¿Componer una poesía o ensayar un argumento? ¿Describir largos lamentos o despertar fantasías? ¿Debatir sin fundamento o estirar una agonía? ¿Completar la travesía o esculpir un pensamiento?
Entre esos debates está la madeja que deshilvana todo buen escritor. Y decimos bueno en el único sentido de que sus escritos no dañan, no es que escriba lo que en el ambiente se mal conoce como, y se le llama inocuamente, “escribir bien”, ya sea desarrollando una trama que respete sintaxis, gramática y que no transgreda las normas y pautas de convivencia entre todo lector convencional y un mero texto, cuanto no somero.
Porque por creerse por encima de ellas quizá caiga en lo más bajo de la literablanda, ya que aquello de letra dura ha quedado eclipsado por un caudal de imágenes un poco más fuertes que aquella palabra escrita, por más tesón y ahínco que le pongan, tanto el autor al escribirlo como el aventurado lector al involucrarse con el texto.
Una poesía puede constar en actas, del siguiente modo:
Como en un capullo, envuelta,
en sedas de recuerdos y deseos
en redes de palabras y visiones
limitada con algunas condiciones.
Sale vital del capullo en vuelos
cual alada mariposa, resuelta.
Claramente habla de la libertad, de la libertad de coincidir, de la libertad vital del momento de la transformación vital.
Por su parte, un argumento, se puede desviar hacia otros andariveles y, por qué no, desbarrancar en la banquina., como sigue:
“Esperemos que las beneméritas sacrosantas bestiales dirigencias por venir nunca se enteren que la literatura es un placer porque nos cargarían un impuesto como ya se ha hecho con el cigarrillo, la cerveza y pronto el choripán, con los cuales luego hay jactancia asfáltica como si además de con la pobreza de nuestros semejantes a pagar cómodamente en mil doscientas cuotas, pusieran el lomo y la pala que no han logrado domar. Por lo pronto, si hay un libro a mano, gocemos la lectura y no levantemos la perdiz”.
A su vez, un largo lamento puede dar letra a religiones populares, aunque en la época actual más bien se diría que, como por ejemplo Canadá, te ayudaran con una eutanasia a librarte de los males de la depresión y la angustia económica, no como un acto de bondad sino como un hecho de celebración del sistema vigente que arremete contra toda sensibilidad.
Las fantasías hoy las propician los teledispositivos, por lo que no ahondaremos en su trama, ya que se roba toda la atención del acaudalado público.
Lo que nos va quedando como corolario de la epístola al vacío es la posibilidad de labrar un pensamiento, de labrar con los pensamientos, que a veces se disparan como dardos sobre el blanco y otras, las más, pasan desapercibidos. Tengamos en cuenta que el público está en otra, en otra sintonía, en otra frecuencia, en otra dimensión, por lo que lo mejor, para todo buen escritor, sería dejarlos atravesar el camino hacia la eternidad en la mayor comodidad posible.
Señores, no incomodemos.
lectura
ENCUENTROS CERCANOS HUMANOS
Comenzamos hablando del calor del último fin de semana y, sinceramente, me ilusioné con que tendríamos una conversación fecunda donde podríamos tocar temas profundos que muchas veces por falta de tiempo o interés se nos escapan como el crepúsculo. Pero no. Estuvimos cinco horas conversando, no sólo del calor, sino de la lluvia, el viento y la guerra. Tétrico, como las noticias. Triste, como el vendaval.
Como en el juego de las sillas, con música bailo, canto y mi corazón está contento. Cuando para la música, deseo reincidir en el sentimiento y, o bien me dispongo a escribir, o bien busco la música, la armonía de la melodía con ansias. Dadme la música y todo es gozo, dadme un escándalo y todo es sopor. Soportar la vida es cuestión de estoicismo, o de elaborar una filosofía fecunda a partir de firmes cimientos. Y si no, decidme si miento.
Sobre la banquina, un letrero publicita o reza:
CÓMPRESE UN CHIQUERO Y SEA FELIZ
Y la verdad de las verdades, no es tan mala idea de no ser por los precios actuales y por venir. El porvenir es lo que nos inquieta, pero es a su vez lo que nos hace avanzar, sino estaríamos en un estanque como peces que hacen lo que mejor saben hacer, cual un bagre bigotudo que sabe hacerlo perfectamente: nada. En fin, nada surge de la nada, como dicta la expresión habitual en jóvenes y pelotudos. Las cosas surgen y se van haciendo visibles con procesos más complejos que el Tetris.
Los libros son una especie de mapas, en los que algunas veces te guían, otras encuentras el camino y otras te pierdes. Perderse en el laberinto de letras, diría Borges, hasta encontrar el rostro avejentado en un espejo de páginas es un desafío existencial, sobre todo para los amantes de la lectura. A quienes no leen nada no les recomiendo libros, pero ni aunque fuera tan hijo de puta. Los que ya estamos en el baile, lo mejor que podemos hacer es bailar. No sé si la cultura siempre nos hace mejores. Hay gente que se embrutece discutiendo de economía. Uno, como cualquiera, ve que las cosas van ( bien, mal, camino a ) y también ve que a veces no van, no caminan, no funcionan, y alza la voz: ¡Señores! ¡Paren de guerrear! Pero es inútil, el sonido de los disparos suenan más fuerte hasta dejarnos sordos.
Y a través de las pantallas, con gusto o con sabor amargo, todos vamos conociendo el mundo. Algunos se han comprado su buen chiquero y lograron ser felices. Otros continúan bailando al son de la música deliciosa. Como decía Einstein, lo importante es no dejar de hacerse preguntas: ¿A dónde dirigen el mundo los cornetas? ¿De qué va a trabajar la gente cuando todo sea automatizado y robotizado? ¿Quién va a componer la más maravillosa música?
Tiempo. Hace falta tiempo.
Y de postre, bacalao
Le están atribuyendo frases a Séneca y a Epícteto que más bien parecen de un principito de la autoayuda. Ayuda es algo que se da o no se da y, si se pide, hay que saber a quien hacerlo.
Leo y releo, por algo me dicen Leo, y no me enredo. Ahora que la vida es virtual y la inteligencia artificial vamos prescindiendo del ser humano en su profunda concepción.
No sé si serán ciertas esas noticias que hablan del calor insoportable del infierno, del fuego eterno, tal vez, no lo discuto. Pero lo que sospecho es que en el infierno hay mucho, pero muchísimo ruido, constante , incesante, atronador, y en caso de haber algo de música, es muuuuuuy mala.
La gente juzga lo que hacés y lo que no hacés. Por ejemplo. Vos pasás caminando, y uno dice mirá cómo camina este cara de nabo. Pero ahora vos no salís a caminar, y un jetón dice por qué no saldrá a caminar este cabeza de bondiola. Y con lo que se dice ocurre algo parecido porque hoy día la palabra es algo que se ve, un elemento visual, como esta breve disertación:
-Señor, el tiempo es oro, ¡es cierto! pero no obstante hay algo que entendió mal: ¡Nuestro! tiempo es oro, ya que corre a favor; el suyo es una cerveza y un puñado de maní. ¿Nos va siguiendo?
Vayamos terminando, vayamos despidiéndonos, porque si no canta la esperanza es mejor que cante la guitarra.
Y a propósito, qué bueno sería que le aflojen a tanto tanque, misiles y balas por el estilo, se compren unos chasquibunes ( que hacen ruido pero no matan ni lastiman a nadie ) y se dejen de joder, ¿no?
Paciencia y afinar el lápiz
Cuando uno tiene, según la ocasión, un poco de tiempo y, tras varios años de tránsito por esta tierra que nos alberga y da cobijo, como para hacer introspección, con la mochila pesada y con mucho de lastre, se pone a repasar hechos de su vida y ve que fulano me dijo esto, mengano me hizo aquello, zultano me dio malos consejos, y así siguiendo repasa una larga lista ta ta ta de todos los que nos cagaron un poquito la vida y rápidamente se da cuenta y llega a la tesis de-mos-tra-da que todo el mundo nos cagó, como corolario existencial.
Entonces, como si se prendiera la lamparita, asume la causa que lo rectifica con la premisa natural y subsecuente: Voy a cagarlos a todos.
Pero, como seres humanos razonables, sensibles y sensatos que somos lo hacemos de una manera civilizada, porque tampoco es cuestión de andar grafiteando paredes sin ton ni son. ¿Y cuál es la forma más civilizada de cagarlos a todos? El comercio. Hay que vender algo a toda costa y aquí, según la suerte que tengamos, podemos recurrir al ingenio y la ocurrencia.
Podemos vender televisores, para que vean cómo los cagan en vivo, o podemos vender el diario para que se enteren cómo los cagan, los han cagado o los van a cagar, además de las cagadas de todos los días que ocurren en el mundo, y de paso tienen con qué limpiarse después de cagar, o podemos vender libros que vienen bien para entretenernos cuando tenemos muchas ganas de cagar, o bien podemos vender laxantes o inodoros que, bueno ya sabe todo el mundo para qué sirven y no es necesario hacer una carrera de licenciatura en marketing.
LETRAS Y PARADOJAS
En esta época creer que un texto incide en la vida de los lectores es pecar de ingenuo. Podrá, sí, tener un impacto directo, pero será sólo momentáneo, de ínfima duración. La atención es lo que ha cambiado con el advenimiento de la tecnología y la profusión de redes sociales. Si bien quedan lectores que se tiran de lleno a la pileta de un libro con escasas distracciones, éstos son casos aislados o fuera de la sintonía social.
El escritor que busca trascender deberá tener en cuenta varios aspectos. Principalmente, saber que trascender es ir más allá, ¿pero más allá de qué? Hoy cualquier texto puede –y de hecho lo hace instantáneamente- trascender fronteras y franjas etarias con facilidad, pero difícilmente se ´pegue´ al lector más que por un breve instante por la dinámica de todo lo que nos llega continua e incesantemente, dejando velozmente todo en olvido. El texto vive en cada lectura, pero esa lectura tiene un carácter de breve, momentáneo, ínfimo. Por eso muchos suelen dar el consejo de que deben escribir textos cortos para que, al menos, sea leído, privándonos a los lectores del desarrollo de una trama, un pensamiento que podría ser de una gran riqueza y placer para los que lo lean.
Escribir con esas limitaciones es como tocar música para un público que no le gusta la música en absoluto, entonces uno se pone a bailar y a hacer trucos de magia para intentar gustarle. Breve o extenso, el texto es un decir cosas, y esas cosas se pueden decir de muchas maneras porque el lenguaje es ilimitado en su naturaleza aunque tenga limitantes en sus reglas.
Decíamos entonces que la atención se desvía del foco continuamente. Un texto que atrapa al lector es un texto efectivo, lo cual no es sinónimo de bueno. Resulta pues efectivo en el hecho, pero para conquistar al lector haría falta algo más: que le guste y hasta incluso lo seduzca o lo convenza. Atrapar al lector, gustarle y seducirlo o convencerlo serían los atributos de un texto que trasciende, que va más allá de lo habitual.
La lectura activa del texto da el veredicto y esto puede o no llegarle al escritor, como un comentario al texto al pasar o detenerse sobre los márgenes.
Después se encuentra la problemática de cómo darle trato a la temática: explayarse, puntualizar, dar cátedras. Con el correr de la tinta sobre el blanco fondo el camino se abre ante la pluma del escritor y ante los ojos del lector, que está a la espera de cazar algo, aunque más no sea una perdiz donde comer feliz.
Veamos el siguiente ejemplo:
“Dejó el club de sus amores para irse al club de sus rechazos; antes pasó por el club de sus rencores, por el club de sus indiferencias, por el club de sus intrascendencias y por el club de sus admiraciones. Finalmente, llegó al club de sus temores.”
El texto puede brinar algún tipo de sensación, alguna insinuación, y si es breve, dos veces bueno. No es el caso. Seguimos quedándonos con hambre. Decir todo se asemeja más a atiborrar la página de símbolos negros que a un pintor desquiciado, mientras que llenar la página de símbolos para finalmente no decir nada, no introducir vestigios de novedad es pecar, no ya en el ámbito de la estafa al lector, sino de estúpido, en tiempos en los que se desarrolla un culto pagano a la delgadez, al tiempo que a la inmediatez, al tiempo que a la insensatez concomitante.
A cierto escritor que preferimos omitir su nombre, escribir lo ayuda a pensar con mayor claridad, a darle cauce al flujo de pensamientos que se resisten, que doblan y se entrecruzan en senderos angostos y a veces van a parar a un callejón sin salida, no quedándole más remedio que sentarse en un rincón a esperar ver la luz del amanecer que le señale, que le muestre que la salida estaba ahí mismo, detrás de su espalda, y era justo por donde había llegado, según contaba en diversas entrevistas. De hecho, muchos talleres de escritura consisten en terapias de autoayuda y hay psicólogos que mandan a sus pacientes a escribir, básicamente para desembarazarse del problema.
Pero volvamos a la fuente de nuestras angustias. Leemos y escribimos. La lectoescritura nos acompaña día a día más que nunca, al menos a muchos de los que cohabitamos la Realidad. A otros, a muchos otros, las letras no les mueven un pelo y está bien que así sea. Lo imperioso de escribir ( ¿hay necesidad de escribir o es mero daño colateral del hecho de existir en un mundo globalizado? ) si es que existe algo así, es la característica humana de tener la palabra como medio, la comunicación como anhelo y la comunión y el encuentro con los demás como parte inherente de toda vida sustanciosa, jugosa y fructífera. El resto es cháchara. En un mundo cooptado por el trogloditismo, hacer uso de la palabra escrita es un acto de reivindicación cultural, un arcaísmo centrado en la voz particular que él mismo sistemáticamente desoye por mandato de las altas cumbres rastreras, valga la paradoja.
Veamos el siguiente ejemplo:
“La suciedad es un concepto puramente humano que no existe en la naturaleza. Lo que para unos es mierda, para otros seres de especies inferiores es un apetitoso alimento, un remedio natural o un fertilizante de tierras. La diferencia está en el uso que hacemos del conocimiento. Por lo tanto, seamos humanos, limpiémonos el culo.”
El texto actúa como un disparador de ideas. Las ideas muchas veces son palomas en el cielo de la mente, y algunas cargan una belleza y una tranquilidad que pocas veces encontramos en lo cotidiano. Por lo tanto, sigamos escribiendo pensando en los demás, quienes tienen la capacidad de hacerlo, y sobre todo, no seamos brutos: leyamos.
Tapa dura
Una persona puede ser un libro abierto ( como se decía antaño ) pero la gente olvidó el arte de leer.
Se entendía entonces, que un libro abierto era una fuente de muchas cosas valiosas.
Aquí es muy común que los libros se vendan como reciclaje de papel. Otros más ingeniosos los utilizan para apoyar el mouse de la computadora o como posapavas. Y como en los libros uno puede encontrarse con cualquier cosa, desde historias muy jugosas a narraciones tediosas, desde diálogos sustanciosos hasta solamente ruido, es natural que con las personas ocurra lo mismo, y muchas veces los lectores poco versátiles se dejen seducir por la tapa, el título o el nombre del autor y se lleven un fiasco.
No obstante, leer, en ocasiones, puede ser muy gratificante, muy reconfortante y sumamente satisfactorio, no sólo libros sino libros abiertos como suelen ser ciertas personas. Claro que para leer hay que tener cierta disciplina, cierto entrenamiento en la materia, hay que disponer de tiempo, además. ¿Alguien sabe con precisión qué guarda -como tesoros invaluables – una persona que ha recorrido un camino de vida, atravesado por piedras, perros salvajes, corridas, encuentros, grandes amistades, derrotas, mil sabores y alegrías incalculables? Y lo mejor es que se mantiene sobre sus rieles y prosigue, tal vez esperando, ansiando, ser leído. Pero no, la gente va, llega, saca una foto, y se va. Digamos que olvidaron el arte de leer, tampoco es cuestión de culparlos porque la sociedad como está planteada los va llevando hacia sus intereses.
Tal vez los teléfonos que albergan tantas tapas de libros ( estamos hablando de fotografías de personas) se están reciclando para convertirse en algo todavía mejor. No lo sabemos.
Por lo pronto, los que han alcanzado cierta estatura como para ser capaces de disfrutar de una buena lectura, tendrán que revolver entre muchas cajas de saldos de libros usados hasta dar en la tecla, o encontrarse con alguna persona de valor que abra sus páginas al aventurero.

Naty
Aquí estoy, en un rincón de este cosmos, en el centro de la escena que nadie mira, exceptos mis ojos que tienden al parpadeo, como método de protección cuando la visión me atemoriza, como esas cosas que dicen en los noticieros que ve mi mamá cuando se cansó de hacer todo lo que tenía para hacer en esta vida, al menos por hoy. Pero sé bien que mañana será igual.
-Natalia, levantate que se te enfría el café. -después de decir eso, como el acto de amor de cada día que se permite ofrecerme, se subirá al auto para estar lo más lejos posible de mi rostro. Es su amor y más también.
Y aquí estoy, pensando en cualquier cosa, menos en este café, ni en estas galletitas, ni en esta mermelada light. En frente, la pantalla del smartphone me muestra todo lo lindo que la vida me escatima, subsanado con la felicidad que se puede comprar, según las propagandas que nunca faltan ni son escasas, felicidad que nunca dura más de tres minutos luego de abrir las cajas y empaques que contienen artículos variados como los auriculares que me compré ayer pero no lo que prometen con las propagandas, al menos ya no soy tonta como para caer tan fácil, aunque con ese smartphone podría fotografiar la luna y casi casi poder acariciarla, rozarla, caminarla. Otra vez estás en la luna, Natalia. Vamos, ¡baja ya! La vida es aquí, esta vida es aquí, con todo lo bello, con todo lo feo, entrelazado. Tengo sueño y tengo sueños. Espera, Esperanza, ya voy a responder tus ventisiete mensajes matutinos antes de que empieces a hablar. Sí, ya sé, no podías dejar de pensar, la noche se hizo larga y plomiza, bla. Es que yo también tengo mis problemas, no creas que para mí todo es tan fácil como te lo pintan las blusas que cambio cuatro veces al día, no, aunque dudo que me estés escuchando, Esperanza. Sí, te entiendo, pero cambiemos de tema: ¿lo viste cantando a Mariano Martínez? Decime si no es un dulce… Ah, perdón, a veces olvido que estás a dieta, como todas nosotras. No hablemos de dulces.
En fin, aquí estoy, sigo aquí, esperando Esperanza, esperando que se enfríe el café, que me hablen, que miren mi foto del desayuno. ¿Qué querés que haga, Esperanza? Sigo soñando, sigo esperando, Esperanza.
Trastos rotos
Las cosas se perdieron hace tiempo y el tiempo nos va cambiando, nos pone canas en la barbilla, nos teje arrugas en el rostro y nos deja monedas en el bolsillo. Muchas de nuestras imaginativas acciones son un intento de patear a la muerte para más adelante, una persuasión con dotes de instintiva y reto intelectual. No la muerte en sí, sino el tema que nos preocupa. No obstante, generalmente ni siquiera existe el tiempo en que recurramos a ello con tanta muerte a diario, alrededor e incluso en estrellas lejanas y galaxias prometidas. Las cosas se pierden y otros las encuentran, como un encendedor que se nos cae caminando o como aquello que tanto trabajo da construir para que caiga un huracán desde los cielos y todo se vuele al demonio. Entonces la gente va, recoge las chapas y la dignidad. Tras la pandemia nada es lo que era, nada será lo que insinuaba, ni siquiera nosotros, aunque hay talentos que resultan prometedores, y en ellos hay esperanzas para los que tengan en suerte encontrarlos, como esas cosas que se perdieron entre barbijos y sinfonías. No sabemos bien qué ocurre en Bangladesh, las noticias que llegan son escasas a pesar de la era de los globos hiperconectados, pero aquí lo único obligatorio y seguro es justamente el seguro obligatorio del automotor.
Las cosas que van quedando atrás
Si no escribo parece que falta algo. Escribir también puede ser darle significado a todo lo demás, comunicarse con otros de un modo sublime. Es también una obsesión, claro está, parte integral de todo escritor. Peri Rossi, que no me dice mucho, ganó el Cervantes. Estar disconforme con la cultura es común, salvo que todos lo canalizamos de distintas maneras. El malestar en la cultura, tituló Freud. Y exceptuando los problemas de orden físico, todos buscamos atenuarlo: con la regia poesía, a través del apetito sexual, con el disfraz de las adiciones, mediante la interpelación del arte o con la búsqueda de un diálogo sustancioso que a veces se transforma en un diálogo entre las dos caras de uno mismo, diríase los hemisferios. La satisfacción y su búsqueda, el encuentro y la pérdida, son solamente variantes, puntas, de un todo holístico que en diferentes planos actúan en nuestro ser, muchas veces postergados por los compromisos o porque la vida impone condiciones, como un pequeño peaje que nos cobra por el paso sobre tierras previamente conquistadas, dominadas a fuerza de destrozar el valor de la palabra y legitimar el costo del envase. No logré cambiar el mundo y tampoco era mi intención, qué más da, pero esta cerveza bien fría nada me va a impedir destaparla.

Fotografía del ojo artístico de Jorge Guardia, en La Plata.
El muro que no cae
El antiguo corrector ortográfico de mi teléfono, al escribir la palabra “otro” me la cambiaba automáticamente por “muro”. Lógicamente, esto obedecía a que los números que representaban cada letra eran los mismos. Sin embargo, cuántas veces nos encontramos ante un muro en el otro, insensible como piedra, sordo como tapia, cuando lo único que necesitábamos, antes de que nos venciera el sueño, era una palabra sentida. No obstante, la Vida misma siempre busca llegar al que está buscando, quizá de un modo incomprensible, y esa palabra, ese aliento vital, nos llega desde una página, desde un diálogo en una película, cuando el alma se ahoga en el lago del desaliento. Por eso, aunque duela y sea costoso, lo mejor es resistir, no ceder los terrenos conquistados, porque cada paso que hemos dado en el camino, incluidos los pasos en falso, nos han enseñado a caminar mejor, a mantenernos erguidos ante la indiferencia y a no reflejar con nuestros actos todo aquello que nos doblega en la calidad humana, cuando la única luz que alcanzamos a observar es la del fondo de las pantallas de los televisores que nos han entrenado para ser dóciles espectadores de nuestra propia vida. Y quizás, de tanto oír con desgano que somos seres de luz, un día lleguemos a luminarias.
Epifanía de escritores
No sé cómo vienen ustedes, mis estimados colegas de pluma que manchan de tinta las flores, con vuestros lectores en estos tiempos, pero a mí me lee a diario nada más ni nada menos que nuestro criollo y nunca bien ponderado Don Corrector Ortográfico, estratega de la parapsicología y videncias y gerente de viáticos imperecederos. Con esto no quiero despertar vuestra envidia, si no los lee ni mi abuela resucitada, ni mucho menos, cuando obsequian con palabras bonitas, crudas, resecas grandes sensaciones que colmarían de emoción a una mortaja, pero baste con decirle que hay que seguir afilando el lápiz, que hay que entintar la hoja en blanco con los mejores sentimientos en pos de las generaciones venideras, no claudicar ante el avance de la hermenéutica, y sobre todo hay que darle cauce al río verbal para que los lectores del mañana tengan la posibilidad de dormir calentitos y soñar, porque este mundo lo soñaron nuestros antepasados y mal que mal tiene su toque de belleza en los jardines primaverales de la cultura, con entrada libre a cambio de un paquete de arroz, y en los museos apostados en las mazmorras de la civilización encontraremos, sin descifrar, los papiros que nos indiquen la ruta de regreso a nuestras más bellas ensoñaciones. Por eso y por mucho más, escribid al alba y al poniente, escribidle a la bella durmiente, escribidle a la gente, que si alguien os lee, un solo varón, habremos vencido al convenio colectivo de la estolidez que nos tenía sojuzgados a la intemperie de la idolatría pop, guardados en un rincón, como una planta de potus sin regar, esperando la muerte. Recordad que alguien leerá el título de vuestras vidas y se colmará de gozo.
Lectores que van y vienen
Se me han ido los lectores,
por covid, por desertores
por dormirse en los laureles
a guardarse en los cuarteles,
se han ido con el viento
a trocar un pensamiento
a refugiarse en la tevé
en Netflix, en internet
se han ido y otros vienen
con mis letras se entretienen
con las tuyas, con las nuestras
un botón para las muestras
buscando romper la imagen
tiranías de las comunicaciones
dejando la voz al margen
en el seno de las interpretaciones
que no tocan lo profundo
la belleza de este mundo,
se han ido o los encontró la muerte
o quizás cambió la suerte
y otros ocupan su lugar
llevándose sólo lo puesto
o se les dio por jugar
a tener vida de repuesto,
se han ido buscando vida
o un plato de comida,
se han ido en el ajetreo
como se fue Ptolomeo.
Me falta sociología
para entender travesías
mas tengo psicología
y en el alma diez mil poesías.
Leer es una avenida de poco tránsito
Con la lectura el día tiene un paso lento. El trajín de los peatones son frases u oraciones que parecieran pasar como la señora va con los años y el gorro a cuestas hacia el almacén, o como el hombre camina con la barba por la mañana atravesando el aguanieve en busca de un atado de cigarrillos que le permitan pensar en otra cosa, y no en los males de la vida, que se disuelve como humo en el ambiente. Las palabras caminan, lento pero firme. Nunca en fila india, sino dispersas, noctámbulas, quizás con un hilo conductor que las lleva como buen pastor a las ovejas a un prado verde y a un afluente. Con la lectura, la vida se torna calma, como cuando la hamaca de las frustraciones se detiene y dejamos de prestarle atención, la atención de niños, al movimiento y nos centramos, nos enfocamos, en el paisaje que nos rodea como esa madre al niño que busca el refugio, el calor, y empieza a conocer el amor. Los puntos suspensivos propician la pausa justa para atarse los cordones y proseguir el camino sin tropiezos. Los puntos seguidos son como el parpadeo de los ojos, como el suspiro que nos permite llenar los pulmones, y continuar apalabrando el aire. Detenerse en una palabra, en una oración, puede transformar nuestra vida. Pero no hay tiempo para detenerse, porque el texto prosigue, porque el trajín continúa, porque esta lluvia no cesa, porque la música nos hace bailar para no perder la silla cuando se detenga. Y vaya si hemos bailado… Por eso continúa este periplo, por este sendero. Porque el camino que recorro aún no está trazado, y caminar es ir viendo cómo se abren las puertas de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que seremos.
Ideas para la pantalla grande
Les tiro un argumento a Hollywood, que quién te dice por ahí nunca se les ocurrió: se presenta alguna tensión por uno o varios conflictos ( aquí pueden ser ocurrentes ), hasta que en el camino del protagonista se le presenta una mujer, de quien se enamora y todo finalmente se encauza. Fin. Consumo masivo de pochoclos garantizado.
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El ingenioso hidalgo contra los algoritmos de viento
Descubrimos por qué Facebook no muestra nuestras publicaciones a los contactos.
Según el algoritmo, nuestras publicaciones resultan de interés para cierto número de gente o que tengan cierta afinidad con lo que publicamos a priori, de acuerdo a su comportamiento previo ( reacciones, comentarios, etc. ). Esto quiere decir, que si publicamos algo que podría llegar a interesarle a algún contacto, el algoritmo se lo muestra sí y sólo sí anteriormente interactuó con alguna de nuestras publicaciones anteriores; caso contrario, ni se molestará en mostrarlas o, lo que es peor, el contacto ni se molestará en prestarle atención a ellas si se le presentó por error.
También hay que tener en cuenta que la gente se va cansando y la atención se desvía muy rápido con las diversas publicaciones que ven durante el scroll de pantalla, por lo que el algoritmo trata de hacerle la vida más fácil a la gente: es como si le sirviera un café, le tendiera la cama y le preparara la bañera para un baño de inmersión, para esperarlo luego con la bata a la salida, todo muy placentero. No hay que pensar que el algoritmo es un turro que sólo quiere complicarnos nuestro paso por el Face, sino que sólo quiere que no pasemos ni un momento por el tan temido aburrimiento que, de concretarse, sería total responsabilidad del usuario por seguir publicaciones que no le colman su espíritu. Y en los casos en que nos alegremos de interactuar con publicaciones de otros contactos o páginas que nos brindan algún tipo de satisfacción, estas se nos seguirán mostrando siempre y cuando el contacto en cuestión publique algo nuevo ( aunque no tenga nada de novedoso la publicación ), ya que si dejó de publicar es probable que tengamos que asistirlo por estar atravesando éste una crisis existencial o, en su defecto, feneció efectivamente, por lo que habrá que darle el pésame a sus deudos y buscar publicaciones satisfactorias de algún otro contacto.
En síntesis, para llegar a un público más caudaloso, tendríamos que publicar cosas u opiniones en sintonía con la masa de gente que puede llegar a comprender o degustar nuestras publicaciones, por lo que quien debería cambiar de comportamiento no es el mentado algoritmo sino nosotros mismos hasta lograr la fórmula que nos dé el número que nos deje contentos. Pero con esto, vale decir, dejaríamos nuestra personalidad virtual al borde de la ciberdepresión ( aunque nuestro ser real esté en su plenitud ).
En otras palabras, para la fauna que cohabita el ámbito del like nuestras publicaciones son una mierda. No insistáis.

La casa recomienda

Para bajar a un pozo de estrellas
Marcial Souto
Editorial Dábale arroz
Joya literaria que no se presenta dos veces en la vida. Hay que revolver muchos estantes y recorrer varias librerías para encontrar algo de este calibre. Imperdible.
Valor de la casa: ⭐⭐⭐⭐🌟
Hay un lugar para cada cosa
El bromista no está del todo bien visto en la sociedad de consumo, máxime si este aparece en lugares donde se tejen cosas de apariencia importantes. Por ejemplo, es factible escucharlas en un velorio pero uno no puede entrar en la verdulería y decir: dame un kilo de pancartas. Y esto ocurre principalmente por tres motivos: el primero, es porque el verdulero puede quedar estupefacto o descolocado e inmediatamente declararse incompetente; el segundo, es que la broma se corra rápido como reguero de pólvora y todo el mundo aburra a los verduleros con la misma broma, casi obligándolos a sonreír de compromiso ante la posible venta de dos tomates perita; y el tercero, es porque corremos el riesgo de que sí, nos den el kilo de pancartas, pero por la cabeza.
PARA QUÉ SIRVE UN BLOG
Sin dudas, un blog ofrece numerosas posibilidades para la comunicación, y a su vez, es una responsabilidad. En un blog se puede hablar de un tema A, y apelando a la libertad de expresión se lo puede hacer partiendo desde A1 e ir llevándolo por diversas y complejas etapas hasta A9, o simplificarlo y pasar a un tema B como en una conversación que pasa rápidamente del clima del día al precio de los alimentos. Es importante notar que al tratar un tema C, no necesariamente debe decantar en un tema D, pero hay que evitar a toda costa caer en la tentación de ir a parar a un tema Z demasiado rápido, pues sería como saltar del balcón de una planta baja. Ridículo. Lo que sí es válido, es partir de un tema Y, pasar por N y llegar a B, que es más o menos como hablar de macroeconomía con metáforas gastronómicas dirigido al comensal de turno que nos observa en una estación de servicio.
Otro tema no menos importante a la hora de comunicarse a través de un blog, es tener presente a quién va dirigido. Esto se puede estipular de antemano, explicitándolo ( este texto va dirigido a mujeres de treinta a cuarenta años, que le guste el chocolate, etc. ), o se puede dejar abierto y que el visitante opte por sentirse tocado o no, lo cual puede resultar en azar. Los lectores, por norma general, son curiosos como turistas, y pasan a echar un vistazo y ver qué se pueden llevar. También, como puede verse en muchas ocasiones, se puede dejar en claro que lo expuesto va dirigido a uno mismo, en cuyo caso el visitante ocasional hará las veces de voyeur, si el instinto de curiosidad lo lleva a adentrarse en la lectura, a pesar de la advertencia.
Por otra parte, este ítem se puede dejar en blanco y dirigirse a cualquiera que opte por pasar por el blog o a todo el mundo, aún sabiendo que la figura semántica es ficticia, pero nos puede encauzar la comunicación desde el comienzo.
En el momento de leer, es curioso prestar atención al modo de lectura que se popularizó en los últimos tiempos desde la llegada de internet, Google, Wikipedia, las redes, etc. que consta de un ejercicio veloz acumulativo, donde raras veces ( y en contados lectores ) se pretende entender nada ( a excepción de lo obvio ), con la consecuente dificultad inherente a la comunicación mediante medios escritos. No obstante, hay sobre la faz terrestre lectores para todos los gustos, lo cual no se traduce en numerosos pero sí en alguien capaz de descifrar las ocurrencias ( o al menos en intención ) de quien abre un blog para comunicarse con otros.
Debido a que el blog, salvo para los seguidores diarios del mismo, es virtualmente anacrónico a la temática diaria, se pueden tratar temas que no sean vox pópuli o que la moda haya sacado las cuestiones fuera del foco de atención. Un texto en la web puede dormir años, y resucitar con un lector caído en batalla.
Otras de las posibilidades de un blog son: contar, narrar, traducir, aburrir, cansar, distraer, entretener, consumir tiempo de vida del lector, obsequiar pensamientos, divertir, conquistar amoríos, perder seguidores, ganar lectores, dar a conocer lo que uno hace, difundir conocimientos, regalar entendimientos, prestar vocabulario y demás, todo supeditado a la comprensión lectora del visitante en cuestión.
Por último, y para despedirnos, queda tener presente que un blog puede ser un refugio para el lector, un remanso o un lago donde se distiende de las tensiones cotidianas que ofrece la vida en sociedad, por lo que tener un blog es, no sólo un aporte a la cultura, sino una ofrenda a la comunidad. Para todo lo demás, existe Facebook.
Arte sano
Para los que producimos arte en general y literatura en particular, lo más difícil es que la obra tenga cierta difusión. En líneas generales, el artista se ve obligado a convertirse –además de creador- en un vendedor de su obra, y eso no es apto para todos pues puede llegar a ser incómodo para quien no esté habituado ( algunos tienen mucha “cancha” en marketing, mejor aún que sus dotes artísticos, y venden bien ). Una vez que la obra literaria tiene difusión, encuentra a los consumidores, lectores e interesados en leerla, ya que hay para todos los gustos. Hay muchos tipos de lectores –como describió y clasificó Macedonio Fernández- y la literatura ofrece un abanico de posibilidades para que cada quien encuentre, con un poco de esmero, lo que anda buscando a la hora de leer, aunque muchas veces esa búsqueda se puede ver retrasada por otras formas de esparcimiento espiritual, tal como ocurre con la alimentación cuando ingerimos comida chatarra y nos terminamos habituando. En fin, escarbando un poco en la cultura, nos podemos encontrar con cosas por demás interesantes.
Con motivo de haber llegado a las 1000 entradas en el blog La otra mitad, quería enviarle un afectuoso saludo a quienes saborean a diario o esporádicamente mis escritos por aquí, y dejarle algunos enlaces a algunas de las piezas que van quedando abajo por la dinámica propia de este tipo de plataformas, para que le echen un vistazo, si gustan.
Les recuerdo que en la pestaña “Libros” pueden adquirir mis primeras obras impresas desde cualquier lugar de la Tierra, y de paso les anticipo que estaría proyectando dos nuevos libros y esperando llegar a, quién dice, 2000 entradas por aquí para que puedan leer un poco más de lo que hago en materia literaria.
Un abrazo
Los enlaces:
PROYECTO DE POESÍA
QUÉ COSAS TIENE LA VIDA, DOÑA AMELIA


Casi mil entradas

Los libros y la perspicacia
Hoy quise agarrar un libro con la premisa de que “los libros no muerden” y fracasé. Es decir, agarrarlo fue todo un éxito pero a la hora de la lectura resultó un rotundo fracaso, ya que quería despejar las ideas y éstas, con porfía, no hacían más que concentrarse. Y por si fuera poco, cuando lo quise dejar en la biblioteca, el susodicho me dio tal mordiscón con sus páginas que me abrió un dedo. Aunque me dolió, podría decir que la saqué bastante barata, máxime teniendo en cuenta el título del libro: Tiburón.
No sólo de chat vive el hombre
Habilidoso chateador
Se ofrece para, sino, por
Darle cuerda a la imaginación
Con soltura y rimboemoción
En vivo y en directo
Políticamente incorrecto
Con gracia y entusiasmo
Hasta llegar al orgasmo
De una charla divertida
Corrupta, entretenida
Con emojis que grafican
Sensaciones que trafican
Las palabras que olvidamos
Los conceptos que ignoramos
Y si en un rapto callamos
De repente continuamos
Con el chat, la travesía
Al compás de la alegría
De tipear los caracteres
Que forman los pareceres.
Cuando hay comunicación
Se propicia así la unión
Acortando las distancias
Que separan las instancias,
Con las risas de por medio
Esquivamos cierto tedio
Propio del aburrimiento
Cocido en el pensamiento
Y mediante las pantallas
Escapamos con agallas
Del sopor, la soledad
Y hablando de libertad
Nos hacemos más esclavos
De palabras y teclados
En atardeceres fortuitos
En aconteceres gratuitos
Que viran en tal dirección
Obnubilando de ilusión
Nuestra virtual condición
Pasajera situación
En el presente momentáneo
De este tiempo sucedáneo
Que nos deja sin aliento
En muy cómodos asientos.
Cuando veas que me callo
Una nueva frase tallo
O te hablo de poesía
O con una fotografía
Te despierto el inconsciente
En un quid irreverente
En el que mueras de risa
(Un cadáver con sonrisa)
Para soñar nuevamente
Que vivimos felizmente
Que seguimos la corriente
Que después, al día siguiente
Nada recordaremos
Y nadando nos iremos
A chapotear otras aguas
A chatear sin un paraguas.

Términos y condiciones del libro
Compré un libro «usado», aunque no sé si debería decir más bien un libro leído, mas no tengo esa certeza, tal vez nadie lo leyó aún. Quizás es un libro usado, como efectivamente fue catalogado, pero de un uso cuanto menos dudoso. Si lo pensamos con cuidado, el uso que se le hubiera dado podría ser de lo más heterodoxo posible. Este libro, se podría haber usado para posar la pava o el control remoto, o supliendo la función de una regla o el de un abanico. En fin, del libro que se ponga en venta con la condición haber pasado por otras manos ajenas a las del librero se podría decir, tranquilamente y sin temor a dudas, libro en venta con la desventaja de no ser nuevo.
Pensando el blog
Sin novedades en el ámbito editorial ( Jack debería estar destripando las poesías ) me dispuse darle un tinte de color al blog, más que nada para aquellos que echan un vistazo cuando ingresan por vez primera con curiosidad. Para ello, decoré las páginas Libros ( en la que se puede acceder a mis primeros libros desde cualquier rincón del planeta ) y Recorrida visual ( donde se pueden apreciar las fotografías del amigo Jorge en una galería artística).
La entrada más vista del blog es una poesía titulada Trigal, que no sé por qué razones el buscador Google trae a cientos de visitantes semanales desde distintos países. Es una pena que a través de esa vía lleguen a tal poesía, como carta de presentación, entre tantas publicaciones que tengo al momento en este blog. Digo que es una pena porque esa poesía no creo que “enganche” a nadie para seguir leyendo otras cosas del autor, por lo que son visitas frecuentes pero que no se llevan nada, como otras poesías o cosas más jugosas podrían serlo si se dispusieran a leer. Aunque muchas veces alguien que produce cultura como todo artista sabe qué les gusta a quienes lo siguen pero no sabe por qué lo siguen ( a excepción de los parientes y amigos que lo siguen por el afecto que los une, entre otros motivos ). También puede ser que no tengan motivos y lo siguen por la misma inercia. En fin, propuesta para otro escrito.
Pensando el blog, alejado de la dinámica de las redes sociales, donde lo último causa impacto por diversas razones, lo podríamos llegar a ver como un espacio cultural para curiosear, para distraerse, distenderse y/o entretenerse. Por más que esas no sean funciones implícitas de la literatura, el lector tranquilamente las podría tener presentes. No obstante, habría que hacer una clasificación de lectores ( propuesta para otro escrito ) para distinguir a dónde se dirige la pieza literaria, aunque esto bien lo podríamos obviar entendiendo que el lector –en principio- tiene ansias de leer, y para ello acude a otro que no sea sí mismo ( aquí intervienen los escritores, críticos y profesionales de las letras y la psicología para desmentirlo o darle un cauce diferente al mencionado, alegando que… -complete el formulario- ), por lo tanto podríamos continuar escribiendo con las mismas ansias con las que el lector asiduo u ocasional acomete la lectura, para satisfacción de ambos, quizás, aunque de esto el escritor muchas veces no se entera por recelos del lector.
Si bien durante esta pandemia en Argentina hay indicios de que aumentó la lectura, el consumo de contenidos audiovisuales ( videos, tv, videos musicales, tiktoks, videojuegos, etc. ) se sigue llevando la atención en el grueso popular, por lo que podríamos decir que en aquellos países que no tienen una larga tradición literaria como España ven mermar la cultura en líneas generales y en lo particular ( siempre haciendo mención a los de habla hispana ), que es lo que hace desistir a muchos escritores que no tienen abiertos canales de difusión para dar a conocer sus obras, quedando todo en lo que parece un rinconcito oscuro y virtual, a pesar de lo vívido de sus letras. Ante esto, lo habitual es que se junten entre ellos y apelen a la consigna “te leo para que me leas”, formando normalmente una especie de club, en el que nos damos ánimos para no perder la voz, voz que se pierde en un mar de likes, entre ruidosos motores y el sonido ambiente de un noticiero de televisión.
Por lo pronto, podríamos considerar el blog como un pantallazo de letras para descifrar, como un chispazo de palabras para desentrañar, como una vertiente de agua en la que refrescarse, como un momento que atraviesa el tiempo, como uno de esos colores que forma el arco iris sin mostrarlo, y entonces, sí, luego de la detención, seguir. Porque seguir es lo que nos trajo hasta acá.
Vuelos rasantes del espíritu que despega
Me desperté con la música militar con sus trompetas de guerra que sonaban con nitidez pese a la distancia -unos seis kilómetros-, probablemente facilitada su escucha por el silencio circundante a esa hora de la mañana. Se oía como la clásica música de trompeta de películas cuando se preanuncia el fin de la batalla o la sentencia de muerte de un soldado caído. Creí que tendríamos que ceder el territorio si esto acontecía, pero luego, al despabilarme, recordé que no estábamos en guerra, por suerte, y no sucedería lo que imaginaba. Se trataba entonces del saludo reglamentario que da comienzo a la jornada militar y me sentí tranquilo.
La música me hizo pensar que los artistas deben alentar y fomentar la creatividad en todas las ramas del arte y aún por fuera de ellas. El hombre es capaz de crear y de transformar, pensamientos, emociones y ocurrencias en cosas, artísticas o no, capaces de darle satisfacción. El acto creativo recrea al hombre, lo renueva y oxigena. Desarrollar esta habilidad es posible, en diversas áreas, y a la larga templa el carácter, sosiega el espíritu y fomenta la imaginación, cualidades totalmente apreciables en todos los tiempos que nos toquen por vivir. Crear, algo que hasta ese momento no había visto la luz, es darle vida a nuestras inquietudes y curiosidades, lo cual además puede movilizar al observador y llevarlo a generar cosas él mismo; de esto se trata –en parte- el arte, de recrear, y quien consume arte es artista en potencia.
La mañana se la habían devorado los trámites que tuve que hacer. Oficinas y comercios, papeles, firmas y sellados, se llevaron el tiempo hasta el mediodía que, de tener elección, hubiese optado por deleitarme escuchando a Astor Piazzola; pero no fue así, tuve que atender las ocupaciones y necesidades que no se podían postergar y merecían una resolución inmediata. Todo salió como era de esperarse, es decir bien, y me quedaría el resto del día para otras actividades más sustanciosas, si se quiere. La mañana estaba perdida o era un triunfo, era el dilema que me aquejaba al mediodía. Diríamos que se cumplió con la demanda, y a veces cumplir es hacer lo correcto, por lo que no estaba nada mal la forma de proceder, pese a que mis intenciones olvidadas se distanciaban de los hechos. Quedé conforme, y el bandoneón lo escucharía cuando el tiempo generoso me lo obsequiase.
Apelando a las posibilidades de movimiento con las que contamos aquí, me dije, Caminante: hay muchos caminos por los cuales transitar, sendas nuevas que se pueden descubrir, senderos que recorrer, semáforos que desobedecer, miradas por descifrar, rostros que adivinar. Resuelto, me dispuse a caminar por las invernales calles de la ciudad, veredas vestidas de ramas al finalizar la temporada de poda. Caminar me distrae, en el sentido literal del término aparejado al hecho de apartar el ánimo de una idea ( o de varias ) que a veces me rondan y me acucian sin saber la razón, como un pensamiento frenético que se instala y da vueltas y vueltas, cargoseando, como un chiquilín inquieto que sólo se divierte llamando la atención. En este caso, lo que embota es un cúmulo de ideas que no logro disgregar y ver a la luz de qué tratan; quién dice, quizá hasta sea materia literaria, algo incipiente que busca la claridad de la pluma, el vuelo semántico de un texto. Con los datos de los que dispongo, no lo puedo saber aún, pero es como si fuera un ovillo de lana que uno debe desenredar con mucha paciencia si lo quiere tener en limpio, a disposición, para un uso adecuado. Decía entonces, que caminar me distrae, también en el sentido de que me divierte y me alegra. Los médicos lo vienen recomendando con asiduidad y entusiasmo, y es muy conveniente que así sea, cómo método de prevención y, además, por los beneficios inmediatos que trae a la salud integral. Aunque algunos lo recomienden sin bajarse del Logan, es valioso que lo hagan porque mucha de la gente que concurre a consultarlos lo considera palabra santa, aunque muchas otras personas sirvan de guía en varias materias desde otros ámbitos desde que el hombre es hombre, pero su voz no es escuchada con adecuada atención o ni es tenida en cuenta, lo cual viene a figurarse lo mismo. Caminé y caminé, esquivando ramas, postes, canastos de basura, vehículos, chimangos que te miran con sigilo fijamente, peatones y baldosas flojas. Recuerdo que mi primer grupo musical trunco se hubiera llamado “Baldosas flojas”, con el enchastre en pantalones y calzados que su melodía hubiera causado en los oyentes. Pero es algo que no llegó a ser, como tantas otras que quedan en imaginaciones, proyecciones que no se plasman, quedando la sombra de lo que podrían haber sido. Terminé el recorrido satisfecho, pensando en reincidir cada vez que las condiciones lo permitan.
La noche anterior había tenido un sueño desconcertante que no voy a narrar porque sería grotesco. Lo curioso del asunto es que últimamente los sueños están asociados a personas que no creo ver aparecer en los sueños. Es decir, sueño algo: una situación, un drama, lo que sea, asociado a tal persona, lo cual puedo ver nítido al despertar. No obstante, la persona asociada al sueño en cuestión no aparece en el mismo, funciona como si fuera el título del sueño, si se tratase de un cuento. Esto me pasó dos o tres veces en los últimos días y es una curiosidad que merece mi atención, algo que tengo que investigar y profundizar, porque allana el camino en la comprensión de las cosas. Al soñar se transforma parte de la vigilia incluidos pensamientos y sentimientos, y es probable que también suceda a la inversa, aunque de un modo más subliminal.
Por otra parte, en los últimos días no hubo novedades librescas. Ni pude colocar mis primeros libros en nuevas librerías, ni se comunicó Jack, el editor. Llueve copiosamente, estruendosamente, como un anuncio de cambios. Cada vez que llueve con tanta fuerza, el destino tuerce su camino y algo que se dirigía hacia la derecha gira a la izquierda, o viceversa, sorteando obstáculos y dificultades que la naturaleza de las cosas le pone delante, tal como lo hace el cauce de un río. Si llueve, hay planes que se posponen o se reprograman, y sintonizamos con quienes tenemos afinidad. Por lo tanto, es dable esperar que haya novedades en cuanto a mis libros en el corto plazo, o al menos tanta lluvia me ha dado la posibilidad de creer que así sea y con ello evito por un momento pensar en cosas tan poco atractivas como una enfermedad que nos tiene en vilo.
Se equivocó la gaviota,
se equivocaba:
creyó que el mar era el suelo,
creyó que un techo la playa,
vino a volar al cemento
buscando algo para morfar.
Ahora no tiene consuelo
el mar le queda muy lejos
y se olvidó de volar.
He tenido vislumbres de acontecimientos en diversas y variadas situaciones, por ejemplo al leer, por ejemplo al escribir y en otras. Con un libro de Levrero, me pasó no una sino hasta tres veces, que mi pensamiento adelantara lo que estaba por leer, sin que el autor lo hubiera insinuado siquiera. A eso le llamo sintonizar. Pareciera como si uno estuviera en sintonía con el entramado y pudiera tener alguna visión previa sin buscarla. Este tipo de experiencias no es nada novedoso, pero no deja de llamarme la atención. Escribiendo, también me ocurrió algo parecido. Estaba componiendo una poesía, con inspiración, y uno de los versos se plasmó en la realidad a los pocos minutos, sin tratarse de nada estrafalario, pero sí de algo que si uno no presta atención pasa de largo, como si nada ocurriese o no tuviese relación. A eso le llamo sintonizar. Otros hablan de clarividencia o precognición, facultades psíquicas que con algún tipo de entrenamiento se pueden desarrollar. Aunque estoy bastante ocupado en otras cuestiones por lo que me temo que no podré adivinar el futuro ni es mi intención -como lo hacía el Magush de Silvina Ocampo mirando un edificio deshabitado- al menos por algún tiempo.
Últimamente, el blog me ha dado más trabajo de lo deseado debido a la gran cantidad de spam que llega, sobre todo el último mes. Desconozco las intenciones de tal suceso, pero pienso que parte de lo que hacemos como lectores es detectar y desechar spam en la literatura, ya que -como en el habla- es posible distinguir el ruido de lo significativo propiamente dicho, lo sustancioso de la cháchara en el parloteo. Es decir, desechamos a la basura, similarmente a lo que hacemos al preparar una comida o al ingerir una fruta. No obstante, para tal lector resultará spam un libro que a otro lector le resulte significativo, no hay un algoritmo que lo detecte, a priori, dada la variedad de lectores en el universo, Marte incluido ahora con robots recorriendo el planeta rojo.
Finalizando, cabe destacar que a esta altura de mis preocupaciones, con todos los problemas que tenemos a cuestas, con las inquietudes que nos movilizan como seres humanos y a pesar de los dolores que padecemos y nos hacen titubear, que el kilo de bizcochos cueste trescientos pesos me hace pensar que la subsistencia se está haciendo cada día más… ¿onerosa? Al menos en el ejercicio de supervivencia.
Lecturas, escritura y nimiedades
Tuve un contacto, breve pero fructífero, con Jack, que sino el destripador, el editor. En principio, accedió a leer mi selección de poesías, lo cual es un avance en este anhelo de publicarlas. A pesar de la corrección y selección minuciosa de las mismas, siempre quedan puntos por colocar, comas que sacar, poemas que excluir, versos que añadir. No obstante, ya no había tiempo para eso: me jugaba la carta que me había dado la baraja y ahora sólo queda esperar a que las condiciones sean propicias. Me parece una buena selección, con rasgos que parecieran seguir al menos una línea con la primera, pero con su toque distintivo para que el lector de aquella pueda sorprenderse, embelesarse y aventurarse en y con la lectura de la segunda. El título ya lo aventuré hace tiempo, veremos su devolución o correspondencia.
Pasaron dos largos días sin escribir y mi consciencia no me lo perdonaba, siento el deber de hacerlo, por vocación, por oficio y por satisfacción. A veces tengo tanto para escribir que el sólo hecho de postergarlo me da escozor, por eso digo que hay que robarle tiempo al tiempo para dedicárselo a aquellas cosas que nos hacen felices, que nos dan la posibilidad de sentirnos bien, sin peros. Tengo más de cien borradores, que como reloj de época, esperan darle cuerda para que hablen. Imagino que saldrán cuentos y poesías con esos disparadores de la imaginación, valga la redundancia, en diversas asociaciones y disociaciones, representaciones y argumentaciones, para darle vida a distintos textos que el lector del mañana ejecutará y dará su veredicto en cuanto a calidad, calidez y esplendor.
Omití decir que estuve con el doctor Bloom. Lo encontré distraído en su disfraz de astronauta protector de virus, escupitajos y malas lenguas, por lo que no pude sacar mucho en limpio. No me prestaba atención, absorto en sus cavilaciones, y eso me incomodó por lo que en vez de hablar de mí, le narré parte de historias del Ingeniero Luiggi como si fuera propia, incluido el cuento que me había enviado vía audio por whatsapp, y le causó gracia, por lo que pude –terminando la consulta- obtener con ello un poco de su atención. Es que la atención es caprichosa, más en estos tiempos en que las pantallas nos distraen a cada momento, por eso pierde su foco rápidamente, para entretenerse con cualquier cosa, y esto también le pasa a los doctores, que tienen que hacer todo un ritual para quitar las distracciones de las salas para dedicarse a sus pacientes. Finalmente, y para no ser descortés, el doctor Bloom me sugirió que el cuento aquél debía ser publicado en algún periódico aunque más no sea digital, o una revista de índole política. Le agradecí la sugerencia y me fui más pronto que tarde.
Llegó a mis manos un librito de Silvina Ocampo que me dejó fascinado. Es una recopilación de cuentos y poesías que se entreveran entre temáticas que van desde el amorodio hasta la muerte, con un estilo propio de quienes cultivaban las letras en Argentina en aquella época, destacando con sus referencias a la literatura universal y el estilo de vida burgués de aquellos años en las pampas húmedas. Asumiendo las distintas posibilidades del narrador, los cuentos pueden asombrar al más cauto y degenerar a los más obstinados. La literatura refinada de Silvina Ocampo es capaz de llegar con pulcritud y deleite a aquél lector que se aventure a su encuentro.
Por otro lado, me llegaron por estos días, también, números de una colección de ciencia ficción que con sólo ver las tapas y espiar un poco sus páginas uno sabe que sucumbirá al placer de leerlo y desentrañar el maremágnum de palabras e imágenes que se me vendrá a la mente cuando proceda a recorrerlas. Faltó -y es una pena- un número especial dedicado a Robert Sheckley que había solicitado, autor de quien he leído sólo dos cuentos, muy buenos, sino uno, ambos. Al parecer, había un error en el catálogo y ese número no estaba incluido, por lo que me quedé con las ganas de recibirlo. Quedé más que satisfecho con esos números de la colección, que voy a leer cuando el ánimo, la meteorología y la inquietud así me lo permitan y/o propicien.
Esta nueva enfermedad fagocitó la voz de los medios y, con ello, la de muchos interlocutores, que no hace otra cosa que girar sobre un mismo tema. Supongo que en las guerras, ante el miedo de una muerte inminente, habría también soldados que recurrirían al humor, como modo de salvación inmaterial del espíritu. Sin embargo, aquí hay balas que pican cerca y todos los días tenemos novedades de los estragos que ha hecho y está haciendo por doquier, amén de la esperanza científica de encontrar paliativos. Por eso se debe hacer foco en el tránsito de la situación y no en algo que no manejamos nosotros. Las pérdidas, dolor de nuestros días, nos recuerdan muchas cosas, entre ellas que el afecto da valor para afrontar las dificultades y seguir adelante, pese a lo doloroso de la misma.
Me puse en sintonía con El Satélite en charlas no conducentes que nos dejaron divagando a cada quien en lo suyo, en lo difícil de asimilar conocimiento, conocimiento o comprensión que puede dar alivio a una situación determinada, en por qué cierta gente se aferra a una creencia o varias que no le dan tranquilidad ni sosiego, pero que es capaz de defender hasta el punto de la ofensa. Acercamos posiciones, pero no hubo encuentro, por lo que cambiamos de sintonía a la espera de un nuevo acercamiento. El Satélite, como he dicho, sabe y mucho, y no acepta que su interlocutor no sepa, por lo que exige, al menos, opinión o veredicto, aún desde el desconocimiento o el desinterés por el tema que se esté tratando, y eso resulta un poco incómodo, más cuando no tengo ni remotas ganas de emitir juicio u opinión.
Estimo que las primeras impresiones de la mañana, lo que recibimos tanto visual, como auditivas o gustativas, son las que condicionan el resto del día, estados anímicos, claridad en la comunicación y demás. Spinetta rasgaba la guitarra con alevosía, su voz casi no se percibía hasta que un agudo canto salía de los parlantes, alegando “no estar atado a ningún sueño ya”. El perrito rasguñaba la puerta pidiendo atención, alimento o algo por el estilo; sabía bien que tenía alimento suficiente como para querer un poco de atención esta mañana no tan fría como las anteriores. Esa moto que pasaba tenía un desperfecto en el caño de escape que le hacía emitir explosiones como de una granada cada treinta metros. Las teclas al escribir esto sonaban al compás de Almendra, salvo cuando mis dedos se detenían rascando la cabeza en busca de poner en funcionamiento el cerebro, quizás aletargado por el recuerdo. Un gorrión canturreaba sobre el árbol que da a la ventana, y pronto otros se unieron al coro. Sorber el mate me hacía recordar tradiciones, rondas de amigos riendo y conversando en el living de mi casa paterna. Los coolers o ventiladores de la computadora trabajan sin descanso en una vibración que no me molesta ni me saca de mis cavilaciones, pero hacen notar su presencia. Otra canción de Spinetta callaba ahora en los parlantes y me permitía escuchar el ruido de mis vísceras reclamando, tal vez, alguna ingesta. Ahora el gorrión había formado una banda musical aprovechando que los perros se quedaban a dormir hasta muy entrada la mañana y no los correteaban si descendían a picotear algo en las veredas o a tomar un baño en los charcos. Mi respiración era intermitente. Los zapatos apenas se sentían al dar unos pasos hasta el baño, podía estar tranquilo de no interrumpir el descanso de nadie en la casa. El correr del agua siempre me da la sensación de estar en pleno contacto con la naturaleza. Se oyó el primer ladrido de la mañana y los vehículos ahora aparecían más regularmente. Un conductor encendió un cigarrillo al doblar por la esquina. Tosí un poco por una carraspera en la garganta. Ya aparecían los camiones con su rugir detrás del silencio interrumpido. Al rato, el hipo se había hecho presente en mi organismo. Si bien por la noche no tendría ni tiempo ni intención de recordar estas nimiedades, serían la base de lo que el día me estaba obsequiando: una caminata placentera, charlas fructíferas, un beso delicioso.
Adicción a la lectura
Tanto la lectura como la escritura pueden tornarse adictivas, un placer ¿sano?, un lujo del que nada se ostenta, una manera vertiginosa de pasar el tiempo, un trance espiritual en el llano mundanal. En la lectura, por una parte, uno descubre y redescubre todo el tiempo; seguir el hilo de un autor si bien no conduce a la fuente de pensamiento, nos lleva por un río de ellos cargada de dinamismo, de diversas emociones por las que transita, el reflejo de sentimientos vívidos, la complicidad en pasiones, en manías, obsesiones, la plasticidad en el habla o asombrarse con las formas del decir, son unas pocas cosas de tantas que nos brinda un buen libro, por ejemplo. Y no es que todos los libros tengan alma, pero pueden tener rastros de ella algunos de ellos, o en principio se vislumbra algo más que sólo lo material que nos obsequia la mente.
Al leer, el tiempo se percibe de manera diferente o pasa a segundo plano, no resulta tan relevante como en otras actividades que ameritan una medición del mismo. En parte coincido con Levrero que puede llegar a ser tanto ocio como trabajo, dependiendo de la actitud a la hora de la lectura, que puede ser un momento de dispersión tanto como de concentración, ya que no se puede desestimar los pensamientos que vuelan con la imaginación. A veces hay que trabajar un texto al leerlo, en otras e incluso en las mismas nos sumerge en una fuente de belleza y placer no comparables con otro tipo de ellos, o sólo equiparables en la sensación que nos produce. Leer, si bien no es para todos lo mismo, nos puede proporcionar una forma de irrupción en el pensar, que muchas veces por hábito se torna mecánico, y facilitarnos la tarea de observar desde otros ángulos, desde otros puntos de vista una situación, sentimientos, creencias y demases. Y viajar por el espacio mental sin moverse del sillón.
Otra cuestión que es notable a partir de la lectura de literatura, es que el arte moviliza y genera más arte todavía. Las creaciones que se dan parten de otras creaciones y se diversifican tanto que se verifica aquello de Da Vinci que el libro tiene innumerables hijos. Y como esto ya forma parte de la escritura, dejamos para otra entrada la reflexión de por qué la escritura también puede ser adictiva ( como podrá notar el lector, esto es sólo una excusa para seguir escribiendo ).
Atención psicológica
Por favor, a los sicólogos que mandan a sus pacientes a escribir como método o sustituto de terapia, nadie les niega que tiene sus bondades, pero traten de darle otro cauce a los enredos psíquicos, no sé, digamos mándenlos a aprender otros oficios como barman de sindicatos, limpieza de catedrales o confección de banderas y escudos para países incipientes, o en todo caso alternen la terapia con el aprendizaje de esquí acuático o escalar el Altiplano. Vamos licenciados, que suden un poco esos cerebros, y no es que quiera inmiscuirme en sus asuntos lacanianos, es que en el rubro somos muchos locos compitiendo por la atención de unos pocos lectores sensatos.
Inconclusas (3)
«Muchas personas que escriben y se circunscriben con ello como escritores destinan el caudal de sus preocupaciones, desvelos, inquietudes, recelos, dedicación, resquemores y esfuerzos concentrando temores y deseos mayoritariamente en cómo las verá el público y qué imagen tendrán de ellos que en sus obras literarias, entendiendo con ello que aquél prefiere imaginar una vida fantástica a leer y vivenciar fantasías de su imaginación».
Extracto de Inconclusas, de Albert de Bom Passar.
Pautas para leer este texto
Arrancaste muy embalado, pará. ¡Pará! Detenete un minuto. No sigas leyendo. ¿Seguís leyendo? ¿Ya pasó el minuto? Salteate la presente oración. Bueno, la leíste, se ve que no acatás órdenes debido a una rebeldía presuntamente tardía. Es difícil explicarte cómo tenés que leer este texto si lo vas a leer a tu modo. Hacé una pausa, respirá hondo y volvé a leer esta oración de tres a siete veces, ahí tenés más libertad de acción. ¡Pero ojo! Tenés que cumplir con lo pautado, sino no sirve. Bueno, sigamos, ¡bah! seguí vos, leyendo digo. Esta oración la podés leer al revés, de atrás para adelante. Esta no, porque el orden de los factores altera el producto, es matemático, incluso quizás más entretenido que lo literario, porque no hay tanta interpretación que darle, los números hablan por sí solos dicen los expertos. Además, son fríos, en tanto el texto puede elevar la temperatura del ambiente y del cuerpo cuando aparece una figura despampanante que te eriza la piel. A eso le podés dar la interpretación que más te plazca, no escatimes placer al leer ni imaginación que incite la misma. Deleitá, saboreá, degustá, sílaba a sílaba, palabra por palabra, y después seguí con las oraciones y con las frases hasta que se forme algo en tu imaginación que le otorgue sentido a lo leído hasta el momento. En caso de no encontrarlo, dale vueltas al asunto hasta dar con él, mirá que no es poca cosa. Porque tiene sentido, desde ya, además del humor. Muchos confunden las cosas y creen que lo humorístico no lo tiene, o no tiene mensaje, pero no siempre es así. En el caso de las burlas, en fin, no hay mucho jugo que sacarle; pero en otras cosas, el humor además transmite y comunica, ¿no te parece? Entiendo que como seguís enfrascado en la lectura no tenés tiempo para responderme, y lo acepto, no te lo tomes como un reproche. Vos por ahí querés seguir leyendo a ver hacia dónde te conduce el texto y el tipo interrumpe haciendo preguntas que no vienen al caso. En realidad, la pregunta surge como por inercia, como sucesión de un diálogo que se pierde al dar las instrucciones para la lectura del texto. ¿Qué? ¿Te perdiste? No vuelvas, acordate de la máxima: retroceder nunca, rendirse jamás. Proseguí con la lectura de las palabras que se van sucediendo, atendiendo a las indicaciones. Ahora avanzá dos casilleros y tocá el timbre. Ah no, disculpá, esa instrucción era para otro juego. Los dos casilleros avanzalos igual y seguí con la siguiente indicación, salvo que la misma te lleve a alguna instrucción anterior, porque habrás notado que es medio vueltero el texto este. En fin, no hay que bajar los brazos cuando las cosas se presentan de manera un poco difícil. Lo más importante es la perseverancia, recordá eso. Y entonces nos acercamos al fin que nos propusimos. ¿Terminaste? Bueno, ahora arrancá.
Iniciación
Muchos dicen que la ciencia es la salvación.
Otros, la resurrección.
Hay quien dice que sólo cuenta la información.
Otros, la revolución.
Está aquél que a todo le busca la solución.
Otros, la corrección.
Y hay quien sospecha que la suerte es maldición.
Otros, la redención.
A todo esto, no recuerdo bien su pronunciación,
otros, la entonación.

El beneficio de la duda

No saber qué va a pasar, como si algo pasara, tiene sus beneficios. Eso me decía Ahíto cuando le preguntaba acerca de nuestras excursiones, acerca de qué esperábamos encontrar, filmar, fotografiar u observar, sencillamente.
Salimos un viernes de abril y en el baúl cargábamos, entre telescopios y cámaras, la heladerita llena de cervezas. Recuerdo que atravesábamos la tarde cuando estábamos llegando al monte Pirámide, en el cordón serrano de las pampas. Junto con Véctor, los tres ascendimos al mismo hasta que nos encontró la noche, allá en lo alto.
-Ya estuve probando jonca –dijo Véctor, siempre dramático-. El M me queda chico, y según me dijo un médium de confianza, al más allá hay que viajar cómodo. –enfatizó- Así que ¡Vamos con el extra large!
-¡Cortala, boludo! –le paré el carro- Lo único que te queda largo son los años por vivir.
-Y si no es en el más allá, será en el más acá, otra vez. –añadió Ahíto.
-Ustedes no tienen sentido del humor, se les avejentó el espíritu.
Las primeras cervezas refrescaron nuestras gargantas. Ahíto colocó un telescopio sobre el trípode y comenzó la observación. ¡Era una noche magnífica! El cielo se puede apreciar en todo su esplendor en espacios abiertos, tanto que impresiona. Divisó un avión que surcaba los aires y le pedí que me dejara observar. Pude ver a un anciano vomitando con claridad. O lo intuí. Estrellas fugaces caían al norte y al oeste. Al otro lado, se mostraban algunas pequeñas nubes que impedían, momentáneamente, vislumbrar la Cruz del Sur.
Después Véctor se puso a boludear con el telescopio. Miraba el auto allá abajo, las luces de la ciudad a lo lejos, los vehículos que iluminaban la ruta…
-La próxima excusión es de pesca. –dijo, ya cansado.
No pasaba nada, solo la refrescante amargura de la cerveza por nuestras gargantas. Ninguno, ni siquiera Ahíto, esperaba que pasara algo, no éramos espectadores privilegiados de algún suceso. Era una noche de abril ( ¿Era abril?) que todavía no había traído el frío, eso explicaba las cervezas, la charla y el cielo despejado, una ventana abierta, indescifrable, para nosotros. Había dicho que era viernes pero la noche me permitió, al menos, dudar. Ante nosotros se desplegaba un calendario novedoso que nada tenía que ver con el gregoriano. Véctor vio una luz descendiendo sobre el campo que le llamó la atención y Ahíto se hizo cargo del telescopio, mientras me pedía que preparara la videocámara.
Aparentemente, la distancia del objeto de observación era de unos tres kilómetros y medio. Ahíto nos narraba lo que iba viendo:
-Una especie de avión plano… dos luces… hay movimientos. Aterrizó en el empedrado viejo.
Había en ese lugar un camino antiguo, abandonado por el gobierno, que atravesaba las rutas paralelas del cordón serrano. Nadie lo usaba, estaba muy estropeado por los años y la dejadez.
-Descargaron algo…cajas. –proseguía Ahíto.
Véctor y yo nos miramos con asombro, el asombro propio de esas situaciones que suceden, cuando nada pasa. La noche cobraba intensidad. La noche, la apacible noche, entraba en una fase de actividad neuronal.
-Se van. –nos dijo Ahíto. Y vimos despegar la aeronave en sentido opuesto al que la habíamos visto aterrizar sobre el empedrado.
Los tres nos pusimos a debatir qué acción emprender. Sentíamos total curiosidad por verificar lo que había sucedido. Ahíto decía que las cajas estaban allí, las habían dejado, lo cual nos inquietaba un poco. Resolvimos que teníamos que ir al lugar. Las opciones que teníamos eran dos: en auto, bordeando el cordón serrano, por ruta hasta llegar al empedrado; o caminando, atravesando el campo, bajando del monte Pirámide. Con la primera opción, estimamos, tardaríamos dos horas; la segunda, que fue la finalmente decidimos, menos de media hora.
Véctor se quedó a guardar los equipos, los telescopios y las cervezas que quedaron, en el auto, mientras Ahíto y yo emprendimos la misión, sólo con la videocámara y linternas.
En el camino nos asustamos cuando se nos apareció un pequeño zorro a unos metros, que quedó filmado con nitidez, para luego salir huyendo entre los pastizales. Cruzar una zona de cardos espinosos fue lo más complicado de la travesía. Estábamos a pocos metros del empedrado cuando Ahíto me pidió que filmara.
Finalmente, llegamos. Estábamos a unos doscientos metros de las cajas, según había estimado él. A medida que caminábamos las pudimos ver. Eran entre ocho y diez cajas, grandes, del tamaño de una motocicleta cada una.
Mientras no dejaba de filmar con intensa curiosidad, Ahíto con un cortaplumas abrió una. Lo que había dentro nos desconcertó. Entre blancos y rojos, pudimos leer claramente “Marlboro”. Rápidamente, abrió otra caja que estaba a un lado, para un resultado lapidario: “Phillip Morris”.
Me pidió que dejara de filmar. Bajé la cámara y la guardé en el estuche. Luego me la colgué al hombro, al tiempo que Ahíto abría otra caja.
-Camel. –dijo, yo había quedado un poco atrás.- Es un cargamento de cigarrillos.
-Podría haber sido peor. –le dije. Ahíto entendió.
-Vámonos antes que vengan. Esto se puede poner feo.
-Sí, mejor rajemos.
La llegada de un Vespa al empedrado desde el oeste no nos dio tiempo siquiera a poner los pies sobre el campo. Con las luces altas, atiné a responder con la linterna. Una figura desgarbada se bajó del auto, que mantenía las luces encendidas y el motor en marcha. Parado al costado del mismo, preguntó quiénes éramos y qué hacíamos allí.
-Bueno –respondió con displicencia Ahíto-, es un poco la pregunta que nos hacemos todos.
-¡Vamos! –retrucó la voz metálica y aguda- ¡No se hagan los tontos! Querían los cigarros.
-No, señor. Vinimos por curiosidad. –le dije sinceramente- No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar.
El tipo bajó las luces y apagó el motor. Caminó unos pasos hacia nosotros y lo iluminé con la linterna. Tenía una cabeza triangular, de color verduzco, y en el centro un ojo pequeño. Vestía un sobretodo que le cubría toda la piel. No pude ver sus manos hasta que nos amenazó con un arma. Eran escuálidas.
-¡Lárguense! –nos indicó.
Comenzamos a andar, campo adentro, cuando nos llamó nuevamente.
-¡Un momento! Dénme el bolso ese. –se refería al estuche con la videocámara.
Se lo arrojé resignado. Caminamos otra vez, atravesando los cardos espinosos, y ya desde la espesura miramos hacia atrás, observando la sombra del tipo, subiendo el cargamento al carro que arrastraba el Vespa.
Ahíto había quedado enmudecido. Bordeamos el monte Pirámide, ya muy cansados, hasta llegar al auto. Véctor bebía cerveza, recostado sobre el capot.
-¡Muchachos! ¡Creí que los había raptado un marciano! ¿Qué vieron? ¿Qué había?
-Si te lo dijéramos, no creerías. –le dije con fatiga.
-¡Vamos! Concédanme el beneficio de la duda.
-Cigarros. –dijo Ahíto por fin.
-¿Cigarros?
-Es hora de largarnos de acá.
-Ya les dije, la próxima excusión es de pesca. –sentenció Véctor.
Chasco
Llueve hace tres días ¡un asco!
Confinados a vivir ¡un fiasco!
Sin puchos, un chicle ¡lo masco!
Y si me pica el tujes ¡me rasco!
Si no te bancás la pelusa: ¡damasco!
Encima se quemó el ¡churrasco!
Por favor, no me hables ¡en vasco!
De pedo sé lo que es un ¡peñasco!
Si de pronto vuelve algún ¡chubasco!
En el ropero hoy ¡me atasco!

Literatura y Web
La lectura puede también ser un momento de soledad, de intimidad con uno y la obra literaria, de encuentro con lo desconocido, de bienvenida a lo que en principio nos parecía extraño pero que luego se reconoce y resulta tan querido al saborear; la lectura abre, despierta y puede llegar a sacudir y, empleando la terminología actual, puede ser un momento de desconexión. No obstante, la lectura de literatura en la web o digital no proporciona ni facilita esta facultad a las obras publicadas. Tanto en redes como en blogs el lector sigue rondando o, mejor dicho, su cabeza sigue rodeada de todo lo que ello involucra y es difícil que tenga tal independencia mental como para desprenderse y abocarse o zambullirse en la lectura de lleno, salvo en contados casos. Pareciera como que el lector tuviera la intención de nadar en la piscina pero sólo se moja los pies, o ni siquiera eso, los zapatos. Y no hay allí cuestión de culpabilidades, ni de pereza del lector, sino que la misma dinámica audiovisual que se le imparte –lo quiera o no- lo lleva a eso, ni tampoco se puede responsabilizar al autor de las obras que despierten la atención, ya que cada escritor ofrenda lo que tiene para ofrecer al mundo dentro de sus posibilidades, talento y capacidad.
Ahora bien, el momento de lectura que antaño era consagrado ( y probablemente lo siga siendo entre aquellos que se abocan a la lectura de libros ) se pierde irremediablemente entre el consumo periódico de otro tipo de publicaciones de las que dan cuenta la inabarcable web. Y esto no quiere decir que no haya libros que sean malos y que sólo las redes son capaces de proporcionar basura, ya que los desechos de la cultura son más antiguos que lo que registra la historia escrita y máxime en materia artística. Tampoco se indica aquí que lo masivo sea bueno, sino que tiene algún atributo o virtud que hace que le llegue a mayor cantidad de gente, entre los cuales puede haber escaso criterio y entendimiento poco desarrollado o estar dando sus primeros pasos en lectura literaria. No obstante, estas obras, veneradas a veces, son las que tantas veces terminan por alejar al público de la literatura, ya que se forman ideas del conjunto en base a lo que van conociendo y, donde se presenta alguna con cierta dificultad, se alejan para consumir productos –en principio- más fáciles de consumir, valga o no la redundancia.
Por otra parte, leer literatura es como seguir el hilo de un pensamiento o, más bien, del pensamiento; y éste tiene idas y vueltas, curvas y contracurvas, avances y retrocesos, claridad y oscuridad, lucidez y regresión, dependiendo del autor y su talento, nuevamente, para comunicar. No se trata de que leer literatura sea una cuestión difícil o exclusiva de eruditos, sino que merece su dedicación, atención y esfuerzo y, por si fuera poco, muchas veces no ofrece frutos demasiado sabrosos. Por todo esto y por más ( la desvalorización de la literatura en sociedad, la proliferación de libros de autoayuda en librerías, la publicación constante y masiva de frases recortadas en redes ) es deber del autor esmerarse con tesón al momento de escribir literatura para que, al aparecer el lector adecuado navegando por la web, le salte a la yugular.

Un libro relegado
Hoy quise agarrar un libro con la premisa de que “los libros no muerden” y fracasé. Es decir, agarrarlo fue todo un éxito pero a la hora de la lectura fue un rotundo fracaso. El libro en cuestión se titula “Aguardando al año pasado” y cuando lo quise leer, ya desde el comienzo, en mi cabeza circulaba un rumor, como un virus esparcido por el aire, que entre línea y línea, entre cada párrafo, me distraía de la lectura en la que procuraba enfrascarme, errático por la temática actual: pandemia. Dejé su lectura para otro momento y me dispuse a escuchar algún tango. Era el momento de que Piazzolla me sacara de aquí, ya que afuera era un lugar prohibido, una vía de escape cerrada por la ley vigente. Y vi gente cuando me asomé a la ventana mientras escuchaba Libertango: eran los encargados de que los alimentos llegaran a los hogares, o al menos les facilitara la llegada a los mismos para quienes podían costearlos. La música, mágicamente, me transportaba no a otros lugares sino a otros tiempos; mal digo: me transportaba a momentos, a sensaciones, a fantasías, a sentimientos no localizables en el tiempo ni en el espacio. Eran vuelos naturales del espíritu que sólo ese tipo de arte, con artilugios, podía propiciar en mí. La lectura de la que tantos frutos había saboreado en tiempos de menor convulsión era ahora una suerte de lujo que los medios informativos esparcidos por doquier que difundían ininterrumpidamente la virulencia de la situación me impedían degustar, por lo que no había nada mejor que el deleite placentero de escuchar la buena música que me gratificaba ante tanto dolor y muerte atravesando todas las latitudes de la vasta Tierra y que prometían aumentar y proseguir en un curso desprovisto de beatitud y con tintes de amargura y desazón en un panorama lamentable. La muerte no es lo que nos cuentan, es lo que sufrimos; las pérdidas no son los cálculos que se hacen, es lo que nos duele. Y a pesar de todo, con el dolor y el sufrimiento a cuestas, tenemos que seguir: alguien espera que le lavemos los pisos, que le cocinemos un bife, que le cebemos un mate, que le sirvamos un café, que le escribamos un cuento. Y hay un libro relegado esperando ser leído. Afuera el sol ofrece tentaciones, no es otoño en los árboles ni en la calle; las estaciones se han distanciado del almanaque y un primero de mayo puede resultar veraniego, nadie sabe a priori.
El ambiente que se respira es de cautela, tampoco nadie sabe cómo será el curso de las cosas a posteriori, ni quiénes lo seguirán, los planes pueden variar “sobre la marcha” y aunque no tengamos planes, la vida continúa. ¿Será el fin de las certezas? No lo sé, las garantías que parecíamos tener se tornaron ilusorias. Ahora sólo queda aferrarse a la vida, que es cada uno de nosotros y más también, con lo que quede de ello, y desde las ruinas retirar los escombros y sembrar. Porque el corazón es tierra fértil si se lo sabe labrar. Y la música, por ejemplo la de Piazzolla, es una magnífica semilla para los frutos del mañana.

El valor de la cultura
No lo dijo Roosvelt en aymará:
“Una de las fórmulas más fáciles de aplicar para conquistar y sojuzgar una cultura, y por ende un pueblo, sin tener que recurrir a las armas es destruir su lenguaje. Empezaremos con sopa de letras en inglés very good, seguiremos taladrando con imágenes para luego hacerlo con pequeñas imágenes supliendo palabras
, y por último con degenerar todo lo que quede del mismo, amigues. Y hasta que se den cuenta que han perdido todo, nos servirán complacidos.”
Definiciones de la RAE
¡Salieron las nuevas definiciones de la RAE!
¡Tomá nota, gurrumino!

Apostatía: Apostar a la tía.
Asaltar: todo el mundo a mover los pies.
Supuesto: el lugar que ocupa Usted.
Eximio: era gorila pero ya no lo es.
Gentío: Fragmento del ADN del cromosoma del tío.
Inteligente: dícese de todo aquello capaz de conectarse a internet.
Millonada: camada de amigos de Roberto Carlos.
Noche: ¡eso no, amigo!
Sobaco: o en todo caso so´ Dioniso.
Parlamento: mientras charla se lamenta.
Viscoso: oso estrábico.
Escritora XXII
Éntre sus conocidos nadie leía ya. Había quienes, luego de la época escolar, habían llegado a cierto hartazgo por la lectura y ni siquiera la tomaban en cuenta como recreación. Para el resto, mayoría, no le llamaba la atención ante tantas distracciones y entretenimientos más ´fáciles´ de consumir, ya que la lectura implicaba cierto esfuerzo.
Pero Clara Migno creía, intuía, o al menos deseaba que más allá de toda esa masa de gente uniforme en ese aspecto que rechazaba la lectura, había quienes esperaban y sentían el impulso de leer, por lo que era a quienes apuntaba cuando se sentaba hora tras hora a escribir sus más nobles pensamientos. Es decir, era un tiro al vacío, lanzar una botella al mar esperando que en alguna isla desierta, alguien, un náufrago solitario que aún conservara la capacidad de leer, la recogiera y leyera sus textos.
”Escribo para mí”, se mentía a veces, “para leerme”. Ella buscaba explorar la comunicación en sus vertientes más profundas que en lo cotidiano no encontraba forma, o quizá medios para hacerlo, ya que cada quien seguía como burro a zanahoria sus pensamientos, y no los de otros. Entonces, sabiendo esto, se preguntaba por qué alguien habría de hacerlo a través de sus textos, de su obra literaria que se expandía en número y florecía en calidad. Tenía inquietudes que, por momentos, la paralizaban.
No obstante, era tal vez eso lo que mantenía vivo el impulso de escribir: lo desconocido. No saber quiénes llegarían a leerla, ignorar si entenderían lo expresado, desconocer si sería de su agrado o si le serviría como un puente para cruzar abismos o como alas para surcar el cielo. Ella escribía, como quien planta un árbol en tierra lejana y le deja el crecimiento a las lluvias y la fructificación a las estaciones; los frutos los saborearía alguien con quien quizá Clara nunca cruzara dos palabras.
Escribir en la pluma de Clara tenía tanto de misterio como de conocimiento, era una mezcla de sensaciones que convergían y divergían desde y hacia distintos puntos no localizables, salvo en su mente, su sexo, su corazón y, desde ya, sus manos y sus ojos, esos oscuros ojos negros donde uno se podía perder con sólo mirarlos.
Su razonamiento era el siguiente: un texto ya no es un lugar de morada, un lugar para estar, para un lector; mucho menos lo es un libro, un blog, etcétera. Un texto es un espacio donde el lector pasa y, dependiendo de su apertura al mismo, degustará, saboreará o se podrá llevar algo, por muy efímero que le resulte. Pero, pensaba, el texto no es algo inerte como un trozo de cartón, sino que puede llegar a tocar al lector en uno o varios aspectos. De eso se trataba la comunicación, el arte, la literatura, de llegar. Por eso Clara Migno seguía insistiendo a pesar de los intentos del mundo que la llevaban a desistir, una y otra vez, en su impulso natural, o cultural si se quiere, por escribir, por narrar, por describir, por contar, por darle vueltas a las letras, hilar caminos de palabras y estampar, con tinta o color, oraciones que le dieran –al menos- la sensación de que escribir tenía un valor que sólo el lector, tan escurridizo como pez entre sus manos, podría apreciar.

Instinto lector
Terminó de leer el libro y quedó exhausto. No lo agotaba leer, sino penetrar en una intrincada mente como la del autor de ese libro, particularmente ese y no otros que le habían resultado tan ligeros, de una lectura que podía alternar con música, alguna conversación o, incluso, la televisión encendida de fondo. Pero en esta ocasión, se detuvo varias veces preguntándose a dónde conducía la narración, intentando adivinar, o tal vez descifrar la trama.
Lo intentó sin logro alguno. A medida que avanzaba en la lectura, saboreaba las frases más sobresalientes y degustaba las escenas tanto rutilantes como las más comunes, todas tenían ese toque maestro que las destacaban.
Sin embargo, llegó el final, como era una obviedad para todo libro. En este caso no habría continuidad, el autor había fallecido hacía veinte años y ese era el último que le faltaba leer. Algo le decían sus letras o, al menos, le hacían pensar. Nunca resultaba ileso de esas lecturas, siempre en casos así había algo que se desmoronaba desde las alturas y había, a su vez, algo emergiendo nuevo, fresco, desde lo más profundo de sus ideas.
Le quedaba como opción, como alternativa ante la falta de nuevas obras del autor, buscar un hilo conductor transitando lecturas del género que le aportaran la saciedad que le había dado ese libro en particular.
Estados inestables de lo inmaterial
Tengo que apurarme a leer esto rápido para tener el tiempo suficiente de ver todo lo demás que si no llego me quedo rezagado y me desafilian del clú.
Me llegaron comentarios que comentaron que se comentaba que comentan que habían comentado que andan comentando que se comentó.
Todavía no lo puedo creer…
Había uno muy desubicado; otro infraubicado; y otro sobreubicado. A otro lo reubicaron, y a otro lo concubicaron. Y había otro ubicuo.
En el futuro inmemediato la publicidad será un meme, la noticia será un meme, la música será mememorable y nosotros seremos mememoriosos.
El zapping inauguró una era que heredó el scroll-down donde lo efímero e irrelevante consume vidas -continua y consistentemente- de voraces consumidores.
Se perdió perdiz, responde al nombre de Liz, andaba perdida sin directriz, perdió el rumbo y la bisectriz, viaja sola y se cree actriz, la busca su institutriz. Si la ven no la pierdan de vista y reporten aquí su desliz.
Terapia de grupo
Les cuento que una vez por semana estoy haciendo terapia de grupo. Además de quien habla van mi álter ego, mi otro yo y mi sombra. A medida que avanzan las sesiones nos entendemos mejor. Es bastante entretenido, con situaciones tragicómicas porque muchas veces no se sabe quién dijo qué. En esos casos, generalmente el licenciado cambia el tema de conversación abruptamente o da por concluida la sesión y cada uno se va por su lado. Los cuatro presentan marcadas diferencias; por ejemplo, uno cree que sabe todo, otro piensa que no sabe nada, otro cree y el otro duda. La semana pasada se produjo una situación cuanto menos curiosa: resulta que por un problema de horarios no pude asistir a la sesión; debido a esto, el licenciado me quiso cobrar la sesión ( cosa que está estipulada por una cuestión profesional ), pero por cuadruplicado. Para mí era inaceptable, si los otros faltaban no tenía por qué hacerme cargo. El licenciado me dio una explicación que no me cerró: él dice que estoy haciendo la terapia solo y que los otros participantes de la terapia de grupo son desvaríos míos. Pero yo no le creo nada. Mi sombra dice que el licenciado nos está estafando y que no nos conduce por buen camino; mi álter ego dice que busquemos otro profesional con más experiencia y sabiduría; y por su parte, mi otro yo dice que estamos gastando mucha pólvora en chimangos. Les digo seriamente, ya no sé qué pensar. Por lo pronto, mañana en la sesión vamos a pedir explicaciones, y donde el licenciado se pase de vivo, entre los cuatro le llenamos el culo a patadas.
Retiro espiritual
Me gusta romper esquemas, sacar diálogos del contexto al que se someten, diseccionar el libreto en el que vivimos, responder por ejemplo:
-¡Leo! ¿Cómo andás??
-Anoche, a las dos cuarenta y cinco.
-¿Cómo ves la situación económica del país?
-Siete a uno, codificado.
Romper los cánones:
-¿Qué decís? ¿Qué contás?
-La epístola papal dio resultados negativos, mientras el euro cotiza estable a la espera de un posible quórum en Pisa.
Destruir algoritmos de pensamiento arraigado:
-¿Qué hacés Leo?¡Tanto tiempo!
-Tu actitud escatológica me provoca glamorosos espasmos, tu tormento será flores en días donde la fauna sea exiliada por los terratenientes, ávidos de minería de alta rentabilidad.
Tocar puntos ocultos:
-Sr., ¿me dice la hora?
-La tarde no tiene parangón, en todo caso, si el calor cede, abrácese.
Purgar condenas socioculturales:
-¡Buen día!
-Será vuestro siempre y cuando calle el alba previo al ocaso de gallos ciegos y gallinas cojas.
En definitiva, me gusta el yodo, el ácido fólico, la taragüí y tu desconcierto.
Figuras
Nadie se detiene en la lectura
lo efímero invade la cultura,
se acostumbra sentirse la amargura
sólo nos quedan restos de estructuras
que amalgaman imagen y letra dura
o tan suaves que se tornan alma pura,
y si el poeta nos regala una figura
a ese verso le daremos sepultura.

CÓMO CONVERTIR UN TEXTO MALO EN UNO BUENO EN MINUTOS
Lo primero a tener en cuenta es que un texto malo se puede obtener tanto de producción propia como ajena ( salvo que usted tenga una opinión de sí mismo demasiado alta y se crea incapaz de escribir textos malos ). En este último caso se debe tener en cuenta que la obra puede ser denunciada como plagio por lo que se debe tener preparado algún tipo de defensa de la misma, si se desea conservar los derechos de la obra.
Lo siguiente es llevar el texto escogido previamente a un estado en que se visualice claramente como incompleto. Para ello, se puede suprimir uno o varios párrafos, oraciones o simplemente algunos sustantivos. Una vez realizado esto procedemos a la lectura del texto en voz alta, para percibir cómo suena al oído. Si es posible, se lo leemos a alguien que nos pueda llegar a dar una opinión valiosa del mismo, si sabemos que nos valorará positivamente mucho mejor.
Posteriormente, añadimos párrafos u oraciones ( no importa si son malas o buenas ya que el veredicto lo obtendremos al final por la obra en su totalidad ) en el sentido que más nos plazca. No escatimemos deleite. Hacer lo que más nos gusta es importante porque eso es lo que después leerá el destinatario de nuestra agraciada obra. Utilice oraciones en imperativo con moderación. Interactúe con la comprensión del lector, pero no lo adule en demasía pues puede ser muy perspicaz y quizá abandone la lectura antes del éxtasis final al que se lo que quiere llevar.
Luego, para darle mayor importancia a lo que usted ha escrito y/o robado por ahí, reemplace varios verbos por otros que no necesariamente compartan el mismo significado. No se preocupe aquí por el sentido del texto y cuestiones fútiles de esa índole. Recuerde que usted tenía entre manos un texto malo, por lo que aquello que decía allí era pura vanidad, nada de mayor relevancia. Emplee verbos desconocidos para el lector común, quien sin dudas tendrá por usted la mayor estima cuando tenga que recurrir a un diccionario para entender qué ha estado expresando usted.
Utilice libremente su sexto sentido: el humor. Hacer reír y dar qué pensar es siempre valorado por la inteligencia del ser humano. A veces la combinación de dos o tres palabras puede justificar una lectura de poco genio. Si tiene pocas ocurrencias manifiéstelo con lo mejor de su capacidad: yo no sé.
Cada vez que incorpore un párrafo, piense si realmente hay necesidad de él. Si la respuesta es negativa, añádalo sin culpas pues para todo lo innecesario hay un mercado gigantesco que comercializa un sinnúmero de productos y, finalmente, su obra no escapa a esta ley.
Si puede establecer dentro del texto alguna polémica, como por ejemplo declarar que a pesar de tanto entretenimiento que se vende aquí y allí el hombre sigue sufriendo como hace dos mil quinientos años, o peor aún, más informado, hágalo abiertamente. Recuerde que el lector agradecerá la verdad, aún cuando tenga temor a ella de manera infantil, pues es benigna y abierta. Sin embargo, si usted la desconoce no se exprese como si supiera lo que está declarando pues los reproches no tardarán en llegar y con ellos la desazón del lector.
Finalmente, quite toda ambigüedad que el texto pueda dar. Borre sin límites todo aquello que invite a la duda y a la desconfianza. Usted debe brindar certezas. Un texto endeble seguirá siendo malo, mientras que aquél que le dé cierta saciedad al lector será considerado por éste como aquél que le salvó el día, y no digo que lo tenga como uno de los mejores que leyó, pero sí como uno al que considerará sinceramente bueno.
Y… ¡voilá! Lo ha logrado.
Palabras que comunican
Vivimos en mundos de ideas
Ideas que a su vez son palabras,
Palabras útiles para estar bien,
Palabras innecesarias
Palabras que a veces nos ayudan
Nos ayudan a evitar el mal,
Palabras huecas, palabras secas
Las que calientan y las que alientan
Palabras vivas, palabras ciertas
Palabras torpes, palabras muertas
palabras aparentemente importantes
Y las que se lleva el viento,
Palabras ágiles, palabras hábiles
Palabras que no son cuento,
Palabra era la de antes.
Palabras que comunican, transmiten
Las que suplican, las que remiten
Palabras que vuelven con furia
Palabras amorosas y bondadosas
Y las que quedan en las baldosas,
Palabras húmedas, palabras tiernas
Las que agradecen, ¿y las eternas?
Palabras sencillas, palabras varias
Palabras que nos cuentan historias.
De palabras se teje nuestro mundo
Sin palabras es el sentir profundo
Donde las vidas se estremecen
Donde palabras y amores florecen.
Intacta
Otra vez tu y yo frente a frente. Un doble espejo que refleja lo que somos. El silencio cala profundo en nuestros corazones y se instala densamente en el aire que nos circunda. Algunas teclas se interponen y, lejos de separarnos, nos acercan el uno al otro. De la blanca pureza que te caracteriza sólo queda el trasfondo de lo que eres. Sobre ti se imprimen caracteres que dan forma a algo tangible y con el poder intrínseco de la interpretación a la que será sometido. ¿Qué se puede decir de mi que no lo reflejes tú? Lo que se ha dicho y lo que no. Lo que se entiende y lo que queda en el tintero aún por decir. Algunas letras hablarán de ti y te alabarán. Sin embargo, qué decir de esos ojos expectantes que se quedan fijos ante tu radiante luminosidad. Eres el fondo de este texto y casi pasas desapercibida. Pensar que sin ti no habría letra posible. Eres una inagotable posibilidad en la que se puede plasmar la nobleza de un pensamiento profundo o el vil insulto despechado. Pero… ¿de dónde saca sus más valiosos tesoros el hombre? Aquél que te capta en tu simplicidad no olvida que de la nada trascendente que insinúas surgen innumerables hechos que reflejan tu plena vacuidad, que es completa en sí misma. Quien emplea el vocabulario para llegar a otro corazón sabe que en ti se funden acentos, vocales y consonantes, mezclados entre signos comunes que formarán palabras, y crecerán en oraciones, ramificándose en frases ordinarias y de las otras para llegar a aquél que te ignora concentrando su atención en lo propiamente dicho, pero sabiendo que eres tú quien da esa posibilidad de hacer blanco en una aletargada conciencia acostumbrada a pasar por alto la fuente perenne que imparte realidad a la existencia de las cosas.
Y allí sigues tú, intacta como siempre. Pareciera que las letras precedentes no te hubieran tocado.
Ideas
El día, con la luz, comienza
transcurre como todo movimiento
recorren las ideas el cemento
la nube se detiene cuando piensa.
La ventana está cerrada al espiar
muy oscura está la casa al despertar
ya se escuchan las palabras al hablar
y los ojos que se abren al mirar.
Palabras que tragamos por la fuerza
idea que naufraga tan dispersa
allí donde el insulto no te hiere
allí donde el espíritu no muere.
De a ratos los conflictos que te hunden
cargan peso sentimientos que te funden
el motor se detiene carcomido
por el óxido de todo lo vivido.
Son ellas las que incitan a buscar
un estado de bienaventuranza,
que haga blanco cuando tirés la lanza
de palabras en el centro de este mar.
Pues si lo pensás, despacio, con cuidado
el mundo es nomás todo lo dado
transcribe la voz todo lo hablado
recuerdan tus ojos lo observado.
Y cada idea que te lleva
arrastra consigo la marea
que sólo se calma si está plea
si no, se rebela y se subleva.
Son fieras a veces enjauladas
en otras son bestias endiabladas
tranquilas e inocentes son bobadas
geniales, son cosas inventadas.
De todo el vaniloquio que te cubre
que ronda dormida el pensamiento
quizás una luz te lo descubre
al hondo, sereno, sentimiento.
Y vuelan joviales las palomas
en bandas pues nunca viajan solas
captando tu frágil atención
da brincos de bronca la tensión.
Tal vez ellas sólo te molestan
ya ves, unas suman, otras restan,
se abre la ventana del sentido
y la luz ilumina al recorrido.
Ideas que tu corazón no enfocan
ideas que a veces te vuelven loca
destejen las palabras de tu boca
respira el aire puro sí sofocan.
Recuerda que previo la fanfarria
de aquella que retiene como garra
vivías realidad despreocupadamente
feliz, muy lista, inteligente.
//Fotografía: Norma Russi
Alto embole
El aburrimiento facilita la creación,
tan es así que la misma naturaleza
surgió del embole del Big Bang
que no pudo creer tras la explosión
tanta inteligencia con tanta rareza.
El entretenimiento y su contradicción
mantiene al adolescente en la pieza
que en vez de mates toma un Tang
jugando con las ideas e imaginación
por si el mundo le regala la torpeza.
Y aburridos no encontramos diversión
que disipe el malestar de la tristeza
escondida en alegría como el Yang
que no oculta como lúdica belleza
cuando brilla en su punto la aflicción.
Cuando muere un payaso, maldición,
se vuelve todo más serio, qué bajeza,
el mundo sucumbe al lúgubre plan
devorando las almas con fruición
que le rinde tributo a Vuestra Alteza.
Publicidades
Normalmente la publicidad supera el producto. A diario, se invierten fortunas en publicidad e incluso en campañas para desinformar acerca de lo que se consume, además de las estrategias engañosas de venta. Normalmente, compramos la publicidad, eso es lo que queremos, el producto pasa a un segundo plano.
A continuación, algunas publicidades donde el producto -esperemos- la supera.
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Vendemos milanesas. Chotas. A veces nos salen crudas. Pero más baratas que en el restaurant.
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Vendo auto. No frena. Consume mucho. Se rompe seguido. O permuto por modelo más nuevo. Diferencia a mi favor ( el que avisa no traiciona).
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Vendemos bebidas. No calman la sed en verano, pero ¡Qué deliciosos químicos!
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Vendemos hamburguesas de soja. No tienen gusto ni engordan. Es como comer cartón pero sin el estigma de la pobreza.
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Se vende terreno. Lejos del centro, lejos de algún barrio y comercio, lejos de todo. Tan lejos de cualquier referencia que ya no sé ni dónde está.
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Vendo fondo de comercio con muy buenos ingresos por no poder atender en 12 horas 5 clientes ya que es una lástima y una pérdida de tiempo.
Leo cualquier cosa
Leo una sonrisa
Leo una mirada
Leo una bombilla
Leo las entradas.
Leo tus palabras
Leo las tristezas
Noticias macabras
Leo las flaquezas.
Leo estupideces
Leo comentarios
Leo varios diarios
Leo por si creces.
Leo al despertar
Leo caminando
Leo si viajando
Vuelvo a cabecear.
Leo tus poesías
Y tus alegrías,
Rimas repetidas
Y también sentidas.
Leo al socialismo
Y al capitalismo
Leo al proletario
Y el abecedario.
Leo y lo interpreto
Leo algún soneto
Leo los mensajes
Leo los paisajes.
Leo lo complejo
Leo lo sencillo
Leo los bosquejos
Y leo flequillos.
Leo los tatuajes
Leo engranajes
Leo los manuales
Leo los triviales.
Leo y lo comprendo
Leo y me distiendo,
Leo predicciones
Y contradicciones.
Leo cada tanto
Leo cuando puedo
Leo como credo
Leo cada canto.
Leo lo que escucho
Y atados de puchos
Leo lo que escribo
Leo si estoy vivo.
Leo, algo me gusta,
Leo y me disgusta
Leo maravillas
Leo sobre sillas.
Leo las sandeces
Y piropos soeces
Leo los carteles
Y los anaqueles.
Leo simbolismos
Leo aforismos
Leo a luminarias
Leo las plegarias.
Leo sepulturas
Diversas culturas
Leo en las patallas
Y latas de caballas.
Leo ingredientes
Leo las recetas
Leo a comediantes
Leo a los profetas.
Leo y lo descreo
Leo y me recreo
Leo y me divierte
Leo, ¡puf qué suerte!
No sé por qué leo
Todo lo que veo,
Pero entonces creo
Que me llaman Leo.
La lectura es detención
La lectura es detención
pero ustedes quieren seguir
quieren seguir leyendo,
pretenden seguir siguiendo,
a ello les debo decir
que persiguen una ilusión.
Y si seguimos y vamos
seguro nos encontramos
entonces cuenta el encuentro
de lo que llevamos dentro
por ello luego contamos
los deseos que persigamos.
Pues no es lo mismo seguir
el hilo de lo que pienso
versátil, límpido, inmenso
que hoy se deja traslucir
que pensar estamos yendo
a un sitio virtual u horrendo.
Cielo e infierno intercalan
señales en lo mundano,
aunque algunas nos resbalan
otras nos dan la mano
pues la tierra prometida
es un Reino en esta vida.
Pero no nos detengamos
persevera en movimiento,
la lectura de ritmo lento
propicia la reflexión
y ante toda conexión
después del punto sigamos.
La predisposición a la lectura
Condición sine qua non a la hora de leer es la predisposición. En la actualidad es casi infinito lo que hay para leer y, además, lo que hay para leer se entremezcla en lo que hay para observar, a diferencia de lo que pasaba hace unos años con la televisión. Los medios digitales ofrecen esa amalgama de letras, símbolos e imágenes de la cual el espectador es, no sólo, receptor, sino que parte activa en su interpretación.
No obstante, para aquellos –inmensa mayoría en América Latina- que esquivan la lectura, cuando se interpone delante un texto ( y ni hablemos si excede lo que su paciencia puede tolerar ) la actitud es la de “¡Ufa! ¿¿Tengo que leer??”, que se evidencia en el salto de la lectura o la omisión. En esos casos, no hay ningún tipo de predisposición y la lectura se presenta como algo que le genera tedio a la persona. Esto se ve mucho en redes sociales como Facebook, que aún conserva la posibilidad de ofrecer textos casi sin limitaciones salvo en su extensión. Cuando los textos son informativos, se da el caso que apenas si se leen los titulares, como un sacrificio o salto de excepción a la corriente de imaginación.
La sociedad pasó de analizar desde un simple saludo de buen día hasta un gesto involuntario a reaccionar inmediatamente por el insignificante vuelo de una mosca o con una tonta imagen que desata los sentimientos e ideas que carga el espectador. Y esto tiene consecuencias directas en la lectura. Los textos ya no son “tragados”, quizá sean analizados por aquellos que vienen rezagados en los dogmas dominantes de la sociedad actual, pero por norma general, lo que se busca es el efecto inmediato, plasmado en emoticones y comentarios que se observan, los que dejan huella. Esto, a su vez, puede tentar a muchos de quienes escriben a propiciar eso mismo, arrastrados por la corriente, ya que todos compiten por un instante de atención: el escritor, el músico, el artista en general, el famoso, cualquier hombre o mujer, e incluso niños y adolescentes, que pueden llegar a tener mayor influencia que gente de conocimiento, talento o experiencia ante un gran número de público. La lectura va quedando relegada y se circunscribe a personas que saltan las vallas de la dificultad que le imponen las ideologías de la época, o que han hecho sus deberes y encuentran en la lectura diversas cosas que le aportan como ser: entretenimiento, diversión, información, conocimiento, visiones, interpretaciones, puntos de vista, consejo, compañía y un largo etcétera.
Pero para esto es fundamental la predisposición a la hora de la lectura, la cual no es la misma al leer una noticia en el diario que la que se ejerce al leer una poesía. Leer tiene sus matices; el tiempo, finito, apremia.
¿Y qué pasa entonces con la predisposición hacia la lectura de literatura? Si bien se han abierto espacios de publicación como nunca antes, la literatura, que es un arte, compite no sólo por un instante de atención sino por un tipo peculiar de predisposición. A diferencia de lo que ocurre con series, donde lo visible es “tragado” por el peso del impacto visual, a la hora de leer literatura el lector tiene que entregarse a creer y/o confiar en lo que lee para adentrarse en la lectura, en lo que el escritor plasma a través del texto, y después con el correr de las palabras podrá, sí, descreer, interpretar, saborear, reformular y operar el mismo por medio de sus facultades. Empero, la predisposición se da al comienzo de la lectura de la pieza en cuestión, lo cual no siempre se da entre aquellos que suelen leer, mucho menos o nulo en aquella mayoría que rechaza la lectura. Cabe preguntarse si quedan espacios para la lectura, porque escritos vemos diariamente que abundan, pero no hablemos ya de la lectura de twitts sino de textos literarios.
Para finalizar, cabe añadir que la predisposición a la lectura facilita y favorece la comunicación, pero sólo surge en aquellos que creen que la literatura, o alguna literatura, tiene ´algo´ que aportarle a sus vidas, algo que no encontrarán en otro tipo de textos como libros de autoayuda.
Motivos para escribir
La numerología no es buena consejera
Te arrastra como en una carretera,
Desdibuja tu escritura tontamente
Lo notás si te aplaude terca gente
Donde todos han pensado ya lo mismo
Ya nadie ha de ejercerlo por sí mismo,
El arte tiene como eje el crecimiento
La lectura no es sólo entretenimiento
Te atraviesa hasta dejarte congelado
Se te clava como astilla en el costado.
Y parece que una ocurrencia se repite
Tantas veces invitada está al convite
Que no tiene ya el signo de novedoso
Es antiguo cual milagro de leproso,
Los números le hablan al que no sabe
Al que no lee y ni una palabra le cabe
Ellos por sí solos, su papel su vocación
Las palabras, el de la comunicación.
Si todos se tiran a un pozo
Nuestros viejos, es decir, los viejos de nuestros viejos, eran muy inteligentes. A los chicos les hacían preguntas para incentivarlos, como por ejemplo, cuando esos chicos querían hacer como todos, les preguntaban: ¿si todos comen mierda, vos vas a comer mierda?
Algo se despertaba en el interior del chico, el chico crecía, y esos viejos eran tenidos como gente realmente grande, y no sólo por los años.
Pero ahora no. Nuestros viejos quieren hacer como todos nosotros, que pasamos nuestro tiempo comiendo mierda.
Sin definición
Sin acudir al diccionario, ¿sabe usted cuál es la definición precisa de jubilado según la Real Academia?
Opciones:
A- Está lleno de júbilo.
B- Se le terminó el júbilo.
C- Cesaron sus actividades pero aún se ve jovial.
D- Se acabó la jovialidad.
E- Sacó su boleto al más allá.
F- Etapa dura para obtener medicamentos que se le recetan in crescendo con el correr de los días.
G- Subsistencia a duras penas.
H- Época de olvidos y reiteraciones.
I- Consecución del conocimiento inútil y la sabiduría tardía.
J- Proliferación de parientes, herederos y descendientes difíciles de memorizar.
K- Título que se obtiene al reconocer que no se entiende nada, y probablemente no haya nada que entender.
Entre todos los que respondan correctamente sortearemos un pasaje a la Conchinchina.
Una oportunidad a la literatura
El arte no resulta familiar por su condición intrínseca, pero cualquier característica familiar que se insinúe desde lo artístico es lo que atrae a quienes lo ven como algo ajeno, extraño o alejado de su cotidianidad. Cuando lo artístico se vuelve familiar, como una música que suena como el fondo de las acciones, deja de tenerse la experiencia artística y se lo incorpora como el tránsito de los vehículos, la atención se dirige hacia otras cosas. Y es atributo de cualquier obra artística captar la atención de quien la consuma, más allá de si la obra es capaz de hacerlo con mayor o menor grado de efectividad y aceptación, amén de la difusión que la misma tenga en sociedad.
En el caso particular de la literatura, su valor está en el poder de comunicación de la palabra a través del texto. Cuando el lector se acerca a éste, tiene cierta predisposición a la lectura, variando sus expectativas a la hora de adentrarse en la misma y con distintos estados de ánimo que pueden favorecerla, rechazarla, dificultarla, asimilarla o, incluso, llegar a amarla, desearla y vivirla.
En la búsqueda de placeres inmediatos, como el que satisfacemos a través del gusto, tendemos a repetir la experiencia consumiendo exactamente lo mismo o algo similar ( una comida, una bebida, un postre, un cigarrillo ), garantizándonos la sensación o el efecto. Pero en el caso de la literatura como elemento artístico el asunto cambia, como cambia de autor en autor, de libro en libro, de texto en texto. Las malas experiencias con ella puede llevarnos a considerarla de un modo tajante, como si el conjunto inabarcable fuera una bolsa de gatos. Pero es interesante saber que la literatura y el arte genuino se enfoca en lo puntual, como puntual es una poesía que “toca” o una canción que “dice” o un cuadro que se abre paso entre las imágenes cotidianas.
Es lógico y sensato decir que no toda obra de arte, ni mucho menos la literatura, les llega a todos de modo uniforme y universal, y que el lector hace descubrimientos cuando se abre a la lectura. Por ello, muchas veces, eso es lo más difícil de lograr porque si le ha cerrado la puerta a la literatura ( a pesar de que consume literatura a través de producciones audiovisuales tal vez sin saberlo ) es, quizá, por decepciones pasadas o mala fama atribuida por decepcionados, entre otros motivos.
Si la gente se alejó de la literatura fue, en parte, porque no encontró algo que le llame la atención como para meterse en la lectura y si se vuelve a acercar es, de modo fortuito, por un impulso inherente al ser humano, como lo es la búsqueda de comunicación a través de la comunión. Y muchas veces, la literatura que está llena de posibilidades, nos da la oportunidad.
Lector
Se nutre de palabras su intelecto
descubre su alma en el trayecto,
saborea cada frase con frescura
sabe que en el tiempo eso no dura.
Viaja imaginando nuevos mundos
olvida los rencores tan inmundos.
Busca entre las letras que siquiera
dan vida y esperanza que quisiera
un día conocer quien lo supiera
pues el autor a veces le pusiera
un tinte de dolores que temiera
haber dado en el blanco o le metiera.
Se aburre, se divierte, se entretiene
descubre, se recrea, vuelve y tiene
una fe por lo que dice cada escrito
si deja la lectura se torna contrito,
halla que en el libro hay un sector
reservado para todo buen lector.
Arte, literatura y comodidad
Uno de los motivos de por qué no se lee literatura en la actualidad ( o se lee poco y nada con respecto a otros modos de esparcimiento), pienso, es por la excesiva comodidad en nuestra sociedad occidental y la búsqueda de tal. Cuando el lector se enfrenta a un texto, debe ‘moverse’ para interpretar, entender, descifrar, reformular lo escrito. El lector es partícipe, no mero espectador y este punto no es poco relevante. Esto no siempre pasa con otras artes, como las audiovisuales, o debería pasar, pero no se evidencia mucha receptividad, debido a la explotación del entretenimiento para con los sentidos de la vista y el oído. El arte, en esos casos, no siempre mueve, o la experiencia artística es limitada. Pero más allá de eso, si es una apreciación pobre o carece de vigor, lo paradójico del asunto es que para leer,como condición casi necesaria, se tiene que estar cómodo .
Decálogo para el lector posmoderno
1-En cada palabra que lea imagine un concepto alternativo que podría reemplazarlo hasta alcanzar la satisfacción que el texto no brinda.
2-En literatura el orden de los factores altera el producto, por lo que un texto se puede leer de infinitas maneras brindando resultados diferentes en cada ocasión, enriqueciéndolo a pesar de su aparente pobreza.
3-Saltéese los párrafos aburridos y deje su lectura para cuando se crea merecedor de semejante castigo.
4-Si un texto no le dice nada su lectura ha sido exitosa, pero si le busca la vuelta algo que no dice le terminará diciendo.
5-Comprender lo que un texto dice es una práctica en desuso, muerta. No se moleste en intentar resucitarla o el que quedará en desuso será usted.
6-A las palabras que desconoce deles provisoriamente el significado que usted desee, que será el que terminará utilizando durante el resto de su presencia en el éter, sin que nadie venga a rectificárselo.
7-Si la lectura lo ha llevado por diferentes mundos, usted se distrajo de la lectura arrastrado por los términos utilizados en el texto.
8-Relea todo aquello que simplemente entendió sin mediar inconvenientes hasta que piense que en verdad lo entendió, así sabrá que no ha entendido pero podrá decir sin culpas que lo entendió, descartando todo aquello que lo haga reflexionar.
9-Si un texto se revela per se, el escritor ha estado ausente. Felicítelo por haberlo permitido pero no tanto como para que se lo adjudique como un logro.
10-Lea hasta que descubra que usted es el último lector verdadero del cosmos. A partir de allí, escribirá lo más bello que se ha escrito hasta aquí para su propio deleite. Regocíjese.
Hiperconectado
Todo tiene que ver con todo
Desde los riñones a un golpe en el codo.
El terciopelo con la conectividad
Las redes sociales con los adoquines
El neoliberalismo con la pubertad
La religión con las papas fritas
La vejez con la metafísica y la libertad
La estupidez con la palabra escrita
La adolescencia con los gorriones
El dolor con los emoticones
La inteligencia con los banderines
El cerebelo con la mar en coche
Y el sueño que tengo con las buenas noches.