Vida del blog

Podía decirse que el blog estaba vivo, a pesar de que no respiraba el mismo aire que nosotros. En realidad, nosotros respirábamos aire pero no era el mismo en todos lados, ya que muchos lo respirábamos con otros aditivos, polución, smog, alquitrán y demás impurezas. Pero no todos, dependiendo su situación geográfica y económica. El blog estaba vivo, pero no era por mérito propio –exclusivamente- sino por la asistencia de cientos de visitantes que le daban color, como las flores a un cementerio, y eso hacía pensar que el mismo era un lugar donde los visitantes –al menos en principio- estaban tan vivos como el mismo blog.

Pero el blog no despertaba curiosidad alguna, ni tampoco podía decirse que se le rendía pleitesía, o que abrigaba admiración. El blog estaba vivo en términos virtuales porque había movimiento, que es lo que llama la atención, cosa que la quietud no hace, al menos en el observador tuerto.
Dicho movimiento era dado por factores que –cuentan los astrofísicos- están determinados por las órbitas de los planetas, el brillo de las constelaciones, las parábolas de los meteoritos y la indumentaria de las estrellas de Hollywood en noches de gala. Todos los astros de la galaxia –incluso futbolistas de renombre- coincidían en la encumbrada posición del blog ante los innumerables visitantes.

Pero el blog, una tarde de invierno como todas las tardes de invierno en que mueren los árboles, murió, no en términos virtuales sino astrales. Nadie volvió a pisar ese lugar en el ciberespacio caído en desgracia. Los visitantes fueron redirigidos hacia otras distracciones por la Osa Mayor, Mbappé y el anillo de Saturno que dirigían la batuta. Ni siquiera ellos sabían ni comprendían su accionar. El aburrimiento era así, caprichoso, movía las cosas y la gente de un lado para otro.

Con el tiempo o sin él, años después, el blog quedó firmemente enraizado en la nube como un árbol dador de vida, como un olmo que ofrece peras, una ridícula e inverosímil expresión literaria, como un arroyo que lleva, de la fuente al océano, inagotable, manantial de vida que las bestias solían beber en sus orillas.
Cada tanto aparecía un muerto buscando vida, alejado de la subsistencia mundana, y se encontraba con ese reguero de manantial, con ese trasfondo de agua pura que detentaba el blog sumergido en la deep web. Y el muerto bebía y volvía a la vida. Luego se marchaba para volver a morir, o distraerse, según lo que dictaran los astros.
Y así fueron arribando al blog incontables vivos, muertos, bobos y tuertos, otra vez a ponerle condimentos a la sepultura, desde donde resucitó el mismo blog, para asombro de algunos pocos que lo habían dado por muerto. A los vivos le resbalaba vida y muerte. Y muchos bebieron de sus aguas, comieron de sus peras, recobrando vida.
Esto fue mal visto por algunos directores y guionistas en Hollywood, que creían ver mermar sus ventas en productos de merchandising, por lo que solicitaron sea retirado de la existencia.
Pero había un pequeño problema: el blog había cobrado eternidad y ya no podían matarlo; a lo sumo, esconderlo, ocultarlo.
Se les ocurrió eliminar el servidor que lo alojaba y con eso creyeron que sería suficiente para destruirlo.

Hay quienes dicen que hoy el blog está alojado en la red interna de una multinacional de gerentes franceses; otros dicen que el blog sólo es accesible desde el África meridional; y algunos afirman que el blog está sentado a la izquierda del Señor por los siglos de los siglos.
También están los que juran que el blog ha sido visto desde Andrómeda y que se actualiza los jueves por la noche.

5 comentarios en “Vida del blog

  1. Lo que has escrito tiene alma; palpita; vive. A medida que iba leyendo, pensaba que este blog estaba en un olvido convencional y que lo que leía no era sino un lejano post, pero, por fortuna, veo que no. En cualquier caso, si lo cierras algún día, si lo entierras en la deep web, lo que has escrito merece sobradamente convertirse en su epitafio.

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  2. Pingback: Arte sano | La otra mitad

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