Chi va piano

Último domingo de enero, último enero del año, hay últimos que serán primeros, hay momentos que dejan rastros de eternidad en el silencio, hay silencios que hablan más que las palabras, hay palabras que invitan a profundizar el pensamiento, hay pensamientos que por el hecho de ser tan bellos nos hacen pensar que no serán ni los primeros ni los últimos. ¿Qué se puede esperar de un atardecer veraniego? ¿Que el viento amaine, que baje el sol, que brille Venus? Se pueden esperar oír el campanario, el canto del cucú dando las veinte ¡oh clock! y el eufórico grito de gol, ahogado por la tecnología. Febrero asoma por la claraboya, ahí se lo ve, pegadito a la luna menguante que crece en los cielos de Hollywood, dándole colorido al espectáculo y calor a los espectadores. La murga ensaya la comparsa, con el latido del redoblante y el pasito de caderas bamboleantes, con la espuma en el cabello y las bombuchas volando por los aires celebrando el carnaval, ante la lasciva mirada de los dioses, que despiden este enero veintidós de locuras, penas y sabores tropicales con la tristeza porque algo nos deja, pero con la alegría de darle el recibimiento y la bienvenida a todo lo que llega, bajando desde el tejado como los gatos o atravesando la esquina, como reina del carnaval. Todavía le quedará cuerda al verano y al tic tac.

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En el sillón

El hombre se sienta en el trono a observar, porque qué mejor terapia que juzgar lo que pasa delante de su vista. Juzgarlo todo, lo que esté al alcance, ya habrá tiempo para analizar cuando se apague la luz ( risas de fondo, de autodidactas del sentido común ). No es que el hombre, Jaime, busque juzgar y analizar, sino que se ha especializado en la materia, ¡Y lo hace gratis! Observe: son las 22 horas, y ya cansado de juzgar el mundo de las noticias con rumores de guerras, con guerras que apenas se mencionan, con un fotógrafo que muere de frío ante la indiferencia metropolitana, con vínculos sociales virtuales donde los abrazos cotizan en bolsa -y los magnates los juntan en pala-, donde las posibilidades de empleo son promesas de programar los teléfonos que programan mentes, donde los cartones son la única facilidad de comer que tienen unos cuantos, donde el agua está pero no llega a las casas, donde el fuego todas las noches arrasa, donde la muerte nace y la vida se aborta al ritmo dominicano, donde el hombre se harta y se conecta a internet a ver qué le cuenta NetFly. Jaime quiere volar pero se enreda. Es joven, el trabajo no le proporciona mayores satisfacciones, pero costea los gastos de una vida un poco superior al promedio, económicamente hablando. Ya chateó todo el día y para esta noche no logró concertar un encuentro cercano con Daniela ni con Agustina, por lo que ahí está, sentado en el trono. Ya cenó y ya miró el panfleto publicitario y ya se desabrochó el cinto y ya miró el noticiero…¿Miró el noticiero? El mundo no lo conmueve, la muerte es cosa de todos los días: por las enfermedades de distintas índoles, por los accidentes de distintas vertientes, por los refugiados que no tienen refugio, por las balas, por las drogas, por las ficciones, por la depresión, por el hastío, por la miseria, por los cowboys. ¿Qué mira Jaime? ¿Una película de tres horas o una serie de trescientos capítulos? La indecisión lo carcome. Observe: el consejo más repetido que el hombre escucha es: no pensés. Y el hombre lo adopta y se habitúa. El cine es una buena excusa, pero los espectáculos masivos están suspendidos por lo consabido, entonces qué mejor idea que un cine ambulante. En la cama, en el sillón, mientras lava los platos o sobre el inodoro, el séptimo arte lo acompaña hasta que se duerme. Y el hombre observa y juzga, las actuaciones son muy buenas y le dan ideas de lo que la vida podría ser, porque todo esconde un potencial, un devenir en el porvenir. Jaime se duerme con la película corriendo ( ¿O eligió la serie? ) y la pantalla de los sueños se enciende. Las actuaciones del inconsciente les dan otro tipo de ideas, que tal vez se reflejen en las relaciones laborales o cuando Agustina lo invite a bailar. Observe: el hombre duerme y juzga lo que ve, creando una barrera que lo distancia, indiferente a lo que lo llama a participar, por el hecho de ser parte de ese mundo de horrores, por esa realidad que además incluye las alegrías, las ilusiones, los nacimientos y desde ya los sueños, como ese que lo envuelve. Plácido, entre las sábanas, casi sin pensar.
Además la película que estaba viendo terminó.

El rusito ( Microcuento )

Estaba soñando, y lo sabía, por lo que se fue del bar sin pagar el café, como una burla que en su estado lúcido no se animaba a acometer. Entonces todo se desmadró. El mozo comenzó a perseguirlo y el rusito tuvo que correr. En un momento sintió un dejo de arrepentimiento por su accionar pero se dio cuenta que era tarde para pagar lo que había consumido y que ensayar una disculpa ya no era la solución. Pero el rusito tomó coraje cuando el mozo se le vino encima, porque sabía que estaba soñando, y se le paró de frente. El mozo entró a tirar piñas totalmente desarticuladas, como si se tratara de un borracho a punto de desvanecerse y el rusito las esquivaba con gracia, hasta que se le estremecieron las entrañas con una risa irrefrenable que culminó en una carcajada estruendosa por la grotesca visión del mozo que le costaba mantener una postura erguida y soltaba las manos como un monigote circense, pero menos estruendosa que la trompada que le surtió el mozo en la nariz, cuando logró embocarlo y lo derribó.
-A ver si otra vez se te ocurre irte sin pagar.-le dijo, con el rusito yaciendo en el piso, que todavía no salía de la risa que lo embargaba.
Se despertó con la sensación de felicidad que dan las carcajadas en los sueños y la confusión que da la humedad que corre por la boca como sangre diluida cuando uno se cae de la cama y se rompe la nariz contra los cerámicos.

De agradecimientos

Por suerte, cuando pasamos malos momentos alguna ayuda, alguna presencia nos hace ver que la vida es bella ( como decía la película ), que la vida es buena ( como decía Sergio Denis ), que la vida es sueño ( como decía Calderón de la Barca ), en fin, que todo mal no tiene más remedio que partir y todo sufrimiento puede llegar a tener fin.
En la imagen vemos la estela que dejó Súperman al marcharse tras pasar esta tarde a darme una mano con una cañería que perdía y me tenía podrido. ¡Gracias!

Pardos

El día se apaga con nostalgia
La noche se ilumina con prestancia,
Se pasean los gatos con elegancia
Dueños y señores de la noche
Aventurados desafíos del destino.
Uno negro que se cruza en tu camino
Uno pardo, en el foro del derroche
Con la niebla que se ciñe en el farol
Y otro rubio con los ojos como el sol.
¿Uno rojo? ¿Uno verde? ¿Uno violeta?
Alucinan los colores del cometa
Son visiones de estrellas maravillosas
De luces que articulan otras cosas
En la noche, que a veces es un abismo
Otras veces uno se encuentra a sí mismo
Y se pierde del soporte irremediable
Que da el gato con su estirpe irrevocable.

LOS AÑOS DULCES

Una fruta dulce
Una fruta somos
Un kiwi, un durazno
Y a veces sabrosos
Jugosos, jugosos
Un pelón, ciruelas
Que muerden las muelas.
Una fruta deliciosa
Los años son cáscaras
Las arrugas máscaras
La risa contagiosa
La ventura, calma
Una fruta somos
Un pequeño cosmos
Que otros saborean
Hormigas y nietos
La pulpa es el alma.

CON UN BOWEN EN LA COPA



A mi amigo Leo

Laburante del mejor
guitarrista, trovador,
gran hermano, constructor
de conocimiento profundo
papá del pequeño Facundo
y protector de este mundo.

En el diminutivo, tocayo
él toca, yo Leo,
amigo en los mandamientos
querible Leo,
compartimos pensamientos
en algún recreo.

De alma son los cimientos
que vamos forjando
el tránsito de esta vida
que se va dando,
con amistades, con la familia
y los sentimientos
y con tu magistral cerveza
vamos sanando.

Que se cumplan tus deseos
( y que sean muy buenos )
que no asusten las tormentas
con muchos truenos,
que haya momentos felices
y en Navidad, renos,
que esta dicha compartamos
querido Leo.

De oído

Estaba pensando y, no mentira, estaba cantando, no no no mentira, estaba tarareando, no tampoco, estaba silbando una canción o en mi imaginación creía que ese sonido que salía de mis labios se asimilaba a cierta canción, cuando, de repente, para mi sorpresa, la pasaron por la radio y me dí cuenta que no sólo no se parecían en nada el silbido y la canción, entonces me puse a cantarla pero como era en inglés, las vocalizaciones no coincidían tampoco y además sonaba desacompasada, por lo que quise sacarla con la guitarra y ahí sí, por fin, la saqué y me saqué esa espina de encima, esa molestia porque a mí no hay música que se me resista. La saqué sin remordimiento, sintonicé otra emisora que hablaban de actualidad.

Muy tarde, zona Atlántica

Era muy temprano en un mundo que no dormía, y muy tarde en una aldea que no vivía, pero cuya respiración espasmódica sentían los turistas que arribaban a buscar dulce de leche, yerba, mates calabazas y ponchos de alpaca. Los dólares pintaban el paisaje yermo de un verde cobrizo que reflejaban los ojos azules de los comerciantes. Llegaban de Mallorca, de Lyon principalmente, también de Amsterdam, de Barcelona, Bilbao, de Palermo Italia, pero también de los barrios de Palermo y Recoleta, de Mendoza, de Andalucía, de Messina y de Belgrado, y otros más difíciles de entender, pero que al hablar el idioma mercantil y monetario, todo resultaba mucho más sencillo. Nadie sabía qué era lo que convertía a la aldea, o la había convertido, en un lugar de gran atractivo para la alta alcurnia. Los lugareños creían que eran sus manjares, otros más reflexivos lo atribuían a la calidez de sus playas y la prensa porteña señalaba a la naturaleza silvestre de todo el ambiente como la principal fuerza centrípeta para que gente de distintas latitudes resolviera pasar quince días, quizás los más sublimes quince días, de sus vidas en Pehuen Có. Sin embargo, era muy tarde para presenciar un espectáculo que no se vería en las pantallas de Netflix, pero que los que tuvieron la suerte de observarlo, en el parque donde los mastodontes y el tigre dientes de sable vigilaban la llegada de una pareja de portorriqueños, que hasta ese momento habían creído haberlo visto todo, pintado de Mickey, que los dejó estupefactos, erectos, rígidos como la Movediza, al punto que ninguno de los presentes pudo fotografiar ni filmar el excepcional suceso, salvo Gerri, el avispado ahijado del dueño de la cantina Cicerón, que ahora está en tratativas con la televisión para vender el registro fílmico, lo que puede llegar a dar que hablar, ya que a los que narraron lo sucedido los trataron de borrachos, delirantes y de haber construido el relato de una alucinación colectiva digna de una secta de piojosos que buscan trascendencia en drogas y estimulantes, alterando el orden público.
Mientras tanto, Gerri se divierte mirando cosas graciosas en Tik Tok.