La mansedumbre de las fieras

La lluvia invernal deste miércoles me recuerda a aquella lluvia otoñal de un domingo de marzo, que el almanaque olvidó, y que la gente perdida en el zaping mental prefiere callar.

Entre húmedo y fresco, la tarde nos desnudó. No circulan tantos automóviles, las prisas se aplacan, las ansias se exaltan. Los árboles no parecen preocupados ni por las atrocidades ni por el futuro. Son nuestra sana envidia y el refugio de tímidos gorriones y torcazas glotonas.

Anoche un profesor me dijo que en la Argentina nos acostumbramos a cualquier cosa. Anoche un filósofo estaba confundido. Anoche asesinaron a un poeta. Anoche cayó un meteorito. Anoche una maestra joven me dijo que ya nada la sorprende.

Y al terminar estas líneas, asoma el sol, manso, trágico, sin la furia del infierno.

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