La depresión le vigila los pasos

La vida se le presenta con baches a Eduardo, como el pavimento, con huecos vacíos, con pozos anímicos, tras una marea de gente ansiosa, tras un mar de apatía e indiferencia, tras un vendaval de impresiones que el vivir diurno ofrece despojándolo de los sueños. El ritmo fluye, la vilipendiada armonía se enturbia con el ronroneo de los diversos motores, la música se torna mecánica, las voces metálicas, los abrazos se postergan, los puños se chocan en señal de disidencia. La antojadiza normalidad le muestra coreografías de danzas frenéticas y circulares. La moda atropella cualquier intento de reflexión, lo embiste, lo arrolla, y la ambulancia hace el resto del trabajo sucio. Dolores y penas se quedan en las profundidades, dentro, esperando el proceso que las purgue, esperando el retorno a algún atisbo de felicidad, aunque más no sea momentánea.
Esperar que el afuera le traiga lo que no está adentro, lo que no está en ningún lado, esperar palabras, rascar la superficie, observar imágenes en movimiento, fotografías estáticas, el correr del arroyo, el vuelo de las aves, el tránsito vehicular, el ajedrecístico tránsito vehicular, observar y escuchar, aburrirse, morir en el intento de vivir, respirar profundamente para refutarlo, hablar para negar la muerte, dar consuelo, llorar a mares, despertar con alegría, despertar con sueño, despertar sin levantarse, despertar en la oscuridad, despertar muy tarde para estar despierto, despertar porque es el único remedio. Y luego suspirar, y luego inspirar, dar vueltas en la cama, dar vueltas las ideas, dar vueltas los pelos, la cabeza, recorre la casa, dar vueltas por la ciudad sin mirar nada como si fuera la primera vez, sin mirar, mirando al cruzar la calle, mirando vidrieras, mirando pasar la gente, la gente común, la gente en su mundo, en el mundo en común, mirando a los que trabajan, a los que duermen, a los que andan, y luego caminar o más bien deambular, con los pies rozando las baldosas, tropezar. Subirse al auto y olvidar, manejar y no pensar, volver y recordar. Prender la televisión y buscar, buscar, buscar. Apagarla y dormir, y en el transcurso soñar. Desayunar a las 3pm. Y en el intento de hacer cosas, las cosas lo van haciendo. Erguirse, doblegarse, redoblar la apuesta. Limpiar todo, purgarlo, limarlo, extirpar impurezas. Mirar el espejo de reojo, con desconfianza, con cautela, con expectación, con sorpresa. Sonreír. No, no era lo que pensaba Eduardo: Era lo que pensaba. Pero ya no. Levantarse, una vez más, levantarse y andar.

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A Propósito de la Neutralidad Literaria

Por. Karol Bolaños Hace dos días estuve escuchando una mesa redonda virtual dónde se discutía alrededor de una polémica nacional. Se trataba de la participación de escritoras y escritores colombianos en una feria del libro. Fue interesante ver las construcciones humanas y culturales que se hacen los intelectuales del país; ya que, mostraba una paradoja […]

A Propósito de la Neutralidad Literaria

Utilizar la herramienta del intelecto al servicio de lo humano. Esa parecería ser una buena aspiración en lo artístico, en la literatura. Pero bueno, lean el post porque esta chica entiende muy bien ( es Colombia, pero aplica a Latinoamérica ).

Idas y venidas

El pensamiento se turba cuando acaecen los temores. La pena parece quedar en el pasado, con los padecimientos a cuestas. Las alegrías van y vienen, como las bicicletas, como las palomas, como la suave brisa que toca la punta de la nariz. Sorbo un mate y reflexiono, sorbe el griego. Me pregunto si alguien leerá lo que escribo, si alguien cae en la tentación de dormirse en los laureles, si alguien pasa y escucha la voz que acaricia, me pregunto si alguien se pregunta. Las estaciones se suceden como se suceden las situaciones, como seducen las palabras, como se suceden las genealogías: con flores, con lluvias, con el Pampero sobre el tejado. Calma, calma… La vida es una promesa presente, persistente, un velo para descubrir y encontrar belleza y verdad en lo cotidiano, debajo de la alfombra de la rutina, un paseo por el cosmos con o sin estrellas, con o sin cometas, una vista panorámica, un momento de comunicación. Ni todo es oscuro como lo pinta el noticiero, ni todo contiene la luminosidad de las noches de Van Gogh, y en el medio, justo justo, esperamos con anhelo, entre sueños, esperamos sin esperar nada, la transición de un sueño a otro, de un sentimiento a otro, agazapados, prestos a soltar la carcajada o el llanto, porque la vida, porque esta vida, sí, porque la vida…sí.

Un domingo que trae soles

Domingo, domingo… Domingo va, domingo viene, el domingo nos entretiene. Domingo Faustino, domingo perdón, qué lindo el domingo: para descansar, para caminar, para trabajar. Domingo para recrearse, domingocio, en el que se me escabullen las palabras, al que acuden sentimientos encontrados y sensaciones perdidas, en el que aperecen visiones de días felices, de momentos de otros tiempos, domingo para recordar, domingol, termina una semana en el que empieza un mes, domingo cargado de olvidos. ¿Pero quién necesita recordar cuando tenemos un presente vívido, lúcido? Es un día de encuentros y también de desencuentros, de abrazos, de indiferencia, el domingo las repulsiones se toman un descanso, todo es agradable: quedarse en la cama, escuchar el viento, hacer el amor, dormir hasta el mediodía, el mate amargo, los borrachos del after, las picadas, laboriar sin descanso, el reguetón, la mortadela, Mafalda, las redes, barrer la vereda, perder el tiempo, Ricardo Arjona. Un llamado telefónico desentona con la armonía que se siente…¿Quién será? ¡Pero claro! es Claro ofreciendo servicios, todo es claro un domingo, y mucho más si el sol nos acompaña desde lo más profundo de nuestros corazones, de la sinceridad, de amar el bien y querer el bienestar, de sentir que durante cinco minutos -un fugaz domingo entre las dunas pampeanas- somos felices y con eso nos basta para encarar la vida con los ojos humedecidos, el cerebro fresco, abiertos a lo que la vida traiga, nubes o vapor, anhelantes, peregrinos del Universo, vástagos del pavimento en esta primavera prometedora.

Escribir un poema

Escribir, cuando el mundo se oscurece,
darle un verso, de revés, al que fenece
la palabra postergada por la pluma
es la voz de nuestro océano y su espuma.

Escribir, cuando el mundo se envilece,
cuando todo el pensamiento entristece
que no acalle el corazón en esta rima
que se eleve el sentimiento hacia la cima.

Escribir, cuando todo parece una fiesta,
cuando penan cabizbajos sinsabores,
escribir, como atisbo sideral de la protesta.

Escribir, ante toda cabal indiferencia
que el poema va cincelando colores
cuando el alma va encontrando referencia.