Agua va

Van quedando pocos interlocutores en este mundo globalizado, las gentes prefieren pisarse unos a otros a la hora de hablar, cuyo consuelo tecnológico es el mentado chat. Desde que existe Facebook, muchos han dejado de preguntarse ( de preguntarles a los demás quiero decir) que piensan al respecto de algo. El pensamiento -por normativa- es algo de lo que hay que huir, en el que la indiferencia es la moneda corriente.
Claro que hay excepciones. Alguno se detiene a dejarle unas monedas al músico en la plaza, pese a que la música hoy día más que tocarse se fabrica. Pero bueno, quedan almas sensibles tras el huracán, como árboles de firmes raíces que soportaran estoicamente los embates del temporal.
Las ideas se diseminan de tal forma que una vez arraigadas es difícil tirarlas abajo, combatirlas desde el amor ( Maná dixit ). La utilidad de las palabras, además de la comunicación a la hora de obrar y del entretenimiento, radica en la facultad de pensar, de profundizar en temáticas y de elaborar vía el pensamiento, lo cual requiere cierta disciplina, cierto entrenamiento para el cual una mente entrenada solo para reaccionar se pierde las posibilidades de la asimilación, la contemplación y la recreación de la ideas y su belleza y magnificencia.
Anoche escuchaba a Dolina y, entre muchas expresiones, decía algo así como que para valorar la excelencia en las artes había que tener cierta estatura. Y lo cierto es que con la nube sobre nuestras cabezas, nube de ruido y polvo, nos impiden volar, las cosas adquieren una chatura del orden de los gnomos de Groenlandia, si los hay, o de los sapos del jardín donde el croar de unos no se distingue del de otros y caemos en la zanja en la cual «todo es lo mismo», pero no por elevación sino por embotamiento. A veces discernir lo bueno de lo oscuro es un buen ejercicio.
En otras palabras, a falta de un buen interlocutor siempre está la posibilidad de lanzar una botella al mar con nuestras ideas en un papel y dejar que la corriente haga su trabajo, porque no hay nada más misterioso que la casualidad, porque el sabor del vino en los labios nos hace olvidar la botella a la deriva.

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No señor

Da lo mismo un buen amigo
que un ratón
Una charla con tu viejo
que un sifón,
Da lo mismo el besuqueo
que un botellón
Da lo mismo abrazarte
que esmartfón,
Da lo mismo que charlemos
y el sillón,
El primer mate del día
O el colchón,
Da lo mismo la melancolía
que en avión
Que la radio, una poesía
y el cartón.
Al final, no hubo principio
en un principio, era el final
No se sabe si es por mal
que el buen bien da inicio.

Tapa dura

Una persona puede ser un libro abierto ( como se decía antaño ) pero la gente olvidó el arte de leer.

Se entendía entonces, que un libro abierto era una fuente de muchas cosas valiosas.


Aquí es muy común que los libros se vendan como reciclaje de papel. Otros más ingeniosos los utilizan para apoyar el mouse de la computadora o como posapavas. Y como en los libros uno puede encontrarse con cualquier cosa, desde historias muy jugosas a narraciones tediosas, desde diálogos sustanciosos hasta solamente ruido, es natural que con las personas ocurra lo mismo, y muchas veces los lectores poco versátiles se dejen seducir por la tapa, el título o el nombre del autor y se lleven un fiasco.

No obstante, leer, en ocasiones, puede ser muy gratificante, muy reconfortante y sumamente satisfactorio, no sólo libros sino libros abiertos como suelen ser ciertas personas. Claro que para leer hay que tener cierta disciplina, cierto entrenamiento en la materia, hay que disponer de tiempo, además. ¿Alguien sabe con precisión qué guarda -como tesoros invaluables – una persona que ha recorrido un camino de vida, atravesado por piedras, perros salvajes, corridas, encuentros, grandes amistades, derrotas, mil sabores y alegrías incalculables? Y lo mejor es que se mantiene sobre sus rieles y prosigue, tal vez esperando, ansiando, ser leído. Pero no, la gente va, llega, saca una foto, y se va. Digamos que olvidaron el arte de leer, tampoco es cuestión de culparlos porque la sociedad como está planteada los va llevando hacia sus intereses.

Tal vez los teléfonos que albergan tantas tapas de libros ( estamos hablando de fotografías de personas) se están reciclando para convertirse en algo todavía mejor. No lo sabemos.
Por lo pronto, los que han alcanzado cierta estatura como para ser capaces de disfrutar de una buena lectura, tendrán que revolver entre muchas cajas de saldos de libros usados hasta dar en la tecla, o encontrarse con alguna persona de valor que abra sus páginas al aventurero.

CONCILIO ( ¿O TERMIDOR?)

Muchas veces ocurre que con las palabras simplificamos algunas cuestiones en conversaciones coloquiales, para que tengan mayor llegada entre la gente y otras se complejizan los asuntos porque merecen tratamientos diferentes, de acuerdo al público, por ejemplo en una oratoria ante un auditorio colmado de aspirantes a médicos o enfermeros.
Pero los médicos están para otra cosa, cumplen otras funciones dentro de la sociedad, así como también los ingenieros, los cómicos, los operadores de tv, los abogados, los nefrólogos, etcétera.

Por entonces, ya decían los antiguos que Dios es la respuesta a tus oraciones. Esta respuesta, en ocasiones proveniente de uno mismo aunque muchas veces asumida por el sujeto como exterior, se aceptó luego con descubrimientos, investigaciones y estudios como los de Sigmund Freud, Carl Gustav Jung y otros, provenían del subconsciente ( por debajo del umbral de la consciencia ), también llamado inconsciente en algunas publicaciones.

Se deduce que los que decían hablar con Dios en siglos pasados, no estaban locos, estaban desactualizados. En tales términos, se desprende que no solamente existe, sino que además es en adición inconsciente y se cree que cuando decimos que nos traicionó el subconsciente, estamos incurriendo en una blasfemia pues, también como se decía antaño, Dios no traiciona. Todo esto es especulación, terminología lacaniana, y el mundo es lo que es, con sus vaivenes cambiantes, con sus avances tecnológicos, con su detrimento cultural, con sus cosmogonías laterales, con lo bueno y lo malo entrelazado en una laguna verduzca donde nadan patos, que a veces se vuelan.

En este siglo, con todos los problemas que trae a diario y son conocidos y algunos terribles, tremendos y horrorosos y los beneficios que ofrece para quienes tengan oportunidades y bastante suerte, los padres llenan de regalos a los chicos: pelotas, celulares, bicicletas que alcanzan velocidades hipersónicas, la play, en fin. Pero los viejos de nuestras épocas, antaño, algunos recordarán, nos regalaban algo que algunos considerarían más valioso: nos regalaban tiempo, y si les pedíamos un chocolate nos daban una manzana ( que era más barata ) y nos obsequiaban una enseñanza.

El tiempo pasa y los tiempos nos cambian, algunas ideologías persisten y otras se reciclan como el cartón.

Quizá la educación que nos daban treinta, cuarenta, cincuenta años atrás, con las problemáticas de aquellos años, alguno podría pensar que era más generosa que la de ésta época. Pero no, los niños de entonces de estas tierras ( hoy muchos veteranos ) conocimos el tiempo porque nuestros viejos estaban muy, pero muy al pedo y no tenían tantos entretenimientos y preocupaciones como los que existen hoy y acaparan todo el ancho de banda de la atención dominical.

DECIDE ERRATAS

A don Tito, con cariño

Camina rápido entre los delincuentes y las risas
ya encontrarás paz y algo de silencio en el cementerio.
Mantén buenas relaciones con todos, y si no se puede, que revienten.
No digas tu verdad ni tranquila ni clara, ni escuches a los demás
menos aún al bruto y al ignorante, ellos cargan una gran estupidez.
Esquiva a personas ruidosas y agresivas, salvo para practicar boxeo.
Compárate con los demás, y te volverás orgulloso y superado
porque siempre habrá personas más estúpidas y miserables que tú.
Pon interés en tu propia carrera, y que sea ambiciosa
ya que recorrerla es un tesoro ante los cambiantes vientos.
Sé garca en los negocios, porque el mundo está lleno de vivos,
pero no por esto te ciegues a las oportunidades de seguir garcando gente.
Mucha gente lucha por altos ideales. Allá ellos.
No seas tú mismo. Y especialmente finge afecto hacia los demás
Tampoco seas patético en el amor, porque frente a todos sus encantos
el amor va y viene a diario como el colectivo.
Rechaza con desdén los consejos de los años
y procura con elegancia reemprender las cosas de la juventud.
Nutre tu espíritu con reguetones y publicidades.
Muchos temores nacen de la fatiga y la conectividad.
Con o sin disciplina, sé amoroso contigo mismo
como los árboles y las estrellas, tienes derecho a ensuciar un espacio.
Y sea que te resulte claro o no, el universo marcha como el culo.
Por lo tanto, exígele a Dios que lo enderece, sea la idea que tengas de Él,
y tengas trabajo y aspiraciones o no, dale de beber a tu alma
en la terrible sequía espiritual de la vida.
Aún con todas sus luces, shoppings y alborotos
este sigue siendo un horroroso mundo.
Cuídate amigo y olvídate de ser feliz.

Naty

Aquí estoy, en un rincón de este cosmos, en el centro de la escena que nadie mira, exceptos mis ojos que tienden al parpadeo, como método de protección cuando la visión me atemoriza, como esas cosas que dicen en los noticieros que ve mi mamá cuando se cansó de hacer todo lo que tenía para hacer en esta vida, al menos por hoy. Pero sé bien que mañana será igual.
-Natalia, levantate que se te enfría el café. -después de decir eso, como el acto de amor de cada día que se permite ofrecerme, se subirá al auto para estar lo más lejos posible de mi rostro. Es su amor y más también.

Y aquí estoy, pensando en cualquier cosa, menos en este café, ni en estas galletitas, ni en esta mermelada light. En frente, la pantalla del smartphone me muestra todo lo lindo que la vida me escatima, subsanado con la felicidad que se puede comprar, según las propagandas que nunca faltan ni son escasas, felicidad que nunca dura más de tres minutos luego de abrir las cajas y empaques que contienen artículos variados como los auriculares que me compré ayer pero no lo que prometen con las propagandas, al menos ya no soy tonta como para caer tan fácil, aunque con ese smartphone podría fotografiar la luna y casi casi poder acariciarla, rozarla, caminarla. Otra vez estás en la luna, Natalia. Vamos, ¡baja ya! La vida es aquí, esta vida es aquí, con todo lo bello, con todo lo feo, entrelazado. Tengo sueño y tengo sueños. Espera, Esperanza, ya voy a responder tus ventisiete mensajes matutinos antes de que empieces a hablar. Sí, ya sé, no podías dejar de pensar, la noche se hizo larga y plomiza, bla. Es que yo también tengo mis problemas, no creas que para mí todo es tan fácil como te lo pintan las blusas que cambio cuatro veces al día, no, aunque dudo que me estés escuchando, Esperanza. Sí, te entiendo, pero cambiemos de tema: ¿lo viste cantando a Mariano Martínez? Decime si no es un dulce… Ah, perdón, a veces olvido que estás a dieta, como todas nosotras. No hablemos de dulces.
En fin, aquí estoy, sigo aquí, esperando Esperanza, esperando que se enfríe el café, que me hablen, que miren mi foto del desayuno. ¿Qué querés que haga, Esperanza? Sigo soñando, sigo esperando, Esperanza.

Trastos rotos

Las cosas se perdieron hace tiempo y el tiempo nos va cambiando, nos pone canas en la barbilla, nos teje arrugas en el rostro y nos deja monedas en el bolsillo. Muchas de nuestras imaginativas acciones son un intento de patear a la muerte para más adelante, una persuasión con dotes de instintiva y reto intelectual. No la muerte en sí, sino el tema que nos preocupa. No obstante, generalmente ni siquiera existe el tiempo en que recurramos a ello con tanta muerte a diario, alrededor e incluso en estrellas lejanas y galaxias prometidas. Las cosas se pierden y otros las encuentran, como un encendedor que se nos cae caminando o como aquello que tanto trabajo da construir para que caiga un huracán desde los cielos y todo se vuele al demonio. Entonces la gente va, recoge las chapas y la dignidad. Tras la pandemia nada es lo que era, nada será lo que insinuaba, ni siquiera nosotros, aunque hay talentos que resultan prometedores, y en ellos hay esperanzas para los que tengan en suerte encontrarlos, como esas cosas que se perdieron entre barbijos y sinfonías. No sabemos bien qué ocurre en Bangladesh, las noticias que llegan son escasas a pesar de la era de los globos hiperconectados, pero aquí lo único obligatorio y seguro es justamente el seguro obligatorio del automotor.

La sacralidad de la siesta

Me dormí una siesta de casi dos horas durante un sueño profundo que transcurría a lo largo de un año, y cuando desperté no sabía ni qué día era y ni siquiera la hora, por lo que agarré el teléfono y miré: 12 de abril de 2011. Seguía sin entender. Ahí nomás entré en el diario digital y el titular, que también era tapa del diario impreso, me sacó del asombro: Bienvenido a los viajes en el tiempo.

Huidiza

¡Oh felicidad! Frágil felicidad
Vas y vienes cual olas de mar
Deshilachando los castillos
Que niños (hoy sin flequillos)
Construyen de arena y sal
En su refrescante libertad.
¡Oh felicidad! Sutil felicidad
Huidiza, difícil de conquistar
¿Tienes precio cual artículos
adquirible en cobre-círculos,
o el valor de una mansión
de alarmante dimensión?
Esquiva, itinerante del mar
haces gala de tu libertad.
¡Oh felicidad! Triste felicidad
en mis bolsillos no cabes
y lo que quieres no sabes,
solamente te sabes brindar
a quienes se unen a la par.
¿Existes en sueños, verdad?
¡Oh felicidad! Irritante felicidad
también eres juez y parte
de las vidas y las obras de arte
en la ficción y en la realidad.


Enero primero

¿Necesitamos las palabras? ¿O las palabras nos necesitan? En cualquier caso, con los años digitales todo se vuelve artificial, incluso según consigna en actas la Real Academia. Qué nos queda, se preguntan los humanistas más aventurados, y nos queda todo, incluso todo por hacer, todo por querer, si es que hay ánimos de brindar y/o de brindarnos.
Que este nuevo año calendario traiga lo que consideramos que nos falta, y que no falte salud y alegría.
Veintitrés, allá vamos.