( El Juez está revisando las fojas de un legajo en su despacho. González con una carpeta muy gorda en la mano golpea la puerta con la otra )
El Juez: ¡Adelante!
( González entra )
González: Buen día, Sr. Juez. Vengo a denunciar una estafa clara y evidente, para la cual adjunto las pruebas irrefutables para que Su Señoría tenga a bien considerarlas a la brevedad para darle fin a una situación por demás injusta que ocasiona perjuicios a una inmensa cantidad de gente.
El Juez: ¿De qué modo ha resultado Ud. afectado por la misma?
González: Bueno, en realidad, a mí particularmente no me afectó en lo más mínimo. Pero mi intención es colaborar con la justicia y el bien común, por lo que me interesé en el asunto y le dediqué un prolongado y cuidadoso estudio al tema que aquí le traigo para poder ponerle un coto a esta problemática fraudulenta.
El Juez: Entiendo. Pero la ley es la ley y hay que respetarla. Cuando Ud. se vea afectado puede realizar la denuncia correspondiente para su caso; o bien, en representación de algunos otros afectados, para esos casos puntuales, los cuales serán revisados en sus detalles a fin de lograr una sentencia justa que les dé un resarcimiento por los perjuicios ocasionados en caso de que se demuestre.
González: Claro Sr. Juez, pero mucha gente, calculo que serían miles, quedaría fuera del fallo porque ni siquiera se habría enterado de ser víctima de la estafa. Además, la estafa continuaría cobrándose nuevas víctimas.
El Juez: Entonces, González, ¿dónde está la estafa si no hay víctima que la denuncie? Si quiere cambiar las leyes presente un proyecto en Diputados, no me venga a ver a mí.
González: Tiene razón, Sr. Juez. Disculpe. Hasta luego.
El Juez: Adiós González. Mis saludos a su esposa.
( Sale González del despacho y cierra la puerta. Queda el Juez solo )
El Juez: Imbécil.
