PINCELADAS XIV

Me engaño pensando que la vida puede ser buena, en la contemplación del horizonte -estrecho por las construcciones que marcan mi visión- ante el ocaso rosado que me regala la tarde al despedir el día. Hoy no habrá fotografías ni selfies, y resulto devorado por la caída del sol que señala la llegada de una noche más.
La gente circula, mecánicamente, y algunas buscan el toque distintivo del día, algo que les muestre que no es un día como todos los demás, como el efecto que produce el scroll de la pantalla del teléfono inteligente pero más verídico, más palpable y menos volátil.
Las estrellas comienzan a dejarse ver en su timidez. Una bocina me saca de las cavilaciones y a otro automovilista lo pone nervioso porque el semáforo está en verde pero el auto no arranca, como este cerebro tras la ola de calor, entonces aprovecho y cruzo la calle, mientras me acerco a la porción de ciudad más iluminada y más concurrida.
Hay un pintor que, con visión noctura como un felino, continúa su trabajo de darle una nueva cara a la fachada de una casa. «Las cagadas se hacen de noche y se ven de día», decía mi viejo Alfonso, el sabio. El tipo pinta todo de azul, colorea artística y meticulosamente el frente, que mañana hará juego con el dólar paralelo.
Sigo caminando y compro el diario, porque las noticias hay que leerlas cuando ya ha pasado un tiempo prudencial que no despierte la alarma mental, sino que uno caiga en el llano de la resignación y en la cuenta siempre vacía del mundo bravo en el que nos toca vivir, sufrir y gozar.
Ya no hay rastros del sol, salvo en algunas miradas escasas de los peatones. Emprendo el regreso, porque la moda es emprender un camino en esta vida y no quedarse a un costado mirándola pasar a través de la ventana.
Otra bocina que se usa, en esta ocasión, para saludar, suena estrepitosamente. Uno se va olvidando del cielo y los veinte gramos de alma que llegado el momento le harán su aporte. La música pasa al galope, con los autos saltando con frenesí, con la basura que empieza a adornar las veredas, con las latas de cerveza en los canteros, con las luces de la televisión filtrándose a través de las persianas y con la certeza de que mañana será un nuevo día, cargando la vejez de la memoria en la mochila de las vivencias.
El hombre sigue pintando y uno se va olvidando del lado azul de la vida.

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Poema del pétalo

¿Qué quiere decir siempre?
¿Qué quiere decir nunca?
¿Qué es esta locura deliciosa
que me trepa por la nuca?
Con respuestas mentirosas
voy a hacer una canción
y al dormirme en el cajón
recibir cientos de rosas.
¿Hoy por dónde sale el sol?
¿Ayer por dónde se fue?
Mañana es una promesa
pa’ quien no cree’n las certezas.

Por una guerra de mierda
(que digan si una no lo es)
por derecha y por izquierda
este mundo gira al revés,
no nada tan libre el pez
y hay niños sin ilusiones.
El hombre y sus confusiones
con la cabeza en los pies.

Se va acabando este canto
con un rayito de esperanza,
mañanas de sol y de luz
de nubes, cargando la cruz
hay valor, hay entusiasmo
en un verso que lo plasmo,
más que canto, alabanza
a lo que anhelamos tanto.


ESCULPIR



¿Componer una poesía o ensayar un argumento? ¿Describir largos lamentos o despertar fantasías? ¿Debatir sin fundamento o estirar una agonía? ¿Completar la travesía o esculpir un pensamiento?
Entre esos debates está la madeja que deshilvana todo buen escritor. Y decimos bueno en el único sentido de que sus escritos no dañan, no es que escriba lo que en el ambiente se mal conoce como, y se le llama inocuamente, “escribir bien”, ya sea desarrollando una trama que respete sintaxis, gramática y que no transgreda las normas y pautas de convivencia entre todo lector convencional y un mero texto, cuanto no somero.
Porque por creerse por encima de ellas quizá caiga en lo más bajo de la literablanda, ya que aquello de letra dura ha quedado eclipsado por un caudal de imágenes un poco más fuertes que aquella palabra escrita, por más tesón y ahínco que le pongan, tanto el autor al escribirlo como el aventurado lector al involucrarse con el texto.

Una poesía puede constar en actas, del siguiente modo:

Como en un capullo, envuelta,
en sedas de recuerdos y deseos
en redes de palabras y visiones
limitada con algunas condiciones.
Sale vital del capullo en vuelos
cual alada mariposa, resuelta.

Claramente habla de la libertad, de la libertad de coincidir, de la libertad vital del momento de la transformación vital.
Por su parte, un argumento, se puede desviar hacia otros andariveles y, por qué no, desbarrancar en la banquina., como sigue:

“Esperemos que las beneméritas sacrosantas bestiales dirigencias por venir nunca se enteren que la literatura es un placer porque nos cargarían un impuesto como ya se ha hecho con el cigarrillo, la cerveza y pronto el choripán, con los cuales luego hay jactancia asfáltica como si además de con la pobreza de nuestros semejantes a pagar cómodamente en mil doscientas cuotas, pusieran el lomo y la pala que no han logrado domar. Por lo pronto, si hay un libro a mano, gocemos la lectura y no levantemos la perdiz”.

A su vez, un largo lamento puede dar letra a religiones populares, aunque en la época actual más bien se diría que, como por ejemplo Canadá, te ayudaran con una eutanasia a librarte de los males de la depresión y la angustia económica, no como un acto de bondad sino como un hecho de celebración del sistema vigente que arremete contra toda sensibilidad.
Las fantasías hoy las propician los teledispositivos, por lo que no ahondaremos en su trama, ya que se roba toda la atención del acaudalado público.
Lo que nos va quedando como corolario de la epístola al vacío es la posibilidad de labrar un pensamiento, de labrar con los pensamientos, que a veces se disparan como dardos sobre el blanco y otras, las más, pasan desapercibidos. Tengamos en cuenta que el público está en otra, en otra sintonía, en otra frecuencia, en otra dimensión, por lo que lo mejor, para todo buen escritor, sería dejarlos atravesar el camino hacia la eternidad en la mayor comodidad posible.
Señores, no incomodemos.

ENCUENTROS CERCANOS HUMANOS

Comenzamos hablando del calor del último fin de semana y, sinceramente, me ilusioné con que tendríamos una conversación fecunda donde podríamos tocar temas profundos que muchas veces por falta de tiempo o interés se nos escapan como el crepúsculo. Pero no. Estuvimos cinco horas conversando, no sólo del calor, sino de la lluvia, el viento y la guerra. Tétrico, como las noticias. Triste, como el vendaval.

Como en el juego de las sillas, con música bailo, canto y mi corazón está contento. Cuando para la música, deseo reincidir en el sentimiento y, o bien me dispongo a escribir, o bien busco la música, la armonía de la melodía con ansias. Dadme la música y todo es gozo, dadme un escándalo y todo es sopor. Soportar la vida es cuestión de estoicismo, o de elaborar una filosofía fecunda a partir de firmes cimientos. Y si no, decidme si miento.

Sobre la banquina, un letrero publicita o reza:

CÓMPRESE UN CHIQUERO Y SEA FELIZ

Y la verdad de las verdades, no es tan mala idea de no ser por los precios actuales y por venir. El porvenir es lo que nos inquieta, pero es a su vez lo que nos hace avanzar, sino estaríamos en un estanque como peces que hacen lo que mejor saben hacer, cual un bagre bigotudo que sabe hacerlo perfectamente: nada. En fin, nada surge de la nada, como dicta la expresión habitual en jóvenes y pelotudos. Las cosas surgen y se van haciendo visibles con procesos más complejos que el Tetris.

Los libros son una especie de mapas, en los que algunas veces te guían, otras encuentras el camino y otras te pierdes. Perderse en el laberinto de letras, diría Borges, hasta encontrar el rostro avejentado en un espejo de páginas es un desafío existencial, sobre todo para los amantes de la lectura. A quienes no leen nada no les recomiendo libros, pero ni aunque fuera tan hijo de puta. Los que ya estamos en el baile, lo mejor que podemos hacer es bailar. No sé si la cultura siempre nos hace mejores. Hay gente que se embrutece discutiendo de economía. Uno, como cualquiera, ve que las cosas van ( bien, mal, camino a ) y también ve que a veces no van, no caminan, no funcionan, y alza la voz: ¡Señores! ¡Paren de guerrear! Pero es inútil, el sonido de los disparos suenan más fuerte hasta dejarnos sordos.

Y a través de las pantallas, con gusto o con sabor amargo, todos vamos conociendo el mundo. Algunos se han comprado su buen chiquero y lograron ser felices. Otros continúan bailando al son de la música deliciosa. Como decía Einstein, lo importante es no dejar de hacerse preguntas: ¿A dónde dirigen el mundo los cornetas? ¿De qué va a trabajar la gente cuando todo sea automatizado y robotizado? ¿Quién va a componer la más maravillosa música?

Tiempo. Hace falta tiempo.

Y de postre, bacalao

Le están atribuyendo frases a Séneca y a Epícteto que más bien parecen de un principito de la autoayuda. Ayuda es algo que se da o no se da y, si se pide, hay que saber a quien hacerlo.
Leo y releo, por algo me dicen Leo, y no me enredo. Ahora que la vida es virtual y la inteligencia artificial vamos prescindiendo del ser humano en su profunda concepción.

No sé si serán ciertas esas noticias que hablan del calor insoportable del infierno, del fuego eterno, tal vez, no lo discuto. Pero lo que sospecho es que en el infierno hay mucho, pero muchísimo ruido, constante , incesante, atronador, y en caso de haber algo de música, es muuuuuuy mala.

La gente juzga lo que hacés y lo que no hacés. Por ejemplo. Vos pasás caminando, y uno dice mirá cómo camina este cara de nabo. Pero ahora vos no salís a caminar, y un jetón dice por qué no saldrá a caminar este cabeza de bondiola. Y con lo que se dice ocurre algo parecido porque hoy día la palabra es algo que se ve, un elemento visual, como esta breve disertación:
-Señor, el tiempo es oro, ¡es cierto! pero no obstante hay algo que entendió mal: ¡Nuestro! tiempo es oro, ya que corre a favor; el suyo es una cerveza y un puñado de maní. ¿Nos va siguiendo?

Vayamos terminando, vayamos despidiéndonos, porque si no canta la esperanza es mejor que cante la guitarra.

Y a propósito, qué bueno sería que le aflojen a tanto tanque, misiles y balas por el estilo, se compren unos chasquibunes ( que hacen ruido pero no matan ni lastiman a nadie ) y se dejen de joder, ¿no?

Cantero

Dice Inmanuel ( y a veces hay que oírlo ):A veces hay que estar un poco loco para darle valor a la razón, a veces hay que caer en cama para saborear la salud. Cada cosa, cada objeto, tiene sus bondades: el martillo es neutro al mal uso que se le dé. El televisor programa las neuronas del televidente y dispara la imaginación, manteniendo segura distancia al suceso, real o ficticio. El papel es indiferente a la palabra, bella o torpe, que plasma la tinta del escritor. Las cuerdas de la guitarra no se abaten si la melodía tocada no armoniza. La mesa soporta un plato de lentejas y vasos vacíos. El zapato sigue andando cojo a pesar del hedor que expele cuando pisa mierda. ¿El interior refleja el exterior o el exterior moldea el interior? Es una inquietud sin respuesta contundente, porque hay casos y casos, casos llamativos, casos más que interesantes y casos repugnantes.

¿Qué más nos dice Inmanuel? Veamos:
Los genios del marketing nos hacen considerar propuestas ( cuanto menos ) curiosas:
-Ahorrar gastando.
-Adelgazar comiendo.
Metodologías para pensar o para evitar pensar, según el caso ( ¡pero no, Inmanuel! )

El otro día ( hará dos años, dice Inmanuel ) me hice camino entre la multitud bocatapada para conseguir sahumerios abrecaminos. El atraedinero ya no lo uso porque al hacerlo se me va el sueldo en humo. También me compré un abrelatas y un ahuyentavicios. Nada funcionó como esperaba, como es de esperar en una sociedad en la que nada funciona como se espera. Será cuestión de esperar.

El hombre espera que las noticias diarias le digan que en el mundo existe el amor, la bondad, la generosidad, la amistad y el valor. Es un hábito de Inmanuel, mirar las noticias esperando que algo cambie, que el mundo sea mejor que la mirada sesgada que le ofrece el telediario y los portales. ¿Pero es un error suyo? ¿o es como el chiste de aquél borracho que buscaba la llave bajo un farol, habiéndola perdido en la oscuridad de la penumbra, sólo porque allí hay más luz? Inmanuel observa absorto los desmanes que provoca la delincuencia y la violencia que ejerce el uso de la fuerza por encima de las ideas. ¡Cuánta sinrazón!, exclama Inmanuel, sentado en su sillón de pana.

Paciencia y afinar el lápiz


Cuando uno tiene, según la ocasión, un poco de tiempo y, tras varios años de tránsito por esta tierra que nos alberga y da cobijo, como para hacer introspección, con la mochila pesada y con mucho de lastre, se pone a repasar hechos de su vida y ve que fulano me dijo esto, mengano me hizo aquello, zultano me dio malos consejos, y así siguiendo repasa una larga lista ta ta ta de todos los que nos cagaron un poquito la vida y rápidamente se da cuenta y llega a la tesis de-mos-tra-da que todo el mundo nos cagó, como corolario existencial.
Entonces, como si se prendiera la lamparita, asume la causa que lo rectifica con la premisa natural y subsecuente: Voy a cagarlos a todos.
Pero, como seres humanos razonables, sensibles y sensatos que somos lo hacemos de una manera civilizada, porque tampoco es cuestión de andar grafiteando paredes sin ton ni son. ¿Y cuál es la forma más civilizada de cagarlos a todos? El comercio. Hay que vender algo a toda costa y aquí, según la suerte que tengamos, podemos recurrir al ingenio y la ocurrencia.
Podemos vender televisores, para que vean cómo los cagan en vivo, o podemos vender el diario para que se enteren cómo los cagan, los han cagado o los van a cagar, además de las cagadas de todos los días que ocurren en el mundo, y de paso tienen con qué limpiarse después de cagar, o podemos vender libros que vienen bien para entretenernos cuando tenemos muchas ganas de cagar, o bien podemos vender laxantes o inodoros que, bueno ya sabe todo el mundo para qué sirven y no es necesario hacer una carrera de licenciatura en marketing.

LA LOCURA SE TE ESCURRE

( poema para recitar sobrio y en voz alta )

vasco catalán mandioca
mandioca vasco catalán
vasco mandioca catalán
catalán mandioca vasco
y unas copitas de ron
catalán vasco tapioca
mandioca catalán vasco
tapioca catamarán vasco
catalán tapioca El Bosco
y unas copitas de anís
jengibre vasco catalán
cataratas jengibre vasco
tosco tapioca catalán
mandioca catalán toscas
y el pedo de Mari A. Muchástegui
Lalo el cura y su ricura
recita vasco catalán
fiasco catalán recital
cataratas relator chasco
relativo chasco catalán
Lalo cura el cura la locura
y el pedo de Mari A. Muchástegui.

LETRAS Y PARADOJAS



En esta época creer que un texto incide en la vida de los lectores es pecar de ingenuo. Podrá, sí, tener un impacto directo, pero será sólo momentáneo, de ínfima duración. La atención es lo que ha cambiado con el advenimiento de la tecnología y la profusión de redes sociales. Si bien quedan lectores que se tiran de lleno a la pileta de un libro con escasas distracciones, éstos son casos aislados o fuera de la sintonía social.

El escritor que busca trascender deberá tener en cuenta varios aspectos. Principalmente, saber que trascender es ir más allá, ¿pero más allá de qué? Hoy cualquier texto puede –y de hecho lo hace instantáneamente- trascender fronteras y franjas etarias con facilidad, pero difícilmente se ´pegue´ al lector más que por un breve instante por la dinámica de todo lo que nos llega continua e incesantemente, dejando velozmente todo en olvido. El texto vive en cada lectura, pero esa lectura tiene un carácter de breve, momentáneo, ínfimo. Por eso muchos suelen dar el consejo de que deben escribir textos cortos para que, al menos, sea leído, privándonos a los lectores del desarrollo de una trama, un pensamiento que podría ser de una gran riqueza y placer para los que lo lean.

Escribir con esas limitaciones es como tocar música para un público que no le gusta la música en absoluto, entonces uno se pone a bailar y a hacer trucos de magia para intentar gustarle. Breve o extenso, el texto es un decir cosas, y esas cosas se pueden decir de muchas maneras porque el lenguaje es ilimitado en su naturaleza aunque tenga limitantes en sus reglas.

Decíamos entonces que la atención se desvía del foco continuamente. Un texto que atrapa al lector es un texto efectivo, lo cual no es sinónimo de bueno. Resulta pues efectivo en el hecho, pero para conquistar al lector haría falta algo más: que le guste y hasta incluso lo seduzca o lo convenza. Atrapar al lector, gustarle y seducirlo o convencerlo serían los atributos de un texto que trasciende, que va más allá de lo habitual.

La lectura activa del texto da el veredicto y esto puede o no llegarle al escritor, como un comentario al texto al pasar o detenerse sobre los márgenes.

Después se encuentra la problemática de cómo darle trato a la temática: explayarse, puntualizar, dar cátedras. Con el correr de la tinta sobre el blanco fondo el camino se abre ante la pluma del escritor y ante los ojos del lector, que está a la espera de cazar algo, aunque más no sea una perdiz donde comer feliz.

Veamos el siguiente ejemplo:

“Dejó el club de sus amores para irse al club de sus rechazos; antes pasó por el club de sus rencores, por el club de sus indiferencias, por el club de sus intrascendencias y por el club de sus admiraciones. Finalmente, llegó al club de sus temores.”

El texto puede brinar algún tipo de sensación, alguna insinuación, y si es breve, dos veces bueno. No es el caso. Seguimos quedándonos con hambre. Decir todo se asemeja más a atiborrar la página de símbolos negros que a un pintor desquiciado, mientras que llenar la página de símbolos para finalmente no decir nada, no introducir vestigios de novedad es pecar, no ya en el ámbito de la estafa al lector, sino de estúpido, en tiempos en los que se desarrolla un culto pagano a la delgadez, al tiempo que a la inmediatez, al tiempo que a la insensatez concomitante.

A cierto escritor que preferimos omitir su nombre, escribir lo ayuda a pensar con mayor claridad, a darle cauce al flujo de pensamientos que se resisten, que doblan y se entrecruzan en senderos angostos y a veces van a parar a un callejón sin salida, no quedándole más remedio que sentarse en un rincón a esperar ver la luz del amanecer que le señale, que le muestre que la salida estaba ahí mismo, detrás de su espalda, y era justo por donde había llegado, según contaba en diversas entrevistas. De hecho, muchos talleres de escritura consisten en terapias de autoayuda y hay psicólogos que mandan a sus pacientes a escribir, básicamente para desembarazarse del problema.

Pero volvamos a la fuente de nuestras angustias. Leemos y escribimos. La lectoescritura nos acompaña día a día más que nunca, al menos a muchos de los que cohabitamos la Realidad. A otros, a muchos otros, las letras no les mueven un pelo y está bien que así sea. Lo imperioso de escribir ( ¿hay necesidad de escribir o es mero daño colateral del hecho de existir en un mundo globalizado? ) si es que existe algo así, es la característica humana de tener la palabra como medio, la comunicación como anhelo y la comunión y el encuentro con los demás como parte inherente de toda vida sustanciosa, jugosa y fructífera. El resto es cháchara. En un mundo cooptado por el trogloditismo, hacer uso de la palabra escrita es un acto de reivindicación cultural, un arcaísmo centrado en la voz particular que él mismo sistemáticamente desoye por mandato de las altas cumbres rastreras, valga la paradoja.

Veamos el siguiente ejemplo:

“La suciedad es un concepto puramente humano que no existe en la naturaleza. Lo que para unos es mierda, para otros seres de especies inferiores es un apetitoso alimento, un remedio natural o un fertilizante de tierras. La diferencia está en el uso que hacemos del conocimiento. Por lo tanto, seamos humanos, limpiémonos el culo.”

El texto actúa como un disparador de ideas. Las ideas muchas veces son palomas en el cielo de la mente, y algunas cargan una belleza y una tranquilidad que pocas veces encontramos en lo cotidiano. Por lo tanto, sigamos escribiendo pensando en los demás, quienes tienen la capacidad de hacerlo, y sobre todo, no seamos brutos: leyamos.




Agua va

Van quedando pocos interlocutores en este mundo globalizado, las gentes prefieren pisarse unos a otros a la hora de hablar, cuyo consuelo tecnológico es el mentado chat. Desde que existe Facebook, muchos han dejado de preguntarse ( de preguntarles a los demás quiero decir) que piensan al respecto de algo. El pensamiento -por normativa- es algo de lo que hay que huir, en el que la indiferencia es la moneda corriente.
Claro que hay excepciones. Alguno se detiene a dejarle unas monedas al músico en la plaza, pese a que la música hoy día más que tocarse se fabrica. Pero bueno, quedan almas sensibles tras el huracán, como árboles de firmes raíces que soportaran estoicamente los embates del temporal.
Las ideas se diseminan de tal forma que una vez arraigadas es difícil tirarlas abajo, combatirlas desde el amor ( Maná dixit ). La utilidad de las palabras, además de la comunicación a la hora de obrar y del entretenimiento, radica en la facultad de pensar, de profundizar en temáticas y de elaborar vía el pensamiento, lo cual requiere cierta disciplina, cierto entrenamiento para el cual una mente entrenada solo para reaccionar se pierde las posibilidades de la asimilación, la contemplación y la recreación de la ideas y su belleza y magnificencia.
Anoche escuchaba a Dolina y, entre muchas expresiones, decía algo así como que para valorar la excelencia en las artes había que tener cierta estatura. Y lo cierto es que con la nube sobre nuestras cabezas, nube de ruido y polvo, nos impiden volar, las cosas adquieren una chatura del orden de los gnomos de Groenlandia, si los hay, o de los sapos del jardín donde el croar de unos no se distingue del de otros y caemos en la zanja en la cual «todo es lo mismo», pero no por elevación sino por embotamiento. A veces discernir lo bueno de lo oscuro es un buen ejercicio.
En otras palabras, a falta de un buen interlocutor siempre está la posibilidad de lanzar una botella al mar con nuestras ideas en un papel y dejar que la corriente haga su trabajo, porque no hay nada más misterioso que la casualidad, porque el sabor del vino en los labios nos hace olvidar la botella a la deriva.

No señor

Da lo mismo un buen amigo
que un ratón
Una charla con tu viejo
que un sifón,
Da lo mismo el besuqueo
que un botellón
Da lo mismo abrazarte
que esmartfón,
Da lo mismo que charlemos
y el sillón,
El primer mate del día
O el colchón,
Da lo mismo la melancolía
que en avión
Que la radio, una poesía
y el cartón.
Al final, no hubo principio
en un principio, era el final
No se sabe si es por mal
que el buen bien da inicio.

Tapa dura

Una persona puede ser un libro abierto ( como se decía antaño ) pero la gente olvidó el arte de leer.

Se entendía entonces, que un libro abierto era una fuente de muchas cosas valiosas.


Aquí es muy común que los libros se vendan como reciclaje de papel. Otros más ingeniosos los utilizan para apoyar el mouse de la computadora o como posapavas. Y como en los libros uno puede encontrarse con cualquier cosa, desde historias muy jugosas a narraciones tediosas, desde diálogos sustanciosos hasta solamente ruido, es natural que con las personas ocurra lo mismo, y muchas veces los lectores poco versátiles se dejen seducir por la tapa, el título o el nombre del autor y se lleven un fiasco.

No obstante, leer, en ocasiones, puede ser muy gratificante, muy reconfortante y sumamente satisfactorio, no sólo libros sino libros abiertos como suelen ser ciertas personas. Claro que para leer hay que tener cierta disciplina, cierto entrenamiento en la materia, hay que disponer de tiempo, además. ¿Alguien sabe con precisión qué guarda -como tesoros invaluables – una persona que ha recorrido un camino de vida, atravesado por piedras, perros salvajes, corridas, encuentros, grandes amistades, derrotas, mil sabores y alegrías incalculables? Y lo mejor es que se mantiene sobre sus rieles y prosigue, tal vez esperando, ansiando, ser leído. Pero no, la gente va, llega, saca una foto, y se va. Digamos que olvidaron el arte de leer, tampoco es cuestión de culparlos porque la sociedad como está planteada los va llevando hacia sus intereses.

Tal vez los teléfonos que albergan tantas tapas de libros ( estamos hablando de fotografías de personas) se están reciclando para convertirse en algo todavía mejor. No lo sabemos.
Por lo pronto, los que han alcanzado cierta estatura como para ser capaces de disfrutar de una buena lectura, tendrán que revolver entre muchas cajas de saldos de libros usados hasta dar en la tecla, o encontrarse con alguna persona de valor que abra sus páginas al aventurero.

CONCILIO ( ¿O TERMIDOR?)

Muchas veces ocurre que con las palabras simplificamos algunas cuestiones en conversaciones coloquiales, para que tengan mayor llegada entre la gente y otras se complejizan los asuntos porque merecen tratamientos diferentes, de acuerdo al público, por ejemplo en una oratoria ante un auditorio colmado de aspirantes a médicos o enfermeros.
Pero los médicos están para otra cosa, cumplen otras funciones dentro de la sociedad, así como también los ingenieros, los cómicos, los operadores de tv, los abogados, los nefrólogos, etcétera.

Por entonces, ya decían los antiguos que Dios es la respuesta a tus oraciones. Esta respuesta, en ocasiones proveniente de uno mismo aunque muchas veces asumida por el sujeto como exterior, se aceptó luego con descubrimientos, investigaciones y estudios como los de Sigmund Freud, Carl Gustav Jung y otros, provenían del subconsciente ( por debajo del umbral de la consciencia ), también llamado inconsciente en algunas publicaciones.

Se deduce que los que decían hablar con Dios en siglos pasados, no estaban locos, estaban desactualizados. En tales términos, se desprende que no solamente existe, sino que además es en adición inconsciente y se cree que cuando decimos que nos traicionó el subconsciente, estamos incurriendo en una blasfemia pues, también como se decía antaño, Dios no traiciona. Todo esto es especulación, terminología lacaniana, y el mundo es lo que es, con sus vaivenes cambiantes, con sus avances tecnológicos, con su detrimento cultural, con sus cosmogonías laterales, con lo bueno y lo malo entrelazado en una laguna verduzca donde nadan patos, que a veces se vuelan.

En este siglo, con todos los problemas que trae a diario y son conocidos y algunos terribles, tremendos y horrorosos y los beneficios que ofrece para quienes tengan oportunidades y bastante suerte, los padres llenan de regalos a los chicos: pelotas, celulares, bicicletas que alcanzan velocidades hipersónicas, la play, en fin. Pero los viejos de nuestras épocas, antaño, algunos recordarán, nos regalaban algo que algunos considerarían más valioso: nos regalaban tiempo, y si les pedíamos un chocolate nos daban una manzana ( que era más barata ) y nos obsequiaban una enseñanza.

El tiempo pasa y los tiempos nos cambian, algunas ideologías persisten y otras se reciclan como el cartón.

Quizá la educación que nos daban treinta, cuarenta, cincuenta años atrás, con las problemáticas de aquellos años, alguno podría pensar que era más generosa que la de ésta época. Pero no, los niños de entonces de estas tierras ( hoy muchos veteranos ) conocimos el tiempo porque nuestros viejos estaban muy, pero muy al pedo y no tenían tantos entretenimientos y preocupaciones como los que existen hoy y acaparan todo el ancho de banda de la atención dominical.

DECIDE ERRATAS

A don Tito, con cariño

Camina rápido entre los delincuentes y las risas
ya encontrarás paz y algo de silencio en el cementerio.
Mantén buenas relaciones con todos, y si no se puede, que revienten.
No digas tu verdad ni tranquila ni clara, ni escuches a los demás
menos aún al bruto y al ignorante, ellos cargan una gran estupidez.
Esquiva a personas ruidosas y agresivas, salvo para practicar boxeo.
Compárate con los demás, y te volverás orgulloso y superado
porque siempre habrá personas más estúpidas y miserables que tú.
Pon interés en tu propia carrera, y que sea ambiciosa
ya que recorrerla es un tesoro ante los cambiantes vientos.
Sé garca en los negocios, porque el mundo está lleno de vivos,
pero no por esto te ciegues a las oportunidades de seguir garcando gente.
Mucha gente lucha por altos ideales. Allá ellos.
No seas tú mismo. Y especialmente finge afecto hacia los demás
Tampoco seas patético en el amor, porque frente a todos sus encantos
el amor va y viene a diario como el colectivo.
Rechaza con desdén los consejos de los años
y procura con elegancia reemprender las cosas de la juventud.
Nutre tu espíritu con reguetones y publicidades.
Muchos temores nacen de la fatiga y la conectividad.
Con o sin disciplina, sé amoroso contigo mismo
como los árboles y las estrellas, tienes derecho a ensuciar un espacio.
Y sea que te resulte claro o no, el universo marcha como el culo.
Por lo tanto, exígele a Dios que lo enderece, sea la idea que tengas de Él,
y tengas trabajo y aspiraciones o no, dale de beber a tu alma
en la terrible sequía espiritual de la vida.
Aún con todas sus luces, shoppings y alborotos
este sigue siendo un horroroso mundo.
Cuídate amigo y olvídate de ser feliz.

Naty

Aquí estoy, en un rincón de este cosmos, en el centro de la escena que nadie mira, exceptos mis ojos que tienden al parpadeo, como método de protección cuando la visión me atemoriza, como esas cosas que dicen en los noticieros que ve mi mamá cuando se cansó de hacer todo lo que tenía para hacer en esta vida, al menos por hoy. Pero sé bien que mañana será igual.
-Natalia, levantate que se te enfría el café. -después de decir eso, como el acto de amor de cada día que se permite ofrecerme, se subirá al auto para estar lo más lejos posible de mi rostro. Es su amor y más también.

Y aquí estoy, pensando en cualquier cosa, menos en este café, ni en estas galletitas, ni en esta mermelada light. En frente, la pantalla del smartphone me muestra todo lo lindo que la vida me escatima, subsanado con la felicidad que se puede comprar, según las propagandas que nunca faltan ni son escasas, felicidad que nunca dura más de tres minutos luego de abrir las cajas y empaques que contienen artículos variados como los auriculares que me compré ayer pero no lo que prometen con las propagandas, al menos ya no soy tonta como para caer tan fácil, aunque con ese smartphone podría fotografiar la luna y casi casi poder acariciarla, rozarla, caminarla. Otra vez estás en la luna, Natalia. Vamos, ¡baja ya! La vida es aquí, esta vida es aquí, con todo lo bello, con todo lo feo, entrelazado. Tengo sueño y tengo sueños. Espera, Esperanza, ya voy a responder tus ventisiete mensajes matutinos antes de que empieces a hablar. Sí, ya sé, no podías dejar de pensar, la noche se hizo larga y plomiza, bla. Es que yo también tengo mis problemas, no creas que para mí todo es tan fácil como te lo pintan las blusas que cambio cuatro veces al día, no, aunque dudo que me estés escuchando, Esperanza. Sí, te entiendo, pero cambiemos de tema: ¿lo viste cantando a Mariano Martínez? Decime si no es un dulce… Ah, perdón, a veces olvido que estás a dieta, como todas nosotras. No hablemos de dulces.
En fin, aquí estoy, sigo aquí, esperando Esperanza, esperando que se enfríe el café, que me hablen, que miren mi foto del desayuno. ¿Qué querés que haga, Esperanza? Sigo soñando, sigo esperando, Esperanza.

Trastos rotos

Las cosas se perdieron hace tiempo y el tiempo nos va cambiando, nos pone canas en la barbilla, nos teje arrugas en el rostro y nos deja monedas en el bolsillo. Muchas de nuestras imaginativas acciones son un intento de patear a la muerte para más adelante, una persuasión con dotes de instintiva y reto intelectual. No la muerte en sí, sino el tema que nos preocupa. No obstante, generalmente ni siquiera existe el tiempo en que recurramos a ello con tanta muerte a diario, alrededor e incluso en estrellas lejanas y galaxias prometidas. Las cosas se pierden y otros las encuentran, como un encendedor que se nos cae caminando o como aquello que tanto trabajo da construir para que caiga un huracán desde los cielos y todo se vuele al demonio. Entonces la gente va, recoge las chapas y la dignidad. Tras la pandemia nada es lo que era, nada será lo que insinuaba, ni siquiera nosotros, aunque hay talentos que resultan prometedores, y en ellos hay esperanzas para los que tengan en suerte encontrarlos, como esas cosas que se perdieron entre barbijos y sinfonías. No sabemos bien qué ocurre en Bangladesh, las noticias que llegan son escasas a pesar de la era de los globos hiperconectados, pero aquí lo único obligatorio y seguro es justamente el seguro obligatorio del automotor.

La sacralidad de la siesta

Me dormí una siesta de casi dos horas durante un sueño profundo que transcurría a lo largo de un año, y cuando desperté no sabía ni qué día era y ni siquiera la hora, por lo que agarré el teléfono y miré: 12 de abril de 2011. Seguía sin entender. Ahí nomás entré en el diario digital y el titular, que también era tapa del diario impreso, me sacó del asombro: Bienvenido a los viajes en el tiempo.

Huidiza

¡Oh felicidad! Frágil felicidad
Vas y vienes cual olas de mar
Deshilachando los castillos
Que niños (hoy sin flequillos)
Construyen de arena y sal
En su refrescante libertad.
¡Oh felicidad! Sutil felicidad
Huidiza, difícil de conquistar
¿Tienes precio cual artículos
adquirible en cobre-círculos,
o el valor de una mansión
de alarmante dimensión?
Esquiva, itinerante del mar
haces gala de tu libertad.
¡Oh felicidad! Triste felicidad
en mis bolsillos no cabes
y lo que quieres no sabes,
solamente te sabes brindar
a quienes se unen a la par.
¿Existes en sueños, verdad?
¡Oh felicidad! Irritante felicidad
también eres juez y parte
de las vidas y las obras de arte
en la ficción y en la realidad.


Enero primero

¿Necesitamos las palabras? ¿O las palabras nos necesitan? En cualquier caso, con los años digitales todo se vuelve artificial, incluso según consigna en actas la Real Academia. Qué nos queda, se preguntan los humanistas más aventurados, y nos queda todo, incluso todo por hacer, todo por querer, si es que hay ánimos de brindar y/o de brindarnos.
Que este nuevo año calendario traiga lo que consideramos que nos falta, y que no falte salud y alegría.
Veintitrés, allá vamos.

Felices naderías

Más se sabe, más se sabe lo poco que se sabe. La filosofía no es un saber, pareciera una manera de entender, una forma de ver y de encarar. Ya alguien nos dijo algo del todo relativo, y relativo a esto puede resultar algo divertido que nos saque del agobio ( de distintas índoles: climatológicas, disputas económicas, tedio por monotonía, limitaciones eléctricas, relaciones complejas, etcétera) o al menos que en su relativa distracción nos dé un poco de aire, sea éste para proseguir con otros bríos o para virar a la izquierda, pese a las prohibiciones de los carteles en rutas y acantilados. En un pueblo cercano eran tan estúpidos que, no teniendo qué adorar, veneraban leyes. Y al girar como gira el mundo vemos que hay etapas de la vida, si se quiere, en las que parece inútil profundizar, teniendo en cuenta los tiempos en la cultura del descarte. Por lo pronto, scrolleo luego existo.

Basuritas

Basura en la tevé
basura en internet,
en las calles y el camión
basura en el callejón.

Basura que no se vé
basura también tiré,
basura que se recicla
basura que se recita.

Con un gramo de basura
voy a hacer literatura
como un verso sin igual
que irá a parar al basural.

Con mil kilos de basura
voy a hacer una escultura
un monumento sideral
al desecho universal.

Sencillas y tiernas

Palabras, palabrotas, palabritas, palabras que van hilvanando el camino, que lo destejen y lo vuelven a tejer, palabras que cruzan puentes entre el corazón y la razón, puentes entre la sinrazón y la sensatez, palabras cautivas de domingos en libertad ( Libertad esquina Corrientes, Libertad esquina Triunvirato, esquina Belgrano) que se escapan entre los dedos que las plasman en una pantalla efímera creyendo que de eso también trata lo eterno, palabras libres que mueren en cautiverio, palabras simples, palabras toscas que se confunden con palabrotas, ¿palabras grandes, palabras malas? Guerra. Palabras balas que al salir al aire matan, palabras científicas ( bronquitis: dícese de una pequeña inflamación por bronca ) que transmiten conocimiento, palabras que van y vienen y dan vueltas y regresan, retroceden, avanzan, suben como el pan, bajan como la calidad de la música de moda, se mueven como la dinámica del universo, palabrotas que se escupen con rabia y otras que trazan sensaciones de tranquilidad, palabritas, que se esbozan en cartas, por WhatsApp, en un post, palabritas de ilusión lejos de la televisión, palabritas perdidas en un chat: te quiero, disculpame, te espero con mates, palabritas que no cotizan en bolsa, que no habitan las poesías, que no valen tanto como las criptomonedas. Palabras para pensar, palabritas para soñar, palabras para vivir, palabritas para sonreírle a la suerte, ¿Tenemos algo más, en estos bolsillos secos, acartonados? Y en el aire, con palabritas, se van construyendo los castillos que poblarán nuestros corazones cuando baje el telón apalabrado, un domingo cualquiera.

Y a las tres

Son las 3 y cuarto, plena madrugada o múltiple trasnoche, y Eulalio mira el reloj sobre la pared. Es un reloj muy antiguo, tan antiguo que data de antes de su llegada al planeta. Lo mira como si le rezara, como si le rogara que avance con menos parsimonia que ese irreverente tic tac, o en tal caso como pidiéndole que retroceda, o que se quede quieto o algo distinto y duda si sacarle las pilas que le posibilitan el movimiento perpetuo. La duda lo carcome, lo invade, lo precipita a la impavidez. Hay quienes dicen que el día ya dio comienzo pero Eulalio no le da crédito porque todavía, a las 3 y veinte, no vio el amanecer, hecha la excepción de unas cuantas imágenes que daban fe en otro punto, desde otro ángulo, con otra panorámica. Está a horas de cambiar el auto, porque Eulalio piensa que cambiar o no cambiar es la cuestión que lo conduce por la vida desde los últimos 19 minutos en los que estuvo petrificado mirando el reloj, y ahora, arrancando el clavo que lo sostenía en la pared, cae y se estrella contra los cerámicos, siendo las 3 y venticinco. Eulalio camina hasta la ventana y observa: ventanas, cielo, un gato blanco transitando sobre una cornisa.

sin signos

Quiero escribir un texto que no tenga ni tildes ni signos extraños como puntos y comas salvo los de la i o la jota pero el problema que surge es que todo se va entremezclando y al no contener pausas el lector se puede quedar sin aliento y perecer en la lectura si el texto se hace demasiado extenso o muy largo con dificultades para asimilarlo aunque no haya mucho por asimilar en este experimento literario ni tampoco mucho por agregar salvo celebrar la victoria en la propuesta pospuesta tantas veces por alguna u otra causa que en este momento no llego a desentrañar pero que a todas luces se muestra como exitosa en la empresa de lograr lo acometido lo cual no es poca cosa ni de baja estofa con lo cual se me apetece agasajarme con un estofado si es que los alimentos no prosiguen su tendencia alcista que piden pista para aterrizar y darnos un remanso al bolsillo agujereado que tanto ha luchado por subsistir entre cardos rusos y crema americana con la creciente idea que ha barajado de seguir los pasos del cantante Heredia y su himno Sobreviviendo en el cual se alegra de ver a los animales pidiendo paz lo que no es poco decir ni tampoco todo lo expuesto en esta contienda verbal que me saca del letargo y me hunde en el llano del hombre de a pie que se le ha pinchado la bicicleta y sin mayor remedio que salir a caminar el mundo da por terminada la jornada laboral al meterse en la cama tras la ducha colocando un punto final

LOS CAMINOS DE LO INCIERTO

El censo, la viruela y los marciano’
Las guerras, el tren y los billetes
La tarde, inflación, trigo y soquetes
Un presente que llena las pantallas.
¿El mundo, de valientes con agallas?
Adaptarse o sucumbir parece sano.

El humor y el amor en las desgracias
La amistad, la patria y las hormonas
Los hijos, los hermanos, las sobrinas
Un presente donde encontrar respiro.
¿El mundo, luz y sombras donde miro?
Mis rimas no se venden en farmacias.

Las redes que brindan posibilidades
La comunicación cada tanto tropieza
El frío que va dejándonos aspereza
El ciclón tropical y los que han muerto
Los caminos trazados por lo incierto.
( Los sueños repartidos por edades ).

Mañana, ayer y hoy y por supuesto
El porvenir se da sólo en fragmentos
En el presente están los pensamientos
Y allá hacia el horizonte nos movemos.
Si hay un lienzo blanco que pintemos
Que sirva de alegrías para el resto.

Los tanques que todo lo destruyen
Y todo aquello que no comprendemos
Lo poco o lo mucho que sabemos
Las ciencias que mejoran la vida
Alcanzar a cubrir techo y comida.
El futuro es de los que construyen.

Saber y no saber si risa o llanto
Las noticias que provocan tensiones
Películas que otorgan distracciones
La música que vibra y acompaña.
Mis penas tejen tintas de maraña
En un tonto poema o sobrio canto.

Una pinta de tinta

«mejor seguir, mejor soñar»

Sui Generis

Algunas veces nos ocurre, a quienes trabajamos con las palabras, con la semántica, con la gramática y las emociones, que tenemos el impulso de escribir sin tener una o varias ideas fijas de lo que vamos a decir. El desafío que nos imponemos es combatir el silencio de la hoja vacía, la búsqueda de expresión, de claridad, el deseo de brindar algo que llegado el caso podría conmover, entretener o divertir y emocionar al lector ocasional. Entonces narramos, inventamos historias en la histeria de las pasiones, deletreamos, masticamos los términos antes de volcarlos, mucho antes antes de dárselos al público que tratará si le apetece desentrañar la simbología de la palabra escrita y (¿Por qué no?) saborearla, degustarla y empacharse con la lectura.
Sin embargo, otras veces, en otras ocasiones, quienes nos astillamos los dedos con la pluma, tenemos cosas por decir ( recuerdo un dibujo que observaba de niño, donde una tortuga montaba un globo terráqueo, y la frase que acompañaba el mismo decía: hagamos el amor y no la guerra ) pero si no contamos con algo de talento y varios recursos literarios la expresión trata de una opinión más entre milmillones, por lo que le buscamos la vuelta, la veta artística y ( ¿Por qué no?) comercial para que la exposición cobre interés en los lectores, despierte sensaciones, estimule y vivifique, escapando del llano y lo torpe del pensamiento plano, con las cualidades de la abstracción, de la analogía y el paralelismo, el sentido figurado y todo lo que puede presentar una narración cuando tenemos algo que decir de las tantas cuestiones que conlleva la cultura, en tiempos de paz o con los precios por las nubes, cuando la vida nos sacude de tanta realidad o cuando buscamos un artificio entre los sueños que nos permitan vislumbrar algo más benévolo.
Y otras veces, quienes pintamos letras, le damos un flujo de salida a lo que nos revuelve las tripas y nos revolotea sobre la cabeza desde las entrañas de las historias que la gente nos cuenta cuando se abre a otras percepciones de sus vidas, como Fabio que me contaba, tratando de calmarse fumando en pipa, cómo había comenzado a transitar el camino de la locura desde el ininterrumpido e insoportable ladrido noche y día de su adorable caniche Félix.

Vidriera ( microcuento )



Parado, firme, estilizado y con estilo, viste un traje azul que lo pinta como el otoño pinta de ocres las veredas. Por un momento pienso que me está observando, y me lo quedo observando como desafío: la corbata no combina, me digo. Para mantenerse parado mirando la nada, el vacío, el espacio entre la gente, hay que tener al menos una cualidad tangible, la tenacidad, y quizás otra solapada, la persistencia; y es evidente que para mostrarse en público hay que tener una cuota paga de narcisismo, y al menos dos para no inmutarse ante los espectros que se detienen a observar su figura con distintas intenciones. Más de uno como mi amigo Juan cree ( y con justeza ) que podría posar mucho mejor allí mismo, con gran elegancia y que con un salario justo podría costear los bifes y el puré de calabaza que tan bien le salen a la patrona y que a los chicos nutren cuando el frío aturde. Pero las cosas se dan de diversas maneras, a veces incomprensibles, y este maniquí, que viste tal traje azul en la vidriera, este primero de mayo tampoco se tomará un respiro.

El fondo del texto o…

La hoja en blanco representa un desafío, una invitación, un presente. La tinta que la va cubriendo debería tenerse por bien gastada, si las palabras que conforman el texto contienen algún valor, aunque todo sea simbólico, porque la hoja no es de papel ni blanca y la tinta sólo trata de caracteres sobre una pantalla, cuando la realidad pesa más que muchas palabras, cargadas de sentido y de razón, de sentimientos, de algún pensamiento más profundo, de las dificultades, de expresión, de fantasía necesaria e ilusiones. Queda sobre el fondo el tamiz de la hoja en blanco, simbología de veteranos escritores de pluma tenaz, tersa, figurada, que nos permite, nos facilita adentrarnos en un mundo donde las letras suplen las dificultades físicas, donde las palabras acarician el pensamiento contrastando con los surcos más ruidosos del cerebro, cuando la música -vaivén de melodías, sutil compañera de sueños y vigilias- no nos resulta accesible ni sorprende, donde el texto se desenvuelve ante la posibilidad de una lectura frugal que nos acompañe hacia la orilla fragante de un buen reposo. La hoja en blanco ante el escritor intermedia en la coacción del lector ocasional y se nutre de ambos: de las ideas precarias de uno, de las grandes interpretaciones de otro, y entonces comulgan, se genera el encuentro con epicentro en el trasluz del texto, de las palabras que adornan y decoran un pequeño espacio en la web, como insecto alado que vive un brevísimo tiempo y apenas tenemos suerte de observar, cuando no nos llega una notificación. Y entonces confiamos en el desafío que nos propone el día, porque como decía la canción en la publicidad: aunque no la veamos, la hoja en blanco siempre está.

Verbosidad

Me enseñaron que los verbos ser/estar, parecer/semejar se conjugan de la misma manera, pero…
Si yo soy y acá estoy, pareciéndome a algún otro y me asemejo a vos
A vos que también sos, y no sé si estás ahí, que parecés una sirena asemejándote a una rosa
Mientras él no será lo que creo, y quién sabe dónde estará, parece haberse ido pues se asemeja a una babosa, cuando nosotros
Nosotros somos lo que sentimos, lo que llevamos dentro, estamos bien, parecemos destinados el uno para el otro, asemejándonos cada día más a la unidad del crepúsculo y el horizonte, mientras ustedes
Ustedes eran espectadores, estaban sentados en su confort, parecían bajo el yugo opresor de la existencia, se asemejaban al potus que obsequiaron ellos
Ellos que fueron vida, lucha y amor, estuvieron en continuo apogeo, pareciéndose a la salida del sol hasta alcanzar el zenit, en el cual se asemejaron al Apolo 11, cargando nuestras ilusiones.

Quedan huecos

Todo quedará en el tintero, con muchas cosas por escribir, con muchas calles por caminar, con muchos rostros que observar, con muchas palabras por decir, con muchas conversaciones sustancialmente jugosas por compartir, con mucho aire por respirar, con mucho por delante, con todo por detrás. Y entre las tareas pendientes que me quedan por realizar, en esta vida o en las vidas que correspondan, un poco por haberlo pospuesto ya que debía atender ciertas ocupaciones, relaciones, ilaciones, etc. y otro poco por no contar con la capacidad suficiente para encararlas de lleno, a la altura que se merecen, se encuentran:
-Solucionar los problemas del mundo.
-Desatar cabos.
-Subir un piano al hombro por las escaleras, dieciocho pisos.
-Publicitar productos inútiles y cobrar regalías.
-Recorrer el supermercado en bicicleta.
-Subir a la Luna.
-Componer.

Esto no me desanima. Una canción espantosa es fuente de inspiración para muchos músicos que recién comienzan y dan sus primeros pasos en materia de composición, ya que es digno de superar algo tan malo. Después se verá si lo que hacen tiene algún tipo de difusión, pero ese es otro cantar. Y hablando de cantar, cuando alguien canta muy bien y hasta se podría pensar que en su faceta es insuperable, eso también es motivo de superación para el resto de los cantantes, sobre todo los que sienten admiración, porque es casi un ejemplo a seguir –en lo suyo- y un horizonte a alcanzar. Lo mismo pasa en los deportes, como el fútbol por ejemplo. Cuando los chicos ven a Messi gambetear pueden llegar a creer que lo que hace no lograrán hacerlo nunca, pero es una suerte de zanahoria que los invita a avanzar, a entrenar y, sobre todo, a jugar. Y si ven a un jugador muy malo, entonces la inspiración y el incentivo es mucho mayor porque los invita a superarse, al progreso y fundamentalmente a avanzar. El problema surge que en la confusión muchos no quieren jugar, no quieren cantar ni tocar el piano que no logré subir por las escaleras, sino que desean lo que la fama representa, quedando el camino de los derroteros pavimentado de jóvenes sin hambre espiritual, sin goce al transitar, perdidos en el desaliento que conlleva el consustancial desvanecimiento de los pequeños sueños. Con muchos escritores pasa algo similar, pero desde otra perspectiva. Pero no vamos a estudiarlo para no desvirtuar el terreno que hemos arado ( y sin que el lector lo sepa: sembrado ) con tanta dedicación, dando vuelta a los asuntos que no son temas menores, y por ello no los tratan en los multimedios, al menos no con la dedicación que muchos querrían. Por lo pronto, me decido a inflar la bicicleta y recoger, entre góndola y góndola, puré de tomate, yogur, café y otros productos que –algún día- promocionaré.

Chi va piano

Último domingo de enero, último enero del año, hay últimos que serán primeros, hay momentos que dejan rastros de eternidad en el silencio, hay silencios que hablan más que las palabras, hay palabras que invitan a profundizar el pensamiento, hay pensamientos que por el hecho de ser tan bellos nos hacen pensar que no serán ni los primeros ni los últimos. ¿Qué se puede esperar de un atardecer veraniego? ¿Que el viento amaine, que baje el sol, que brille Venus? Se pueden esperar oír el campanario, el canto del cucú dando las veinte ¡oh clock! y el eufórico grito de gol, ahogado por la tecnología. Febrero asoma por la claraboya, ahí se lo ve, pegadito a la luna menguante que crece en los cielos de Hollywood, dándole colorido al espectáculo y calor a los espectadores. La murga ensaya la comparsa, con el latido del redoblante y el pasito de caderas bamboleantes, con la espuma en el cabello y las bombuchas volando por los aires celebrando el carnaval, ante la lasciva mirada de los dioses, que despiden este enero veintidós de locuras, penas y sabores tropicales con la tristeza porque algo nos deja, pero con la alegría de darle el recibimiento y la bienvenida a todo lo que llega, bajando desde el tejado como los gatos o atravesando la esquina, como reina del carnaval. Todavía le quedará cuerda al verano y al tic tac.

En el sillón

El hombre se sienta en el trono a observar, porque qué mejor terapia que juzgar lo que pasa delante de su vista. Juzgarlo todo, lo que esté al alcance, ya habrá tiempo para analizar cuando se apague la luz ( risas de fondo, de autodidactas del sentido común ). No es que el hombre, Jaime, busque juzgar y analizar, sino que se ha especializado en la materia, ¡Y lo hace gratis! Observe: son las 22 horas, y ya cansado de juzgar el mundo de las noticias con rumores de guerras, con guerras que apenas se mencionan, con un fotógrafo que muere de frío ante la indiferencia metropolitana, con vínculos sociales virtuales donde los abrazos cotizan en bolsa -y los magnates los juntan en pala-, donde las posibilidades de empleo son promesas de programar los teléfonos que programan mentes, donde los cartones son la única facilidad de comer que tienen unos cuantos, donde el agua está pero no llega a las casas, donde el fuego todas las noches arrasa, donde la muerte nace y la vida se aborta al ritmo dominicano, donde el hombre se harta y se conecta a internet a ver qué le cuenta NetFly. Jaime quiere volar pero se enreda. Es joven, el trabajo no le proporciona mayores satisfacciones, pero costea los gastos de una vida un poco superior al promedio, económicamente hablando. Ya chateó todo el día y para esta noche no logró concertar un encuentro cercano con Daniela ni con Agustina, por lo que ahí está, sentado en el trono. Ya cenó y ya miró el panfleto publicitario y ya se desabrochó el cinto y ya miró el noticiero…¿Miró el noticiero? El mundo no lo conmueve, la muerte es cosa de todos los días: por las enfermedades de distintas índoles, por los accidentes de distintas vertientes, por los refugiados que no tienen refugio, por las balas, por las drogas, por las ficciones, por la depresión, por el hastío, por la miseria, por los cowboys. ¿Qué mira Jaime? ¿Una película de tres horas o una serie de trescientos capítulos? La indecisión lo carcome. Observe: el consejo más repetido que el hombre escucha es: no pensés. Y el hombre lo adopta y se habitúa. El cine es una buena excusa, pero los espectáculos masivos están suspendidos por lo consabido, entonces qué mejor idea que un cine ambulante. En la cama, en el sillón, mientras lava los platos o sobre el inodoro, el séptimo arte lo acompaña hasta que se duerme. Y el hombre observa y juzga, las actuaciones son muy buenas y le dan ideas de lo que la vida podría ser, porque todo esconde un potencial, un devenir en el porvenir. Jaime se duerme con la película corriendo ( ¿O eligió la serie? ) y la pantalla de los sueños se enciende. Las actuaciones del inconsciente les dan otro tipo de ideas, que tal vez se reflejen en las relaciones laborales o cuando Agustina lo invite a bailar. Observe: el hombre duerme y juzga lo que ve, creando una barrera que lo distancia, indiferente a lo que lo llama a participar, por el hecho de ser parte de ese mundo de horrores, por esa realidad que además incluye las alegrías, las ilusiones, los nacimientos y desde ya los sueños, como ese que lo envuelve. Plácido, entre las sábanas, casi sin pensar.
Además la película que estaba viendo terminó.

El rusito ( Microcuento )

Estaba soñando, y lo sabía, por lo que se fue del bar sin pagar el café, como una burla que en su estado lúcido no se animaba a acometer. Entonces todo se desmadró. El mozo comenzó a perseguirlo y el rusito tuvo que correr. En un momento sintió un dejo de arrepentimiento por su accionar pero se dio cuenta que era tarde para pagar lo que había consumido y que ensayar una disculpa ya no era la solución. Pero el rusito tomó coraje cuando el mozo se le vino encima, porque sabía que estaba soñando, y se le paró de frente. El mozo entró a tirar piñas totalmente desarticuladas, como si se tratara de un borracho a punto de desvanecerse y el rusito las esquivaba con gracia, hasta que se le estremecieron las entrañas con una risa irrefrenable que culminó en una carcajada estruendosa por la grotesca visión del mozo que le costaba mantener una postura erguida y soltaba las manos como un monigote circense, pero menos estruendosa que la trompada que le surtió el mozo en la nariz, cuando logró embocarlo y lo derribó.
-A ver si otra vez se te ocurre irte sin pagar.-le dijo, con el rusito yaciendo en el piso, que todavía no salía de la risa que lo embargaba.
Se despertó con la sensación de felicidad que dan las carcajadas en los sueños y la confusión que da la humedad que corre por la boca como sangre diluida cuando uno se cae de la cama y se rompe la nariz contra los cerámicos.

De agradecimientos

Por suerte, cuando pasamos malos momentos alguna ayuda, alguna presencia nos hace ver que la vida es bella ( como decía la película ), que la vida es buena ( como decía Sergio Denis ), que la vida es sueño ( como decía Calderón de la Barca ), en fin, que todo mal no tiene más remedio que partir y todo sufrimiento puede llegar a tener fin.
En la imagen vemos la estela que dejó Súperman al marcharse tras pasar esta tarde a darme una mano con una cañería que perdía y me tenía podrido. ¡Gracias!

Pardos

El día se apaga con nostalgia
La noche se ilumina con prestancia,
Se pasean los gatos con elegancia
Dueños y señores de la noche
Aventurados desafíos del destino.
Uno negro que se cruza en tu camino
Uno pardo, en el foro del derroche
Con la niebla que se ciñe en el farol
Y otro rubio con los ojos como el sol.
¿Uno rojo? ¿Uno verde? ¿Uno violeta?
Alucinan los colores del cometa
Son visiones de estrellas maravillosas
De luces que articulan otras cosas
En la noche, que a veces es un abismo
Otras veces uno se encuentra a sí mismo
Y se pierde del soporte irremediable
Que da el gato con su estirpe irrevocable.

LOS AÑOS DULCES

Una fruta dulce
Una fruta somos
Un kiwi, un durazno
Y a veces sabrosos
Jugosos, jugosos
Un pelón, ciruelas
Que muerden las muelas.
Una fruta deliciosa
Los años son cáscaras
Las arrugas máscaras
La risa contagiosa
La ventura, calma
Una fruta somos
Un pequeño cosmos
Que otros saborean
Hormigas y nietos
La pulpa es el alma.

CON UN BOWEN EN LA COPA



A mi amigo Leo

Laburante del mejor
guitarrista, trovador,
gran hermano, constructor
de conocimiento profundo
papá del pequeño Facundo
y protector de este mundo.

En el diminutivo, tocayo
él toca, yo Leo,
amigo en los mandamientos
querible Leo,
compartimos pensamientos
en algún recreo.

De alma son los cimientos
que vamos forjando
el tránsito de esta vida
que se va dando,
con amistades, con la familia
y los sentimientos
y con tu magistral cerveza
vamos sanando.

Que se cumplan tus deseos
( y que sean muy buenos )
que no asusten las tormentas
con muchos truenos,
que haya momentos felices
y en Navidad, renos,
que esta dicha compartamos
querido Leo.

De oído

Estaba pensando y, no mentira, estaba cantando, no no no mentira, estaba tarareando, no tampoco, estaba silbando una canción o en mi imaginación creía que ese sonido que salía de mis labios se asimilaba a cierta canción, cuando, de repente, para mi sorpresa, la pasaron por la radio y me dí cuenta que no sólo no se parecían en nada el silbido y la canción, entonces me puse a cantarla pero como era en inglés, las vocalizaciones no coincidían tampoco y además sonaba desacompasada, por lo que quise sacarla con la guitarra y ahí sí, por fin, la saqué y me saqué esa espina de encima, esa molestia porque a mí no hay música que se me resista. La saqué sin remordimiento, sintonicé otra emisora que hablaban de actualidad.

Muy tarde, zona Atlántica

Era muy temprano en un mundo que no dormía, y muy tarde en una aldea que no vivía, pero cuya respiración espasmódica sentían los turistas que arribaban a buscar dulce de leche, yerba, mates calabazas y ponchos de alpaca. Los dólares pintaban el paisaje yermo de un verde cobrizo que reflejaban los ojos azules de los comerciantes. Llegaban de Mallorca, de Lyon principalmente, también de Amsterdam, de Barcelona, Bilbao, de Palermo Italia, pero también de los barrios de Palermo y Recoleta, de Mendoza, de Andalucía, de Messina y de Belgrado, y otros más difíciles de entender, pero que al hablar el idioma mercantil y monetario, todo resultaba mucho más sencillo. Nadie sabía qué era lo que convertía a la aldea, o la había convertido, en un lugar de gran atractivo para la alta alcurnia. Los lugareños creían que eran sus manjares, otros más reflexivos lo atribuían a la calidez de sus playas y la prensa porteña señalaba a la naturaleza silvestre de todo el ambiente como la principal fuerza centrípeta para que gente de distintas latitudes resolviera pasar quince días, quizás los más sublimes quince días, de sus vidas en Pehuen Có. Sin embargo, era muy tarde para presenciar un espectáculo que no se vería en las pantallas de Netflix, pero que los que tuvieron la suerte de observarlo, en el parque donde los mastodontes y el tigre dientes de sable vigilaban la llegada de una pareja de portorriqueños, que hasta ese momento habían creído haberlo visto todo, pintado de Mickey, que los dejó estupefactos, erectos, rígidos como la Movediza, al punto que ninguno de los presentes pudo fotografiar ni filmar el excepcional suceso, salvo Gerri, el avispado ahijado del dueño de la cantina Cicerón, que ahora está en tratativas con la televisión para vender el registro fílmico, lo que puede llegar a dar que hablar, ya que a los que narraron lo sucedido los trataron de borrachos, delirantes y de haber construido el relato de una alucinación colectiva digna de una secta de piojosos que buscan trascendencia en drogas y estimulantes, alterando el orden público.
Mientras tanto, Gerri se divierte mirando cosas graciosas en Tik Tok.

Los zapatos ( Microcuento )

El viejo y la vieja del Pachu siempre enseñaban con sus consejos y ocurrencias. Recuerdo aquella tarde de abril en que don Sixto nos enseñaba cómo hacer para entender a los demás.
-Vos tenés que ponerte en los zapatos del otro.
Y doña Carmen agregaba elocuente:
-Pero primero esperá que saque sus pies.

ANA e INÉS ( Microcuento )

Dos amigas que cursaban la carrera de odontología en los años noventa, compartían la habitación de la pensión de Alcira sobre calle 4. Una de ellas, Ana, siempre respondía a destiempo los cuestionamientos de la otra, llamada Inés. Por su parte, Inés alternaba episodios de euforia y depresión, de bronca y alegría a intervalos regulares e irregulares. Ana sentía empatía por su amiga, pero cuando la quería asistir por su depresión, por ejemplo, Inés ya estaba cantando a grito pelado; o cuando la quería acompañar en un baile, Inés ya soltaba el llanto.
Así pasaron sus años de cursada en que Ana Crónica se desenvolvía en tiempos que ya se habían despedido sin que ella lo notara e Inés Table dudaba entre estados anímicos que duraban lo que un suspiro.

Te regalo una canción

Cada tanto me encuentro con un lindo diálogo vivaz. El chat es otra cosa que entretiene apagado. Cada tanto el día trae aburrimiento, y trae alegría, y trae gente, y trae movimiento. Otras veces se va a dormir con la noche, se moja con la lluvia, se lo lleva el viento. Queda poco del día: un beso, una sonrisa, llanto y carcajadas. El bullicio desaparece, la música se calla, los automóviles duermen. No hay lunas, pero está Júpiter. El día trae lo dulce y lo amargo, el júbilo y la decepción, el entusiasmo y el estancamiento, belleza y soledad, brillo y nubes. La nube se perpetuó, cubrió el cielo de grises. Parece mentira que sean las diez, parece mentira que sea diciembre, parece mentira que estemos vivos, lo que asoma como verdad, o como variantes de verdades son el dolor, el embole, el sexo y las enfermedades. Y aunque todo es pasajero, lo nuestro es pasar abriendo caminos. Necesitamos aire, música, ideas. Abriendo caminos, caminamos, pero los caminos están pavimentados con brea y hay mucho tránsito como para caminarlos por ahí, como para que se abran las aguas del mar Rojo, entonces caminamos por caminos ya recorridos sin abrir las puertas del cielo que golpearan rosas y pistolas. Escuchamos, quisiéramos escuchar, escuchamos, pero las voces se confunden. Entonces sentimos, sentimos no sólo con el corazón sino también con la piel, los órganos, los huesos y con el cerebro en su ajetreo, porque sentir es otra forma de pensar, una más entre muchas. Lo bellos púbicos sienten la proximidad, las manos sienten el tacto, la nariz percibe el perfume que nos indica un camino que nos vuelve a hacer sentir que es cierto que estamos con vida por delante: un minuto, cinco años, dos siglos, qué más da. Viviremos, esa es la promesa de la aurora, pero caminar es por lo pronto solamente una esperanza: descalzos, sobre aguas, en la arena, al trabajo. Quién puede decir qué es la vida sino todo: el amor, lo bueno, la pérdida, el sollozo, las cataratas del Iguazú. Quizás es algo que no se vende en el supermercado, que no se paga en cuotas. Y vemos en los chicos la alegría y el llanto, y vemos la vejez y los achaques, y vemos multitudes y vemos rostros dolidos, y vemos pasar las películas y los camiones, los perros y los gatos, el tiempo y las estaciones, lo simple y lo complicado, el crepúsculo, las canciones en videoclips, el chango del supermercado. Abrimos o no abrimos caminos se preguntan los cantores, los poetas, los obreros que hacen el pavimento y los inspectores de tránsito. Digamos que tampoco están todas las certezas al final del recorrido, tal vez algunas están a un costado o en la banquina o en el guard-rail o en el fruto de un árbol. Quizás nos espera la calma, el mar hacia donde todo confluye, la desilusión o la brisa nocturna. Una cerveza hace de néctar y nos apacigua; dos, hace de brindis y nos emociona; tres, hace de efecto, que nos traiciona. Y hablamos, y pensamos, y callamos, y soñamos. Caminamos, avanzamos y tenemos todas las posibilidades de abrir caminos para caminarlos o para observar el horizonte sin parpadear ante el ocaso.

DEL ABURRIMIENTO Y OTROS ENSERES

Si se apaga el sol

se apaga la vida,

si te apagas tú

me apago, querida,

de sólo pensar.

Tengo la cabeza

repleta de fantasías,

tengo el corazón

colmado de versos

soy como una droga

sin efectos adversos

cuidado que seguirme

es un viaje de vida.

En tiempos complejos

a lo cerca y a los lejos

le damos la bienvenida

a todo lo que nos haga

pensar, mi vida, pensar.

HAMLET YA NO SABE QUÉ DECIR



Hasta que no veas el sufrimiento no has visto nada.

-¿Por qué habríamos de no ser, chocolatín?

Dibuja un discurso sensible en el aire, con palabras delicadas, con gestos precisos.

Ser artista en un mundo maquinal. He ahí cien razones para vivir, cien almas para habitar, cien criptogramas para…

Ser humano en un mundo material. He ahí un sentido, una amplitud, una visión, sue…

Ser simple en un mundo virtual. He ahí una belleza, una paradoja, una cualidad, un sustento cuando todo se disuelve.

Ser singular en un mundo de fábrica en serie. He ahí una seriedad, una fantasía, una serenidad ante lo complejo.

Ser nada más ( nada menos ).

-Ya cállate Shakespeare, que me desesperas.

DEP ( Microcuento )

Querido, ya sé que Bill era insoportable, mala leche, insufrible, bestia, ignorante, belicoso, tártaro, déspota, tirano, ruin, vil, torpe, pendenciero, garca, jodido, autoritario, huraño, reptil, rata, holgazán, sucio, ladrón, malamigo, turbio y buchón, pero no te preocupes. Ya Dios lo tiene en su gloria.

Literatura universal ( Microcuento )

Un hombre nació, vivió decorosamente, sorteó dificultades, se enredó en otras, entabló relaciones, destrabó compromisos, tuvo problemas -es cierto- pero no por ello se amilanó, se desanimó, fue un ferviente entusiasta, incluso quizás trabajó, creyó, creó, se desilusionó, amó la vida por momentos, estuvo en guerra con la existencia, hizo lo que todos hacen. Murió. Pero el final nos deja una enseñanza.

El sota ( Microcuento)

Ayer te llamé, pero no estabas. Barajé la posibilidad de encontrarte en el café. Cuando me quise acordar, ya te había olvidado. ¿Dónde te habías metido? Esperé. Fumé dos pitadas y me asquié. Guita no me sobra, pero un pucho es un pucho, y lo guardé. Había mucha gente caminando. Inicié una conversación con la vecina de mesa. Jodimos, bromeamos y en un momento incluso nos abrazamos. Kiosco cerca para comprar forros no veía. Largamos la carcajada.
-Mirá, sería bueno continuar con esto en un ambiente más cálido. ¿No te parece?
¡Ñandúes y comadrejas! Oí su sensual voz generarme un cosquilleo que bajaba desde el cerebro hasta mi entrepierna. Podría avanzar y tirarme a la pileta, pero algo que vi en su cartera me hizo dudar. Quizás era cuestión de… Reculé. Siempre recuerdo las palabras de mi amigo Marlon que me invitaban a desconfiar. Tomate un tiempo y pensá, me decía. ¿Usted qué haría? Viérame en semejante situación, de calor en ebullición. Wanda Nara, fea a su lado, me dijo que tardé mucho en decidirme y se fue, antes de responderme cuando le pregunté por su nombre. Xiomara, imaginé.
-¿Yo? Zoilo, la hubiésemos pasado bien. -le grité, pero ya iba cruzando la avenida y creo que no me escuchó.

Azul marino

Borro más de lo que escribo
y la tinta no me mancha,
en algún verso sigo vivo
en los otros, banda ancha.

Tiempos fuleros tocaron
de pluma, barbijo y lanza,
Don Quijote y Sancho Panza
un camino nos trazaron.

Pero esto es el tercer mundo
dimensión de la Providencia,
de atardeceres profundos
de mate, amor, negligencias.

Y entre amistades virtuales
se gestan las tradiciones,
y en cotidianos rituales
se nutren las religiones.

El tiempo todo lo cambia
el viento nos aglutina,
en los desiertos de Zambia
en Patagonia argentina.

Mientras, sigo borrando
en la memoria viajando,
trabajo la hoja en blanco
si no lo escribo me estanco.

Vivimos como podemos
amamos como queremos,
deseamos cuando nos dejan
si nos dormimos festejan.

Sean eternos los laureles
los espejos de oropeles,
los millones de colores
los discursos, los olores.

Sean eternos los amores
las orgías, los errores,
todo menos los dolores
las fortunas, pormenores.

Acostumbrarse a lo injusto
es moda en tono vetusto,
con daños de larga data
donde se pierde y empata.

Sociedad y carambola
del río que contamina,
está la luna tan sola
sólo nos queda la espina.

Mas no todo se marchita
ni hará que el mal se repita,
quien cante «la vida es buena»
hará que valga la pena.

Con las olas sueña el mar
quisiera seguir viviendo,
si se me da por soñar
a veces muero escribiendo.

De a ratos, la vida duele
de a ratos, hay alegrías
de a ratos, el hombre suele
de a ratos vestir poesías.

Me despido, esta noche,
entonces le pongo el broche
de baratija y de latón,
sólo pongo el corazón
la tinta, la hoja y la pluma
el mar le pone su espuma.


EL BASURAL ( Microcuento )

Los desechos de la ciudad se reúnen para conversar, una bolsa habla de hermandad, una caja de falta de humanidad.
-¿A vos por qué te tiraron?
-Dicen que huelo mal y no sirvo para nada, casi como a un anciano que mandan al asilo.
-A mí me dijeron que soy descartable. ¿A vos te parece? Como naipe en el chinchón me tratan.
-Bueno, pero la sacaste barata, te podrían haber reciclado.
-Esto debe ser el purgatorio. De acá nos mandan a ese infierno que llaman el basural. –dijo la caja.
-No creo que lleguemos a tanto, yo por mi parte volveré y seré botella.
-¡Ahhh el viejo anhelo de volver! De reminiscencias y nostalgias de la buena vida, cuando éramos útiles.

Leer es un acto poético, Juan José Saer

La lectura exige una dosis de inspiración. No se lee todos los días de la misma manera y muchas veces se lee sin inspiración. Leer no es la actividad voluntaria que determinan las necesidades del saber, sino un acto poético que si se realiza en frío no produce ninguna modificación en el sujeto. La lectura […]

Leer es un acto poético, Juan José Saer

Saer o no saer, esa puede ser otra de las cuestiones. Gracias Calle del Orco.

SESIÓN ( Microcuento )

A fines de los 90, Julio, en su curiosidad juvenil, se dispuso a estudiar psicología, pero no porque tenía intenciones de ejercer la profesión, sino para tener un conocimiento más cabal de las cosas y la gente. Fue así, que tras leer un bibliorato gordo y pesado de numerosas sintomatologías, llegó con justeza y convicción, luego de un estudio exhaustivo de sí mismo y el conocimiento al que acababa de acceder, a diagnosticarse todo, al menos todo lo que se detallaba en esa publicación, desde obsesiones y pasando por manías hasta la inmortalidad.
Y quién sabe si hoy día en las sesiones semanales de psicoanálisis con el doctor Bloom que tan bien le sientan ( pese a que las realiza acostado ) no descubre algo más de su ser.

Creo que sí

Creo en DOS creador del archivo y las carpetas
que abrió puertas y dio a luz a las ventanas
que en su inicio propagaron cual paganas
nuevas costumbres transformadas en rituales
que hoy se yerguen extendidos y virtuales
sin el encanto de tus dos hermosas tetas.

Las cosas que van quedando atrás

Si no escribo parece que falta algo. Escribir también puede ser darle significado a todo lo demás, comunicarse con otros de un modo sublime. Es también una obsesión, claro está, parte integral de todo escritor. Peri Rossi, que no me dice mucho, ganó el Cervantes. Estar disconforme con la cultura es común, salvo que todos lo canalizamos de distintas maneras. El malestar en la cultura, tituló Freud. Y exceptuando los problemas de orden físico, todos buscamos atenuarlo: con la regia poesía, a través del apetito sexual, con el disfraz de las adiciones, mediante la interpelación del arte o con la búsqueda de un diálogo sustancioso que a veces se transforma en un diálogo entre las dos caras de uno mismo, diríase los hemisferios. La satisfacción y su búsqueda, el encuentro y la pérdida, son solamente variantes, puntas, de un todo holístico que en diferentes planos actúan en nuestro ser, muchas veces postergados por los compromisos o porque la vida impone condiciones, como un pequeño peaje que nos cobra por el paso sobre tierras previamente conquistadas, dominadas a fuerza de destrozar el valor de la palabra y legitimar el costo del envase. No logré cambiar el mundo y tampoco era mi intención, qué más da, pero esta cerveza bien fría nada me va a impedir destaparla.

Fotografía del ojo artístico de Jorge Guardia, en La Plata.

Epifanía ( microcuento )

Más allá de los argumentos de Darwin, por momentos más que un mono me siento el árbol del que desciende, con anchas y profundas raíces, sediento, un refugio para ciertos pájaros que vuelan y vuelan para anidar en mí. Y también me siento la sombra debajo, en la que los perros reposan y beben el agua que gentilmente les ofrece la vecina. Mis sueños, en tanto que árbol, son el viento que mece, la lluvia que baña, el sol que vivifica y una mirada cómplice. Todo lo demás es vigilia, despierto, casi casi como los hombres que pasan caminando y me arrancan las hojas y los niños que me quiebran las ramas y los borrachos que me orinan, muriendo y renaciendo con las estaciones bajo el haz de luz de luna que me nombra:
-¿Estás durmiendo, Evaristo?

Raras veces le contesto.

Nota para quienes siguen «La otra mitad»

El sitio de alojamiento del blog, WordPress, dispuso que se publiquen entradas «patrocinadas» en los sitios gratuitos como el presente, La otra mitad, para intereses propios comerciales, ajenos a los de los autores de cada uno de ellos, con todas las molestias incluidas.

Por el momento, es posible que vean entradas y publicaciones sin relación con otras publicaciones e intereses propios.

Mis disculpas del caso.

Un abrazo.

La depresión le vigila los pasos

La vida se le presenta con baches a Eduardo, como el pavimento, con huecos vacíos, con pozos anímicos, tras una marea de gente ansiosa, tras un mar de apatía e indiferencia, tras un vendaval de impresiones que el vivir diurno ofrece despojándolo de los sueños. El ritmo fluye, la vilipendiada armonía se enturbia con el ronroneo de los diversos motores, la música se torna mecánica, las voces metálicas, los abrazos se postergan, los puños se chocan en señal de disidencia. La antojadiza normalidad le muestra coreografías de danzas frenéticas y circulares. La moda atropella cualquier intento de reflexión, lo embiste, lo arrolla, y la ambulancia hace el resto del trabajo sucio. Dolores y penas se quedan en las profundidades, dentro, esperando el proceso que las purgue, esperando el retorno a algún atisbo de felicidad, aunque más no sea momentánea.
Esperar que el afuera le traiga lo que no está adentro, lo que no está en ningún lado, esperar palabras, rascar la superficie, observar imágenes en movimiento, fotografías estáticas, el correr del arroyo, el vuelo de las aves, el tránsito vehicular, el ajedrecístico tránsito vehicular, observar y escuchar, aburrirse, morir en el intento de vivir, respirar profundamente para refutarlo, hablar para negar la muerte, dar consuelo, llorar a mares, despertar con alegría, despertar con sueño, despertar sin levantarse, despertar en la oscuridad, despertar muy tarde para estar despierto, despertar porque es el único remedio. Y luego suspirar, y luego inspirar, dar vueltas en la cama, dar vueltas las ideas, dar vueltas los pelos, la cabeza, recorre la casa, dar vueltas por la ciudad sin mirar nada como si fuera la primera vez, sin mirar, mirando al cruzar la calle, mirando vidrieras, mirando pasar la gente, la gente común, la gente en su mundo, en el mundo en común, mirando a los que trabajan, a los que duermen, a los que andan, y luego caminar o más bien deambular, con los pies rozando las baldosas, tropezar. Subirse al auto y olvidar, manejar y no pensar, volver y recordar. Prender la televisión y buscar, buscar, buscar. Apagarla y dormir, y en el transcurso soñar. Desayunar a las 3pm. Y en el intento de hacer cosas, las cosas lo van haciendo. Erguirse, doblegarse, redoblar la apuesta. Limpiar todo, purgarlo, limarlo, extirpar impurezas. Mirar el espejo de reojo, con desconfianza, con cautela, con expectación, con sorpresa. Sonreír. No, no era lo que pensaba Eduardo: Era lo que pensaba. Pero ya no. Levantarse, una vez más, levantarse y andar.