Aquí estoy, en un rincón de este cosmos, en el centro de la escena que nadie mira, exceptos mis ojos que tienden al parpadeo, como método de protección cuando la visión me atemoriza, como esas cosas que dicen en los noticieros que ve mi mamá cuando se cansó de hacer todo lo que tenía para hacer en esta vida, al menos por hoy. Pero sé bien que mañana será igual.
-Natalia, levantate que se te enfría el café. -después de decir eso, como el acto de amor de cada día que se permite ofrecerme, se subirá al auto para estar lo más lejos posible de mi rostro. Es su amor y más también.
Y aquí estoy, pensando en cualquier cosa, menos en este café, ni en estas galletitas, ni en esta mermelada light. En frente, la pantalla del smartphone me muestra todo lo lindo que la vida me escatima, subsanado con la felicidad que se puede comprar, según las propagandas que nunca faltan ni son escasas, felicidad que nunca dura más de tres minutos luego de abrir las cajas y empaques que contienen artículos variados como los auriculares que me compré ayer pero no lo que prometen con las propagandas, al menos ya no soy tonta como para caer tan fácil, aunque con ese smartphone podría fotografiar la luna y casi casi poder acariciarla, rozarla, caminarla. Otra vez estás en la luna, Natalia. Vamos, ¡baja ya! La vida es aquí, esta vida es aquí, con todo lo bello, con todo lo feo, entrelazado. Tengo sueño y tengo sueños. Espera, Esperanza, ya voy a responder tus ventisiete mensajes matutinos antes de que empieces a hablar. Sí, ya sé, no podías dejar de pensar, la noche se hizo larga y plomiza, bla. Es que yo también tengo mis problemas, no creas que para mí todo es tan fácil como te lo pintan las blusas que cambio cuatro veces al día, no, aunque dudo que me estés escuchando, Esperanza. Sí, te entiendo, pero cambiemos de tema: ¿lo viste cantando a Mariano Martínez? Decime si no es un dulce… Ah, perdón, a veces olvido que estás a dieta, como todas nosotras. No hablemos de dulces.
En fin, aquí estoy, sigo aquí, esperando Esperanza, esperando que se enfríe el café, que me hablen, que miren mi foto del desayuno. ¿Qué querés que haga, Esperanza? Sigo soñando, sigo esperando, Esperanza.