Pasta dental no te cuelgues

Estaba escribiendo una poesía y me percaté que en realidad me estaba afanando una canción del Bahiano que a su vez se la afanó a otro, así que no escribí nada.

La gente sufre desde que el mundo es mundo, por diversas circunstancias, pero para algunos el único alivio que conciben a su propia desdicha es ver sufrir a otros, incluso con saber que otros sufren les alcanza. La sensación de alivio, obra como un engaño que les permite olvidarse por un momento de lo propio.
Cuando se trata del dolor físico es otro cantar. Incluso hay un umbral que no es universal. Asimismo, muchos se entrenan en el arte de ignorar el dolor propio, por lo que imaginen ustedes qué pueden llegar a sentir con el dolor de los demás.

Y acá sigo, componiendo poemas, destripando versos, sembrando rimas, cantando sobre las llamas que nos abrasan, esperando la lluvia, el perfume de la tierra mojada que nos hace creer que la redención de la mente es una posibilidad.

Tierra que me esperas
Al final deste camino
Sé bien que consideras
Como un guiño del destino
Que mis fallos malhumores
Cual errantes desertores
Fueron púas de guitarra
Que tocaron mis mejores
Acordes que te labra
Terruño de mis amores.
Tierra mía, tierra pobre
Sin litio, sin sal, sin cobre
Cobíjalos de sus temores
de los buitres, vilseñores
Dale albergue transitorio
Tierra negra, purgatorio.
Si el futuro es promisorio
Este canto es provisorio
Dura un tiempo, tierra mía
Que es la vida en la poesía.

A ésta época la llamaron en sus inicios «la posverdad», y con razón de sobra porque nadie está interesado en la verdad de nada. Algunos paladines de la razón combaten a sol y sombra, pero por cada desmentida aparecen mil nuevas falsedades a diario.

Tal vez lo bueno haya quedado atrás.

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