Talia:


Me entristece un poco ( nunca creas que es demasiado ) que revolotees entre mis ramas secas de otoño. Como puedes observar cada vez que te posas sobre una de ellas, estas crujen en extremo secas por los años que las atraviesan. También como has podido observar, un olmo es raro y difícil que dé peras, y no sé bien si tú buscas peras, y no sé bien si tú sabes lo que buscas pero no creo que sean peras. Sencillamente te equivocas de árbol. Tal vez deberías revolotear en un cedro azul, allí encontrarás la belleza que este paisaje te retacea. ¿Pero qué eres tú, alegre colibrí, que agitas tus alas al madurar el invierno? No me digas que nada, nadie en su sano juicio te reduciría a la vacuidad, aunque el atropello de la maquinaria que nos rodea se lo haga pensar a más de un jilguero, que canta y canta obsequiando vasta música alrededor. ¿Y qué canta tu corazón a estas horas de la noche obscura del ánima mundi? ¿O ya no quiere cantar embotado en el sordo ruido de la electroacústica? Tap tap tap. Es solamente un latido, al compás de ocho mil millones de cabezas en la misma frecuencia tonal. Tal vez ya no tiene nada que decir, pero ¿Por qué crees que mis hojas caídas dicen algo? Me entristece un poco ( nunca creas que es demasiado) que te detengas en mi sombra siendo lo que eres, artífice de la Ópera Vitae, y no un mero ornamento en la Carta Astral del sistema crediticio. Laitana…puedo dar vuelta tu nombre como a un ‘zoquett’ entre tantos licenciados que pregonan letras idílicas y no encuentran palabras medicinales en la Nueva Babel. Es que se confunden las lenguas con traductores inescrupulosos, accionistas del lenguaje, apostadores de la lingüística de vanguardia que sepultan los sentidos figurados, las asimetrías, las disonancias, en pos de estampar con tinta alguna sandez en las páginas que darán mis raíces para conformar libros de celulosa. Si buscas flores, alegre colibrí, te equivocas de árbol. Así que agradezco tu delicada presencia pero es tiempo de que prosigas en tu danza acrobática aérea buscando otros parajes que te brinden lo que andas buscando, y la vida -si no es búsqueda- se va muriendo hasta que un día te conviertes en todo el frío invernal. Talia, aléjate de estas ramas, vete ya, y si algún día regresas solamente trae en tu plumaje la eterna primavera y en el pico tus mil sueños y uno más, por si me desvelo. ¿Tú crees, alegre colibrí, que este olmo se morirá de viejo y de tristeza? Na! Bon voyage.

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