Muchas veces ocurre que con las palabras simplificamos algunas cuestiones en conversaciones coloquiales, para que tengan mayor llegada entre la gente y otras se complejizan los asuntos porque merecen tratamientos diferentes, de acuerdo al público, por ejemplo en una oratoria ante un auditorio colmado de aspirantes a médicos o enfermeros.
Pero los médicos están para otra cosa, cumplen otras funciones dentro de la sociedad, así como también los ingenieros, los cómicos, los operadores de tv, los abogados, los nefrólogos, etcétera.
Por entonces, ya decían los antiguos que Dios es la respuesta a tus oraciones. Esta respuesta, en ocasiones proveniente de uno mismo aunque muchas veces asumida por el sujeto como exterior, se aceptó luego con descubrimientos, investigaciones y estudios como los de Sigmund Freud, Carl Gustav Jung y otros, provenían del subconsciente ( por debajo del umbral de la consciencia ), también llamado inconsciente en algunas publicaciones.
Se deduce que los que decían hablar con Dios en siglos pasados, no estaban locos, estaban desactualizados. En tales términos, se desprende que no solamente existe, sino que además es en adición inconsciente y se cree que cuando decimos que nos traicionó el subconsciente, estamos incurriendo en una blasfemia pues, también como se decía antaño, Dios no traiciona. Todo esto es especulación, terminología lacaniana, y el mundo es lo que es, con sus vaivenes cambiantes, con sus avances tecnológicos, con su detrimento cultural, con sus cosmogonías laterales, con lo bueno y lo malo entrelazado en una laguna verduzca donde nadan patos, que a veces se vuelan.
En este siglo, con todos los problemas que trae a diario y son conocidos y algunos terribles, tremendos y horrorosos y los beneficios que ofrece para quienes tengan oportunidades y bastante suerte, los padres llenan de regalos a los chicos: pelotas, celulares, bicicletas que alcanzan velocidades hipersónicas, la play, en fin. Pero los viejos de nuestras épocas, antaño, algunos recordarán, nos regalaban algo que algunos considerarían más valioso: nos regalaban tiempo, y si les pedíamos un chocolate nos daban una manzana ( que era más barata ) y nos obsequiaban una enseñanza.
El tiempo pasa y los tiempos nos cambian, algunas ideologías persisten y otras se reciclan como el cartón.
Quizá la educación que nos daban treinta, cuarenta, cincuenta años atrás, con las problemáticas de aquellos años, alguno podría pensar que era más generosa que la de ésta época. Pero no, los niños de entonces de estas tierras ( hoy muchos veteranos ) conocimos el tiempo porque nuestros viejos estaban muy, pero muy al pedo y no tenían tantos entretenimientos y preocupaciones como los que existen hoy y acaparan todo el ancho de banda de la atención dominical.
La vida suele ser generosa cuando la abrazas con generosidad, esa del alma, esa de la gente menos interconectada y más conectada. Puede uno refunfuñar, decir cualquier blasfemia, hay siempre derecho a la palabra, pero sobretodo siempre hay derecho a sentir la palabra y comprometerse con ella, esa es otra cosita que nos dejaron los papás, pero quisiera resaltar algo en relación a lo que mencionas en tu texto, nos dieron momentos, tiempo, conversación, se dieron a la necesidad de transmitir sus valores, su cultura. Qué afortunados! Muy interesante el texto.
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Tal cual Karol, y vos estás devolviendo aquella generosidad con tu bella prosa.
Te mando un abrazo.
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Igualmente, te mando un fuerte abrazo.
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Soy lector tuyo, por ahora silencioso. 😉
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Hace unos dias escuche decir que las revoluciones siempre se inician por poetas y escritores. Si repasamos la historia de la humanidad veremos que ello es así. Que se multipliquen tus escritos, porque de ese manantial de ideas alguien beberá y llegará el cambio que necesita esta sociedad estupidizada
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Esperemos que no revoluzca demasiado.
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