Al enfrentarme a la hoja en blanco se me presenta un desafío para la comunicación, un desafío de supervivencia, en el que tendré que atravesar senderos poco iluminados y sortear obstáculos que irán apareciendo con el correr de las líneas. La misión, entonces, es dar luz allí donde todo era oscuridad y vencer las dificultades que se presenten, dotando de sentido a lo expuesto. Superado el trance ante la impavidez de la hoja en blanco que va ganando color, se puede avanzar en línea –teniendo el horizonte despejado- articulando las formas del decir, del narrar. La hoja en blanco se parece a la mañana, donde todo está por desarrollarse, un mundo incipiente, todo por resolverse, donde nuestros planes que teníamos a priori pueden verse aplazados o relegados por otras cuestiones que surjan de repente y atraigan nuestra atención. Es como planear un discurso que se viera interrumpido por preguntas del oratorio que nos desvían de lo que teníamos pensado decir y nos llevan, persuasivamente, a recorrer otros tópicos cortando el hilo de la narración, que retomáramos una vez respondidas las cuestiones, como ameritaran. También se parece a la noche sin alumbrado público, donde uno se encontrara con un montón de interrogantes que debe dilucidar sin tener una linterna a mano, a tientas en la penumbra, y a medida que va descubriendo las cosas que aparecen, estas pasan a la dimensión de lo conocido, lo que se puede conocer si se tiene la posibilidad de observar. Allí surge lo que estaba velado, incluso como novedad, que es lo que finalmente el lector observa y tiene la posibilidad, con curiosidad, y la facultad de intelección.
Hoja en blanco
sagaz, persuasiva
coloreas la mente
tenaz, discursiva
serás simplemente
el fondo de algo.
Recogí un lápiz Papermate, del que quedaba sólo la mitad del original, y dibujé un paisaje. Un paisaje que no había visto, es decir, que no tenía correlato en la realidad física. Los medios informativos –así como los chimenteros- se apropian de las palabras de una forma grosera, como si fuese el único campo en el que se emplean, de manera unilateral, y de tanto énfasis y repetición, el consumidor de tales ( cuando no de Mileto ) las concibe con el significado vulgar y es el uso corriente que le da. Realidad es una de esas palabras, que no voy a ahondar en este momento, pero es dable la posibilidad de investigación, si hay curiosidad. Decía, entonces, que se plasmó un paisaje ficticio y pasó a cobrar dimensión en la realidad. Me lo quedé observando, como quien observa un colibrí, y me quedé pensando en cómo todo el tiempo pasan cosas de la imaginación a la realidad física mediante el acto creativo, tal como sucede en la literatura, la pintura, la arquitectura, la cocina, la música, etc. La imaginación crea cosas que luego pasan a ser tangibles, pero ¿qué eran antes de materializarse? Hay diferentes grados de creación, según desde dónde partan, y entonces la creatividad puede entenderse también como un proceso de transformación, proceso que puede seguir cierto orden o no, necesariamente, según la disciplina. Y este acto creativo ocurre no sólo a profesionales, sino a cualquiera también -por ejemplo- con los sueños, bajo el umbral de la consciencia.
Fue así que aparecí en diversos sueños de terceros que me han narrado alegremente. Sueños, claro está, en los que no me veía. Es de suponer que no se me podrá acusar de haber hecho algo inaudito, aunque me hayan visto, ni de hacer un uso inapropiado del lenguaje, aunque me hayan escuchado. Los atributos y cualidades que me consagraron en tales episodios de la vida pueden no tener su correspondencia en la práctica diurna, y es probable que mi voz pronunciase cosas que palpablemente yo no diría. Así mismo, las imágenes, siendo espectros de la vigilia, podrían ser tan fantasmales como las del personaje de un cuento y, de ese modo, aparecer y desaparecer antojadizamente, y no por un capricho mío, sino de mi fantasma que anda merodeando en sueños ajenos, alegrando, atemorizando y balbuceando a mis queridos seres más próximos, en situaciones tan vívidas como cualquier otra, aunque con menor frecuencia que la corriente.
El soñador soñado
viajaba en transiciones
de sueños e ilusiones
en cielos y tejados,
y al transitar la tarde
soñaba las tensiones
del día de emociones
de viajes sin alarde.
Dopamina, en la dosis justa, indicada por su médico de cabecera o su virtual amigo. Se consigue en farmacias o en redes sociales. En exceso, se torna adictiva, y como toda adicción puede resultar perniciosa. En carencia, no hay placeres que valgan. Para la misma no se han encontrado sustitutos, pero la dinámica de las redes ha sabido explotar esta vulnerabilidad humana. El deseo de gratificación con una frecuencia inusitada a cambio de prácticamente nada es la norma. Consiga su dosis diaria, en cantidades ilimitadas, y ¡Dése una panzada! Es fácil, rápido y seguro, no hay requisitos; simplemente, láncese. Comuníquese con imágenes para un diálogo más significativo.
La visión armónica
de la imagen rústica
transportó retórica
a la virgen críptica,
que dulce y neurótica
bebía apocalíptica.
El arte no replica la naturaleza pero nos aproxima. O es una posibilidad cierta. De la naturaleza nuestra despojada de alienación. En lo que me atañe, la literatura es incapaz de producir revoluciones, por eso se han dejado de quemar libros ( aunque sí se concretó la etapa de su total desincentivación a leerlos ), pero es capaz de producir una revolución interna en cada lector, de principiar una transformación. Como detrás de todo lo simbólico, sin la carga de la utilidad, el lenguaje que empleamos a menudo carga consigo el uso corriente que se le da en ciertos ámbitos, y una vez que se hace un rollo con los significados aparece la literatura para desentramar el contenido, para allanar el camino, para aligerar la carga, para iluminar las sombras. A partir de ahí, donde la cuestión de la utilidad de las artes no se plantea, nos brindan posibilidades asequibles que de otro modo nos quedarían en la lejanía del horizonte inalcanzable.
Arte maldito
artes benditas
como agua cae
que el río trae
gracia inaudita
goce infinito.
Finalmente, sucumbimos a la hoja en negro con manchones blancos, cargada de símbolos y connotaciones. A través de ellos, partícipe integral, la comunicación. Como podrá apreciarse, entre línea y línea quizás se vislumbra el origen crítico de lo escrito, como fuente principal de inspiración, dadora de motivos y sentido, creadora y procuradora de artes, razón de reflexiones inocuas o tardías, desafío primero del escritor y última ilusión del lector. Así como el movimiento o el habla nos llaman la atención, en el momento de la lectura debemos tener presente que detrás de todo lo escrito, de lo narrado, habita el quid de la cuestión, donde los críticos debaten si un texto es o no es literatura.