribir. A mí, por ejemplo, se me ocurrieron estos versos, que el tiempo ( y la almohada ) dirá si son válidos.

***

Yo vivo soñando aquí
y no todo el sueño vi.
¿Qué es el sueño? Una lección
un misterio, una atracción.
Pues bien, durmamos  señores,
la cama comprometida,
que cada sueño es la vida
y nuestra vida, vida es.

Canción del naranjo triste

Surge de repente en tierra
Surge como nuestra fruta,
Ante la vida se aferra
Firme pese a la disputa.

La veo venir y acecha
La veo subir maltrecha
Matándome para vivir
Subiendo para resistir.

Trepa el tapial y el árbol
Trepa y nos oculta el sol
Enredadera del viento
Trepa así el pensamiento.

RECREANDO LOS DOMINGOS

Otro domingo que me encuentra trabajando, que me despierta trabajando, que me obnubila trabajando. El frío palpita en las paredes, mientras los noticiarios dan cuenta del calor agobiante en otras regiones septentrionales que decantan en incendios, aquí el frío conversa con el alba y con el cenit, conversaciones que tropiezan porque todos tienen algo que decir y poco que escuchar. Son los estentóreos coletazos de la globalización. Lo inmediato es paliar la ola polar con una frazada, con un poncho de alpaca, con unos mates que a la distancia desde la metafísica europea o desde la naturaleza caribeña observan con curiosidad la excéntrica costumbre nuestra, que la pandemia ( y la lógica neoliberal ) ha querido derribar como uno de los tantos daños colaterales que está dejando. Sube la yerba y chupo. Y pienso. El mate favorece la facultad del pensar, y del sentir, y del gastar bien el tiempo, atentando contra el consumismo. Pero cortemos un poco con esta disyuntiva, con estas divagaciones pueriles que cualquiera tenga por hábito el mate, la conversación, el pensamiento, ya habrá dejado atrás para dar cuenta de los beneficios inmediatos y a largo plazo, de largo aliento –como al escribir una novela- que trae aparejada esta costumbre, y pasemos a algo de carácter más universal, como la poesía. Y el universo no sería el mismo, con sus bondades y torpezas, sin el valor que nos ofrece la poesía, ni sin su sabor ni su aroma ni su cálido paso por nuestras vidas, ni su…


LA VIDA EN COLORES

A mi viejita

Caminamos de la mano y a la par
las fronteras de la civilización,
la mañana es una conversación
en la cultura que no llamamos mar.

Pero es vasta, profunda y superficial,
como el mate que no hemos de compartir
compartimos el sentido de vivir
el dolor y la alegría existencial.

Transitamos, eso no es poco decir
el tiempo se nos escurre sin rencor
recordando y dando gracias de existir.

Viejilinda atravesamos el color
como un arco ( iris ) al escribir,
cultivaste la semilla del amor.

Pensar que el domingo pasa con o sin poesía para muchos, pero sin música sería un error, decía Nietzsche. Y Perales compuso una canción de maravilla, para bailar y cantar, para sentirla en lo más hondo del corazón cuando late. Y pensar que hay gente que se ahoga escapando de una vida tortuosa, en barcas que no salvan, de contextos que duelen en los huesos y en la piel, donde el alma no puede respirar, como respira este mate, que sube, que baja, con este frío que congela el pensamiento, que entumece los sentidos. Pero tenemos música, tenemos poesía, y es motivo de celebración y agradecimiento, porque en el fondo ( a la derecha ) somos un poco de eso también.

Pleamar a las 15

A Martín

Hoy el cielo estuvo gris,
lo supongo pues no lo vi
lo sospecho, me lo perdí
en amargo sabor anís.

No vi volar las palomas
que anidaran remolonas
en el monte, en las lomas
un cielo de punto y comas.

Me caigo y me levanto,
como pluma de Lepanto
sin la estirpe del santo
amén del sagrado manto.

La vida tiene sus goces,
la convivencia, sus roces,
mi espíritu cicatrices
mi ansia las directrices.

Y el camino a transitar
tiene el encanto del mar,
como el encuentro en el bar
o por la amistad, celebrar.

El encanto de lo fugaz

Hola, ¿Alguien lee esto? Y en caso afirmativo, ¿En qué tiempo lo lee? Me inquieta la curiosidad… Me intriga, ¿Es verano? ¿Llueve afuera? En definitiva si se tomó un tiempo para buscar algo para leer, es porque -un poco- lo que pase con el tiempo no resulta significativo. La naturaleza habla en un idioma que pocos saben leer, si es que quedan entre nosotros quienes puedan hacerlo. ¡Bueno! Algunos saben al dedillo predecir lluvias, heladas y cuestiones metereológicas por el estilo. Pero en estos momentos nos resulta irrelevante, porque buscamos algo que nos diga algo, alguna comunicación que pasara por entretenimiento que nos llegue, en este momento en que lee, y que nos permita pensar, pensar o sentir, en cosas que no siempre se nos ocurren, o se nos ocurren pensarlas pero no le prestamos atención, o quisiéramos prestarle atención pero el tiempo es escaso. Como diría Mark Twain, el tiempo está delante, el tiempo está detrás, pero en el presente el tiempo no existe(sic), ¿o fue Tolstoi? aunque sabemos que es un bien limitado y por eso toda exploración del tiempo a lo largo y a lo ancho ( y a lo profundo ) nunca supone una dilapidación, sino una experimentación justificada por demás. Porque experimentar ( qué palabra experimentar..) en su amplia expresión ( y vaya si el vivir no es expresión ) puede ser lo que le otorgue el valor significativo que a veces se nos escapa cuando las ideas derrapan en nuestra mente, ideas que como el tiempo a veces se tornan difusas y no las llegamos a apreciar con la suficiente claridad para darle el valor que nos sirva de sustento. Caminante, ¿No hay camino? El tiempo es eso que hay que andar, andar y desandar, al derecho y al revés, es la moneda de cambio, el jinete sin cabeza, la calabaza a la medianoche, el espejo en el rincón húmedo, el grafitti en el tapial, las pilas sulfatadas, el poema inerme, la música, el puré de papas, el humor en Canterville. Tiempo, necesito tiempo, quisiera tiempo, para no perderlo, para guardarlo en un bolsillo a prueba de finitudes, guardarlo en una caja fuerte que lo preserve, que lo preserve por la eternidad, de la eternidad, que lo preserve de los embates del tiempo, y si alguno no cree en las contrariedades que las ponga a prueba en el tiempo. Y que descubra qué es lo que perdura, más allá de estas ¿palabras?… fugaces, pueriles, eternas, porfiadas.

Pasa y queda

Se va el domingo con la sensación de que nada nos queda,

de que ha pasado sin más, de que ha pasado nomás,

de que hemos pasado nomás, de que hemos pasado sin más,

( ni menos )

y sabiendo sin certezas de que no nos queda más ( que ),

salvo…

El domingo en la retina

Se va el domingo, se va nomás, se va quizás. Lo despedimos con hidalguía: ¡Chau, culiao, volvé pronto!

El domingo nos mira con cara de dinosaurio de peluche, muestra los dientes largos y finos, y responde con la altura de un diplomático francés: en siete días estoy con ustedes.

Nos queda la sensación de cercanía de aquellos en quienes vemos un reflejo de los que ya no están, con sus características irremplazables, más allá de sus roles, quienes en su caracter de únicos muestran, además, líneas delgadas de semejanzas entre una persona y aquellos, afirmando la familiaridad cuando está nuestro querer de por medio.

Volverá el domingo, con sus rasgos particulares, con sus bondades, con sus celebraciones, y hasta es posible que se despida con el poniente.