Un café y dos medialunas

Ellos estaban en un café de la calle Yrigoyen, a cinco mesas de distancia. Celso y Elsa conversaban en voz baja, pero algo podía escuchar.
  – O bien guardamos para las vacaciones de invierno o…
  – Está bien. No lo pensemos más.
  – Tenemos alternativas. Vos barajabas Madrid, yo te tiré Barcelona por una cuestión de…¿Higiene? Ya ni sé lo que digo. Escuchame una cosa, moderate con el clonazepam en el vuelo porque no voy a cargar otra vez con esa sensación de estar llevando un perro con mareos, ¿Estamos?
  – Pero sí, papucho, quedate tranquilo, no voy a tomar más de tres o cuatro.
  – Vos tenés ganas de joderme, ¿No?

Elsa soltó una carcajada. Celso bebió de la copita de soda. Metió la mano derecha en el bolsillo de la campera marrón que colgaba de la silla y sacó un atado de Philip Morris. Encendió un cigarrillo y bebió café. Elsa giró la cabeza y se fijó en mí. Me tapé el rostro con el diario Perfil.

  – Ese tipo nos está observando.
  – ¿Cuál?
  – Ahí.

Yo seguía con el rostro cubierto con el diario Perfil. Él dijo algo inasible, algo así como que todo el mundo es un observador del mundo en derredor. Bajé el diario y endulcé el café. Elsa me echó una mirada de desprecio y siguieron en lo suyo.

  – Es un boludo como tantos, dejalo.
  – ¿Pero qué se tiene que meter en nuestra conversación?
  – Bueno, si querés nos encerramos en una habitación. O lo cago a trompadas para que vos puedas estar tranquila una vez en tu vida.
  – ¡Es que me pone nerviosa, Celso!

Yo también me había puesto nervioso. Celso apagó el cigarrillo con fiereza. Se puso de pie y se arremangó la camisa. Amagó a caminar hacia mi mesa pero algo lo contuvo.
  – ¿Eso querés? Si eso te hace feliz le rompo la nariz.
  – A mí no me gusta que me espíen, por ahí a vos sí, no sé.
  – Elsa te estás pasando.

No les retiraba la vista. La escena me generaba un revulsivo de tripas que me aceleraba la respiración. Elsa se ató la cabellera con un rodete. Celso pensó que lo mejor para todos era irse a conversar a otra parte.
  – ¿Viste lo que puso? ¡Celso! ¡Te leyó la mente!
  – Elsa, la puta que te parió. ¿Vos sabés lo que es una persona y qué lo diferencia de un personaje? Porque me parece que no estás comprendiendo la situación.
  – Está bien, vámonos si querés, pero te digo una cosa: a mi nadie me dice lo qué hacer ni qué decir. Yo digo y hago lo que quiero, ¿Me escuchaste? Lo que quiero.
  – Si, si. Vamos.

Pidieron la cuenta y se marcharon. Pasaron a dos mesas de distancia y seguían discutiendo.
  – Cagón. Sos un cagón.
  – Soldado que huye sirve para otra guerra.

Me quedé hojeando el diario Perfil, mirando las historietas.

MIRANDO VIVIR



La gente se aburre de la zona de confort y como no puede cambiar las cosas cambia las palabras que designan a las cosas, con nuestro idioma o con alguno de avanzada en la escala imperial. Cada tanto, dos pendejos ávidos de explorar sus fisonomías en un campito desaparecen de la vigilia y ponen en vilo a sus padres y a toda la región.

Se ha dicho que cierta música no tiene tiempo, aunque el tiempo en la música es muy importante, y se la puede disfrutar incluso 40 años después de darse a conocer, pese a que los tiempos de las modas llevan a escuchar otras cosas, cosas que muchas veces lejos de mostrar un progreso de lo hecho hasta aquí muestran un claro regreso. No obstante a la gente le gusta. De cualquier modo, la vida sin música sería un horror.

Cuando los satélites observan a los conductores de automóviles volcando su atención en el celular se relamen pensando que pronto podrán prescindir de los conductores, demostrado está con el hecho de que resultan innecesarios ya que van intentando comunicarse con alguien que probablemente va haciendo lo mismo en otra coordenada cartesiana. Y de ese modo, en un mundo autómata, el hombre va buscando su dignidad diluida.

La gente se queja, y con razón, del estado de cosas, y el Estado va haciendo desaparecer las cosas, cosa que la gente busque otras cosas de las qué quejarse. Algunos se apuran porque sospechan que en breve internet será un bien difícil de costear. Alberto Laiseca decía que su creador era el Príncipe de las Tinieblas, pero a veces el mal está tan confundido que hace bien.

«El que enfoca su atención en la observación no escucha». El otro día me fui de visita al diccionario por curiosidad a buscar una palabra entre ¿30 mil? ¿50 mil? y encontré que idiota es sencillamente FALTA DE DESARROLLO MENTAL, por lo que quien lo emplea como insulto, al parecer, no sabe lo que dice, pobre idiota. El diccionario es una especie de Biblia del Hipervínculo donde una palabra te lleva a otra, y uno recorre las 1200 páginas, pasando varias veces por la misma palabra, sin agotar su potencial, donde el lector termina agotado no por la cantidad de palabras sino por la red conceptual. La creación del lenguaje es algo pasmoso, pero estamos tan aplastados por él y la imaginación que no logramos reparar en su potencial.

«El que no escucha no lee». Como en un círculo vicioso de la comunicación, algunos es como si tuvieran dentro una masa informe de gusanos que pugnan por salir de manera verbal y sólo quieren hablar, no conciben el diálogo. La tecnología facilitó tantas cosas que un día va a ser difícil concebir la muerte como parte de la vida.

EL JERINGA



En el corazón del pueblo, donde las calles vestidas de polvo se entrelazan con el verdor opaco de los eucaliptus, vivía el joven Ricardo. Un muchachito con un talento excepcional para el fútbol, pero cuyo destino estaba marcado por la sombra de sus propias dudas.

En el vecindario, se había ganado el mote de «Jeringa», un apodo que le llegó justamente por su habilidad para pinchar el balón con precisión quirúrgica en varios goles que se sucedían sábado tras sábado. A decir verdad, el apodo se lo puso Ramón, el filósofo, de manera socarrona y a Ricardo no lo disgustó.

El santuario donde los feligreses adorábamos la pelota número 5 era la cancha de tierra detrás del gran Colegio Nacional, delimitada por una senda peatonal, el paredón del Colegio, unos tamariscos al frente de una vivienda precaria y el alambrado del gimnasio. Los arcos eran reducidos en lo ancho y no tenían redes.

Allí se armaban los partidos sin límites de tiempo y el Jeringa perfeccionaba su juego.

Cada sábado, al mediodía, la inclinación del terreno añadía un desafío único a los partidos. Sin embargo, a pesar de sus habilidades, la duda y el miedo lo consumían. Jeringa soñaba con alcanzar la grandeza, pero el tiempo en la juventud vuela a la velocidad de la luz como las ideas de éxito.

A medida que pasaban los años, Jeringa se esforzaba por superar sus miedos. Entrenaba  sin descanso al salir del Colegio primero, y luego de la Facultad, perfeccionando cada aspecto de su juego: el dominio del balón, la gambeta, la potencia y la precisión de los pases, el cambio de frente, la definición frente al arquero, etcétera. Los sueños están vivos mientras haya una llamita de esperanza.

Sin embargo, aunque el éxito en el fútbol nunca llegó para él porque los tiempos fueron más rápidos que sus ansias, encontró otras formas de triunfar en la vida. Se convirtió en un hombre respetado en la comunidad, trabajando duro pinchando a los pacientes con diferentes medicinas, sirviendo como enfermero en el Hospital Regional.

En medio de sus logros, distinciones y reconocimientos en su profesión, Jeringa llevaba consigo una profunda melancolía. En sus momentos de soledad, visualizaba, imaginaba, lo que podría haber sido en el mundo del fútbol y de tanto pensarlo, un día ya pisando los treinta, me contó que soñó que entrando de suplente con la casaca número 14 de River, hacía un gol y veía a la gente estallar en un grito unificado y percibía todos los flashes fotográficos apuntándolo.

Cada tanto Jeringa recuerda la alegría con la que despertó de aquél sueño vivaz.

Jeringa sigue jugando todos los sábados en la cancha de los sueños rotos donde aún resuenan en cada gol, dándole un consuelo de lo que pudo ser. Cada tanto aparecen jóvenes con talento. Los más viejos son los que les ofrecen más aliento.
-Vos ya estás para jugar en primera, pibe. No vengas más. Esta es una cancha de viejos. -le dicen.

Ramón, el filósofo, nos decía cuando hacíamos un descanso, que no hay que preocuparse ni tener miedo, que todo está escrito en las estrellas.

El último sábado de abril el Jeringa se apareció con una caja de zapatos en las manos y una carta. Nos reunió en el medio de la cancha y dio lectura en voz alta con la voz entrecortada:

«Amigos:

Algunos de los mejores momentos de mi vida los he pasado aquí, en esta cancha de tierra, con ustedes, y aquí les dejo mis restos.

Cuando estas cenizas vuelen por el aire, ustedes sabrán fehacientemente que yo he muerto, pero no olviden una cosa: ¡El fútbol está vivo!».

Todos se emocionaron y al Jeringa se le llenaron los ojos de lágrimas y se tapó el rostro. Me pidió que esparza las cenizas de Ramón, el filósofo. Luego hubo silencio, un tibio aplauso y la pelota comenzó a rodar. Miré el cielo y se había puesto gris, de unas nubes espesas. Más tarde caería un chaparrón.

Natalie no vela

Natalie Doneaux llevaba meses trabajando en una novela por la que había sacrificado tiempo valioso de sus días, aún sin descuidar a su familia, pero se reprochaba dedicarle tal vez horas a encontrar un término que destrabe el transcurso de la historia que buscaba narrar. Ya contaba tras de sí con varias obras publicadas de las que percibía algunas regalías trimestralmente y que le daban espaldas para soportar los embates del mundo y las dificultades que el acto creativo conlleva.

Las exigencias del mundo editorial le aportaban esa cuota de adrenalina que sugiere trabajar contrarreloj. Manejaba con estilo los conceptos de economía del tiempo, a veces en desmedro de la calidad del sueño, recortándolo en favor de la escritura, otras dejando de lado momentos de vida  social con algo de culpa en favor de la soledad de la mente creadora.

Vicent Torriniga, su editor, la llamó un lunes de octubre por la mañana. A Natalie Doneaux la encontró trabajando en un capítulo de la novela con el que pretendía cerrar la historia. No obstante, siempre quedaban cosas por decir, cosas por situar antes o después, raspar en la cabeza de algún personaje para sonsacarle alguna idea bella, dibujar una cabellera femenina con los detalles de un demiurgo, trazar un diálogo más fino. Vicent le habló del Yin y el Yang en el que se basa la cultura milenaria de sabiduría antigua como para contextualizar y luego manifestó que tenía una buena y una mala noticia, y sin decirle qué era bueno y qué era malo para una escritora del calibre de Natalie Doneaux, hecha la salvedad de los números que reflejarían en sus finanzas -y en las del editor y la editorial, desde ya-, le anticipó que en París y Marsella su obra había alcanzado su techo: nunca sería best seller; y por otro lado, le comentó que sus últimas dos novelas serían traducidas al español para ingresar en el circuito comercial de Madrid, compitiendo por un lugar en los estantes de las librerías y las cadenas de librerías más prestigiosas de los hijos de Cervantes entre 200 mil novedades anuales.

Natalie Doneaux se sintió bien. Le quedaban 21 días para entregar la novela. Cuando no escribía ni atendía a sus hijas, pensaba en el devenir de la literatura: una voz lanzada desde lo más hondo al futuro, una voz que entretiene, divierte, conmueve, acompaña. Mi  voz, la voz de Natalie Doneaux, resonando en la mente y el corazón de aquellos que iban a preservar el mundo, lo iban a recrear o lo iban a destruir. Su pluma, a diferencia de las vedettes, era un cuchillo de doble filo y con maestría había que saber usarlo. Y ella tomaba conciencia, en cada término empleado, del poder de la palabra, de la belleza creadora, de la magia inextricable a la que sucumbe el lector hipnotizado por su obra.

Su novela, aún, no tenía título.

Made in bronca

¿Por qué insistir con la palabra en un mundo material, frenético, bipolar, hecho de ilusiones ópticas? Una persona es algo tan frágil, pero tanto, tan fácil de romper, que lleva años de formación, el sacrificio de tantos que pasan por su vida, es algo que es muy difícil y arduo reconstruir desde las ruinas, es algo que segrega y desecha el mundo si no entra en los moldes típicos. Por eso muchos en el camino se van pareciendo a esos otros tan iguales, aún sin ser una elección deliberada, tan sólo para no quedarse afuera. Y afuera hace frío y llueve y las limosnas del sistema no alcanzan para un vino en cartón.

De chico pude observar que había grandes bastante pelotudos, por lo que supe en esos tiempos que grande no implicaba grandeza, era una cuestión de edad y nada más. La adolescencia es un intento forzoso y sexual de olvidar la infancia. Pero en el hombre está todo entreverado.

Hoy que los grandes pelotudos proliferan a pasos agigantados y, siendo un pelotudo a pedal, tengo un gran respeto por los chicos porque son muy inteligentes, incluso más que muchos de nosotros, aunque sin amplitud de vocabulario, sin el conocimiento específico.

Pero hay una gran dificultad: la principal fuente de aprendizaje en los chicos es la observación. ¿Y qué decir de lo que tienen para ver en los tiempos actuales? Ustedes lo pueden ver, ya no existe un horario de protección al menor.

El tiempo dirá en cada caso si alcanzan vencer la tendencia que trata de convertirlos en parte de aquellos o logran desarrollar sus facultades y hacerse paso en la vida sin ceder terreno a la banalidad, a la frivolidad, a la trivialidad, la norma de la indiferencia, a la estupidez que hace de la cultura general un todo chato y homogéneo en el que todos los pelotudos se parecen y acaparan la escena social.

El bien y el mal definen por penal

Por una cuestión fonética, mi vieja creía que la Virgen Desatanudos era parte del mal que hay en el mundo como tantas entidades malignas que pululan la Tierra desparramando lo que pergeñan para inclinar la balanza de la injusticia, hasta que tras varios años comprendió su error, ese malentendido entre muchos. ¿Cuál era su equivocación? Ella creía que era la Virgen de Satanudo. Satanudo, algo muy muy malo.

Cuando me lo contó me dio un poco de risa, pero luego me figuré a la Virgen de Satanudo como una especie de monja con ritos obscuros, me dio un poco de miedito y se me hizo un nudo en el pecho.

Por eso cada tanto le prendo una vela a la Virgen Desatanudos.

Las transiciones

«Cuando Dios creó al hombre, dijo: ¡Uy qué cagada me mandé! Luego se escondió en la manifestación, entre zarzas y ovejas, entre abejas y zorzales, en el corazón de la mujer y en la garganta del pelícano, en el humo del tabaco y en la parca nieve, en la risa de los niños del Gran Chaco y el llanto de las hienas, en la savia de la araucaria y en el fragor del Zonda, en el cristal del telescopio y en la  verde lona del casino, entre la mosca árabe y el escorpión egipcio, entre la sonrisa del anciano y la desolación del campo minado, entre la parsimonia diplomática y la parafernalia metropolitana, entre el norte viejo y la aurora glacial, entre los ocho bits y las perras en celo, en las pancartas y en el diccionario francés-español, en la pluma de ganso que pinta estas letras y en la página negra de la humanidad, lejos de las garras de los hombres, es decir, en todas partes». 
                            Luiggi 11:14


Ejazic Satsiver pasaba la mitad de sus días durmiendo, viajando en la dimensión onírica. 12 horas de sueño, 12 horas de vigilia, de las cuales gozaba la mitad, padecía otro tanto. A veces relataba sus sueños con lujos de detalle, otras, sólo vaguedades. Hacía tiempo que había dejado de lado la idea de una responsabilidad para con sus semejantes. Que Dios los cuide, decía el pobre diablo a menudo.

Lo que le gustaba de la vida onírica era que los sueños eran impredecibles, irracionales y hasta disparatados. Lo que le gustaba de la vida de vigilia era la espesura de la normalidad, nada salía de un libreto preestablecido, las acciones eran más coordinadas y los pensamientos estaban alineados en alguna lógica. Sus momentos de pesadumbre, tensión y desestabilización eran las transiciones: pasar de la vigilia al sueño le llevaba horas de conciliación y la hora del despertar era traumática. Había jornadas en las que tenía que convivir con la pesadilla que había soñado en la que un león lo perseguía por una sabana africana y con la pesadilla de la sociedad de vigilia sin guía, sin faros que le enseñen el puerto Belgrano donde atracar.

Fue un lunes donde la acción que habría de cambiar su condición tendría lugar, y no ocurrió ni en sus más íntimos sueños ni en la vigilia de realidad compartida sino en duermevela, un espacio, tal vez un estado intermedio, donde la vigilia no es tan precisa ni el sueño tan volátil ni privado.

Ejazic Satsiver caminaba por calle Julio Infame Argentino Roca y escuchaba el rasguño que sus zapatos hacían sobre las hojas caídas. Entró en la panadería El Fénix y pidió un cortado y dos medialunas. Se escuchaba de fondo una radio mal sintonizada que transmitía una música lúgubre, del estilo Marilyn Manson pero cantada en español. Se sentó frente al ventanal de calle Luiggi y observó el tránsito. Vio pasar un Corvette modelo 78, rojo caucásico.

Mojó la medialuna en el cortado y le dio un mordisco. La música seguía sonando tétrica, como si el compositor se hubiera inspirado en una gran pérdida, tal vez una mujer fallecida, un padre, o algo peor: un hijo muerto. En la panadería ingresó una mujer, que Ejazic Satsiver conocía de algún otro lado pero no recordaba bien de dónde. Los tatuajes no le decían mucho. Rocío, la mujer en cuestión, pidió un café y dos medialunas.

-Hola. -saludó Ejazic Satsiver torpemente.
-¿Te molesta si me siento con vos?

Pasó un Corvette modelo 78 rojo caucásico. Rocío derramó café y lágrimas. Ejazic Satsiver no entendía nada, nada de nada. Recordó los documentales del doctor Rosetti acerca del deterioro cognitivo y lamentó haber descuidado la salud del cerebro. Al menos cumplía con el mínimo de horas de sueño pero se excedía en el máximo. No se explicaba por qué había dejado de resolver crucigramas.

La música se detuvo. Sólo se escuchaba el ronroneo de una radio que emite ruido.
-Hugo se suicidó. No lo puedo creer. No lo puedo entender. No lo puedo soportar.
-¿Tu hijo?

Ahora Ejazic Satsiver recordaba mejor a Rocío. La conocía de la Confitería El Molino, donde tantas veces había molido el café de Cartagena. En la pandemia la confitería bajó sus persianas como tantos comercios de distintos rubros.

-Mi marido.
-Lo siento. -señaló Ejazic Satsiver, acariciando la mano de Rocío llena de anillos de plata- Lo siento mucho.
-Gracias.

Se quedaron en silencio bebiendo café. De tanto en tanto, cruzaban miradas. Se disculpó para ir al baño. Pensó en lo trágico, en lo amargo del café y la belleza dilapidada.

Al volver, Rocío ya no estaba. Por el ventanal de calle Luiggi la vio subirse al Corvette. Ejazic Satsiver refunfuñó: las mujeres mienten para salvar su pellejo y, algunas veces, por diversión, además esos automóviles nunca llegaron acá. Dio media vuelta y se acercó al mostrador.

Ejazic Satsiver pidió un cuarto molido de café de Cartagena. Rocío se lo colocó en un paquetito de papel. Se lo entregó y cuando fueron a la caja, luego de cobrarle, le dijo guñándole un ojo:

-Va con sorpresa.

Al salir, miró para atrás y pudo ver el enorme cartel colgante con letras rojas: Confitería El Molino. Ya caminando por la calle, Ejazic Satsiver abrió el paquete de café y encontró un bombón. Se lo metió en la boca, lo mordió y sintió ese sabor amargo del whisky deslizándose por la lengua.

-¡Vaya! Todavía se puede hacer algo por los demás. -Dijo como para sí.

Los barrenderos recogían las hojas, los envases de snacks tirados y los barbijos caídos y embolsaban.

Sin intención deliberada

Pego palabras en la pantalla
Sin saber a dónde van
Ni muy bien qué dicen
En el reino digital
Donde todo suena igual
Pego palabras en la pantalla
O más bien las dibujo
Las digito
Pero no las digo,
Las palabras se dicen solas
Algunas no dicen nada
Hermano
Comunicación
Y otras dicen todo
Amor
Pero ya nadie las capta
Pego palabras en la pantalla
Y se despegan de mí
Uff
Qué alivio
Me siento liviano
Y las palabras caen como hojas secas.
¿Para qué las quiero?
Pego palabras en la pantalla
Alma calma. No te exaltes
Mente bulles por los aires
Respiro vocablos
Terminología en desuso.
¿Dónde está Karol que ya no me lee?
Tiempo es otra palabra
Que no sé para qué se usa
Salvo en la música
O para decir que llueve
O para avisarnos que llegó la hora.
¿Qué está ocurriendo?
Discurriendo están las palabras
Que pego en la pantalla.
Pego palabras en la pantalla
Como un autómata
Como un bot insalubre
Pero a diferencia de estos imberbes
Pienso
Luego
Vuelvo a pensar
Y entonces
Como corolario lúcido
De mis cavilaciones
Y ante toda elucubracion
Pego palabras en la pantalla
Y la pantalla se desliza
Hasta el fin
Del yacimiento de litio.
Arte sin poder abrazarte
Las guerras invaden mis sueños
Tantas veces muero en ellos
Que ya perdí la cuenta
De mis lápidas
Ya me llevaron tantas flores
Que cuando muera por última vez
No me van a creer,
Van a decir
«Leo se fue de viaje a Canarias»
o
«Está de vacaciones»
o
«Leo se fue a recorrer los mares,
como buen pirata».
La gente dice cosas
Cuanto menos curiosas
Yo no digo nada
Soy un estúpido
Que pega palabras en la pantalla
Restorán francés
Budín inglés
Trece de abril del cuarto de siglo
Campo de batalla
Sarampión
Gol de Boca
Desamor.
¿Estoy loco o no, mi amor?
Suenan bien estas palabras
Si se escuchan en avión.
¿A dónde van las palomas
Cuando llueve, y tu emoción?
Qué dura, dura, la vida
Qué larga, larga, la herida
La tierra sangra palabras
Las almas callan arterias
Dirigen-gente al abismo
Estúpido, mal, el cinismo.
Y mientras tanto
Escupo versos
Canto
Siento
Suelto mi voz al viento
Pego palabras en la pantalla.


Estar

En un minuto se desploma
el edificio que tocara el cielo
en minutos se devora
el fuego los pastizales
que cubrían por entero
todo de verde este suelo,
en segundos caen los techos
volando en el vecindario
volando en el vendaval
dejando en el desamparo
dejando tras sí el tendal,
en segundos el agua fluye
y llega a las bibliotecas
el agua todo destruye
libros, sueños y fecas.
En días meses y años
divide el tiempo la gente,
divide el tiempo la gente
que se dispone a construir.
Decide muy raudamente
si estás para destruir
porque el pasar de los años
no te lo va a consentir
no quedarán ni peldaños
de un cielo para subir
no te amamantará el rebaño
que se amansa al consumir,
decide muy raudamente
si estás para construir
con pico, pala y rastrillo
y así, ladrillo a ladrillo,
un día por fin vivir.

Con un puñado de monedas

Con un puñado de monedas
visitaré Trafalgar
y también voy a comprar
dos k i l ó m e t r o s de ruedas
un litro de canciones
pan pa’ convidar
con un puñado de monedas
un vinito pa’ aliviar
         las penas y los amores
tres metros de sensaciones
                                un versito de libertad
una idea de justicia
de la gente, su inocencia
dos libros de mentiras
      y un gramo de verdad.

Con un puñado de monedas
visitaré Trafalgar.

Nada turbio

El director general de un banco en la capital se preocupaba por un joven estrella subalterno que después de un período de trabajar junto a él sin parar nunca, ni para almorzar, empezó a ausentarse al mediodía, todos los días.

Entonces, el director general llamó al detective privado y le dijo:

-Siga a Gómez una semana entera, no vaya a ser cosa que ande en algo turbio

El detective cumple con el cometido. Vuelve a la semana y le informa:

-Gómez sale normalmente al mediodía, toma su coche, va a su casa a almorzar, luego se acuesta con su esposa, se fuma uno de sus excelentes habanos y regresa a trabajar.

El director exclama:
-¡Ah, bueno! Menos mal que no hay nada malo en todo eso.

Luego, el detective respira profundo y pregunta:
-¿Puedo tutearlo, señor?
Sorprendido, el director responde:
-¡Sí, claro!

El detective toma aliento y le dice:
-Te repito: Gómez sale normalmente al mediodía, toma tu coche, va a tu casa a almorzar, se acuesta con tu esposa, se fuma uno de tus excelentes habanos y regresa a trabajar.

LO BELLO LO CIERTO LO BUENO



Los escritores del siglo pasado y sus predecesores estarían pasmados de ver en los tiempos actuales, tiempos con todo para ver, desfilar ante sus narices personajes de lo más variopinto, desde los magnates de alta alcurnia hasta los de la peor calaña política, pasando por desfiladeros en droguerías, imberbes de insulto a rabiar, humoristas alcoholizados, bellísimas mujeres entregadas a la hipnosis de la cámara frontal, idólatras y delirantes, jóvenes de mentes brillantes colgados de un paraíso, gordos y mofletudos sin caballerías que luchen contra molinos, idiotas y chupasangres, kingkones del debate televisivo, damas gratis informando la velocidad de los vientos, tilingos intelectuales de cotolengo, millonarios brutos, androides inteligentes, actrices de la mezquindad, cantores de opiáceos, escritores iletrados.



Parece haber un antes y un después de internet, casi como el que señala el calendario gregoriano con Cristo, pero de una magnitud transversal que aquellos no lograron adivinar, con alguna excepción en ciencia ficción. Nosotros, los bobos duchos, tenemos un pie ( el izquierdo ) en la tierra, antes de internet, y el otro pie en la nube, por eso la cabeza va y viene como el colectivo. Lo que antes se decía «sentar cabeza» quedó en olvido. Los pendejos cuelgan, en los dos sentidos del término: el digital y el desentendido. Y en el digital, el doble sentido se convirtió en uno solo, tosco y chabacano, que manejan los que en ciencias se conocen como el vulgo, y si bien todos somos seres humanos e iguales ante la ley ( risas risas ), algunos comprenden cosas que otros no, algunos saben y otros usan google, algunos tratan bien a los demás y otros resultan odiosos, y en síntesis, algunos ponderan a los seres humanos y la vida en todas sus formas y otros viven despreciando.



Pero me voy por las ramas del árbol, abordo el follaje y me pierdo en el bosque cuando quería ir a la raíz de la trama. Desde los tiempos del post tras post, la vida de las personas ha cambiado demasiado y no es que no haya verdad sino que no hay interés. Por lo visto, como previó Rafael Barrett, la razón estaba agonizando a comienzos del siglo veinte y tras su deceso ya nadie espera que resucite. Por eso las discusiones se resuelven a los tiros y es probable que en los próximos debates para presidente made in Disneyland, al menos en estas tierras, los contendientes los resuelvan a trompadas en un ring, porque ya no está en juego la razón, ni la verdad, ni las ideas, sino simplemente quien tiene la capacidad de gritar más fuerte ante una ciudadanía sorda hasta con audífonos.



Finalmente, y para concluir, nos quedará a nosotros rescatar lo lindo de la cultura bárbara, entre tanto animalejo que no califica ni como bestias, y darle curso al sentimiento maravilloso de que la vida es un tesoro más valioso que el oro por descubrir, pero no en el futuro prometido por estos antropófagos, sino en una dimensión que se bambolea entre el pie ( izquierdo ) y estas palabras colgadas de la nube.


 

Mesura en la locura

La noticia es que me voy a morir. ¿Cuándo? No lo sé, puede ser esta noche, en un mes o en cuarenta años. Y algunos se preguntarán cómo lo supe, tampoco sé, intuición. Deducción.

Al principio no pude digerir la noticia y anduve bastante incordioso, pero con el correr de los días me fui serenando. No, no tengo una enfermedad terminal, resulta que conozco demasiado la vida como para saber que en cualquier momento la novela se termina.

Imagino la vida en Europa, esa homogeneización de culturas, de idiomas y de imperios que persisten en la retina de los turistas argentinos, porque al arribar a Madrid, a Barcelona, a Turín, se sienten nuevamente en casa, y la siento a la vez como un gran arca que preserva los tesoros momificados del arte y como un señuelo que nos lleva a tomar un café en París, frente a los Campos Elíseos, como punto cúlmine de nuestras aspiraciones napoleónicas.

Mientras aquí, en nuestra casa, somos extranjeros, exiliados culturales buscando un hermano de armas, donde es más común morirse ante el robo de un celular o de lo que cubre tus pies, que por defender nobles ideales. No Madame, aquí ya no obliga nobleza, ni siquiera nobleza sugiere, y mucho menos nobleza acompaña. Nobleza tienen los chinos que atienden el supermercado. Nosotros no tenemos ni vergüenza, y con eso les digo mucho.

Discúlpenme si suena desalentador, pero es que hoy sólo puedo darle ánimo a los muertos, ellos sabrán comprender, aunque existe una dificultad, o dos: la primera es que los muertos no leen; y la segunda es que los muertos son todo ánima. Lo dicho, innecesario. Yo ya quedé inmortalizado en una fotografía en el festejo de un gol del Gringo colgado del alambrado. Por eso, si alguien piensa en recurrir a mí, dentro de cien o doscientos años, puede dirigirse a la foto, a mi grito desaforado y el rostro enfermo de euforia. Quizás le conceda algún beneficio.
¿Entienden lo que es ser inmortal? No, no lo entienden, no lo puede entender un simple mortal. Mejor bajemos al lenguaje mundano.

Como les decía, me voy a morir y les dejaré el cadáver. El cementerio, que tanta pena le da a los corazones sensibles, se alegrará de albergarlo. Una mujer llevará un clavel rojo a la tumba. Tal vez, con los años, crezca un ciruelo sobre el ataúd. Los pandilleros se llevarán hasta la última placa de bronce.

Hace tiempo que los vivos han dejado de reverenciar a los muertos en estas tierras, a sus muertos. En cambio, mis muertos están vivos, pero no les diré dónde. Desconfío más de los vivos que de los muertos. En los vivos todo es dudoso, errático, contradictorio. Mientras que los muertos son más creíbles, sin ninguna duda, porque están en posesión de una certeza vital, valga la paradoja.

Todo pasa y todo queda, y al fin de cuentas, ¿a quién le importa? Uno sólo valora lo que considera propio. Y vaya curiosidad, mientras considero estas cosas, en la esquina fallece una señora muy conocida de ochenta y tantos años, con tan poca prudencia que la ambulancia y la policía se ven obligadas a cortar la calle, desviar el tránsito y generar un desorden en media ciudad.

La muerte, vista desde lo general, es nada menos que eso, un desorden en los ecosistemas, y -puesto que las muertes se producen a cada instante- todo se percibe alborotado, los ánimos decaen, se exaltan, las cabezas se aturden. Hasta que llega la palabra, la voz dulce, que nos dice: CALMA. Ya pasó. Todo va a estar bien. Confía.

Y es cierto, el tiempo nos da la razón. La vida celebra la vida a cada instante, se entrega a lo Supremo, como una hormiga que trabaja y se apodera de Roma. Y vistos desde allá, ¿No somos acaso hormigas intentando conquistar el mundo con ínfulas imperialistas? Qué pocas diferencias si las hay.

Lo siento. Como les decía, me voy a morir, pero todavía no. Tengo muchos asuntos que me interesan, entre ellos, vivir.

Escribo, muero un poco, luego existo

-Estoy replanteándome lo que me queda de vida. Principalmente, dejar de escribir.
-Tenés que hacer lo que te guste. Te conté de la historia del poeta ese que cuando fui a Europa, un montón de gente le estaba llevando flores a un monolito que había delante de la casa de donde vivió. El tipo murió y a los 150 años recién se hizo famoso. Capaz que se fue con la idea de que lo que escribió fue al pedo o capaz que no.
-Son otros tiempos. Hoy en día los monumentos se los levantan a futbolistas e influencers.
-No tengas expectativas de los demás, solamente vos sabés lo que tuviste que pasar para crear esas cosas y el proceso lo disfrutaste vos y cada cual sabe internamente lo que es. No depende de la aprobación del otro.
-No tengo energía para escribir algo que, al fin de cuentas, no le interesa a nadie y no lo lee ni mi abuela resucitada.
-Si te sentís sin energía lo que mejor  podés hacer es descansar y ver en qué estás perdiendo la energía. Por ahí es gente, por ahí es en la parte física, por ahí es en el trabajo. En realidad deberías estar recargado de energía si haces lo que te gusta. A veces no hay que tirar todo sino solamente descansar un tiempo.
-Estoy de acuerdo. Todo lo que enumerás no me cansa en lo más mínimo. Lo que se roba mi energía es…

***

La vida real era insatisfactoria, por eso nos inventamos la vida virtual. Ahora tenemos una insatisfacción por partida doble. Nos queda el dilema de qué hacer con nuestra vida útil, antes de que los gerontofóbicos nos sienten los últimos veinte años delante de un televisor.
Igualmente, lo digital es parte integral de la realidad en numerosos casos por no decir todos, con todos sus malentendidos a cuestas, con el panfleto de la comunicación, con la trilogía de la personalidad, con la supresión de vocabulario que dificulta pensar con amplitud, con la carencia de espacios para…

***

-Lo que se roba mi energía es el celular.
-El tema de la escritura tuya puede ser como la historia del padre que le dice al hijo que vaya a vender el coche y le da tres lugares donde le dice que averigüe los precios. En una compraventa, en una agencia de autos y en un lugar de coleccionistas de autos antiguos, en ese orden. En el primer lugar le ofrecen 1000, en el segundo dice que lo puede llegar a vender en 5000 y en el último en 100,000. Te la resumo para no hacerla tan larga. Tenés que buscar el lugar donde valoren tu trabajo. Y tratar de tener llegada a la gente que le gusta ese tipo de contenido.
-Hoy mis libros se venden a 4 dólares, es decir, equivalen a un paquete de arroz.
-Hoy todo pasa por el marketing y por la gente con la que te relacionás. Por eso yo te he propuesto el tema del reconocimiento que te iba a hacer el Intendente. Mucha gente te hubiera empezado a ver de otra manera pero es parte del mismo juego. Primero te tienen que conocer y después recién van a poder ver cuál es tu trabajo.
-Es como decir que me tengo que acostar con Cameron Díaz para saber cómo actúa.
-Entiendo que hay veces que se hace difícil. Por ejemplo a mí me puede gustar una mujer de toda la vida y si no soy correspondido no puedo seguir atrás de ella, pero no por eso me va a dejar de gustar.
-Sí, tenés razón. Tal vez siga escribiendo, este arte masoquista e inútil de crear literatura.
-Ojo, yo no soy el dueño de la verdad, es mi forma de pensar y de hacer las cosas. Yo pienso diferente: cuando algo te gusta no hay que dejarlo nunca.

***


Con la carencia de espacios para entrar uno al mundo y hacerse paso. El mundo contiene varios mundos, pero son mundos diferentes, que a veces se chocan, otras veces se entrecruzan, otras veces no tienen contacto ni saben de la existencia de otros mundos. Algo similar pasa con las personas. A veces cerradas, inexpugnables.
A veces me quedo sin buenas ideas, pero eso no me desanima. Algunos escritores sienten el terror de tener una hoja en blanco delante y no tener nada con lo cual llenarla, pero es sólo una etapa anterior al pánico que surge cuando el mundo pierde todo significado.
El mundo de la cultura tambalea cada vez que un libro bueno cae en manos de un patán.

ALGO PARA EL MATE ( Microcuento )




Elvio entró en la panadería pasadas las 16. Rocío lo atendió con amabilidad, como acostumbraba.

-¿Qué me sugerís hoy? -le preguntó.
-Pastelitos o palmeritas.
-Poco original.
-A veces en la repetición del placer está el goce por el buen gusto.

Elvio sintió el impacto de esas palabras. Sin embargo siguió observando las bandejas con lentitud.
-¿Y qué tal estos?
-Ah no. ¡Los alfajorcitos de maizena son mortales!
-¡Llevo una docena!

Pagó y se fue a preparar el mate.

Al otro día la noticia de su deceso salió en redes. La autopsia confirmó su causal de muerte.

Rocío posteó en sus redes:
               «Me entristece pero más me entristece que en este mundo ya nadie entiende la literalidad de mis palabras».

Inercia mental

Me comí un bodrio en Netflix, no creo poder superar este mal trago en un mes. La memoria ( mi memoria en este caso particular) suele retener por más tiempo lo desagradable, las situaciones de incomodidad, por lo que todo este juntadero de palabras sobre la pantalla no es más que un torpe intento de sacarme aquél gusto de la boca. No espere un guiño el lector, aquí no interesa tanto Usted aunque se le haga mención, no señor. Aquí lo que importa es poder esconder la basura bajo la alfombra de la memoria. Y cuántas cosas van quedando allí, ¿no? Recuerdo que cuando atravesaba la adolescencia, unos 15 jóvenes años, con Fede, un amigo, armábamos rompecabezas en su casa día tras día, noche tras noche. Recuerdo haber estado hasta altas horas de la madrugada tratando de encontrar una sola pieza. Nos íbamos a dormir cuando la vista ya no respondía a los requerimientos del juego. Escuchábamos de fondo un CD de La Renga, Despedazado por mil partes, cuya duración sería de unos 50 minutos, pero volvía a sonar cada vez que terminaba, en un trasfondo continuo, por lo que me aprendí de memoria las letras de esas canciones.
Casi 30 años después, hoy que no logro armar el rompecabezas de mi historia, siempre resuena en mí una frase de aquél disco, no porque le tomara aprecio sino porque resultaba como un mazazo, no sólo a mis proyecciones sino también a mis preocupaciones: «Es que la muerte está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja».

La nostalgia de aquellos momentos, el silencio compartido, la búsqueda, la paciencia, el desarrollo de la atención, me da aires frescos para encarar con ánimo lo que trae la vida, día tras día: alegría, desazón, tristeza, goce, enfermedad.
Hay muchas cosas en la historia personal de cada ser vivo que nos enseña, aún cuando el mundo se pudre como una manzana.

IMPARCIAL



30 de octubre, 19:15 horas. En el Diego Armando Maradona de La Paternal se juega el clásico Argentinos Jrs. – Platense.

El arquero de Platense se arrodilla, mira al cielo y dice para sus adentros: Señor, si hoy ganamos con Tu Gracia prometo hacer doble turno y evitar el asado en Semana Santa.

El Señor, en las alturas, oye todo, desde el canto de la hinchada local hasta el silbato del árbitro Abel que da comienzo al juego.

Un hincha en la platea, rollizo, comiendo un choripan, mira el cielo y dice: Señor, este choripan y la victoria son para vos, perdoname que te tutee.

Una nube cubre el ocaso y el sol se despide. El balón corre por el verde césped de un arco a otro, de un lateral a otro. Los alcanzapelotas tienen mucho trabajo.

Un agente de la policía, nervioso, inquieto, mira al cielo y dice: Señor, si hoy gana mi querido calamar prometo no volver a robarme las limosnas de la misa.

La noche cae de repente, ya encendidas las luces del estadio. El partido se torna friccionado, hasta Dios se aburre. De repente, una patada fuerte, una expulsión por bando.

Segundo tiempo. Una joven pelirroja mira el cielo y lanza su plegaria: Dios mío, si hoy gana el bicho me voy caminando hasta Luján en pelotas.

Por ahí sale un zapatazo de afuera del área y pega en el travesaño. La gente grita, canta. Ya nadie en el estadio observa las estrellas.

El técnico de Platense se va expulsado por insultar. El árbitro suda, tiene problemas con el aparato intercomunicador. Lo solucionan y se juegan los últimos minutos.

En el alargue, se produce una jugada dudosa, la pelota rebota en una mano, la jugada sigue. Toda la hinchada protesta, gruñe. Llaman del VAR. Revisan la jugada. El árbitro camina al monitor. Hay bulicio y no se puede enfocar en la observación de la jugada. El cuarto árbitro despeja a los jugadores.

El árbitro observa y tiene que decidir. Cualquier resolución es válida ya que la jugada queda a criterio humano. Mira al cielo y dice para sus adentros: que sea lo que Dios quiera. De pronto, oye una voz desde lo alto, en el oído que no tiene intercomunicador que solamente él parece escuchar: Terminalo que me voy a ver Gran Hermano.

Finaliza el encuentro. 0 a 0. La gente despeja el estadio lentamente.

Entrevista

-El mayor problema de Borges -decía Ernesto sin demasiada convicción- es que quería apresar todo en una palabra, el olvidado Todo, es decir, atrapar el cosmos con el intelecto. Y eso, en contados casos, lleva a la ruina.
-O a la locura.
-O a convertirse en un filósofo de renombre -seguía Ernesto, perdiendo énfasis tras cada interrupción-. En el reino de las ideas, atrás ha quedado la época de la Ilustración y muy lejos el Renacimiento. Es huidizo el arte de pensar abstracto.
-Los matemáticos se volcaron a las ciencias de la computación.



Hubo una pausa. Ernesto sacó un trapito del bolsillo interno del saco y se limpió los anteojos.


-Por el sólo hecho de que la imagen acapara todo el ancho de atención del intelecto, dejando escaso margen para que el corcel de plata cabalgue entre símbolos. -prosiguió.



No lo quise interrumpir, pero se interrumpió solo.



-Quizás existan ámbitos -dije como para echarle nafta al fuego que parecía apagarse- pequeños antros donde las ideas tengan un valor inherente que no necesita expresarse en divisas, ni aplicarse de manera pragmática como las matemáticas. Cuando en aquellos tiempos las grandes ideas pasaban al dominio público, la ciudadanía se colmaba de regocijo como con una bonita melodía que los ponía a cantar y a bailar.


Ernesto me hizo un gesto como para que guardara silencio, no porque tenía algo más interesante por decir sino porque el tema estaba tan agotado como su persona.


-Nene -me dijo- hoy se le canta al chupi, se le dice genio a un atleta y las ideas se reducen a una sola. A una o dos.


Llamó a la mucama y ella me abrió la puerta para irme. La entrevista había terminado. No tenía nada que ofrecer a la editorial. No había nota, ni siquiera nota de color con uno de los últimos grandes literatos y pensadores a nivel nacional.


Al otro día, el jefe de redacción me comunicó el despido. A veces el remedio de un mal está en saber buscar nuevos horizontes.

Pero quién te pensás que sos

A veces me duele el alma, a veces me duele la vida, a veces me duele el mundo. Me duele cierto dolor ajeno casi tanto como duele el cuerpo. Hay noticias que me duelen. A veces sólo me duele un poco la cabeza y tomo algo y se me pasa. De a ratos todo duele.


Pero cuando no tengo dolor soy Gardel. Es decir, estoy muerto.

El pasado es el futuro

Recuerdo un experimento psicológico que hacían en el siglo pasado. Al paciente le mostraban una fotografía papel para que dijera algo. ¿Lo conoce? ¿Quién es? ¿Qué le parece? Esto también se hacía con testigos oculares en ciertos casos judiciales.

El paciente expresaba sus sensaciones que le despertaba la fotografía de ese fulano.

En base a ello, los profesionales determinaban muchas cosas, como detectar patologías, predecir tendencias y otras variantes de la mente del paciente.

Más tarde, ese experimento ( psicológico ) se llevó a la televisión, y en vez de un paciente se le hacía el «test» a una figura famosa, con imágenes de otras figuras ( de la política, del deporte, del espectáculo, etcétera) y este daba su opinión en público.

Transcurridos los años, el experimento fracasó, básicamente por impaciencia generalizada y porque no hay gente interesada en experimentar con las psiquis de las personas.

Autoretrato

En la antigüedad, la gente era tan horrible que cuando se topaban con la belleza en la polis la convertían en dioses y diosas, ascendían a los cielos y les rendían culto.

En Atenas era muy común que la gente busque imagen y semejanza en los dioses y las diosas, y no al revés. La fealdad era totalmente mundana.

Desde entonces, la gente emula la belleza inspirada en Apolo y Afrodita, creyendo que alcanza la divinidad.

Los aplausos y los elogios, a diario, les dicen que ya alcanzaron el Partenón.

Les cuento

No es la primera vez que me pasa, pero mi mujer me dejó, anda con otro, un tal Sam. No se trata del archiconocido Tío Sam ni es el apócope de Samuel, pero andan todo el día juntos, los he visto. La he visto llorar con él, reír con él, sonreírle, como antes lo hacía conmigo. Se ve que tienen buena comunicación los muy desgraciados.


Ya es hora de que la vaya olvidando, muy a mi pesar. Creo que tienen una conexión más indisoluble que un matrimonio. Son las nuevas relaciones que han cambiado en los últimos años. Están siempre de la mano, ya ni debe recordar los momentos que pasamos juntos.


Me cambió por otro que le ofrece todo a diario: entretenimiento, diversión, placer. Contra eso un ser humano no puede luchar.


Si me estás leyendo, espero que seas feliz con él. No quiero que vengas a mis brazos cuando se te haga trizas tu relación con este Sam Sung.

Borges llega al Paraíso

Llega Borges al Paraíso. Lo recibe el Altísimo.

-¿Usted quién es? -pregunta Borges.
-Menos pregunta Dios y perdona. -le responde. Pero venga. Pase, pase.

Borges observa todo como si fuera la primera vez. Las estanterías de libros se extienden más allá del horizonte. Allí están la Enciclopedia Británica, la Biblia de Valera, los volúmenes de las Mil y Una noches.

-Pero esto…¡es el Pa…raíso! -balbucea Borges.
-Efectivamente. -le confirma ante su atónita mirada.

Borges toma un libro de los estantes y se encuentra con que es el Libro de Arena. Lo deja. Mira en derredor con la curiosidad y la alegría de un niño en la juguetería.
En un momento, siempre con el Altísimo a su lado, recobra la compostura y lanza otra pregunta.

-¿Dónde están los espejos?
-Aquí no existen espejos, ni ninguna superficie que refleje los objetos ni las figuras.

Borges se queda perplejo.

-¿Ningún espejo? -Observa la biblioteca infinita, atrás, adelante, a derecha y a izquierda. Allí están el Quijote, el Facundo. Camina, toma un libro y comienza a hojearlo.

-Una lástima.

Mascotas

Cuando era chico tenía de mascota una mosca ( no se rían, conozco gente que tiene arañas de mascota ). La tenía en una pecera y le daba de comer y de beber y la observaba volar allí dentro y posar sobre el cristal. ¿Y qué le daba de comer? Mierda. Soretes que juntaba por ahí.



Cuando creció le puse nombre, la bauticé Mirna.
Al poco tiempo le conseguí pareja: un mosco. Y brevemente tuvieron crías, con lo que formaron una familia bastante feliz. Les fui tomando cariño con los días.



Una tarde, al volver de la escuela, la pecera estaba destapada y vacía. Mi madre la había vaciado y me dijo:
-Hugo, no lo hagas más. Eso era un juntadero de mugre.- más o menos esas fueron sus palabras, sin contemplar que se trataba de seres vivos a los que había criado y cuidado con dedicación.



Me angustié un poco de pensar que la familia de Mirna estaría expuesta a cualquier ataque con Raid, pero después me puse a hacer la tarea y lo olvidé, hasta hoy, un día tan silencioso y pulcro en el calor del hogar que no vuela ni una mosca.

Libros truncados

Comunicación es una de esas palabras que quedaron huecas. En un mundo en el que está todo dispuesto para ver, cada vez tengo menos que ver con nada. No obstante, sigo escribiendo y ya me estaba pasando al bando de los delincuentes de la autoayuda y venía escribiendo este libro que ven abajo, incluso con entusiasmo, pero me agarró un bajón y ahora no logro repuntar. Si me dan ánimo o en su defecto me tansfieren para picar algo tal vez continúe por esta senda del éxito. Para una cervecita tampoco vendría mal.



El de abajo es otro de mis libros que desaparecieron en la hoguera de la parrilla y no vieron la luz, o la vieron tan de cerca que los quemó. Algunos dirán «para suerte» del público lector, y justificadamente ( aún sin conocer de qué iba la narración ) porque suerte es otra de esas palabras que ya nadie sabe de qué se trata.
El mundo ya no será como te lo cuentan, según cierta literatura que ardió sin la mirada de ningún lector sagaz.





Por último , el de abajo es otro de los libros que me quedaron truncos. Lo fui escribiendo a medida que me quedaba sin datos móviles o cuando se cortaba el wifi, pero ahora que tengo gigas ilimitados no tengo inspiración.
Bueno, los dejo que tengo que seguir bajando en la línea de tiempo.

Susurros

( poesía )

No soy yo
quien piensa,
será el inconsciente
Ello ronda en la mente
difusa
aparentemente.
Veo aparecer
un ovillo de pensamientos,
tiro de la punta del hilo
y se va desenredando
el destino
con sigilo.



Envejecer
es ir es irse
quedándose afuera de los juegos
de la existencia,
el primero
y último
el de la subsistencia,
pero antes el truco
el fóbal
y el más serio de todos
entre otros
el arte
( sublime )
de besarte.



No soy
toda esta verborrea
no soy
la panacea,
una victoria
frente al silencio
un aliado
de tu más íntima
soledad.
Soy la edad
que teje y desteje
lo recorrido,
soy un descuido
en tu libertad
soy el futuro
en la posverdad.



Hoy ya no es hoy
es una pilcha
teñida de ayer.
Mañana no sabemos
si habrá alegrías
entre desdichas
ni a qué jugamos
cuando lo amamos,
mañana es ver
todo lo nuevo
con ojos viejos,
mañana
mañana vemos.

Fuera de juego


Para los multimedios, la pobreza y la indigencia no es una persona que pasa penurias sino un número, a veces tan grande que no tiene dimensión. Asimismo, un homicidio no es un horror sino un escándalo y un hecho que requiere tratamiento penal y debate público. La mal llamada justicia es una contienda entre hábiles poetas de la legalidad.

-A mí me condenaron por decir la verdad.
-¡Pero si la verdad no le interesa a nadie! ¿Qué dijiste?
-Dije que el juez era puto.

La mente es como un río, y en el río corre agua, peces, mugre, algas, decantando en el mar. Pero, ¿Dónde nace el río? Los padres mentales son aquellos que nos guían en los momentos de titubeo. Para varios músicos, es Pugliese. Para muchos escritores, Borges. Para actores, Alfredo Alcón. Freud para psicoanalistas, y entre futbolistas hay unos cuantos. El inconsciente toma formas tangibles en sueños y en estados de delirios, que bien podrían emerger con una fiebre común.

The cerebrut is not are preparated for tanta boludez.

Con la imposición del inglés como idioma de curso legal, por estas tierras la gente va dejando de pensar para traducir o para lucirse ante entidades del primer mundo que los mira con la curiosidad con que nosotros miramos una hormiga laboriando. Tenemos una gran capacidad para hacer el ridículo sin sonrojarnos.

-Che, amigo…
-¡¿Cómo «che»?! Qué falta de respeto…
-Disculpá, amigazo.

Cada día se propone una nueva discusión, incluso de discusiones saldadas. Y la gente se prende, se anota. Democracia sí democracia no, derechos sí derechos no, miseria planificada sí miseria planificada of course, Mc Donalds sí Mc Phantom también. Y mientras tanto, la destrucción, la muerte, y mientras tanto Maquiavelo, y mientras tanto Poe. Bum Bum Taka Taka.

Qué inútiles las palabras entre tanta guerra alrededor, ¿no? Es como si la tierra fuese un gigantesco campo de batalla entre el bien y el mal desde 1917: en las zonas de exterminio, en el sucio callejón, a la salida de un bar, en la tribuna. Y pensar que tenemos la cultura para deleitarnos. La Era de la Comunicación en la que destruyen, algoritmos incluidos, todo intento de comunicación. Cosa rara si las hay.

Nos queda la ilusión de que entre dos hacemos uno, como cuando en un canto todas las voces se funden en un solo corazón. Dicen que no hay que irse sin haber dado, ni quedarse sin haber luchado, ni perderse sin haber dormido, ni buscarse sin haber soñado, ni marcharse sin haberse hundido, ni decirlo sin haberlo entendido. Al parecer no está en nuestras manos cambiar una cosa por otra, salvo que la troquemos, pero sí las podemos llamar de otro modo, porque si hay algo que podemos hacer es cambiar las palabras: al pan, baguette; al vino, malbec; a la vida, amor; al mal, hedor; al amigo, hermano; al extraño, yo; al sueño, mensaje; al mundo, hogar.

Son pequeñas victorias pírricas que no cambian el curso de las cosas pero nos reconfortan. En el saber popular todos conocían bien quién cargaba las armas. Hoy por hoy los que saben callan. Me queda la sensación que tendría en caso de sentir un planeta deshabitado que tras haber dado toda una vuelta al sol se encuentra otra vez en el punto de partida. ¡Voilà! Todo es lo mismo.

Oda a la voz

El comienzo es una oda en silencio
Las palabras distorsionan todo
Les otorgan otro sentido
A lo visto, a lo vivido
A las cosas, a lo mostrado
A los recuerdos, lo elaborado.
¡Oh palabras! ¡Palabritas!
Palabras sacras, palabras bobas
Palabras que salen de contexto.
¿Qué es al fin de cuentas la palabra?
Terminación nerviosa del organismo
La expresión inútil de sí mismo:
Pasame el talco, por favor
Decime qué comemos hoy
Sinceramente ya ni sé quién soy
Cure mis males, doctor.
¡Oh palabras! ¡Estúpidas palabras!
Palabras de aliento, palabras vivas
Palabras que se pierden en un texto.
¿Qué sería del hombre sin palabras?
Un tejido, un nexo, un cristal
Pero nunca, siquiera, un animal.
Me voy, me callo, no hay interlocutor
Mis poemas no tienen receptor.

Me estaba yendo

Estaba observando a una vieja que se caía a pedazos, y con los últimos retazos de energía barría la vereda. Siempre es más fácil ocuparse de sacar la mugre de las cosas que de la cultura. Seguí caminando en dirección al almacén Benito. La basura en los canastos desbordaba las cajas y las bolsas, y las moscas se hacían un festín. Me pareció que los automovilistas andaban como locos, tocando bocinazos, frenando de repente hasta chirriar los neumáticos, peleándose por pasar primero para ir a mirar televisión, pero después me di cuenta que es normal, que la locura y el volante muchas veces maridan.

Ya en el almacén Benito tuve que esperar que atiendan a un par de clientes antes que a mí, y mientras tanto escuchaba las conversaciones:

-¿Qué se lo ofrece señor?
-Ando buscando un poco de calidad de vida.
-¿Cuánto le pongo?
-Con un kilo vamos a andar bien.
-¡Con mucho gusto!
-Discúlpeme, ¿con menos gusto es más barato?
-Depende…

Compré gatorade y me fui. En el camino a la terminal iba recordando de la atención que me dieron cuando me diagnosticaron otitis tras la internación, que en el Centro Audiológico todos sabían que si el mundo tenía millones de años, Dios era más viejo que Matusalén, y que con los años llegan los achaques y el deterioro, por lo que ya no debía escuchar ni siquiera la voz de Su consciencia. Entonces les recomendaban enviarle algún correo electrónico en vez de rezarle, aunque consultándolo con el doctor Sambaci, oftalmólogo, desconfiaban también de Su salud visual. Pero de todos modos alguna secretaria que manejase Su correspondencia podría hacer algo por ellos, aunque desde ya que ningún milagro estaba contemplado, salvo los reservados a Su Alteza.
No obstante, escuché a la foniatra que dirige el Centro, cuando entraba en confianza, que les recomendaba que era preferible irse al Bingo: -Con dinero todo se compra.-les decía.

No sé si las cosas son así. Ni siquiera sé cómo son las cosas. Cuestión que las cosas están carísimas y mis últimos pesos ya eran excremento como decía el presidente, pero no lo digo despectivamente sino que en el camino a la terminal compré papel higiénico y le di uso en el baño, que nunca tiene.

Esperé el micro sentado en un banco que me hacía doler los huesos. En el entremés, me puse a pispear publicaciones en instagram. Abordé y el chofer me preguntó a dónde iba.
-Al carajo.-le indiqué- Está ahí en el boleto.

El chofer cotejó el boleto y lo pudo corroborar. Me estaba yendo al carajo. Me acomodé en el asiento que daba al pasillo y me puse a ver la película que pasaban. Ya estaba anocheciendo y me quedé dormido. Soñaba que estaba comprando en el almacén Benito y atrás tenía a un tipo que escuchaba la conversación.

-¿Cuánto está? -le pregunté por un alfajor.
Me dijo tanto y le respondí que estaba carísimo, que se lo meta en el culo.
-¿¡Por qué no te vas al carajo!? -me dijo.
-¡Con mucho gusto! -le respondí.

Me desperté y ya estaba en destino.
                    

REALIDAD DISMINUIDA



Durante el fin de semana largo visité un parque virtual cerca de San Martín de Los Andes. Me coloqué las antiparras digitales y pude ver las maravillas de los adelantos técnicos: montañas, lagos, cascadas, bosques, fauna e incluso criaturas prehistóricas. Todo creado con el poder de la computación, de manera artificial pero súper real, es decir, por encima de la naturaleza física de las cosas.

Quedé fascinado.

Cuando me estaba yendo le hice un comentario al guardaparques acerca de la pulcritud del lugar y de lo difícil que sería mantenerlo en esas condiciones.

-Sígame. -me dijo.

El guardaparques me condujo por un camino viejo, lleno de pozos y polvo. Era claro que por ahí no había pasado nadie en años.
Caminamos tres cuartos de hora, donde el paisaje se iba desdibujando, cediendo el verdor en un llano páramo.

-Mire ahí abajo.-señaló un pozo adelante.

Miré y pude ver un gigantesco pozo cuyo diámetro continuaba más allá del horizonte de mi vista. Había fotografías, dibujos, textos, «memes», todo el pozo repleto a rebalsar.

Quedé asombrado.

-¿Qué es esto? -le pregunté dubitativo.
-Son los desperdicios. Lo que la gente tira en el parque viene a parar acá.
-Entiendo.
-Y no hay forma de detener el aumento exponencial.
-Evidentemente.
-Pero, por favor, ahora quítese las antiparras.

Lo hice y lo que vi me mareó. Estaba parado al pie de una montaña de residuos tecnológicos, una montaña que tapaba el sol. Sentí frío, náuseas. Comencé a sudar. Distintos dispositivos y componentes rodaban barranca abajo. Alrededor no había flora. Miré atrás y vi un bloque de luces a lo lejos.

-Me quiero ir. -le dije.
-Es muy sencillo salir de aquí: póngase las antiparras.

Volvimos al parque, le agradecí la buena voluntad y me despedí. A la noche, al regresar, me fui a ver los festejos de carnaval e incluso estuve a punto de sacar unas cuantas fotografías pero preferí bailar al compás de las murgas.

LOS QUE AMAN SUFREN



El noticiero gastó las palabras de tal modo que remiten a otra cosa muy distante de la original  -me decía- por eso la juventud inventa cada año nuevos códigos que se circunscriben a su esfera, dejando afuera a viejos como vos y yo que, aunque hablemos su lengua, no manejamos. Con esto te quiero decir que el idioma se vuelve vetusto a una velocidad que no somos capaces de procesar, ellos sí pero nosotros no. Claro, nosotros podemos comprenderlo de la manera en que un chino comprende el lunfardo.

Yo no podía seguirle su razonamiento con fluidez. Ella era Profesora de Lengua y Literatura, con años de enseñanza ante un simple changarín, un buscavidas que había tropezado con su belleza femenina, su locuacidad al hablar y un sutil encanto al sonreír con lo cual me enamoré como hacía tiempo no sentía.

Una noche me sentía afiebrado y me acosté sin cenar. Laura me ponía paños fríos en la frente y en la nuca y me leía a Neruda, con un hilo de voz como un susurro.

-Amar siempre es terapéutico.-me decía. Y hacía largos intervalos de silencio entre poema y poema.

Lo que sé del amor es por ella. Antes de Laura, para mí la vida era un rudo equilibrio entre el trabajo y el sexo, siempre compensando un día de desdicha o cansancio. Había algo en las palabras que empleaba, en el tono de su voz, en la profundidad de su mirada, con lo que me sentía atraído y en un clima de absoluta confianza. Escucharla era sencilla y soberanamente placentero, y eran pocas las personas que me daban placer escuchar. Uno escucha como una formalidad de la vida en sociedad pero no es común prestar demasiada atención ni tener algún interés en lo que se dice más allá de lo operativo del lenguaje y ella despertaba en mí un magnetismo vivo cada vez que se largaba a hablar. Era una mujer con la que daba gusto estar, y compartir cama era el summum máximo de mis días atareados.

-Te dejo esto. Leélo.-me dijo una mañana, antes de irse a la facultad. Era un libro de Clarice Lispector. Cada vez que lo empezaba a leer me quedaba dormido

Tuve relaciones que se parecían unas a otras, pese a que en principio se trataba de mujeres diferentes. En el momento no lograba discernirlo, no se reflexiona durante una maratón. Algo había cambiado con Laura, tal vez se saciaban mis necesidades espirituales, o al menos creía encontrar todo en una mujer.

-El amor, a diferencia de las transacciones, no necesita recompensa. -me decía entre las sábanas- Lo es todo.

Ella no me engañaba como un burdo intelectual de laboratorio, me daba todo de sí misma. Era entendida y amorosa, y podía ser bestial al hacer el amor sin perder sensualidad. Sentía que sencillamente el resto del mundo sobraba para mí, que el tiempo que pasaba sin ella eran horas malgastadas.

-Amar es el mejor antídoto contra la depresión, contra la dejadez y contra el embotamiento de la mente. -me decía apagándome la televisión, tomándome de la mano, desvistiéndome y al meternos a la ducha. El jabón, las risas y la pasión hacían el resto.

Cuando me pedía opinión, yo balbuceaba, o la besaba. Su belleza moral era algo que me llevaba al paroxismo y serenamente me volvía tonto. ¿De cuántas mujeres me había enamorado? ¿Lo que encontraba con ella era algo nuevo o era lo que había buscado toda la vida? Emiliano me decía que no se tiene a las personas, que al fin de cuentas lo que importa son los momentos vividos juntos.

Del accidente me enteré al llegar al depto. Una nota de Claudia, la vecina, me decía que la habían llevado al Sanatorio de la Trinidad y allí supe que tenía traumatismo de tórax y cráneo.

No me pude despedir. Esperé alguna mejoría sentado en el pasillo, mejoría que nunca llegó. Lloré, tuve bronca , tristeza, desilusión, pero no le pedí a los cielos. Yo no sé rezar.

Con el tiempo volví a buscarme la vida. Y a buscarla a Laura inconscientemente en otros rostros, en otras sonrisas, en otras miradas.

-El amor no se posee, se lleva puesto. -me decía tomando un helado de chocolate y menta.

Siento que no puedo desprenderme del dolor que me quedó. Todo lo vivido tiene la fragancia de un sueño, lo mágico del encanto, de lo que es estar enamorado. La recuerdo desvestirse lentamente a los pies de la cama. No es que el dolor me haya sobrevenido como una fiebre y que se irá, no, siento que no puedo desprenderme del dolor porque este dolor es lo que soy.

SOBREDOSIS ( microcuento )



A Silvio lo encontró su hermano dos días después sobre la cama. Le tocó la cara y estaba fría, helada. En la desesperación intentó despertarlo. Lo zamarreó con las dos manos pero no hubo caso.

La ambulancia los trasladó al hospital Penna. Le suministraron oxígeno. Iba recostado sobre la camilla, cubierto con una frazada bordó. La sirena se abría paso entre el tránsito.

A poco de estar internado, le hicieron un lavado de estómago. Le extrajeron sangre. Su latido era una gota que caía cada tanto de una canilla. Le suministraron fármacos.

-Es cuestión de esperar. No sabemos si una semana, un mes o una década. -le dijo dos días después sin ambigüedades el médico al hermano de Silvio.

Se fue para el departamento de Silvio en plena madrugada. Sentía la soledad de la noche demasiado amplia para él.

Echó un vistazo general: la Divina Comedia, Pigmalión, La Guerra y la Paz desparramados entre las sábanas. Pantalones apilados sobre una silla. Una tira de paracetamol intacta. Dos calzados limpios al lado de la cama. En el cajon de la mesita de luz, la tarjeta del colectivo y una foto de su madre.

Todo estaba en orden, pulcro. Revisó la basura: cáscaras de banana y huevo, dos latas de atún, papeles. El hermano de Silvio no encontraba explicación ni consuelo.

Pasaron once días, yendo a verlo todas las noches, hasta que Silvio abrió los ojos. Hubo un revuelo de enfermeras, médicos y euforia contenida.

-No lo hagas hablar. -le dijo una enfermera.

Silvio miraba de reojo a su hermano, sentado al lado de la cama. No giraba la cabeza, sólo movía los ojos a su izquierda cuando no se le caían los párpados.

-Dostoievski. -dijo Silvio.
-Está bien. Quedate tranquilo.

Silvio miraba el techo. Con su mirada buscaba algo de lo que sostenerse. El suero goteaba bien a través de sus venas.

-Dostoievski.
-Sí. Ya te vas a recuperar y vas a poder leer todo lo que quieras. Mantenete tranquilo. Yo te cuido.

El tiempo transcurría al ritmo del lento latido de su corazón. Se encontraron las miradas. El hermano de Silvio le tomó su mano con calidez.

-Dosto…
-Si, si, ya pasó. Vas a ver que pronto vas a estar mejor.
-…ievski.

Comunicación sin tiempo

No tengo mucho para contar, narrar, decir o como quieras llamarle y además no hay mucho tiempo, ganas, interés o como quieras llamarle, máxime si no querés escuchar, mirar, leer o como quieras llamarle, teniendo en cuenta que hay muchos entretenimientos, distracciones, boludeces o como quieras llamarle que nos consumen el día, la atención, el cerebro o como quieras llamarle y que se nos pasa la vida, el paseo, la diversión o como quieras llamarle sin que lleguemos a una comunicación profunda, interesante, fluida o como quieras llamarle y pareciera que es lo mismo decir tal o cual cosa, gilada, ocurrencia o como quieras llamarle y era preferible optar por comunicarse con emojis, dibujitos, fotos o como quieras llamarle por lo que seríamos frente a la pantalla sólo dos perejiles, papanatas, nabos o como quieras llamarle y la palabra, don profundamente humano, serviría para limpiarse el tujes, culo, instinto o como quieras llamarle menos para pensar, reflexionar, comunicar o como quieras llamarle y pasaríamos a formar parte de la existencia de las especies más bajas como gusanos, bichos, insectos o como quieras llamarle por lo que lo que digamos no tendría mucho valor, importancia, substancia o como quieras llamarle para lo cual no habría tanto por saber, entender, comprender o como quieras llamarle y quedaría trunca nuestra locución teniendo en cuenta las posibilidades de todo lo que hay para contar, narrar, decir o como quieras llamarle.

En la yema de mis dedos ( poesía)

Sí, lo sé: estoy cada día más estúpido
No hago caso de las flechas de Cupido
Juzgo todo de aquí atrás de la pantalla
y me burlo como un personaje de Gasalla.

La cabeza ya no me da para pensar
No me pidan que me ponga a razonar
Lo mío es destruir, yo estoy para criticar
Yo no sé construir, yo estoy para bardear.

Me sembraron en el cráneo
la semilla del veneno
De la tierra soy foráneo
odio el mundo de pequeño.
Nadie me enseñó a sentir
qué es lo lindo de vivir
no sé amar ni compartir
odio por sobrevivir.

Pero hombres, no me culpen
en la sangre y en el alma
no llevo una gota de calma,
les pido que me disculpen
cargo el odio aquí en la palma.

Ya quisiera ya otra cosa
que mi vida fuera hermosa
pero yo no sé querer
no tengo modo de ver,
lamento mi proceder
que de excusas está lleno
tengo el buche de odio pleno.
Si me dieran un abrazo
de seguro lo rechazo,
el mundo me dio forma
necesito una reforma.

Sólo les quiero decir
que no me quiero morir,
a mí me hablaban de un sol
que del hombre es un crisol,
yo quisiera estar en paz
y por dios no odiarlos más.

Los inmorales nos han igualao

Dejate atrapar
por esta poesía filibustera
y observa bien cada vestigio
cada indicio de ilusión
que en este reino del revés
no todo es lo que ves.
¿Ves cómo el mundo
paquidérmico
se destruye
a cada instante?
En la ficción
embriagante
y en la tormenta
impactante.
¿Por qué razón
hablaríamos de guerras
donde manda sinrazón?
Observa bien
ya pasa el tren,
unos se bajan del año
y otros suben un escaño
ante la atenta mirada
satelital.
El sueño virtual
de los orates
el goce carnal
de la destrucción
( no son primates )
los lleva a arar
la tierra fértil
bañada en mar.

Dicen que ya
somos felices
en la oración
( habrás notado
-como sujeto
sin doctorado-
no estamos tú
ni el de estas letras
en la parábola
del buen señor ).

Dicen que ya
todo ha cambiado
de dirección,
y nos espera
buena madera
para esta cruz
de redención.

Dicen que ya
tendremos luz
en el averno
para mirarnos
cara muy cara
mucho mejor.

Dicen que ya
no habrá más nada
que duela tanto
como este amor.

Lo llaman Asís

Si no tuviera nombre
Me llamarían de algún modo
Por ser tan solo un hombre
Hecho de barro y lodo.

En la tierra bendita
Tributan tradiciones
Corriendo por la guita
Esclavos y peones.

La lluvia todo inunda
Y el viento todo arrasa
Y la noche profunda
Bombardea la casa.

Hoy niños y mujeres
No tienen nochebuena
Ancianos sin placeres
Sueñan en sus cadenas.

Es lucha y escabeche
La vida prometida
Y con la estampa delche
Es la vida aguerrida.

Se me termina el tetra
Multiplicando el vino
Quedándome sin letra
Che locos soy camino.

Mañana serán guías
Las estrellas divinas
Estamos en las vías
Palestra y largentina.

Ya nace y nunca muere
Ni colgado de un palo
Y fuere donde fuere
Hace trizas lo malo.

Derrapa la poesía
En canto y esperanza
Le queda todavía
Un manto de bonanza:

Mejor se hace el bien
Mirando bien a quien,
De barro está hecho el hombre
Que ya no porta nombre.



Pasta dental no te cuelgues

Estaba escribiendo una poesía y me percaté que en realidad me estaba afanando una canción del Bahiano que a su vez se la afanó a otro, así que no escribí nada.

La gente sufre desde que el mundo es mundo, por diversas circunstancias, pero para algunos el único alivio que conciben a su propia desdicha es ver sufrir a otros, incluso con saber que otros sufren les alcanza. La sensación de alivio, obra como un engaño que les permite olvidarse por un momento de lo propio.
Cuando se trata del dolor físico es otro cantar. Incluso hay un umbral que no es universal. Asimismo, muchos se entrenan en el arte de ignorar el dolor propio, por lo que imaginen ustedes qué pueden llegar a sentir con el dolor de los demás.

Y acá sigo, componiendo poemas, destripando versos, sembrando rimas, cantando sobre las llamas que nos abrasan, esperando la lluvia, el perfume de la tierra mojada que nos hace creer que la redención de la mente es una posibilidad.

Tierra que me esperas
Al final deste camino
Sé bien que consideras
Como un guiño del destino
Que mis fallos malhumores
Cual errantes desertores
Fueron púas de guitarra
Que tocaron mis mejores
Acordes que te labra
Terruño de mis amores.
Tierra mía, tierra pobre
Sin litio, sin sal, sin cobre
Cobíjalos de sus temores
de los buitres, vilseñores
Dale albergue transitorio
Tierra negra, purgatorio.
Si el futuro es promisorio
Este canto es provisorio
Dura un tiempo, tierra mía
Que es la vida en la poesía.

A ésta época la llamaron en sus inicios «la posverdad», y con razón de sobra porque nadie está interesado en la verdad de nada. Algunos paladines de la razón combaten a sol y sombra, pero por cada desmentida aparecen mil nuevas falsedades a diario.

Tal vez lo bueno haya quedado atrás.

Mar de la plata

No tengo de dónde agarrarme
siento que me hundo,
es el fin,
todos ríen
es lógico en un balneario
centro de diversión,
no hay salvavidas
lo despidieron ayer
pobre muchacho
quizás mañana maneje un taxi,
siento que me hundo
inútil rezar
nadie se acordará de mí
y es una gran suerte
no tengo de dónde agarrarme
a lo lejos otros se han hundido ya
las gaviotas chillan
de hambre o de contentas
no sé
hasta acá llegamos
me digo
los tipos están en la orilla
mirando siluetas femeninas
ellas beben sol
veo a un niño haciendo castillos
es el fin
si tuviera una pluma cerca escribiría
mi testamento
no tengo de dónde agarrarme
siento que me hundo
y en un velero hay un anciano
parece sabio
pero nada me dice,
¿Entienden?
Nada.

Sequía

Se cierra el cielo
Negándose a llover,
Se escuchan músicas
Y hay ganas de joder.
La vida pasará
Como todo lo demás,
Vivimos tiempos
De estrechez mental
E indigencia espiritual.

Se cierra el cielo
Y no quiere llover,
En sequía el corazón
Ya no quiere bombear
Se calla si al hablar
Nadie quiere escuchar.
Paraguas llevo igual
Por si empieza a caer
Llovizna digital.

Lectura y escritura en el año que se despide sin tregua

De chico, la principal forma que tenía de aprender y ejercitar la ortografía, sintaxis y la gramática era leyendo. Lo que estaba impreso tenía el sello de la garantía de que estaba bien escrito.

Actualmente, esa garantía se perdió, la lectura en pantalla desplazó al papel y allí te encontrás diariamente con una caja de Pandora, lo cual afecta no sólo a chicos en edad escolar sino a todo el mundo que practique la lectoescritura, desalentándolos.

Alguna de la gente que escribe, como en cualquier otro oficio, peca en lo soberbio. Otros sólo quieren decir algo como si le estuviesen hablando a un vecino y está bien. Pero hay casos cuanto menos curiosos, como aquellos que buscan «meter» alguna palabra que por su poco uso en el lenguaje habitual parezca grandilocuente. Antaño, los jóvenes admiraban ese hecho y al autor y en ocasiones corrían al diccionario. No tenían tantos entretenimientos.

Últimamente incluso hay consignas en talleres literarios de este tipo: Escriba un texto que incluya las siguientes palabras:
Derecha
Guión
Guerra
Onomatopeya

Y entonces el iniciado obraba en consecuencia:

«El guión de la derecha del capital lo escribe un intelecto macabro, varias mentes maquiavélicas que año tras año desembocan en alguna guerra, en la cual no se oyen villancicos de nochebuena sino onomatopeyas que retumban en los sótanos de la libertad de expresión: ¡boom!»

Ahí aparecía el profesional y hacía docencia:
-No, así no. Tenés que estirarlo a unas dos mil palabras.

Basta para mí. Cuando el panorama es oscuro, cuando en el horizonte asoma un huracán, lo mejor es seguir la enseñanza del avestruz y asosegar la cabeza en la tierra. Dejemos que los lápices sigan escribiendo.

Mágico

Decía Alberto Laiseca que internet era obra del Príncipe de las Tinieblas, pero en estos tiempos hay tanta lucidez que encandila. Y la televisión no se queda atrás, pese a la tiranía del tiempo acotado en pantalla.

Borges, el personaje, casi bordea la locura al observar el universo en una esfera sobre una escalera de un sótano, que es casi como tenerlo en la palma de la mano.

Imaginen que uno pudiera conocer Caracas, California, Cataluña y Cataratas del Iguazú con solo deslizar un dedo. ¿No sería maravilloso? Imaginen que ante un problema, con sólo deslizar el dedo, uno tiene una solución, que bien podría ser el olvido de toda desventura, de toda desdicha. Sería un mundo mágico, mágico y al alcance de cualquiera.

Escuché más o menos este diálogo en el colectivo, entre dos jóvenes:
-¿Qué es lo que más te gusta en la vida?
-Boludear.
-¿Y si tuvieras otra vida, qué harías?
-Me la pasaría boludeando.
-Está bien, pero me refiero a algo más productivo…
-Boludeo creativo.
-Flaco, ¡No tenés todo el tiempo del mundo! Suponete que el doctor te da un mes de vida, y después te morís, ¡Te morís! ¿Qué hacés? ¿Eh?
-Boludeo hasta el cajón.
-Pero…¿No hay nada que te apasione?
-Sí…hay algo que lo llevo en la sangre.
-¿Qué?
-Boludear con toda el alma.
-Pero por qué no te vas a cagar…
-Andá, boludo.

A veces me encuentro en callejones sin salida. Me enredo en los pensamientos, no veo con suficiente claridad. Y no es que la vida se detenga a esperarme, ¡No! Uno tiene que seguir, como todo lo demás.

En esos momentos de confusión, me hago un rollo sobre un cartón, en el callejón oscuro, y espero que aparezca la luna. Su reflejo me hace pensar que la noche no es tan densa, tan pesada, cuando reconozco que desemboca en el alba. Es un poco el camino del alma: soportar las torturas, las desgracias, erguirse, andar, reír, irse. Entonces un haz de luz me muestra la salida, mientras escucho los disparos, las sirenas, los gemidos, los sollozos. La vida es un misterio, el mundo, una intriga y una comezón irritante.

MANDINGA

Henrik vivía solo. Su madre había fallecido hacía más de tres años. Desde ese tiempo, había consagrado una rutina casi religiosa que consistía en levantarse, afeitarse, bañarse, tomar un café sobre el mantel que decoraba un jarrón con lilas de plástico, irse a trabajar, comer y acostarse a mirar televisión hasta quedarse dormido.

Cualquiera que lo mirara desde afuera diría que Henrik vivía el mismo día todos los días, excepto los domingos que no trabajaba, pero Henrik miraba una película distinta cada día, y no miraba solamente películas, para ser precisos.


El trabajo le daba consistencia a la rutina de Henrik. En las oficinas, clasificaba papeles y pasaba documentos a la computadora, y salía en la camioneta a mostrar las propiedades. Los miércoles era el día en que hacía los depósitos.

Cualquiera que lo mirara desde afuera diría que Henrik tenía una aventura cada día, excepto los sábados que trataba con el personal cuestiones concernientes al andamiaje de la empresa, pero Henrik se aburría muchísimo y le parecía que hacía lo mismo desde el inicio de los tiempos y pensaba que la muerte acabaría con tanto sacrificio si no tuviera como compensación inmejorable constituirse en el amo y señor del control remoto cada santo día.


Cierto día Henrik se enfermó. Una gripe fuerte lo mantuvo en la cama tosiendo a mares y respirando con mucha dificultad. Tomó una medicina y se fue a bañar. Cuando salió de la ducha y se preparó el café, notó algo que lo sacó del ensueño que había vivido hasta entonces. El jarrón de porcelana con lilas de plástico no estaba sobre le mantel, sino sobre la heladera. Intentó recordar sus últimos movimientos, pero su estado febril le traía recuerdos borrosos y de tiempos inmemoriales. Henrik suponía que no había tocado el jarrón en años. No obstante, el jarrón de porcelana con lilas de plástico estaba sobre la heladera.


Tomó el café y se fue a las oficinas. Como era miércoles, le tocaba realizar los depósitos, con lo que distrajo su mente de aquello que lo había perturbado. Luego, como de costumbre, miró la televisión hasta quedarse dormido.


El domingo lo despertó el grito de gol de un relator en la televisión, pasado el mediodía. El miércoles se bañó, preparó el café y notó la ausencia del jarrón de porcelana. Recorrió toda la casa soplando viento, y lo encontró adentro de la heladera. Henrik pensó seriamente que se estaba volviendo loco. Lo dejó en la mesa y se fue a las oficinas.


Comenzó a mostrarse dubitativo ante el personal. Sin embargo, cada vez que se acostaba a mirar televisión despejaba su mente.

Los siguientes tres miércoles Henrik encontró el jarrón de porcelana sobre la alacena, dentro de la alacena y detrás del placard. Su reacción ya era la del descreído, la de quien ya no presta demasiada atención y realiza los actos mecánicamente. Lo acomodaba y a otra cosa. Su vida estaba volcada en lo que sucedía en la televisión.

El jarrón de porcelana apareció el mes siguiente en la ducha, bajo una silla, colgado de una lámpara y delante del televisor. Henrik ya no pensaba nada. Se limitaba a colocarlo sobre el mantel y seguir su rutina de trabajo, aseo y mirar la televisión. Colocar el jarrón de porcelana donde lo había dejado su madre ya era parte de su rutina mecánica. Ni siquiera tomaba nota del suceso. Lo recogía y lo acomodaba nuevamente en su lugar, sobre el mantel.

El miércoles siguiente, el jarrón no apareció y eso lo preocupó. Dio vueltas por toda la casa sin rastros del jarrón de porcelana. Luego de tomar el café, se dirigió a las oficinas. Era día de depósitos. Al llegar, sobre el escritorio, estaba el jarrón con sus lilas de plástico. Lo arrojó por la ventana sin violencia, con una calma desmesurada, como quien descarta una lata de cerveza sobre el cesto de basura, y lo escuchó hacerse trizas. Luego, pasó unos documentos a la computadora y se fue a hacer los depósitos.

Estaba viendo una película muy vieja, con Robert de Niro siendo muy joven actor, cuya traducción del título era Una luz en la obscuridad. Henrik, que conocía bien la historia porque la había visto más de cinco veces, se quedó dormido mientras transcurría y ya no volvió a despertar.

EN UN CHARCO ( microcuento )



Había dos renacuajos en un charco que estaban muy aburridos. De pronto, cayó una pelota en la otra punta del charco y uno de los renacuajos, observando , le dijo al otro:

-Te propongo una carrera hasta la pelota.
-¿Y cuál es el premio? Porque yo estoy podrido de nadar al pedo.
-Yo también, pero se me ocurre que al que llega primero le crecen patas.
-¿Y con eso qué ?
-Después podés saltar por cualquier lado.
-¿Y con eso qué?
-Y tenés 100 # para padecer diariamente compensado con alegrías cotidianas: saltar, comer, aparearse.
-¿Y con eso qué?
-Y te podés ir a conocer otros charcos.
-¿Y con eso qué?
-Hasta que un día, luego de haber conocido todo, te tirás a descansar en paz.
-Andá, máquina, yo te miro desde acá.-dijo el renacuajo holgazán.

El renacuajo que había propuesto la carrera se puso a nadar entusiasmado. Un niño llegó corriendo al charco, recogió la pelota y se fue a continuar el partido con sus amigos, que iba 1 a 1.

Afines

Hoy les digo una verdad
Con una mentira afín:
La mente no tiene edad
El alma no tiene fin,
Los dientes del puercoespín
Tamizan mi libertad.

Cuando se baje el telón
Y el chancho coma melón
Recuerden qué papelón
Parafrasea el indio estoico,
Todo verso es político
Todo albedrío algorítmico.

Si este poema es una mierda
Yo me voy para la izquierda.
Ya no guían las estrellas
No hay camino en esta vida
Ni el sendero de Santiago
Ni un puestito de comida,
Las obras de arte más bellas
Se consumen como un trago.

Ya les dije dos mentiras
Cómo el mundo gira y gira,
Ya les dije tres verdades
Poder, guerra y calamidades,
Sólo resta decir en broma
Un niño que al mundo asoma
Es un llanto de ternura
Ante tamaña locura
Y el desconcierto evidente
De haber perdido el oriente
el norte, el sur, el poniente
De quien anda en penumbras
Mueve el hilo entre las sombras
Y así todo lo destruye
Aniquila, luego huye.

¿Qué no tiene un abogado
Sin sentido del humor?
Sólo digan de qué lado
No tendremos estupor.
¿Alguien sueña ser soldado
Y juguete de un señor?
Unos juegan a los dados
Y otros viven lo peor.

Tolstoi, la guerra y la paz
las deudas y un ave rapaz
la reflexión del ermitaño
vidas que se van por un caño,
Serrat y cruzar los brazos
No apostar, irse al mazo.
Fue y será una porquería
Un tesoro es la alegría.




Dispersiones

Cinco fiscales entablaron sendas demandas contra la Feria del Libro Bahía Blanca, 2 librerías matrices y 2 editoriales de envergadura porque aducen que los artículos y productos que allí se comercializan, producen y distribuyen año tras año les genera adicción a los símbolos legibles a los clientes y una creciente ansiedad por saber qué va a pasar mientras los consumen y, además, los distrae de atender a conocidos y desconocidos que diariamente se les aparecen vía móvil como sombra a todo objeto.
***
La primera guerra comenzó cuando un hombre trazó en el suelo una raya.
***
Para este verano se anticipan temperaturas agobiantes, sudor europeo, cataclismos y alegrías cotidianas. Nadie sabe bien lo que va a pasar ni quiénes lo van a pasar, pero esperemos que como todo lo demás esto también pase, pese a todo.
***
Se acerca la Navidad. ¿Compró turrón? No sea tan necio de creer que Jesús ha muerto en vano para que usted siquiera tome nota de un mísero versículo. Y si acaso usted es ateo, al menos tenga la sensatez de recorrer el barrio disfrazado de Papá Noel a regalarle a los niños menos favorecidos por el capitalismo caníbal revólveres y metralletas de juguete para que sepan a lo que atenerse.
***
Una mujer murió durante un accidente esta madrugada. Fue así: estacionó su auto en la puerta de su casa y al bajar pisó un sapo y cayó muerta.
***
Luego de conocer con amplitud y cabalmente la oscuridad en que vivimos, el intendente del charco, un flamenco enano, quiso llevar y arrojar luz sobre sus súbditos, pero los cornalitos y los renacuajos lo sacaron a patadas, aún sin tener patas, diciendo que de noche todos los gatos son pardos y que estaban mejor así. El flamenco enano no se rindió e inauguró una universidad. Hasta el momento se inscribieron 37 lombrices y con tres más completan el cupo para que arranquen las clases con Elementos de Álgebra.
***
En el país del osobuco querían prohibir escuchar música, porque decían que el populismo les daba la posibilidad de obtener placer a las masas sin grandes sacrificios. Llegaron unos inversores y dijeron que en lugar de prohibirla, se les cobre, y en lugar de elegirla, se le imponga. Todos estuvieron contentos y de acuerdo y se olvidaron del asunto con el método más común que es mirando alguna huevada.
***
El edificio de enfrente tenía 25 pisos. Y digo tenía porque esta semana perdió cuatro jugando al póker con una suite de oficinas.
***
Están lavando la imagen de Napoleón. Casi todo el mundo sabe lo que fue pero se han ido olvidando. Por eso para ello usan jabón, detergente, lavandina, lejía, esponja, lavado de cerebro, Photoshop, etcétera.
***
Hay un veterinario que solía aparecer en televisión y que como latiguillo final de su programa decía: pórtese bien, sea animal.
Los burros que lo miraban comprendían el mensaje, pero los loros no.

Un minuto ( poema torpe )

Voy a construir un refugio
Y lo haré con el artilugio
De la palabra y la pluma
Del verso y la tinta china
Donde pólvora e injuria
No tengan cabida espuria.

El techo haré con alfombra
Para que sepulte mi sombra,
El piso, parquet y madera
Para que no pise cualquiera,
Las paredes de caramelo
Dulces como buen abuelo.

El refugio es un lugar
Donde poder reposar
De la angustia y el pesar,
Donde no habita el mal
Como símbolo virtual
De la muerte digital.
El refugio es tan verbal
Que se me da por pensar
Que si la vida es un mar
Somos verbos al nadar.

Uno vive en la poesía
No hace falta un policía
Ella rima y acaricia
Y es su ritmo una delicia
Que por un tierno minuto
El dolor es diminuto.

En el refugio no entran
Los que matan y amedrentan
Los que arrasan poblaciones
Con deudas y municiones
Que esperen solos afuera
El cielo no los considera.

Aquí sólo entran las almas
De los niños bombardeados
De los hombres pisoteados
De los que padecen armas
Que los matan diariamente
De los que bajo algún techo
Leen poesía de provecho
Sufren, luchan, de repente.

Entren, pasen y vean
Gocen, lloren y lean
La lucha del bien y el mal
Se ha quedado sin ritual
Y allí afuera se confunde
Todo lo que se difunde.
Mas no se dejen abatir
Hay mil sueños al dormir.

Se termina la poesía
Y con ella su porfía,
Que el ruido altisonante
Atronador y delirante
No los pierda por la vida
¿Saben que trauma es herida?
Hora de salir al mundo
De cantar bellas verdades
De sentir amor profundo
De embellecer fealdades
De decir NO, convencidos
A las vil atrocidades.
Amigos, no se den por vencidos
Y no caigan en la trampa
Del diluvio universal
Ellos ya poseen su arca
Nosotros combatir el mal.

Uno vive en la poesía
Y uno muere cada día
Un poquito si no enfrenta
La estulticia y las afrentas
Porque tanta estupidez
Nos lleva a la embriaguez
De ver salida en la guerra
Al llenar de sangre la tierra
Olvidando la enseñanza
Del prójimo y la bonanza
Ante tamaña insolencia
La del bruto en su insistencia
Que derriba con violencia
Y hace perder la paciencia
La cordura y la templanza
Y hasta la vida con lanzas
Y uno muere cada día
Un poquito sin poesía.

Sin poesía no habrá guía
Nos iremos por la vía
Nos quedará la valía
De saber por quién se vivía
Por qué se daba la vida
Al sentirla tan querida.
Les dije que se termina
Y no mentí, aquí culmina.




Vida interior

Hablando con un amigo, nos preguntábamos que encontrarán los arqueólogos en el futuro, con respecto a este siglo, entre tantas imágenes, tatuajes, etcétera, ya que el interés arqueológico se da hacia los pueblos y no hacia el individuo particular, cuestión que hoy se encumbra y se hace religiosa.

Muchos, hoy día, tratan de descifrar jeroglíficos de hace miles de años y llevarlo al lenguaje.

Hoy puede decirse que hay un lenguaje visual, que se tragó todos los símbolos, idiomas, culturas subyacentes, los sentidos figurados, que aniquila diariamente el potencial de comunicación de la palabra escrita ( y oral), porque cercena su amplitud al reducir todo a la imagen, que capta todo el ancho de banda de la atención.

En mi caso particular, me gusta leer, escarbar en el texto, dejarme llevar, buscar algún sentido nuevo de algo conocido u otra forma de ver un hecho, sentir la voz de un autor o autora que ME está contando algo ( como podría ser sensaciones acerca de algo, reflexiones, un cuento de algo que no pasó, algún intento de formular opinión y un inmenso etcétera), por lo que espero nuevos posteos de ellos y ellas. Son voces que, aunque no nos conozcamos de cerca, me acompañan gratamente.

Cuando tengo la cabeza metida en lo caótico, leer y escribir ( con inspiración, ideas ) ha derivado en serenidad y en creatividad.

Casciari decía en una entrevista que sólo los ricos tienen 2 horas al día para leer. No lo sé. Es difícil no dejarse llevar por la publicidad, por los algoritmos, por el trajín, por tantas cosas que nos arrastran a mirarlas y porque el hecho de subsistir en gran parte de la población se lleva todo el tiempo de vida y porque el ocio parece estar programado para el resto.

¿Se puede entender el mundo actual ( si es que es posible entenderlo ) sin echarle un vistazo diario a Twitter, sin comprender la influencia de los cambios en la sociedad y en la vida y mente de la gente a través de lo que constituyen las redes sociales y el uso masivo del celular y el poder de la imagen a su través?

Es todo desvarío para hacer uso de la palabra porque no tengo respuestas. Preguntas tengo un millón. Si me pagaran por cada pregunta que hago tal vez tendría tiempo de leer un poco más, aunque es posible que me deje llevar por la tentación macabra de leer al coreano de moda que cada vez que estornuda saca un libro.

TINIEBLAS



¿Cuántas gotas forman un océano?
¿Cuántas vidas
se entierran en las guerras?
¿Cuántos mates
dura una tormenta?
¿Cuántas noches
repiten las tragedias?
Poco a poco
en este mundo loco
me he convertido
en un idiota convencido
que no logra hilar
dos pensamientos seguidos.
¿Cuántas almas
conocerán la calma?
¿Cuántos brutos
sabrán el peso bruto
de las viriles armas?
Poco a poco
en este loco mundo
me hundo en lo profundo
de toda la miseria
oscura, hostil y seria
cual charco nauseabundo
y nado y me disloco
y asumo, me equivoco.
¿Cuántas ansias
sabrán serena-mente
vivir como la gente?
¿Cuánta gente
se expresa diligente
que en nuestra bella Tierra
inútiles son guerras?
Me rindo
no tengo plusvalía
mi estúpida poesía
no estalla todavía,
las palabras están tan gastadas
que ya no dicen nada.

Horroris causa

El cielo se va poblando de ángeles, de estratocúmulos, de almas maltrechas, un cielo para la foto sin píxeles, un cielo que baja a la tierra en formas líquidas y se mete en los corazones de la gente sencilla, de la gente que anhela el bien sin hacer mayores daños.

Las ideas antiguas de cielo e infierno se gestaron como forma de trazar una frontera entre el bien y el mal, aunque Doctor Jeckill y Míster Hyde convivan en una sola persona.

Por lo menos en estas tierras, hoy por hoy es muy común despedir a un amigo que viaja al otro lado del cosmos por la mañana y salutar a otro porque cumple años ( vivo o muerto ) por la tarde.

Esto es anecdótico. De alguna manera, tomamos nota del horror del mundo con el alma destrozada. La vida luego se trata de ir juntando los fragmentos, como si se tratara de un collage y, en el camino, encontramos retazos de la de los demás.

A veces pienso que es mejor no enterarse de nada, que un ermitaño sin tv ni celular y aquél que ya no quiere a nadie ni los desdeña deben ser los tipos más felices del planeta, no por soledad sino porque ya han visto demasiado.

A nosotros nos queda seguir mirando cómo el mundo se desangra, se desmorona. Seguir mirando y, con un matecito caliente, desanudar la garganta.

Por suerte, nos queda el amanecer y un rayito de sol por la mañana. El resto se lo traga la nube.

Fuimos estrellas, amigo

«Somos parte de aquellos que nos quieren, y querer es ser parte de algo, de alguien»

Crónicas marianas, Albert de Bom Passar

Tiempo es en parte una forma de medida y, para todo filósofo, una suerte de molestia porque aquél limita la libertad del pensamiento y el vuelo espiritual.
El tiempo de ocio, en líneas generales, es un paréntesis cronometrado por las ocupaciones que acucian. Ni siquiera los ricos que saben vivir, en el sentido hedónico, tienen ese goce del tiempo libre idealista del que hablan los tratados, y no lo pueden tolerar los pobres que saben querer ( cita de Gilda ) en su afán de nutrirse de cosas que llenen estómago y corazón.
Los astrólogos dicen que todo está determinado en las estrellas y eso incluye la posibilidad (¿remota?) de que usted haya caído en este texto.
Lo curioso del asunto es que si el tiempo escribe todo y nosotros escribimos al tiempo, tal vez mañana nuestra voz guíe a otras almas, no desde la mística del más allá sino desde el trepidar del cielo:

«Para mal o para bien
Tal como lo fue Belén
Para nuestra humanidad
Que pervive en la Verdad».

Editoriales que aceptan manuscritos ( España)

En este post encontrarás una lista de editoriales tradicionales (no te cobran por publicar tu libro) que aceptan manuscritos nuevos, también de autores noveles. Esta lista no incluye ninguna editorial de autoedición encubierta, ya que la finalidad es facilitar la tarea de búsqueda, no alimentar las posibilidades de tiburones y piratas del mundo literario, que […]

Editoriales que aceptan manuscritos

Auditorio

Poco a poco, paulatina y lentamente, me fui quedando sin discurso, me fui quedando sin cosas por decir, sin relatos armados que narrar.
El primer escollo fue la creciente escasez de oyentes en mis conferencias. Cada vez asistían menos y, los que iban, eran más ruidosos, menos atentos y bastante más brutos. El público fue declinando en mis oratorias, y mis charlas cada vez se comprendían menos. Quiero decir, de manera menos cabal, aunque daban mucho de qué hablar y para escribir en la crítica y la prensa, no tanto en redes.
No obstante, tras los males conocidos por todos, se han perdido muchas cosas: sensibilidad, entendimiento, etcétera. Y yo, como que me llamo Elías, he perdido aún más: la facultad de comunicación, que en mi época dorada se elevaba por los aires con una fluidez inconmensurable.
Hoy no soy capaz de hilvanar doce palabras seguidas con un hilo conductor o un goce rector que tengan un mínimo de sentido para el oyente, sin caer en el tema del día que propone la agenda social, tal como está configurada en el atribulado siglo XXI.
Sin embargo y pese a todo me quedan mis cuadros, quiero decir, los que no han sido subastados y guardo con recelo, en los que mis últimas ideas han jugado sus cartas.
Al auditorio de esta noche que ha venido a escucharme sólo les digo lo único que me parece sensato decir: en la boletería les devolverán lo que han pagado de entrada.
Por último, no sé si es correcto desearles suerte o que Dios los guíe, pero mi temperamento no me deja menos que obsequiarles dos palabras, sólo dos, que a ustedes los acompañarán en sus momentos más difíciles desde el crepúsculo hasta el alba: buenas noches.

Qué esperanza

Los precios de los libros me llevan a pensar que todo está mal pensado de entrada, mal barajado, e impide justamente pensar, discernir y reformular. Un mundo en el que si no te gusta, no tenés a dónde rajar, porque la estupidez se ha globalizado, pero en el cual tenés un rinconcito donde quejarte sin culpa y sin hacer mayores daños.
De ejemplo, 1 libro de Borges equivale a 20 kilos de bananas, y en España se regodean hablando chato del peronismo cuando tienen las costas llenas de moros que laburan por estos pacatos y exportan letras de Enrique Iglesias sin ningún tipo de pudor.
Tratamos con un mundo rebuscado donde muchos de mis coterráneos viven del rebusque y el resto piensa en inglés y especula.
Mientras tanto, los lápices de grafito siguen dibujando para que el bruterío entienda que no todo está perdido, aunque perdamos directrices.

Monólogo imperativo

¡Ser o no ser!

¿Puede el ser toser? Cof cof…Perdón.

¿Es el ser al parecer un fantasma pictórico al nacer?

Ser o no ser. ¿Qué saber? Ni que ocho cuartos.

Dormir, soñar y en un sueño despertar, en plena madrugada sin saber qué mierda hacer.

Ser o yo qué sé. A lo mejor no ser… Un salame y perecer.

Ser, no ser o no tener ya qué decir. La pereza nos hace cobardes… A todos.

Cosas que pasan

Me vienen pidiendo ( el público ) que la corte un poco con las ficciones y que cuente COSAS QUE PASAN o que hayan pasado de verdad, es decir, que narre desde la memoria y no tanto desde la inventiva o la imaginación, porque ( por más que la realidad abrume y fastidie, es lo que hay ) el público quiere saber.

Así que, aquí vamos a contar cosas que pasan y espero que no se aburran con la verdad.

Pasa la 503, con dos pasajeros y el chofer más que atento. Pasa la señora con el changuito lleno de naranjas y cebollas. Pasa el noticiero con penas y glorias. Pasa el amor, pasa la esperanza. Pasan autos y camiones. Pasa la elegancia. Pasa la ambulancia, con y sin sirena. Pasa la juventud, pasa la vejez, pasa la moda. Pasan las bicicletas y los peatones. Pasa la norma, pasa la justicia y la balanza. Pasa gente caminando. Pasa gente bostezando. Pasa gente poetizando. Pasa el remisse, pasa el colectivo vacío. Pasa la más maravillosa música. Pasa julio. Pasa el fin de semana. Pasan celebridades y anónimos. Pasan cosas que son difíciles de describir. Pasan descripciones. Pasa Cortázar. Pasan rumores. Pasa el humor. Pasapalabra. Pasa la vida… y sonríe.